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10/Sep/05



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Arte internacional en Buenos Aires: Frank Stella le pone rostros a Moby Dick

El reconocido artista contemporáneo llegó a Argentina para inaugurar una exposición en el Malba. La muestra reúne 25 grabados inspirados en la obra de Herman Melville. Trabaja en ese tema desde hace 12 años.

(La Nación) Sin descanso. Frank Stella interrumpe la entrevista para permitirse un largo bostezo. Ha volado desde Miami para inaugurar en pocas horas la muestra que reúne en el Malba su obra gráfica inspirada en Moby Dick, la novela que Herman Melville terminó de escribir en 1851.

Stella es una de las estrellas del firmamento del arte contemporáneo norteamericano y ha dominado la escena en la segunda mitad del siglo XX. En los últimos doce años trabajó inspirado en la obra del escritor neoyorquino, que solamente necesitó un año para ponerle letra a la historia de la ballena blanca que, como un fantasma insomne, lo persiguió por todos los mares. Pero, ¿quién persiguió a quién?

Esa colosal metáfora que enfrenta al hombre con las fuerzas de la naturaleza para dejarlo librado a sus propios límites sacudió a Frank Stella cuando, a comienzos de los ochenta, visitó un acuario de Coney Island con sus dos hijos. La visión fue un arponazo en el alma del artista y trajo el recuerdo del libro leído y releído en su temprana adolescencia.

Le tomó más de una década ponerle imágenes a los 135 capítulos resumidos en las 25 obras gráficas que se exhiben en el Malba, y que transforman al pintor abstracto en un simbolista inspirado, prisionero de una energía que parece fuera de control.

La cocina de los grabados

Como Bacon, Frank Stella prefiere hablar con las imágenes más que con las palabras. Deambula por la gran sala del Malba y se detiene en el video que muestra la "cocina" de los grabados, esa plancha hecha con todo tipo de materiales capaz de vibrar como algo orgánico y respira al ritmo de la ballena blanca tan temida.

Moby Dick, la obra maestra de Melville, es el libro del que todos hablan, que pocos han leído y que los norteamericanos convirtieron en un mito tras la película de John Huston, interpretada por Gregory Peck en 1956.

Como Stella, Melville vivió y trabajó en Nueva York. Escribió la novela en un estudio, a pocas cuadras del taller donde el pintor les puso color y forma a las palabras. La simetría geográfica es nada más que una parte de la anécdota, porque la ballena blanca merodeó las costas del Pacífico, cerca de Chile, desde donde llega la muestra curada por Edward Shaw, que fue exhibida en el Museo de Bellas Artes de Santiago, Chile, con el auspicio del BankBoston.

Shaw vive desde hace unos años en Chile. Fue crítico de The Buenos Aires Herald y soñaba desde hace tiempo con traer la obra de Frank Stella a Buenos Aires. La primera oportunidad quedó en agua de borrajas, porque el comienzo del milenio puso la economía argentina patas para arriba y el Malba cambió sus planes inmediatos.

Recuperar el calendario internacional era uno de los objetivos del equipo del curador jefe Marcelo Pacheco. Además de la muestra de Frank Stella, fue confirmada ayer la inauguración de una exhibición de obras de Andy Warhol el próximo 22, un día después de que el Malba celebre sus cuatro años de vida y Eduardo F. Costantini, su cumpleaños.

Frank Stella nació en Massachussets, en 1936. Hijo de un ginecólogo, supo desde muy joven que su vocación era el arte. Ingresó en Princeton y su genio se hizo visible rápidamente en la escena dominada por Jackson Pollock y William De Kooning, cuando Nueva York le arrebató a París el liderazgo de las artes visuales. Stella forma parte de la segunda gran ola de los sesenta. Comenzó siendo un minimalista con telas austeras, monocrámaticas, hasta que descubrió los colores estridentes y se zambulló en ellos. En los años 70, el MoMA organizó su primera retrospectiva y, en 1986, la última. Desde entonces el fantasma de Moby Dick lo acecha como un tema recurrente. Los grabados realizados en el taller de Kenneth Tyler se inflan por momentos acortando la distancia con el espectador.

La relación de Stella con el Malba data de 1997, cuando se presentó al concurso internacional del Malba, ganado por tres cordobeses entonces ignotos: Fourcade, Atelman y Tapia. Antes, en 1965, había enviado al Premio Internacional del Insituto Di Tella tres trabajos de la mano de su marchand, Leo Castelli.

Pero hay un secreto que Stella guarda bajo siete llaves y que lo acerca a América del Sur. Tiene una hija que vive en Brasil y en Chile cría caballos de carrera. Su otra gran pasión es el turf. Como el español Fernando Savater, Stella tiene alma "burrera". Si algo lo mantiene en vilo es la imagen de las patas de los caballos en carrera desenfrenada por llegar a la meta.


            

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