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20/abr/02




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Están debajo de una gran villa de emergencia, en las afueras de Lima, Perú. Tienen unos 500 años y son de personas de todas las edades. Permitirán conocer mejor la vida del fabuloso imperio inca.

Hallaron más de 2.200 momias en un antiguo cementerio inca

(Clarín, imagen de la National Geographic) Pasaron 500 años, tal vez más. Pero no importa. A pesar del tiempo, los incas vuelven a acercarse para ofrecerle al mundo una nueva pista sobre su misteriosa existencia. El legado a descifrar, esta vez, son más de 2.200 momias halladas recientemente en Puruchuco Huaquerones, un antiguo cementerio inca que descansa, silencioso, debajo de una populosa villa de emergencia en las afueras de la ciudad de Lima.

El descubrimiento, que fue anunciado ayer oficialmente por la National Geographic Society en Washington, promete alumbrar rincones todavía oscuros de esta civilización tan legendaria como esquiva, refugiada desde su desaparición tras el implacable cerrojo de su falta de escritura.

"Es un hallazgo importantísimo. Nunca se había excavado un cementerio de un mismo período de estas dimensiones, tanto en lo que refiere a su extensión como a la cantidad de individuos enterrados -explicó a Clarín el arqueólogo limeño Guillermo Cock, quien dirigió el equipo de científicos que concretó el hallazgo-. Tenemos desde fetos hasta ancianos y desde los más ricos a los más pobres. Es la muestra más representativa lograda hasta ahora y nos permitirá entender mejor la vida de los incas y sacar conclusiones más precisas sobre la conquista".

Foto de la National Geographic.

En un cálculo conservador, Cock estima que los fardos funerarios rescatados contienen 2.200 individuos que habitaron el suelo peruano en la época incaica, entre 1480 y 1535. "Esto es fundamental. Hasta ahora, si en cien tumbas se hallaba un individuo que había muerto por tuberculosis los científicos no podíamos establecer, por lo sesgado de la muestra, cuán frecuente había sido esa enfermedad. Esa restricción se terminó", festejó Cock, feliz de haber arrinconado las limitaciones que escatimaban la información sobre este imperio desde hace cientos de años.

Uno de los aspectos más curiosos es que las momias fueron halladas debajo de uno de los 186 pueblos jóvenes -como llaman en Perú a las villas de emergencia- que se han instalado en las últimas dos décadas sobre importantes áreas arqueológicas de los alrededores de Lima.

"Se sabía que debajo del asentamiento urbano Túpac Amaru había un cementerio, de unas doce hectáreas. En el año 99, el Gobierno nos pidió que evaluáramos la zona y estableciéramos si quedaba algo por rescatar", contó Cock.

Las autoridades temían que el sitio arqueológico hubiera sido devastado por los saqueos y por las consecuencias naturales de un problema social bastante familiar para los argentinos: las 1.240 familias que viven allí desde hace una década en condiciones de suma precariedad remueven el terreno en función de sus necesidades y arrojan al suelo los desechos y las aguas servidas. En el caso de Lima esto es sumamente destructivo porque los líquidos descomponen rápido los restos que gozan de un proceso de momificación natural que los ha conservado desde hace siglos.

Un equipo de cinco arqueólogos y unos 40 obreros empezaron las excavaciones casi a ciegas hace tres años, sin saber siquiera que el cementerio era inca. Planificaron seis meses de trabajo, con excavaciones de hasta dos metros de profundidad, pero enseguida advirtieron que sus cálculos habían quedado cortos. "Llegamos hasta los ocho metros y a los dos meses ya habíamos excavado casi 300 tumbas", dijo Cock. A ese inédito ritmo, a fines de 2001 terminaron el trabajo con 1.286 fardos funerarios en su poder (dos tercios de los cuales tienen más de un individuo). Hasta ahora se sabe que por los menos el 45% son niños, lo cual revela un alto nivel de mortalidad infantil. "No hay evidencia, por ahora, de que la gente haya muerto por una epidemia. Tampoco de que haya sido sacrificada", aseguró el arqueólogo.

Lo que más sorprendió a los científicos es que Puruchuco Huaquerones tenía una rigurosa organización. Se dividía en sectores y respetaba una estratigrafía que se repetía de manera inalterable. "Siempre había tres capas: las tumbas de la gente de alto rango estaba en lo más profundo, a unos siete metros. Luego, en el estrato siguiente, estaban los fardos de la gente común, que solían tener un solo individuo. Y sobre todos ellos se enterraba a los niños, a un metro del suelo". Una vez que se depositaba el fardo, se cubría la tumba con un relleno especial, sobre el cual practicaban un complejo ritual: se cree que hacían quemas y arrojaban semillas, frutos y objetos vinculados al muerto.

Entre las momias halladas, las más novedosas son las bautizadas "fardos de falsa cabeza": son grandotes y pesados, contienen varios individuos y tienen una protuberancia en la parte superior llena de algodón, que semeja una cabeza humana.

"Ahora estamos ingresando el material a una base de datos. Hay que iniciar urgente un trabajo de conservación", dijo Cock. En tanto, los antropólogos físicos apuran su trabajo para develar al mundo los primeros secretos de un imperio perdido. "Las momias están empezando a conversar con nosotros, pero los estudios llevarán mucho tiempo y presupuesto", prometió, ocupado ahora en un tema que lo desvela: el 75% de las momias sigue debajo de las casas, amenazadas por unas diez mil personas que sobreviven como pueden a la marginación y la pobreza.

Más información sobre este hecho, documentales On Line y fotos, en el site de National Geographic:

http://crater.nationalgeographic.com/inca/