22/Sep/05!f>
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Terry Gilliam provoca una desbandada de público en la exhibición de "Tideland"
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Terry Gilliam provocó este miércoles una desbandada del público que asistía a la proyección en la Sección Oficial del festival de San Sebastián de su filme
Tideland, que compitió con De fosa en fosa, del realizador esloveno Jan Cvitkovic, y con la cinta brasileña O veneno da madrugada.
(La Voz) - Gilliam, que tras su fracasado rodaje sobre la figura de Don Quijote, estuvo parado siete años sin lograr financiación, cuando logró el dinero
rodó dos películas: El secreto de los hermanos Grimm, que concursó en la Mostra de Venecia, y Tireland, que este miércoles fue muy mal
acogida en el certamen donostiarra.
En Tireland, inspirada libremente en la novela homónima de Mitch Cullin, el cineasta, fiel a su estilo, recrea su imaginativo universo personal, pero llevado
al extremo, a través de la historia de una niña de nueve años, encarnada por Jodelle Ferland, que vive en Los Angeles con sus padres yonkis.
La muerte por sobredosis de la madre hace que el padre encarnado por Jeff Brigdes y ella partan hacia Texas, para vivir en la destartalada casa de su abuela,
fallecida hace años. Pero otra sobredosis acaba con la vida del padre, lo que deja a la niña en completa soledad. La pequeña reacciona construyendo un mundo
de fantasía, en el mantiene un diálogo continuo con las cabezas arrancadas de sus barbies.
Allí se topará también con dos personajes estrambóticos, sus vecinos: una mujer, con pinta de bruja a quien una abeja dejó ciega de un ojo; y su hermano, un
deficiente mental que padece convulsiones y que sueña con acabar, a base de dinamita, con lo que él llama el gran tiburón. Un tren que pasa cerca de la casa.
El espectador se ve sumergido en un universo estrambótico, en el que se mezclan las leyendas vikingas con que sueña el padre de la niña o su peculiar
interpretación del mundo de "Alicia en el país de las maravillas", libro de cabecera de la pequeña, en el que se sumerge constantemente. A lo que hay que sumar
las macabras escenas de los cadáveres recompuestos por la misteriosa vecina; o los sueños sexuales entre la niña y el deficiente mental.
Todo en Tireland se sitúa en el límite entre ficción y realidad y, si bien Gilliam afirma que está cargada de magia, se trata de una magia oscura y
desquiciada, dentro de un guión que sólo consigue atrapar a los fans incondicionales del cineasta.
"Soy un desvío genético de la naturaleza que ha degenerado". Así se definió Gilliam en la conferencia de prensa posterior al pase del filme, en la que calificó de
"estúpidos" a quienes abandonaron la sala de proyección sin terminar la película. "No es un filme fácil de ver señaló. La gente está educada para que le den
todo el trabajo hecho, y Tireland hay que abordarla con los ojos de un niño, con inocencia".
Y añadió: "La protagonista ha vivido siempre con unos padres yonkies, y ese mundo le parece normal. Cuando ellos desaparecen, debe aprender a sobrevivir y
lo hace a través de su imaginación, con toda la fuerza y la resistencia que sólo poseen los niños".
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