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21/Ene/04




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Misión a Marte: ¿un caballo de Troya?

Hay que reconocerle algo al presidente de los Estados Unidos George W. Bush: al avivar el interés en una futura misión a Marte (que puede o no concretarse), es posible que su gobierno haya encontrado una forma ingeniosa de poner fin a los transbordadores espaciales y otros proyectos costosos, sostienen expertos en el tema.

(Wired News) El plan del presidente George W. Bush para viajar a la luna y a Marte sin mucho financiamiento adicional obligará a la NASA y al Congreso a tomar algunas decisiones difíciles, especialmente en relación con el transbordador espacial y la enormemente costosa Estación Espacial Internacional (ISS, por sus iniciales en inglés), señalan diversos observadores.

El plan de Bush otorga un aumento en el presupuesto de la NASA de apenas 1.000 millones de dólares durante los próximos cinco años. Esto significa que la agencia espacial debe arreglárselas para llevar a cabo la misión —primero un viaje a la luna, y luego otro a Marte— sin contar con demasiado dinero extra en sus arcas.

Los primeros lugares donde puede encontrar recursos son la estación y el transbordador, que consumen aproximadamente un tercio del presupuesto de US$ 15.000 millones de la NASA. Una pregunta que indudablemente surgirá (suponiendo que el plan de Bush persista) es si no conviene poner fin ya mismo a la estación y al transbordador, y no en seis a 12 años, como está previsto en la actualidad, opina Howard McCurdy, historiador del espacio de la American University en Washington. Eso liberaría por lo menos 25.000 millones de dólares en los próximos cinco años, que quedarían disponibles para ir a la luna y a Marte.

"Por lógica, si queremos ir a la luna y a Marte, deberíamos terminar con estas cosas ya mismo", señala McCurdy.

McCurdy recuerda que el padre del actual presidente Bush, George H.W. Bush, propuso un plan similar para ir a la luna y Marte en 1989. Sin embargo, el plan se derrumbó cuando la NASA le puso precio a la propuesta: la exorbitante suma de 400.000 millones de dólares.

El actual presidente Bush comenzó a promover el nuevo plan para ir a la luna y Marte recién cuando el Administrador de la NASA Sean O'Keefe pudo asegurarle que la agencia había vuelto a ser la institución eficiente que había mandado al hombre a la luna en la década de 1960, indica McCurdy.

"Esta mañana aquí todo el mundo está reponiéndose de la resaca —dice McCurdy, caracterizando las escenas que se vivieron el Washington este jueves—. Anoche hubo muchos festejos en la comunidad espacial, pero están empezando a darse cuenta de en qué se metieron. Debido al trato que tuvieron que hacer, no habrá fondos frescos por lo menos en el corto plazo, y quizás tampoco en el largo plazo."

El plan haría jubilar a la anciana flota de transbordadores espaciales para 2010. Estados Unidos completaría la construcción de la estación espacial, principalmente para honrar sus compromisos con 15 socios internacionales, en particular Rusia, pero para 2016 daría por terminada su participación en el proyecto.

Louis Friedman, director ejecutivo de The Planetary Society, con sede en Pasadena, California, elogió el plan de Bush por dotar al programa espacial tripulado de Estados Unidos de un renovado sentido.

En ocasiones anteriores, la organización había recomendado el adelanto del retiro de los transbordadores (que, según se proyecta, seguirán volando hasta mediados de la próxima década), así como el fin del compromiso de Estados Unidos en la estación espacial.

Friedman no llegó al punto de solicitar que se pusiera fin de inmediato a los programas relacionados con los transbordadores y la estación internacional. Pero sí dijo que reasignar fondos destinados a programas más viejos hacia nuevas iniciativas podría acelerar el impulso para sacar al programa espacial de la órbita terrestre por primera vez desde el Apollo 17, en 1972.

"En gran medida, el tiempo se mide en dinero —comenta Friedman—. Pero me parece que todavía no se llegó a comprender del todo la realidad del impacto de las cifras y los programas."

La estación espacial, propuesta inicialmente por el presidente Ronald Reagan a principios de la década de 1980, resultó ser un agujero negro financiero.

Se anticipaba que los costos iniciales serían de US$ 8.000 millones. Un informe del Congressional Research Service (Servicio de Investigación del Congreso) del año 2001 calculó que los costos de investigación y desarrollo habían trepado a 23.000 millones. Obviamente, esa cifra siguió creciendo, dado el retraso en la construcción que se produjo como consecuencia del desastre del Columbia.

La cifra no incluye el costo de los vuelos de los transbordadores para transportar componentes de la estación ni los gastos anuales de operación, añade McCurdy. Si se suma todo, el espeluznante precio final rondaría los 65.000 millones de dólares.

La construcción de la estación comenzó en 1998, y en 2000 llegó la primera tripulación integrada por tres personas. Se suponía que el corazón de la estación estaría terminado en 2005 o 2006. Sin embargo, la tragedia del Columbia demoró esa fecha hasta 2010.

En la actualidad, la estación es empleada para realizar observaciones de la Tierra y experimentos microgravitacionales, según documentos de la NASA (los representantes de la agencia consultados para esta nota no devolvieron llamadas telefónicas). No obstante, su eficacia como laboratorio se ve limitada porque la mayor parte de las actividades de los tres tripulantes están dedicadas a la operación de la estación misma. Si se llega a terminar de construir, la estación alojaría una tripulación de seis personas.

La estación tiene sus fanáticos. Un ejemplo es el italiano Carlo Ariotti, un operador de radio aficionado que lleva adelante el sitio de fans de la estación espacial. Considera que la estación es un símbolo de cooperación internacional y rescata una serie de beneficios científicos.

"Es muy importante que haya una presencia continua en la ISS para seguir realizando expermiementos públicos y privados, médicos y científicos y, lo principal, experimentos sobre microgravedad que permiten estudiar el cuerpo humano durante una permanencia prolongada en el espacio —escribe Ariotti en un email—. La experiencia en este campo es fundamental con vistas a un viaje a Marte... o al establecimiento de una base habitada por seres humanos en la superficie de la luna."

John Pike, director deGlobalSecurity.org, una agrupación con sede en Washington dedicada al análisis de políticas gubernamentales que dice ser no partidaria, señala dos motivos para seguir adelante con la estación: afianzar el compromiso de Estados Unidos con sus socios en la estación espacial y mantener una presencia humana en el espacio mientras se prepara el programa para la luna y Marte.

Pike se mostró escéptico en cuanto a los motivos que la administración tendría para articular el plan luna-Marte. Observa que el nuevo alunizaje no se produciría hasta por lo menos 11 años después de finalizado un posible segundo mandato de Bush.

Llegó a sugerir que el plan no es más que un caballo de Troya para eliminar los transbordadores y la estación, y que la iniciativa en torno a la luna y Marte nunca llegará más allá de "contratar gente para que haga la gráfica que corresponda."

No caben dudas de que el mandato presidencial de ir a Marte y la luna será una presión sobre los demás proyectos de la NASA, como las misiones robóticas a otros planetas, el cinturón de asteroides y cometas, y afectará también las investigaciones aeronáuticas y el reemplazo de antiguo telescopio espacial Hubble, advierten Pike y otros observadores.

"Se pusierona a analizar el programa espacial tripulado y llegaron a la conclusión de que no entienden por qué tenemos un programa espacial tripulado —dice Pike—. Es por ello que van a desmontarlo, mientras Bush se queda con el reconocimiento por lanzarse a una nueva y audaz aventura."

De todos modos, otras personas han señalado que en épocas de presupuestos ajustados, la NASA necesita tomar algunas decisiones difíciles para poder seguir adelante.

"La NASA se ha visto obligada a desplazar recursos destinados al objetivo a largo plazo de lograr un acceso de bajo costo al espacio, para poder cumplir con las exigencias que implica operar la ISS y los transbordadores espaciales en los próximos 15 a 20 años," escribió el año pasado en un artículo John Logsdon, director del Space Policy Institute (Instituto de Políticas Espaciales) de la Universidad George Washington de Washington, D.C., e integrante de la comisión que investigó el accidente del Columbia.

Logsdon agrega: "La única manera de que la NASA pueda aumentar de forma significativa sus recursos para invertir en tecnologías orientadas hacia el futuro parece ser mediante la reducción de sus gastos estructurales (por ejemplo, cerrando varios de sus centros de campo, lo cual es muy difícil a nivel político) o suspendiendo algunas de sus actividades actuales."

Más información:
A la ciencia ficción le gusta la idea del viaje a Marte

            

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