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28/Abr/05



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Materiables amigables con la naturaleza: Lubricantes de... jojoba

Es un proyecto de Repsol YPF, la Fundación Innova-T, el Conicet y la Universidad Nacional de Córdoba. La semilla actualmente utilizada en cremas y perfumes permitiría fabricar este insumo para automóviles. A diferencia de los elaborados con derivados del petróleo, el producto sería no contaminante. La Argentina es el primer productor mundial de esta planta.

(La Nación) La jojoba, esa semilla que actualmente se emplea en jabones y perfumes, y cuyo principal proveedor mundial es la Argentina, podría convertirse en un futuro cercano en la materia prima de un lubricante para automóviles no contaminante. De hecho, Repsol YPF está trabajando con la Fundación Innova-T, la Dirección de Vinculación del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) en un proyecto para desarrollarlo.

"Por ahora, las ceras derivadas de la jojoba sirven para fabricar jabones y perfumes. Sin embargo, se pueden usar también para enriquecer alimentos probióticos. Y también resultan útiles para hacer lacas, lustres, tintas, gomas, barnices, pinturas, termoplásticos especiales, y probablemente, en el futuro, un fármaco que elimina el hambre a nivel del sistema nervioso central", dice el doctor Carlos Guzmán, director del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos (ICTA) de la UNC.

"La Argentina tiene la mayor área sembrada de jojoba del mundo, 4031 hectáreas, pero de 2000 a este año los precios de la cera bajaron a la mitad, de 12 a 6 dólares por kilo, porque los fijan los perfumeros asiáticos", agrega el ingeniero agrónomo Mario Frati, de Agrinsa, una de las mayores productoras mundiales. En este brete, la fabricación de lubricantes verdes podría arrebatarles el control del precio a estos industriales, y devolvérselo a la Argentina.

Los lubricantes verdes van ganando participación en los mercados europeos y estadounidenses de un modo lento pero seguro. Hoy tienen el 2% de las ventas mundiales, lo que representa unos 26.800 millones de dólares anuales.

"Además de generar valor agregado y puestos de trabajo calificado en el país, queremos lubricantes verdes por otras dos causas —añade el doctor David Gorla, director del Centro Regional de Investigaciones Científicas y Transferencia Tecnológica de La Rioja (Crilar), del Conicet—. La primera es que los convencionales se producen a partir del petróleo, una materia prima que se encarece día a día porque se está acabando en la Argentina y el mundo.

"La segunda causa —prosigue Gorla— es que una vez usados, los lubricantes minerales contaminan irreversiblemente aguas y suelos: la biosfera prácticamente carece de microorganismos que los puedan degradar. Los lubricantes verdes descartados, en cambio, desaparecen solos por acción microbiana, como cualquier grasa orgánica."

"Apuntamos a una degradación del 80% en tres semanas a la intemperie", redondea Guzmán.

Eso a Repsol YPF le podría ahorrar facturas y dolores de cabeza considerables. Por normas ISO-9001, la firma dice que se autoimpone recoger los aceites gastados de todas sus estaciones de servicio para trasladarlos a Córdoba, donde son quemados a alta temperatura como combustible de hornos de cemento. Este es uno de los pocos modos de eliminarlos de la biosfera y exigirles un último servicio industrial.

Pero el destino de gran parte de los aceites minerales descartados por estaciones y lubricentros va a parar a la tierra, a los ríos o a los acuíferos, donde causan pérdidas ambientales que sencillamente no hay modo de cuantificar.

Línea verde

Los lubricantes "verdes" podrían reemplazar ventajosamente a los llamados "blancos", parafinas minerales ultradepuradas de todos los componentes bioactivos y tóxicos de la materia prima original, el petróleo. Tales parafinas, en el mundo desarrollado, son de uso obligatorio en alimentación, farmacología y bioingeniería.

Son las grasas que impermeabilizan los vasos descartables de cartón encerado y también las que lubrifican las líneas de fabricación de una galletita o de una cápsula de antibiótico, e incluso las que enfrían los cabezales de la máquina-herramienta que va fresando una prótesis de titanio.

En los tres ejemplos, cualquier residuo de hidrocarburos bioactivos en el producto puede desatar tragedias. Un caso reciente se vio en Estados Unidos en 2000, cuando hubo que reoperar a unos 17.500 receptores de reemplazos metálicos de cadera contaminados con residuos químicos de petróleo, proveniente del fluido de enfriamiento usado en el torneado.

La Argentina no fabrica lubricantes "blancos", de modo que no resulta imposible sustituir tales insumos por derivados minerales menos puros. Riesgo inaceptable para el país con la mayor producción mundial de un lubricante vegetal conocido en la historia de la industria, capaz de soportar oxidación, presión y desgaste como sólo lo hacía el antiguo espermaceti, o aceite de cachalote.

Trabajo en equipo

Actualmente, el Crilar se encuentra abocado a la tarea de caracterizar la cera de cada clon o cultivar, y también investiga nuevos procesos de extracción y caracterización de la cera remanente en la "torta residual" (el compactado de semilla molida). También estudia cómo mejorar la potencia lubrificante de la cera bajando su punto de solidificación, que entre los 5 y 8 grados es demasiado alto para un aceite de motor verdaderamente multigrado.

El ICTA, entretanto, estudia la química e industrialización del desconcertante abanico de posibles derivados de la cera. Colabora con algunos gastos del Crilar mientras prueba lubricantes multigrado mixtos de girasol y jojoba en el CTA de Ensenada, dentro de una atmósfera de comprensible secreto.

La fundación Innova-T, por su parte, actúa como "broker" del talento del Conicet, y administra el proyecto para que una parte de las ganancias eventuales de cualquier innovación generada por el sistema científico argentino vuelva al mismo, y específicamente a sus autores.

Muchas de estas innovaciones ya existen: en el ICTA ya han fabricado termoplásticos experimentales de jojoba, extrajeron también tocoferoles (moléculas que interfieren la formación de ateromas) que pueden enriquecer yogures. También refinaron alcoholes de cadena ultralarga, evaporación lentísima y, por ende, de aroma persistente.

Pero ahora en este laboratorio cordobés estudian utilizar la "torta residual" del exprimido de las semillas. Tiene alto contenido proteico y se la visualiza como posible alimento para animales.

Además, es rica en simoncina, un anorexígeno que la jojoba usa, en su ambiente original (el desierto de Sonora), para impedir que sus semillas, que con un 55% de grasas son energía pura, sean arrasadas por herbívoros.

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