14/Nov/04
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Científicos de la NASA busca que las células de los astronautas "hablen" a través de nano partículas
Sensores del tamaño de moléculas dentro de las células de los astronautas podrían señalar problemas de salud provocados por la radiación espacial.
(Ciencia@NASA) ¿No sería agradable que las células de su cuerpo le avisaran cuando usted está empezando a ponerse enfermo, mucho antes de que
apareciesen los síntomas? ¿O que le dieran una alarma cuando un tumor está creciendo, mientras que todavía es microscópico e inofensivo?
Los científicos no hacen que las células "hablen", obviamente. La idea es colocar "nanopartículas" dentro de las células para que funcionen como sensores del
tamaño de una molécula. Siempre que estos sensores encuentren señales de un problema quizás un fragmento de un virus invasor empezarían a brillar,
indicando al mundo exterior que algo está mal.
Es una tecnología elegante, y porque puede adaptarse a muchas combinaciones de tipos de células y problemas específicos, es también una tecnología muy
prometedora. La investigación sobre nanopartículas ha florecido en los últimos años con científicos que exploran cómo pueden usarse para tratar cualquier cosa,
desde el cáncer hasta enfermedades genéticas como la fibrosis cística.
La NASA está interesada en cómo puede esta tecnología ayudar a tratar otro problema de salud: la exposición a la radiación.
Uno de los problemas principales en una misión a Marte es la dosis de radiación que recibirían los astronautas durante su viaje de 6 meses. La nave debería
estar blindada, pero los mejores escudos antiradiación que posee la NASA podrían no proteger completamente a los astronautas.
Por esta razón los científicos están buscando mecanismos médicos para monitorear, prevenir y reparar los efectos dañinos de la radiación. Para hacer la tarea
aún más difícil, estas soluciones deben funcionar correctamente en el espacio, donde los astronautas deberían poder tratarse a si mismos, y donde hay poco
espacio libre para un equipo médico voluminoso.
James Baker, director del Centro de Nanotecnología Biológica (Center for Biologic Nanotechnology) en la Universidad de Michigan, cree que las
nanopartículas pueden ayudar a resolver el problema. Su grupo de investigación ha recibido una beca de la NASA para investigar el tema. "Las nanopartículas
nos permiten monitorear el impacto biológico actual de la radiación en los cuerpos de los astronautas, lo cual es mucho más significativo que simplemente medir
la radiación en sí", explica Backer.
Imagínese esto: Antes de una misión espacial, un astronauta usa un aguja hipoalergénica para inyectarse un fluido claro, lleno de nanopartículas, en su flujo
sanguíneo. Durante el vuelo, sitúa un pequeño dispositivo en su oído. Este dispositivo, que tiene forma de audífono, utiliza un pequeño láser para contar las
células que brillan según fluyen a través de los capilares en el tímpano. Un enlace inalámbrico transmite esta información al computador central de la nave para
ser procesada.
Este escenario de ciencia-ficción está todavía a unos 5 o 10 años de convertirse en realidad, pero muchas de las piezas necesarias ya están cobrando forma en
los laboratorios.
Ese líquido claro inyectado en el fluido sanguíneo del astronauta contendría millones de nanopartículas microscópicas. Las nanopartículas en sí mismas no son
nada nuevo: Los científicos las han estado utilizando en los laboratorios durante al menos 5 años, y han sido empleadas de manera segura en animales de
laboratorio.
El tipo particular de nanopartícula que usa Baker nos recuerda a un chamizo común: un pequeño racimo de pequeñas ramas en forma de bola que crecen desde
un punto central.
Este chamizo es inerte. (Esto es conveniente: significa que no es tóxico.) Solo sirve como una plataforma genérica sobre la que construir. Todas las funciones
útiles de la nanopartícula buscar el tipo correcto de células, detectar signos de daños causados por la radiación, ofrecer una "bandera roja" luminosa
provienen de las moléculas que se agregan a esta plataforma. Los extremos libres de las ramificaciones proveen muchos puntos de unión donde se pueden
adjuntar estas moléculas (128 puntos con las nanopartículas que usa el grupo de Baker).
"¿De qué manera nos centramos específicamente en los linfocitos?" se pregunta Thommey Thomas, un investigador adjunto del equipo de Baker. "Porque hay
que tener en cuenta que una vez que se inyecten, la nanopartículas en el torrente sanguíneo pueden viajar a cualquier parte".
"Debemos encontrar las moléculas específicas en la superficie de esos linfocitos a las cuales podemos dirigirnos" explica.
De manera natural, todas las células del cuerpo tienen moléculas "receptoras" integradas en su superficie exterior. Estos receptores controlan cómo los
elementos químicos pueden entrar dentro de la célula: por ejemplo, una hormona renal en el flujo sanguíneo solo entra en las células del riñón. Añadiendo una
molécula a sus nanopartículas que encaje con un receptor específico de los linfocitos, los investigadores se aseguran de que esas nanopartículas errantes llegarán
a las células correctas.
Una vez dentro de los linfocitos, las nanopartículas necesitan una forma de detectar daños causados por la radiación. Una manera es buscar signos de que la
célula está a punto de auto-destruirse. Los linfocitos se suicidan (proceso llamado "apoptosis") cuando han sido deteriorados por la radiación. Este es un
comportamiento programado genéticamente que se lleva a cabo por unas enzimas "suicidas". El grupo de Baker ha descubierto cómo añadir a las nanopartículas
una molécula que se tiñe de color fluorescente al reaccionar con estas enzimas suicidas. Los linfocitos que comienzan a auto-destruirse por culpa de la radiación
comenzarían por tanto a brillar.
El grupo de investigación también ha desarrollado un sistema láser para contar las células que brillan. Ya han demostrado que pueden contar el número de
células en el torrente sanguíneo de un ratón cuando éstas pasan por los capilares de su oído, pero Baker dice que todavía es muy temprano para saber qué tipo
de sistema láser se utilizaría en una misión espacial quizás un micro-láser integrado en un dispositivo con forma de audífono especula.
El resultado final: una monitorización continua y en tiempo-real del daño causado por la radiación en las células del flujo sanguíneo de un astronauta, sin
necesidad de equipo médico voluminoso.