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17/Nov/03

Insectos: se buscan productos naturales para controlarlos

TEMAS: Biología, Zoología, Entomología, Insectos, Insecticidas, Plaguicidas

La lucha contra los insectos tiene frentes indirectos. Los insecticidas y pesticidas han probado, en los últimos tiempos, ser mayor noticia por lo peligrosos y perjudiciales que resultan que por los beneficios que aportan.

Las negociaciones de las Naciones Unidas en Nairobi (Kenia) para la protección de la capa de ozono finalizaron el 14 de noviembre de 2003 sin acuerdo, a causa de la posición de la administración de George W. Bush de seguir usando el bromuro de metilo, que anteriormente había acordado prohibir. La posición de Estados Unidos ha generado polémica. Se teme que Bush comience a ignorar sus compromisos en materia de protección del ozono, al igual que ha hecho con los del cambio climático. EE.UU. quiere aumentar, en lugar de eliminar, el empleo del bromuro de metilo.

El bromuro de metilo se emplea como plaguicida en la agricultura. Es barato y fácil de aplicar, pero contribuye a la destrucción de la capa de ozono. Este plaguicida ha causado centenares de casos de envenenamiento y además daña la capa de ozono de la estratosfera, que protege la superficie de la Tierra de un exceso de luz ultravioleta. El bromo del bromuro de metilo es cincuenta veces más eficiente como destructor del ozono que el cloro de los clorofluorocarbonos (CFC), el más conocido entre los compuestos que dañan el ozono, usado hasta hace poco en una amplia gama de aplicaciones industriales (como los aerosoles de uso cotidiano). Los países en desarrollo ya han disminuido el uso de bromuro de metilo en un 70% y acordaron eliminarlo completamente para 2005.

Desde el 1 de enero de 1995 en todos los países industrializados está prohibida la producción, importación y consumo de CFC (clorofluorocarbonos), halones, tetracloruro de carbono y tricloroetano, productos que dañan la capa de ozono. Pero respecto al el bromuro de metilo, las cosas no son tan buenas. España, por ejemplo, es uno de los países que más lo aplican, sobre todo en los cultivos de fresas en Huelva, de pimientos en Murcia y de tomates en las regiones mediterráneas. La mayoría de las emisiones humanas de bromuro de metilo se debe a su empleo como plaguicida, pero se libera también mediante la quema de biomasa tal como la madera empleada como combustible, y mediante la combustión de gasolina con plomo. El bromuro de metilo es producido también por los océanos, pero esta emisiones no se conocen bien y es posible que los océanos absorban más de lo que liberan.

El bromuro de metilo se usa como plaguicida desde la década de 1930. Cada año se venden 76.000 toneladas en todo el mundo (4.238 toneladas en España, el 5,6% del consumo mundial), sobre todo para la fumigación del suelo.

Los esfuerzos internacionales iniciales en el marco del Protocolo de Montreal de 1987, relativo a las sustancias que agotan la capa de ozono, se centraron en las sustancias de larga vida que destruyen el ozono, tales como los CFC. Los niveles atmosféricos de cloro han comenzado consiguientemente a declinar, pero los niveles de bromo continúan subiendo.

En la actualidad, se cree que el bromuro de metilo ocasiona el 17 por ciento de la pérdida observada de ozono; si las emisiones continúan creciendo al ritmo actual, la cifra puede poner en peligro esfuerzos realizados para salvar la capa de ozono. Los científicos consideran que la eliminación del bromuro de metilo es el siguiente paso importante para recuperar la capa de ozono.

Algunos agricultores temen la prohibición del bromuro de metilo porque éste es un plaguicida sumamente versátil. En Estados Unidos se usa en más de 100 cultivos, para todo tipo de plagas: insectos, lombrices, roedores, malas hierbas, hongos, y patógenos. A causa de la eficacia del bromuro de metilo, algunos países explícitamente requieren su uso en los productos importados.

Según un informe técnico del Protocolo de Montreal, existen alternativas para la totalidad de los usos del bromuro de metilo. Estudios recientes sugieren que otro producto químico, el yoduro de metilo, podría no afectar al ozono, aunque aún deben completarse las pruebas de seguridad. El informe recomendó la estrategia de gestión integrada de plagas, que emplea la rotación de cultivos como táctica, el arado profundo, y el uso de capas de plástico para matar las plagas del suelo. Alemania y Holanda han dejado de usar el bromuro de metilo para la fumigación del suelo. La Agencia de Protección Ambiental de EE UU ha elaborado una serie de estudios sobre alternativas viables, y el Departamento de Agricultura de Estados Unidos distribuía un boletín de alternativas en la época de Clinton.

El cuidado de los cultivos es esencial para mejorar los niveles de producción y calidad, es por ello que toma una importancia superlativa el desarrollo de los denominados insecticidas naturales. Se buscan en todo el mundo opciones naturales para combatir las plagas de insectos. En Argentina existe un proyecto de investigación compartido entre un laboratorio de la Facultad de Química de la UNT (Universidad Nacional de Tucumán) y una sección de la EEAOC (Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres).

La directora de investigaciones, la doctora Alicia Bardón, explicó que "los insecticidas botánicos son preparados a partir de extractos de plantas y tienen la ventaja de la muy baja residualidad en el ambiente, al contrario de los insecticidas sintéticos, que lamentablemente tienen una larga tradición en nuestro país y se utilizan para los cultivos. Los insecticidas botánicos tienen usos domésticos, o sea limitados".

Se ha difundido un producto antialimentario (las plantas o cultivos pulverizados con esta sustancia disuaden al insecto de comer) para una amplia gama de insectos, se trata del extracto de Azadirachta Indica, que proviene de un árbol local primo del Paraíso. Con el uso de esta sustancia se logra una protección que no afecta ni a la planta ni a los frutos, ni siquiera a los granos en su almacenamiento.

"En nuestra región tenemos varias especies de plantas que contienen productos antialimentarios, como la llamada 'pimienta de agua'", explica la doctora, "una planta que crece cerca de los ríos en la zona montañosa de Tucumán [Argentina], cuyo nombre científico es Polygonum punctatum. Se utiliza contra los pulgones, que afectan a los granos."

El proyecto cuenta con el trabajo de estudiantes de grado y de posgrado y el aporte económico para la formación e investigaciones se recibe de la UNT, del CONICET ("Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas" de Argentina), de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica y de un subsidio de Japón.

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