20/abr/02
 |

Revista Axxón
Axxón en facebook

Lectores de Axxón en facebook


|
|
Están debajo de una gran villa de emergencia, en
las afueras de Lima, Perú. Tienen unos 500 años y son de personas de todas las
edades. Permitirán conocer mejor la vida del fabuloso imperio inca.
Hallaron más de 2.200 momias en un antiguo cementerio inca
(Clarín, imagen de la National Geographic) Pasaron 500 años, tal vez más. Pero no importa. A
pesar del tiempo, los incas vuelven a acercarse para ofrecerle al mundo una
nueva pista sobre su misteriosa existencia. El legado a descifrar, esta vez, son
más de 2.200 momias halladas recientemente en Puruchuco Huaquerones, un antiguo
cementerio inca que descansa, silencioso, debajo de una populosa villa de
emergencia en las afueras de la ciudad de Lima.
El descubrimiento, que fue anunciado ayer oficialmente por la National
Geographic Society en Washington, promete alumbrar rincones todavía oscuros de
esta civilización tan legendaria como esquiva, refugiada desde su desaparición
tras el implacable cerrojo de su falta de escritura.
"Es un hallazgo importantísimo. Nunca se había excavado un cementerio de
un mismo período de estas dimensiones, tanto en lo que refiere a su extensión
como a la cantidad de individuos enterrados -explicó a Clarín el arqueólogo
limeño Guillermo Cock, quien dirigió el equipo de científicos que concretó
el hallazgo-. Tenemos desde fetos hasta ancianos y desde los más ricos a los
más pobres. Es la muestra más representativa lograda hasta ahora y nos
permitirá entender mejor la vida de los incas y sacar conclusiones más
precisas sobre la conquista".
En un cálculo conservador, Cock estima que los fardos funerarios rescatados
contienen 2.200 individuos que habitaron el suelo peruano en la época incaica,
entre 1480 y 1535. "Esto es fundamental. Hasta ahora, si en cien tumbas se
hallaba un individuo que había muerto por tuberculosis los científicos no
podíamos establecer, por lo sesgado de la muestra, cuán frecuente había sido
esa enfermedad. Esa restricción se terminó", festejó Cock, feliz de
haber arrinconado las limitaciones que escatimaban la información sobre este
imperio desde hace cientos de años.
Uno de los aspectos más curiosos es que las momias fueron halladas debajo de
uno de los 186 pueblos jóvenes -como llaman en Perú a las villas de emergencia-
que se han instalado en las últimas dos décadas sobre importantes áreas
arqueológicas de los alrededores de Lima.
"Se sabía que debajo del asentamiento urbano Túpac Amaru había un
cementerio, de unas doce hectáreas. En el año 99, el Gobierno nos pidió que
evaluáramos la zona y estableciéramos si quedaba algo por rescatar",
contó Cock.
Las autoridades temían que el sitio arqueológico hubiera sido devastado por
los saqueos y por las consecuencias naturales de un problema social bastante
familiar para los argentinos: las 1.240 familias que viven allí desde hace una
década en condiciones de suma precariedad remueven el terreno en función de
sus necesidades y arrojan al suelo los desechos y las aguas servidas. En el caso
de Lima esto es sumamente destructivo porque los líquidos descomponen rápido
los restos que gozan de un proceso de momificación natural que los ha
conservado desde hace siglos.
Un equipo de cinco arqueólogos y unos 40 obreros empezaron las excavaciones
casi a ciegas hace tres años, sin saber siquiera que el cementerio era inca.
Planificaron seis meses de trabajo, con excavaciones de hasta dos metros de
profundidad, pero enseguida advirtieron que sus cálculos habían quedado
cortos. "Llegamos hasta los ocho metros y a los dos meses ya habíamos
excavado casi 300 tumbas", dijo Cock. A ese inédito ritmo, a fines de 2001
terminaron el trabajo con 1.286 fardos funerarios en su poder (dos tercios de
los cuales tienen más de un individuo). Hasta ahora se sabe que por los menos
el 45% son niños, lo cual revela un alto nivel de mortalidad infantil. "No
hay evidencia, por ahora, de que la gente haya muerto por una epidemia. Tampoco
de que haya sido sacrificada", aseguró el arqueólogo.
Lo que más sorprendió a los científicos es que Puruchuco Huaquerones tenía
una rigurosa organización. Se dividía en sectores y respetaba una
estratigrafía que se repetía de manera inalterable. "Siempre había tres
capas: las tumbas de la gente de alto rango estaba en lo más profundo, a unos
siete metros. Luego, en el estrato siguiente, estaban los fardos de la gente
común, que solían tener un solo individuo. Y sobre todos ellos se enterraba a
los niños, a un metro del suelo". Una vez que se depositaba el fardo, se
cubría la tumba con un relleno especial, sobre el cual practicaban un complejo
ritual: se cree que hacían quemas y arrojaban semillas, frutos y objetos
vinculados al muerto.
Entre las momias halladas, las más novedosas son las bautizadas "fardos de
falsa cabeza": son grandotes y pesados, contienen varios individuos y
tienen una protuberancia en la parte superior llena de algodón, que semeja una
cabeza humana.
"Ahora estamos ingresando el material a una base de datos. Hay que iniciar
urgente un trabajo de conservación", dijo Cock. En tanto, los
antropólogos físicos apuran su trabajo para develar al mundo los primeros
secretos de un imperio perdido. "Las momias están empezando a conversar
con nosotros, pero los estudios llevarán mucho tiempo y presupuesto",
prometió, ocupado ahora en un tema que lo desvela: el 75% de las momias sigue
debajo de las casas, amenazadas por unas diez mil personas que sobreviven como
pueden a la marginación y la pobreza.
Más información sobre este hecho, documentales On Line y fotos, en el site de
National Geographic:
http://crater.nationalgeographic.com/inca/
|