Exaltación
Alejandro Alonso

Después de quince años, ayer volví a ver "Amadeus", la película de Milos Forman sobre la vida de Mozart, sobre la obra original de Peter Shaffer. Bien, sirva esto a modo de excusa: habiendo visto la película ayer tarde, la idea que intento exponer apenas ha tenido tiempo de ser esbozada. Los que me conocen están acostumbrados a este tipo de balbuceos, veamos qué sale de todo esto.

Sí, la película. Amadeus. Es maravillosa. Cuando tenía catorce o quince años atribuí esa maravilla a la acción, al ritmo impuesto a las escenas por la música, al incomparable conflicto central (Salieri tiene la vocación divina, pero no el talento; Mozart tiene el talento, pero el tipo es un "tiro al aire": borracho y lujurioso), a la composición de los personajes... Sin embargo, aún hace quince años, yo sabía que había algo más, algo que no supe y que hoy puedo expresar con palabras. Esperemos que no sean muchas.

¿Qué tienen en común esta película y la aclamada "Como agua para chocolate" –dirigida por Sánchez Arau, 1991–; o con la novela "El perfume" de Patrick Süskind –1985–; o con la novela de Arthur Clarke, "Cita con Rama" o con el cuento largo "La persistencia de la visión" de John Varley?

Este punto en común es el que no pude expresar a mis quince y hoy propongo que descubramos. Un trabajo policial, casi.

Hagamos una pequeña enumeración de los hechos salientes, para refrescar la memoria. Seré un tanto bestial al acotar y resumir argumentos, pero quiero llegar al punto en común, no me importan los atajos.  

  • "Amadeus". Un compositor mediocre, está obsesionado con la música de Mozart. Se confiesa delante de un cura y le cuenta de su desdicha, y del descubrimiento que hace, aún en contra de los cánones de la época. La música de Mozart es maravillosa. La película tiene –no las conté, deben ser media docena– de escenas en donde sólo tenemos la música y la palabra de Salieri, explicándole al cura la perfección de la obra de su enemigo, exaltando cada pasaje. Claro está, el recurso es reconocible: ese cura, suerte de Watson al que todo le es revelado, es el punto de enganche con el espectador.
  • "Como agua para chocolate" es otro fenómeno singular. Aquí no se revelan secretos musicales, sino culinarios. Amor y comida. Las recetas que la novia conoce o aprende forman parte de una suerte de iniciación a un mundo que entra por los ojos, pero que en algún futuro cercano podría entrar por el olfato o el gusto (aquí cualquiera puede hacer su apuesta de hasta dónde llegará el cine). Y ese mundo invita a saber más y más.
  • "El Perfume". Es ciertamente una novela singular. Ambientada en Francia, durante el S XVIII, su protagonista tiene la particularidad de no tener olor y por ende, ser increíblemente sensible a los olores de los otros y del resto de las cosas. El tiempo, la sociedad y las circunstancias lo llevarán a ser perfumista y asesino, pero el relato de esta vida y de esa sensibilidad abrirá en el lector una nueva dimensión: la de los perfumes y los aromas.
  • "Cita con Rama". También abre nuevas dimensiones. La descripción de la nave alienígena nos llena de asombro, podemos verla, nos volvemos sensibles a la ingravidez, a los movimientos de rotación, a cada detalle geográfico. Y esto nos obliga a alterar referencias tan básicas como que la gravedad está abajo (llámenlo una nimiedad, pero si lo sienten casi a nivel físico como yo, es una revelación). Es como pasar un fin de semana en una nave alienígena, estar allí.
  • "La persistencia de la visión", de John Varley, va más allá. Aquí, un hombre "normal" termina sus días en una comunidad de discapacitados. Y entonces él es el discapacitado, el que debe ser iniciado, junto al lector, en nuevas formas de comportamiento y comunicación.

 ¿Van viendo lo que yo veo? Todas estas obras nos llevan a un lugar o a un estado por el que no hemos transitado (la mayoría de nosotros, citadinos, lectores de CF). Cada una de estas obras exaltan una dimensión, una nueva sensibilidad, que la mayoría de nosotros teníamos atrofiada.

Amadeus nos enseña a escuchar a Mozart, a admirarlo con la misma devoción que Salieri. Antonio Salieri nos comunica un poco de su pasión y sensibilidad, es la lupa que exalta los detalles y los hace sublimes.

En El perfume, Süskind hace lo mismos, pero con el mundo de los olores y de los aromas. El efecto final del libro es casi físico (como si nunca antes hubiéramos olido una rosa, u percibido un perfume).

La persistencia... es más increíble aún. Esta comunidad de humanos, pasada por el filtro de esas incapacidades (una afección que los vuelve ciegos y sordos, pero que exalta los otros sentidos), parece realmente alienígena. Y el tema es, entonces, nuevas formas de comunicación antes minimizadas por la existencia del oído y la vista, ahora elevadas a la categoría de relación imprescindible dentro de la comunidad.

En resumen, estas obras funcionan como llaves hacia nuevos conocimientos, o como camino hacia el desarrollo (limitado, pero maravilloso) de sensibilidades que teníamos por desconocidas o recónditas.

¿Podríamos poner en similar categoría a "Dune" (de Frank Herbert) y la sensibilidad a la falta de agua, o a "La mano izquierda de la Oscuridad" (de Úrsula K. Leguin), con ese punto de vista tan particular?

La lista dependerá de cada uno. En todo caso los invito a compartir la experiencia.

 Alejandro Alonso, (c) 2000



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