RECHINAR DE CASCABELES
Susana J. Carletti

Las buganvillas me recibieron explotando por los muros descascarados sus colores deslumbrantes, subiendo, bajando, invadiendo todo a su alrededor. La casona era del siglo dieciocho. Se había mantenido en manos de una familia que rentaba sus habitaciones y los servicios a los ocasionales viajeros o estudiantes de la zona. Era especial para mi trabajo. Grande, solitaria con cuartos espaciosos y absoluta libertad para los huéspedes. El dueño, un hombre de mediana edad no pedía demasiadas condiciones, salvo el mes adelantado y que hubiera un solo ocupante por cuarto. La limpieza, la cocina y los baños eran compartidos por los habitantes del lugar. Acepté, por supuesto.
     A la hora de mi llegada, con mi computadora portátil, una maleta y una mochila, la vecindad estaba en silencio. El patio contaba con un pozo en la mitad y la gárgola que lo adornaba abrazaba y protegía el líquido que existía en su interior, con garras aferradas en los cuatro extremos, extendiendo su horrible cabeza hacia lo alto. A su alrededor, un espacio verde alojaba varios árboles que entrecruzaban sus ramas por la falta de espacio, compitiendo por el sol. Sin saber por qué, un río helado cruzó mi espalda.
     Mi cuarto estaba al final del pasillo, protegido por una galería sostenida por columnas de estilo dórico. Desde la ventana enorme y con vidrios repartidos podía observar la gárgola agazapada. La habitación contaba con una cama matrimonial, una mesa, dos sillas, y un gran ropero de tres cuerpos en los que se lucían magníficos espejos biselados. Un rancio olor molestaba mi olfato sin que pudiera determinar de dónde provenía, ya que la pieza estaba absolutamente limpia y sin objetos. Dejé mis cosas sobre la cama y por supuesto, salí a investigar. Los cuartos se alineaban alrededor del patio. No parecía que hubiera ocupantes en ese momento. Caminé lentamente hasta encontrar la cocina, escondida debajo de un arco de hiedra. Era un espacio enorme, con oscuros muebles antiguos y gastados. La estufa, con varias hornallas, demostraba que su uso venía de varias generaciones, ¡pero funcionaba! Recipientes ubicados en los estantes me decían que por lo menos seis personas serían mis acompañantes.. y dos, por lo visto, eran mujeres. El estampado de los utensilios así lo mostraba. Una colección de cuchillos colgaba aferrada de una tabla de madera. No pude encontrar el calentador... ¿habría agua caliente? El lavadero estaba a continuación de la cocina. Un lugar sombrío y húmedo, con las paredes ennegrecidas por los hongos; sogas y mecates se entrecruzaban formando una tela de araña gigantesca y desordenada. Botes con sustancias desconocidas se alineaban debajo, al lado y por encima del piletón de piedra volcánica. Elementos de limpieza, trapos, diarios viejos y ropa usada completaban la decoración. No era muy agradable, ¡en fin! ¡veremos qué sorpresa nos da el baño! Lo encontré sin mayor dificultad, estaba en buenas condiciones, viejo, pero confortable. Y en eso estaba, cuando percibí que alguien estaba llorando en la cercanía. Llanto de mujer joven, desconsolado, angustioso... Me fui acercando puerta por puerta hasta que encontré la fuente de los sonidos. Las cortinas estaban corridas y apretadas con una pinza de la ropa. Era un llanto que arrojaba afuera una desesperación contenida por mucho tiempo... contagiaba. Golpeé suavemente sin hablar. El llanto cesó sorpresivamente. Volví a golpear. No hubo respuesta... ¿Sucede algo?... Soy nueva, pero si necesita ayuda, cuente conmigo... Estoy en el cuarto 9 para lo que guste... Esperé sin recibir contestación, la mujer había enmudecido y no se movía. Me retiré a mi habitación a acomodar lo mío, me tiré en la cama... y me quedé dormida...
     La situación lacrimosa se repitió en varias ocasiones, pero no volví a acercarme. La rutina del trabajo me envolvió y me atrapó en su estómago insaciable.
     A la nochecita del cuarto día desperté confundida... escuchaba pequeños ruidos casi a mi lado, brotando de la cabecera de mi cama, subiendo y bajando, ¡shic... shic... shic!! Como tintinear de cascabeles, pero no era metálico... Ahora el sonido estaba en la otra pared, más fuerte... ¡shic shic shic!... ¿Una calabaza llena de semillas?, ¿una maraca?... Me asomé a la puerta.. Nada. Por la ventana, tampoco... El ruido seguía deslizándose. Se alejó lentamente, casi desvaneciéndose... y luego de unos minutos el llanto conocido sonó en la noche como un acero afilado metiéndose en mi carne... Un silencio.. un grito sofocado.. y el ¡shic shic shic! moviéndose rápidamente. Algo se arrastraba.. y luego... ¡nada!!
     Al salir de la habitación no distingo ningún movimiento. La gárgola brilla en la noche, mostrándome sus dientes en una malévola sonrisa. Hay luz debajo de dos de las puertas que están al otro lado del patio... Recorro el pasillo en penumbras, la cocina se ve solitaria a la luz de un foco miserable. El lavadero está más desordenado que de costumbre. Trato de ver qué es lo que está fuera de lugar. Piso la rejilla que se desliza hacia un costado... y ¡la pestilencia que se desprende me hace retroceder! Tapándome la nariz y conteniendo la respiración, salgo de ese vaho de putrefacción casi corriendo...
     —¡Perdón! —Me estrello contra alguien que trae las manos ocupadas con ropa. El hombre no me contesta, pero me saluda con la cabeza y sigue su camino como si estuviera muy apresurado. Me resigno.. Vuelvo a mi cama, pero no puedo dormir. La luna brilla en todo su esplendor, entra y se queda en el piso de mi cuarto. Mi computadora registra mis impresiones en este viaje... la luz tenue de la pantalla me ayuda a inspirarme. Llevo más de una hora y mis ojos registran movimientos detrás de mí, en el suelo... Trato de distinguir sin moverme... Es una ondulación pendular... derecha, izquierda, derecha, izquierda... y... ¡nuevamente el ¡shic shic shic!... Los espejos se impregnan de un reflejo centelleante. Giro sorpresivamente... y ¡la sombra de un pájaro gigante se arrastra por el piso!... me inmoviliza la situación... algo está delante de mi ventana... algo con plumaje, moviéndose salvajemente y sonando, ¡rechinando!... ¡shic shic shic!! Me arrojo de la silla... cayendo estrepitosamente sobre la sombra... Cuando levanto mi mirada... ya no hay nada... sólo el shic shic shic! alejándose en el patio. Hundiéndose en la nada. Sentada en el piso sigo los sonidos hasta que se pierden... La inquietud y la curiosidad me consumen. Quiero café. Vuelvo a pasar por la habitación de la tristeza... la puerta está abierta, la cama en desorden, ropa en el piso... un bolso en la silla... el velador caído sobre la mesita. Es posible que la ocupante también esté en la cocina. No, nadie había usado la estufa... ¡pero sí los cuchillos!... Faltaba el de la extrema derecha, la cuchilla de carnicero... ¡Ya me estoy sugestionando!... pero, ¿dónde está la mujer?... Espero apoyada en la mesa mientras me quemo con el café. Presiento una presencia a mis espaldas y por rabillo del ojo veo a un hombre joven que se acerca a mí... ¡con el cuchillo en la mano!!... Mirándome fijamente me saluda, coloca la cuchilla en su lugar... ¡respiro!...
     —Perdone, pero... ¿no escuchó nada,. no vio nada? —me pregunta ansioso. No sé que contestarle.. balbuceo.. vuelco el café.. El hombre me mira desconfiado. ¿Usted llegó hoy? No la había visto antes... ¿qué pasó con la otra huésped? Ya no está en su cuarto. Se deben ir sin pagar... desaparecen súbitamente. En dos meses quedamos nosotros solos.
     —¿Nosotros solos? ¿Qué quiere decir? —le interrumpo. Ya no es curiosidad, ahora es angustiosa ansiedad de saber. Una expresión preocupada le empalidece el rostro...
     —Éramos ocho, seis mujeres y dos hombres... pero, hace dos semanas que no sé que pasa... se van sin avisar, dejan sus cosas... Es cierto, ésta es una pensión muy especial. Nadie hace preguntas, no hay exigencias... quizás sea gente de paso... ¡no sé!... Pero algo está ocurriendo, ¡y no me gusta nada!
     Detrás de nosotros un sonido conocido comienza... ¡shic shic shic!... haciéndonos pegar un salto por la sorpresa. El tintineo sale de la pared, parece avanzar hacia nosotros... se detiene... sigue hasta el otro extremo... Nos abalanzamos siguiéndolo, pero parece bajar, bajar... y se pierde junto a la pared que conecta con el lavadero...
     Nos miramos... nos entendemos, ¡ y corremos hacia el lavadero!... El olor a podrido es insoportable. Nos golpea. La luz es insuficiente, pero apartamos a ciegas los periódicos viejos... ¡El ruido había terminado justo allí!... Una lluvia de capullos y larvas de moscas cae de los montones de papel. Pegado a la pared hay un deshilachado tapiz y junto a él una ranura en la pared que sube hasta la altura del hombro...¡Es un panel!... Pateando los últimos restos empujamos la puerta disimulada. Nos muestra una pared polvorienta y un pasadizo que corre hacia la derecha... ¡hacia los cuartos!... Dudamos... pero el ansia de saber qué es lo que produce ese sonido nos decide a seguirlo... Con mucha precaución nos introducimos en las tinieblas... ¡¡El olor es insoportable!! Avanzamos pisando cucarachas y quitándonos telas de araña del rostro. El pasaje da una vuelta... y se ve una luminosidad amarillenta. Se me pone la carne de gallina... Un aullar agudo se escucha repentinamente . Un golpe seco... y el ¡shic shic shic! Se hace oír vertiginosamente un golpeteo en el suelo de un cuerpo pesado en un compás lúgubre... ¡Nos hiela la sangre!... El suelo está inclinado en una pendiente descendente y resbalosa. Nos sostenemos apoyando ambas manos en las paredes laterales sin dejar de avanzar. Una nube de fragante aroma de hierbas quemadas viene flotando delante de nosotros, se mezcla con el hedor, nos quita la respiración, nos impide ver . Y en ese momento, el hombre emite un terrible grito de horror, retrocede violentamente empujándome, perdiendo el equilibrio y arrastrándome con él. Me incorporo dificultosamente y al apoyarme en la pared... toco algo frío... húmedo... ¡¡con consistencia carnosa!!... El "algo" se inclina y queda medio sujeto a la pared... Se me seca la boca... El hombre sigue tirado... Prendo el encendedor... ¡no puedo creerlo!!... Una mujer... ¡o lo que queda de ella!! Yace sujeta a una cuerda en el pasillo, cubierta de sangre, cuelga su cabeza inerte hacia abajo y sus brazos se balancean delante de su abdomen... pero...¡¡¡HAY MAS!!!... El pútrido olor se extiende insoportable a lo largo del pasillo. Bultos informes se apoyan en la pared... ¡¡¡No quiero mirar maaaaaás!!! Conteniendo la respiración y tratando de no tocar los cadáveres, que me miran sin ojos, atravieso lo que falta hasta el recodo, corriendo y golpeándome con las irregularidades que no veo. Cuando doy vuelta... la escena me aterroriza, ¡oh, Señor, sácame de aquíiií!!... El fuego recorre un círculo en un ámbito espacioso donde alguien está rodeando las ruinas de una pirámide de piedra chorreada con sangre vieja... ¡y sangre fresca!... SHIC SHIC SHIC... SHIC… ¡Una figura viene hacia mí!... y... ¡está EMPLUMADA!... Una tiara rodeando su cabeza está cubierta de plumaje que ondea, que brilla con el fuego... la cara pintada de negro... semi desnudo, chorrea la sangre por su pecho y por sus brazos.. ¡SHIC SHIC SHIC!!! Sus pantorrillas están cubiertas de aserrados huesos humanos que chocan entre sí, tintinean, rechinan con ese horrible sonido... ¡Shic shic shic!!... se balancean... Y el ruido siniestro está casi a mi lado, se acerca extendiéndome algo oscuro del que brota un líquido viscoso... Me habla roncamente, ¡en un idioma que no entiendo! Me señala la pirámide... ¡Ohhhhh!!!! Se me nubla la vista... damos vuelta en círculos... Piso charcos de sangre coagulada... y entiendo... SHIC SHIC SHIC... Sobre la pirámide, un cuerpo sin vida se extiende con los brazos abiertos… un hueco oscuro muestra el lugar donde tenía….¡¡el corazón!!...¡¡Les ha sacado el corazón!!!! SHIC SHIC SHIC... y me lo muestra con orgullo, mirándome sin ver, perdida la mirada en unos huecos fantasmales... ¡Pero... reconozco esos ojos!!!... ¡¡Es el dueño de la casa!!... Me oprimo desesperada contra la pared y el hombre pasa frente a mí entonando un himno desconocido... Lleva el corazón sangrante entre sus dos manos... balanceándose con ritmo frenético, salvaje... Sigue adelante. Un altar lo espera, una figura con cabeza enorme y dientes retorcidos está recibiendo una ofrenda como hace mil años... Corazones resecos se esparcen alrededor de la imagen... El hombre no deja de cantar y bailar mientras deposita con veneración el nuevo obsequio...¡¡Estoy inmovilizada!!! Todo me da vueltas alrededor... ¡me falta la respiración!...¡¡SHIC SHIC SHIC!!... Trato de moverme pero mis músculos no me responden... ¡Oh, Dios!... El hombre está posesionado... baila frenéticamente, golpea sus pies en el piso de tierra, una canción ululante sale de su boca mientras su penacho se impregna con los restos rojizos del altar... ¡¡Me voy a desmayar!!... Sombras oscuras y malolientes vienen hacia mí con sus manos descarnadas extendidas en un reclamo ancestral. Las tinieblas lentamente me envuelven en su sudario. Y me estoy deslizando lentamente por la pared cuando un brazo fuerte me arrastra hacia el recodo, mientras de un bote sale un chorro de combustible que explota en el círculo de fuego y aísla al lúgubre danzante asesino. Corremos por el pasaje tropezando y golpeándonos con las desparejas paredes. ¡¡Queremos salir!!... ¡¡Por favor!!... ¡¡Ayúdennos!!!... El shic shic shic se oye enloquecido del otro lado de la pared llameante... Gritos animalescos retumban en el pasadizo... pero ¡¡¡seguimos corriendo... corriendo!!!

La enfermera me acerca con dulzura el vaso de agua y el medicamento. ¿Se siente mejor? La miro sin entender...
     —¿Dónde estoy?... ¿Qué hago aquí?
     —Descanse, duerma tranquila, ya tendrá tiempo de contar todo. —Y sonriendo me deja sola. Me duele todo. Mi cabeza está vendada. Cierro los ojos.
     ¡¡SHIC SHIC SHIC!!!... El sonido sale de atrás de la cabecera de la cama... shic shic shic... Da vueltas a mi alrededor... ¡¡¡¡Viene por el pasillooooooo!!!!