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24/abr/02




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El Pentágono, estimulado por sus éxitos en Afganistán, está cada vez más cerca de sacar el drama humano del campo de batalla y reemplazarlo por un ballet tecnológico protagonizado por sofisticadas máquinas teledirigidas.

La alta tecnología militar suplantará a los soldados del frente de batalla

(New York Times, Clarín) Los rápidos avances en el campo de la tecnología dieron a luz un arsenal de sensores, vehículos y armas totalmente automáticos, a menudo operable a control remoto. Según los estrategas militares, dentro de una década, estas máquinas podrán realizar la mayoría de las tareas más peligrosas, extenuantes o aburridas que realizan hoy los soldados de carne y hueso, generando un cambio fundamental en los patrones de lo que se conoce como conflicto bélico.

De hecho, en la tierra, el aire y el espacio ya operan centinelas autónomos que sondean el campo de batalla mediante detectores de calor, radares, cámaras infrarrojas, micrófonos y otros dispositivos sofisticados. En los próximos años, es muy probable que los blancos sean destruidos por armas disparadas desde vehículos teledirigidos que podrán distinguir entre amigos y enemigos, sin tener que consultar a ningún ser humano.

La automatización tiene varios objetivos. Muchos de los nuevos dispositivos serán mucho más pequeños y livianos y, por ende, más económicos y fáciles de trasladar. Gracias a su ilimitado poder de concentración, a la hora de realizar tareas tediosas (como montar guardia o monitorear pasos de montaña) las máquinas deberían superar sin problemas a los guerreros humanos.

Sin embargo, lo más importante de todo parece ser que la tecnología controlada a distancia es capaz de proteger y ayudar al soldado de carne y hueso. En el corto plazo, el hombre seguirá siendo un componente esencial de cualquier batalla, particularmente en contextos urbanos, donde los edificios, los túneles y los civiles representan obstáculos que, por el momento, ninguna máquina puede evitar. Pero, los expertos concuerdan en que, con el tiempo, las tecnologías producirán el cambio más importante en el escenario bélico que se haya producido en muchas generaciones.

Se calcula que, para el 2020, los bombarderos serán operados a distancia desde aviones teledirigidos y/o vehículos livianos ubicados a kilómetros del objetivo. Por su parte, evolucionados helicópteros sin piloto coordinarán misiones terrestres y la próxima generación de submarinos no se quedará atrás: será capaz de remover minas y lanzar misiles crucero sin llevar un solo infante de marina a bordo.

"Las perspectivas son enormes -dijo el doctor Franklin Rose, un ingeniero eléctrico que encabeza un estudio sobre vehículos terrestres teledirigidos que se está llevando a cabo en la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos-. Los robots pueden aportar tres cosas al ejército del futuro: ayudarlo a mantener a los soldados fuera de peligro, hacerse cargo de las tareas más dificultosas y aburridas y resistir sin descanso mucho más tiempo que cualquier batallón humano. Y, como si fuera poco, no tienen miedo", dijo Rose.

Los avances en materia de tecnología militar son el resultado de un esfuerzo destinado a ampliar la capacidad militar de las fuerzas y, a la vez, acelerar el trámite de aplicación del golpe mortal al enemigo. El próximo paso será integrar los datos recogidos por los sensores teledirigidos y la información suministrada por los aviones no tripulados o los satélites espías. Y en eso están el Ejército y la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada del Departamento de Defensa de los EE.UU., trabajando en el Sistema de Combate Futuro.

¿En qué consiste el proyecto? Se trata de una red de aviones, vehículos de transporte y piezas de artillería, piloteadas y teledirigidas, vinculadas entre sí. El objetivo es que el ejército sea más liviano y más ágil, para lo cual la miniaturización de los dispositivos es clave. Por ahora, hay algunos obstáculos. Primero, los aviones teledirigidos todavía requieren el cerebro de los seres humanos. Segundo, los ejércitos aún ajustaron sus estrategias para incorporar vehículos robotizados. Tercero, los talibán pueden no haber aprendido a derribar estos aparatos, pero Saddam Hussein sí: de hecho, el año pasado los iraquíes tiraron abajo a por lo menos dos aviones teledirigidos del tipo "Predator".

Por ahora, persiste el debate entre los militares sobre si deben confiar o no en las máquinas. La mayoría de los expertos siguen diciendo que el cerebro humano es el arma de guerra más efectiva. Pero llegará el día en el que el nuevo equipamento penetrará en el espíritu de la guerra y dejará de ser una excentricidad para convertirse en una pieza fundamental para cualquier escuadrón de combate.