17/Sep/04
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Localizan en el cerebro la zona encargada de regular la agresión
Es un trabajo de científicos argentinos y británicos. Las personas con lesiones en esa región no pueden reconocer ni experimentar la ira. El descubrimiento es
uno de los primeros que vinculan una emoción con una determinada área cerebral. Acaba de publicarse en la prestigiosa revista Brain.
(La Nación) Un equipo de investigadores argentinos y británicos abrió una rendija en la "caja negra" de la mente: logró identificar cuál es el área
prioritariamente encargada de procesar la ira.
El trabajo, conducido en la Argentina por el doctor Facundo Manes, de Fleni, y en Gran Bretaña por Andrew Calder, de la Universidad de Cambridge, acaba
de ser publicado en la prestigiosa revista científica Brain y agrega otro "continente" al mapa del mundo mental.
"El cerebro trabaja en red explica Manes. Cuando se experimenta una emoción no se activa una sola área, sino varias, pero generalmente hay una que tiene
mayor protagonismo. En el caso de la ira, esa zona crítica es la región del estriado ventral. Nuestro trabajo ofrece las primeras evidencias al respecto."
Las investigaciones que intentan identificar regiones cerebrales involucradas en las emociones humanas se multiplicaron en los últimos años gracias, en parte, a la
amplia disponibilidad de nuevas tecnologías de imágenes, pero también impulsadas por la hipótesis de que éstas pueden estar reguladas por sistemas cerebrales
separados.
Durante mucho tiempo se creyó que todas las emociones se procesaban en un conjunto de estructuras cerebrales interconectadas conocido como "sistema
límbico". Fue Darwin quien postuló que existen emociones "básicas" (como la tristeza, la alegría o el temor) que se originan en regiones del cerebro homólogas
en las distintas especies y conservadas evolutivamente.
"Esta hipótesis fue retomada y continuada posteriormente por psicólogos como Silvan Tomkins, Paul Ekman y Carol Izard explica Manes. En los años
sesenta y setenta, Ekman mostró que ciertas emociones, como la alegría, la tristeza, el temor o el disgusto, están asociadas con expresiones faciales distintivas.
También postuló que estas emociones tenían que tener un perfil neuropsicológico sustentado por una red neural prioritaria. Posteriormente se probó que la
amígdala estaba vinculada con el miedo, y la ínsula con el disgusto. Joseph LeDoux hizo numerosos experimentos en animales, pero en seres humanos no había
muchas regiones identificadas. Otros trabajos mostraron que las estructuras cerebrales que sirven para reconocer estas emociones en la cara de otras personas
son las mismas que nos permiten experimentarlas; es decir que hay una relación muy estrecha entre reconocer y sentir."
Los científicos partieron de todo este corpus de conocimiento. Sabían, además, que en especies animales el núcleo estriado ventral cumple una función
importante en la agresión. Si Darwin tenía razón, cabía esperar que en los seres humanos tuviera una función similar...
Las pruebas decisivas llegaron a través del análisis de tres tipos de sujetos: unos con lesiones focalizadas en la región del estriado ventral como consecuencia de
un accidente vascular; otros que habían padecido lesiones posteriores, y otros sanos.
"Cuando se les mostraban rostros con distintas expresiones las personas del segundo y tercer grupo reconocían bien la ira detalla el investigador. Pero los del
primer grupo mostraron un déficit desproporcionado en la codificación de señales de agresión. Los pacientes reconocían que una cara expresaba miedo, la otra
disgusto y la tercera era neutral, pero no podían identificar la ira. Tampoco podían experimentar esa emoción."
Según el científico, estos resultados ofrecen la primera evidencia de un déficit desproporcionado en la regulación de señales humanas de agresión,
particularmente de expresiones faciales, tras un daño focal en la región del estriado ventral. En cambio, el daño en regiones más dorsales de los ganglios basales
no tuvo un impacto significativo en el procesamiento de la ira.
"Creemos que la región del estriado ventral no sólo participa en el reconocimiento de señales humanas de agresión, sino que también desempeña un papel más
general en la coordinación de la conducta relevante para la adquisición y protección de valores naturales, como la defensa de la pareja o el alimento", enfatiza
Manes.
Y enseguida aclara: "Este estudio no contesta por qué ciertas personas son más agresivas que otras. Muchas veces las investigaciones científicas no pueden
extrapolarse directamente a la vida real. Pero pensamos que este trabajo es pionero y seguramente abrirá la puerta a numerosas investigaciones".