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20/Nov/03

Los insectos sirven de cirujanos

TEMAS: Biología, Zoología, Entomología, Insectos, Diptera, Dípteros, Moscas, Curación heridas

La terapia de larvas —el uso de larvas de insectos (moscas) para limpiar heridas— se conoció hace mucho tiempo como una solución de emergencia en los campos de batalla. Se practicaba hasta fines de los años 40, cuando el uso de los antibióticos y la mejor limpieza quirúrgica de las heridas la relegó al pasado. Aunque se abandonó, era un instrumento médico efectivo. El médico jefe de los ejércitos de Napoleón y un oficial médico en la guerra civil estadounidense notaron que los soldados cuyas heridas se infectaban con larvas tenían mejor resultados que los que no, porque ciertas larvas de moscas destruían los tejidos muertos sin dañar los vivos. En la década del 30 y del 40 la terapia de larvas era empleada en más de 300 hospitales en los Estados Unidos. Si bien se abandonó, la técnica fue recuperada luego por el doctor Ronald Sherman en los Estados Unidos y Kosta Mumcuoglu, en Israel.

Otros insectos —escarabajos adultos— eran usados por médicos brujos tribales hace miles de años para que comieran las partes muertas en las heridas infectadas, con la creencia de que estos escarabajos, considerados sagrados, recibían las almas de los anteriores brujos que habían muerto.

Kosta Mumcuoglu, nacido en Grecia, un parasitólogo e investigador asociado en la Escuela de Medicina Hadassa de la Universidad Hebrea en Jerusalem, Israel, empezó a introducirse en la terapia de las larvas en 1996, cuando dos personas acudieron a él, en forma independiente, solicitando ayuda. Un hombre de unos 75 años de edad, diabético, que ya tenía una pierna amputada debido a una infección, había desarrollado una seria infección en su otra pierna, y estaba en peligro de perderla también. El otro era un médico que trataba a pacientes ancianos con problemas de circulación en sus extremidades debido a la diabetes o a úlceras de presión que ni siquiera los más fuertes antibióticos habían logrado curar. La cirugía no era efectiva en ellos. No se puede extraer hasta el último fragmento de tejido infectado y mientras haya tejidos infectados la herida no puede curarse y por lo general empeora. El final de estas situaciones es invariablemente la amputación.

El Dr. Mumcuoglu empezó a leer todo lo que podía sobre la terapia de las larvas, algo de lo que había oído, pero nunca había visto. Lo primero que necesitaba para revivir la terapia de las larvas era encontrar la larva adecuada, un tipo que se alimenta de la carne descompuesta o necrótica, que es la que impide la curación, pero que deja intactos los tejidos sanos. La otra prioridad fue preparar larvas asépticas, de modo de no agregar infección adicional a la herida.

Una vez que supo cuál era el insecto, el Dr. Mumcuoglu se armó como cebo de un puñado de hígado podrido y salió a buscarlo. La que necesitaba era una mosca de color verde metálico (Phaenicia sp). Pudo atrapar algunas y las llevó para iniciar una nueva colonia, que creció rápidamente: cada una puso de 200 a 300 huevos.

Días después nacieron las larvas, que el Dr. Mumcuoglu crió durante 48 horas hasta que alcanzaron el tamaño que necesitaba. Las esterilizó lavándolas en una débil concentración de formaldehido, lo que las hacía asépticas, y se dirigió a atender al diabético de 75 años de edad.

La herida del hombre estaba en un estado terrible. El pie estaba hinchado, rojo y hediondo, literalmente se estaba pudriendo. El Dr. Mumcuoglu hizo deslizar unas mil larvas en la herida y las cubrió con una red, para mantenerlas en su lugar.

Dos días más tarde regresó a ver al paciente. "A pesar de todo lo que había leído, fue difícil creer lo que estaba viendo", recuerda. "Las larvas habían trabajado como microcirujanos, comiéndose los tejidos descompuestos con la máxima precisión. Las reemplacé por larvas frescas. Al cabo de un par de días, los diferentes turnos de larvas habían removido toda posible fuente de infección". Debido al ciclo de vida de las larvas, deben ser reemplazadas cada pocos días. Cuando concluye la terapia, simplemente se las retira.

El Dr. Mumcuoglu ha observado de cerca a estas larvas microcirujanas. Junto a sus colegas parasitólogos y microbiólogos, ha hallado que las larvas contribuyen a la curación de la herida en más maneras que removiendo los tejidos muertos e infectados. Las larvas excretan tres sustancias diferentes que ayudan a la curación de los tejidos. Una es un tipo de antibiótico, que la larva necesita ya que su alimento es tejido descompuesto que contiene bacterias letales. La evolución le ha provisto de un antibiótico natural muy efectivo para protegerse de ellas. Probaron los antibióticos producidos por las larvas en diferentes tipos de bacterias resistentes a los antibióticos comunes, descubriendo que son muy eficientes. Además vieron que las larvas también excretan sales que cambian el pH en la herida, haciéndolo menos ácido y más neutro. Las heridas se curan mejor en un medio de pH neutro. Y tercero, excretan una sustancia que parece impulsar el proceso de curación, a la vez de reforzar el sistema de inmunidad del paciente.

En una conferencia internacional realizada en Jerusalem en 1999, la larvaterapia tuvo un lugar de honor, cuando 70 científicos de 11 países debatieron terapias que usan seres vivos para el tratamiento de las enfermedades.

Se ha anunciado, con gran repercusión en los medios, que la larvaterapia se aplica ahora en el Hospital General Dr. Manuel Gea González de la Ciudad de México. Es el único lugar de este país donde se está aplicando.

Judith Dominguez, profesora adjunta de Cirugía Dermatológica del hospital, explicó que hay pacientes que llevan sufriendo años una úlcera de piel y que requieren esta terapia, que acelera las cicatrizaciones, y que puede ser la única solución definitiva.

El pionero en México de la aplicación de esta medicina alternativa es el dermatólogo José Contreras. Según se dice, se aventura con estudiantes de medicina en los basureros de la capital mexicana para cazar los insectos protagonistas de la curación, aunque lo acusan de que en realidad éste es un método para generar publicidad.

La doctora Domínguez considera que México es el único país en América Latina que está impulsando la larvaterapia en el circuito médico.

Las moscas se encierran junto a un recipiente de agua, azúcar y un trozo de hígado recubierto con una malla, donde el animal deposita los huevos. Éstos se esterilizan en el laboratorio y se preparan en las condiciones necesarias para que las larvas nazcan, lo que incluye recipientes con gel y sangre de ternera. Las larvas son colocadas en las heridas cuando miden un milímetro de longitud y allí comienzan a comer el material muerto. Cuando alcanzan cierto tamaño, unos diez milímetros, se cambian por otras, o si la herida ya está bien se da por cumplido su cometido.

La médica se lamenta de que en el sistema de salud mexicano no haya presupuesto suficiente para dar impulso a la larvaterapia, técnica de la que, según comentó, se benefician cada vez mayor número de pacientes. "Si hubiera un apoyo del gobierno para una clínica pública de heridas sería sensacional", sostuvo. Señaló que la "energía" de José Contreras, quien llegó a criar las larvas en su casa, es determinante para llevar a buen puerto la terapia, que el hospital aplica desde hace dos años y medio pero con una producción limitada.

Según Domínguez, Estados Unidos comenzó a usar las larvas de mosca para curaciones en la década de 1930, aunque luego se inclinó por el uso de antibióticos, y hace unos años volvió a recurrir a ellas gracias al doctor Ronald Sherman. Contreras se comunicó con este especialista estadounidense, con quien intercambia ideas para mejorar la técnica.

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