El hostal de la señorita Sevrenko

Descripción

El hostal de la señorita Sevrenko estaba ubicado a la vuelta de la estación Tragondo, sobre la Diagonal de las Tormentas. Se trataba de un edificio enorme e irregular, seis pisos por escalera. Evidentemente en algún momento había sido un fino exponente de la más clásica arquitectura, la fachada conservaba uno que otro signo de su pasado señorío, pero desde entonces había crecido en forma caótica y antojadiza, sumando cuartos y pasillos, pisos enteros. Había escaleras que terminaban contra el techo, corredores que iban hacia ninguna parte, secciones completas que parecían cambiar de sitio, ir y venir, lo mismo que los extraños pasajeros del hostal.

Historia

En el hostal los cuartos eran modestos y la comida no era buena, pero la señorita Sevrenko era conocida por cobrar poco y no hacer preguntas, de modo que nunca le faltaban clientes. Se había hecho cargo del establecimiento a la muerte de su padre, hacía ya mucho tiempo; pero el paso del tiempo era un tema que no debía tocarse en presencia de la señorita Sevrenko. Aunque se trataba de una dama ya mayor (tanto en edad como en tamaño) se preocupaba mucho por su aspecto. Rubia, bajita y rechoncha, a menudo oculta bajo una gruesa capa de maquillaje y encorsetada en coloridos vestidos, poseía una risita coqueta, breve y codiosa, que la pintaba de cuerpo entero.

Ella estaba al tanto de todo lo que sucedía en su establecimiento y ningún negocio por turbio que fuera u oculto que pretendiera mantenerse escapaba a su conocimiento.

En cuanto supo que vendría el viajante de comercio le dijo a su empleado rengo que se tomaría el resto del día, aferró su carterita de piel y desapareció.

Poco después un hombre pequeño vistiendo un abrigo barato cruzó el portal y se dirigió hacia el gran mostrador de madera. Dejó el maletín de cuero en el piso y saludó al empleado quitándose el sombrero.

—El señor Eidan me espera —dijo.

Se trataba de una especie de código: sus clientes siempre se apellidaban Eidan (Nadie). El empleado señaló a alguien sentado en una de las mesitas del bar, intentando disimular el temblor en su mano. El hombre agradeció con un ademán y, tomando el maletín, se dirigió hacia donde le había indicado.

—¿El señor Eidan? —preguntó.

Se trataba de un hombre joven y corpulento, que asintió con una mueca. Discretamente le indicó que se sentara y él lo hizo mientras sacaba algo de su bolsillo.

—Asumiendo que aún está interesado en el procedimiento, debo pedirle que firme algunos documentos.

El muchacho contempló los papeles ya desplegados y la lapicera fuente que le entregaba. Se pasó el dedo por la frente para sentir la cicatriz, para recordar porque estaba allí, para recordar por qué no podía regresar. Buscó la línea punteada y firmó sin leer. El hombrecito volvió a guardar los papeles y sugirió ir a un lugar más privado para realizar el procedimiento.

El muchacho había tomado un cuarto del tercer piso; la ventana daba a un contrafrente, pero de todos modos cerró las cortinas. Él, que alguna vez había sido un matón temido al que llamaban Irukanshi, notó que temblaba como un niño. Últimamente las cosas no habían andado bien y en su línea de trabajo no ofrecían buenos planes de retiro. Con resignación se sentó donde le indicaba y contempló los instrumentos que iba alineando sobre la cama. Cuando le colocó el artefacto sobre la frente perdió la calma.

—¿Podría explicarme una vez más, sólo una vez más, cómo funciona esto?

El hombrecito suspiró con cansancio, dejó el retacer junto a dispositivo de enlopado, se sentó frente a él y se dispuso a explicar.

—El procedimiento es completamente seguro, está garantizado. Nuestra empresa sólo ofrece antecedentes de calidad. Los casos como el suyo, donde se requiere la implantación de una experiencia de vida completa, son operaciones más complejas que la implantación de un evento o de una experiencia parcial, pero imagine que se trata de unas vacaciones realmente largas: Se toma vacaciones de usted mismo. ¿No es eso maravilloso? —insistió—. Por supuesto hemos removido el evento de la muerte, que suele ser una experiencia traumática, pero por lo demás tendrá a su disposición todas las vivencias del donador conformando un pasado completo que se sentirá perfectamente natural. Somos una empresa seria, contamos con el consentimiento de los familiares y certificamos por escrito que esta identidad le será implantada a usted y sólo a usted, evitando así situaciones incómodas o potencialmente peligrosas. Además veo que ha optado por nuestro plan Full... excelente elección, si me permite decirlo. Incluiremos en la implantación un rechazo natural a dejarse la barba y a todo lo que antes constituía un hábito para usted, eso sumado a su nuevo color de ojos y cabello le garantizará un completo cambio de identidad. Lo dicho: Se toma vacaciones de usted mismo.

"Tomarse vacaciones de uno mismo", repitió sonriendo, y procedió a sacar una libretita donde anotó la ocurrencia; posiblemente estuviera destinada a convertirse en un nuevo slogan de venta, pero al muchacho no le hacía gracia. Sin embargo, cuando vio que guardaba la libreta y lo miraba frotándose las manos con gesto interrogante, no supo qué decir y finalmente asintió. El hombrecito terminó de preparar todo mientras le recordaba que estaría solo al despertar y que su nueva identidad sería la única en su mente. Entonces una foto que había dejado entre los que pronto serían sus objetos personales le llamó la atención.

—¿Quién es ella? —preguntó.

—Es una de las personas que respaldará su historia, ella afirmará ser su hermana y usted pronto llevará en su mente la niñez que compartieron. Hay un evento en particular, cierta vez que se perdió en el bosque y ella lo encontró y lo trajo de regreso... Es especialmente emotivo... Hay una carta de ella que debe leer en cuanto despierte. Ahora observe la imagen y relájese; el procedimiento es completamente indoloro.

Aunque la mujer en la fotografía era bonita, había mucha amargura en su rostro; parecía ajena al viento que mecía el árbol a sus espaldas, ese árbol extraño contra el lánguido azul. Había algo en esa imagen, algo que le parecían vagamente familiar, pero no recordó qué era hasta que fue demasiado tarde.

El dolor lo golpeó en medio de la frente, pero de inmediato invadió todo su cuerpo. Fue como si su carne se desgarrara y todo lo que Irukanshi había sido le fuera extirpado, como una etiqueta arrancada, arrugada y arrojada, en un proceso que se multiplicaba infinitamente hasta que, devorado por la oscuridad, lo perdió todo. Sólo le quedó el dolor, un dolor asfixiante pulsando en medio de la nada. Después hubo una luz cegadora, como un dique roto inundando de fuego los caminos de su mente, y espasmos rabiosos le recorrieron el cuerpo registrando los cambios impuestos por las nuevas memorias; hasta que finalmente se sintió como un repositor satisfecho que ha llenado de productos innumerables estantes y está muy, muy cansado. Entonces soñó.

Soñó con su hermana, Karim, y con la granja, con la falta que él hacía allí ahora que había que levantar la cosecha.

El hombrecito se acercó al mostrador de recepción y dijo que el señor Eidan se quedaría hasta mañana, que no deseaba ser molestado. Dejó propina, como hacía usualmente, y salió por el portal pensando en que su deuda con Karim por fin había sido pagada.

Segundos después la señorita Sevrenko volvió a iluminar el establecimiento con su innegable presencia.