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23/Feb/05



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"El agua llegó a la Tierra con los cometas, ahora estamos seguros"

Presentan los primeros estudios del polvo interestelar que trajo la sonda de la NASA

(La Nación) - A poco más de un mes de la llegada a la Tierra de la cápsula que trajo muestras de polvo interestelar tomadas por la sonda Stardust del cometa Wild-2, los científicos de la NASA ya no tienen dudas de cómo están formadas estas masas que vagan siguiendo una órbita elíptica a través del cosmos ni de cómo llegó el agua a nuestro planeta.

"El agua llegó a la Tierra con los cometas, ahora ya lo sabemos, definitivamente", dijo en una comunicación telefónica desde su laboratorio, ubicado en Seattle, el doctor Donald Brownlee, jefe principal de la misión Stardust.

"Esta misión ha excedido todas nuestras expectativas. Tenemos por primera vez polvo de cometa en las manos, lo que significa tener muestras del material que formó nuestro Sistema Solar", subrayó Brownlee, doctor en astronomía de la Universidad de Washington.

Si bien los informes oficiales de los análisis efectuados se darán a conocer durante la Conferencia Lunar y Planetaria, que se desarrollará en marzo en la ciudad de League, Texas, el investigador —que presentó resultados preliminares en la reciente reunión de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia— adelantó a La Nación que "las muestras de polvo de cometa estudiadas en el Centro Espacial Johnson, en Houston, contienen agua helada y algunos minerales como el carbono", elementos esenciales que dieron origen a nuestro Sol y a los nueve —o diez— planetas, hace ya 4500 millones de años.

Con un presupuesto de 212 millones de dólares, la sonda Stardust fue lanzada el 7 de febrero de 1999 con el objetivo de recoger partículas de polvo desprendidas de la cola del cometa Wild-2 en su acercamiento al Sol. Después de haber recorrido 4630 millones de kilómetros durante casi siete años, la cápsula aterrizó en el desierto de Utah el 15 de enero pasado, generando una gran expectativa entre los científicos y aficionados de todo el mundo, ya que desde el regreso de la nave Apolo 17, en 1972, con las últimas rocas lunares recogidas, nunca más se habían obtenido muestras provenientes de otros cuerpos espaciales.

A la caza de partículas

Bajo la atenta mirada de los científicos de la NASA, que calcularon con precisión absoluta la órbita del cometa, la sonda Stardust se ubicó 236 kilómetros detrás del objeto helado para fotografiarlo y recolectar el material interestelar que éste desprendía. Esas partículas fueron "cazadas" en un colector del tamaño de una raqueta de tenis cuando viajaban a 700 metros por segundo; es decir, seis veces más que la velocidad de una bala disparada por un fusil.

Para esto, los científicos utilizaron el material más liviano conocido hasta hora -el aerogel- para atrapar esas partículas de polvo sin que se desintegraran al chocar a tan alta velocidad. Este material, formado en un 99,8% de aire y el resto de sílice, tiene tres veces la densidad del aire y es transparente, lo que permitió facilitar la identificación de las muestras de polvo de cometa al momento de su extracción.

"Mediante técnicas computarizadas complejas y utilizando agujas de vidrio muy finas penetramos el aerogel y aislamos seis de las 132 muestras más grandes de partículas interestelares (miden desde un micrón hasta un milímetro de largo), pero la computadora contabilizó más de medio millón de impactos", agregó el experto, que además destacó la importancia de las 72 fotografías obtenidas del cometa en el momento de la recolección de partículas, ya que nunca el ser humano había llegado tan cerca.

Brownlee afirmó que en los cometas que nos visitan, originados en el cinturón de Kuiper, es donde mejor preservados están los elementos que dieron vida al sistema solar. "Es probable que se necesiten varias generaciones de científicos para concluir los estudios de estas muestras. Hoy tenemos la maravillosa oportunidad de iniciar un camino en el análisis de esta verdadera joya del espacio y conocer mejor cómo se forman las estrellas", enfatizó entusiasmado el investigador.

Y concluyó: "Somos polvo de estrellas, y qué mejor que estudiar el obtenido precisamente de un cometa para conocernos más a nosotros mismos y todo lo que nos rodea".

Aportado por Alejandro Alonso


            

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