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19/Abr/06



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ADN "marca la diferencia" en los Estados Unidos

Algunos antecedentes genéticos pueden dar ventajas en los Estados Unidos, como admisión en universidades o acceso a subsidios del Estado. Auge de las pruebas genéticas para determinar la "herencia étnica".

(La Nación, the New York Times) Matt y Andrew, los hijos adoptivos de Alan Moldawer, siempre habían pensado que eran de raza blanca. Pero el año pasado, cuando les llegó el momento de solicitar el ingreso universitario, el padre pensó que valdría la pena investigar los orígenes de la piel levemente morena de ellos, por medio de una nueva prueba de ADN que, según había oído, puede determinar la herencia étnica de un individuo.

Los resultados, que indicaron que los jóvenes tienen el 9% de norteamericano nativo y el 11% de norteafricano, llegaron demasiado tarde para el proceso de admisión universitaria. Pero el padre afirma que esa prueba de ADN podría ser útil para obtener asistencia financiera.

"Naturalmente, cuando solicita el ingreso universitario, uno considera cómo su condición genética podría ayudarlo", comentó Moldawer.

Las pruebas genéticas, antes herramientas complejas y confusas para los científicos, comenzaron a ejercer influencia en la vida diaria de la gente de muchas maneras. Las pruebas reconfiguran el sentido que las personas tienen de sí mismas, por ejemplo, de dónde vienen, por qué se comportan de tal o cual forma, qué enfermedades podrían llegar a contraer.

Quizá sea entonces tan sólo natural que las pruebas de ADN para establecer la herencia étnica, uno de los primeros productos comerciales que surgieron de la revolución genética, impulsen una exploración a fondo de la pregunta: ¿qué ventaja me da eso?

Muchos científicos critican las pruebas de herencia étnica como algo que promete más de lo que puede dar. La herencia de un antepasado de varias generaciones podría estar muy diluida como para aparecer.

Por la índole especulativa de las pruebas, parece improbable que universidades, gobiernos y otras instituciones las adopten. Pero eso no ha impedido que muchos que se sometieron a las pruebas hayan adquirido nuevos rasgos étnicos fundamentados en el ADN y un sentido del derecho a los privilegios reservados para ellos.

Aspirantes laborales de raza blanca recurren a las pruebas para solicitar empleo como candidatos de la minoría, mientras algunos de raza negra mencionan su origen europeo para reclamar derechos de herencia.

Un cristiano las puede usar para reclamar su herencia genética judía y exigir la ciudadanía israelí en tanto que norteamericanos de todo tipo de piel se aventuran a someterse a esa prueba de ADN para reclamar becas, servicios de salud y aportes de los casinos destinados a programas de ayuda para indígenas.

"No se trata simplemente del deseo de alguien de averiguar si su abuelo es polaco, sino de acceso a dinero y poder", expresó Troy Duster, un profesor de sociología de la Universidad de Nueva York que ha analizado el impacto social de las pruebas.

Al frente de la persecución del botín genético —llámese subsidios y beneficios— figuran incipientes compañías que realizan esas pruebas, entre ellas, las llamadas DNA Tribes y Ethnoancestry. Por una suma que oscila entre 99 y 250 dólares, prometen satisfacer el deseo humano de conocer los propios orígenes y a veces mucho más.

En su sitio de Internet, DNA Print Genomics, una compañía líder de esta pequeña industria, en cierta oportunidad instó a la gente a utilizarla "si su objetivo consiste en hacer valer su condición de apto para las admisiones universitarias sobre la base de la raza, o para tener acceso a programas de ayuda social del gobierno".

La hermana menor de Ashley Klett, por ejemplo, marcó el casillero "asiática" en su solicitud de ingreso universitario este año, después de que su hermana mayor, de 20 años, se hizo una prueba de ADN que reveló que es 2% asiática y 98% europea.

Las hermanas no saben si eso importó, pero lo cierto es que la menor pudo entrar en la universidad que deseaba. "Y le dieron una beca", comentó Ashley.

Pearl Duncan, una escritora que vive en Manhattan, tiene ambiciones mayores: quisiera un castillo.

Descendiente de esclavos jamaiquinos, Pearl ya había identificado en registros de archivo al dueño de esclavos escocés que fue tatarabuelo de su madre. Pero la prueba de ADN que confirmó su 10% de herencia genética de las islas británicas le dio el ánimo y el descaro de contactar a parientes escoceses que construyeron una petrolera con la fortuna heredada del antepasado esclavista.

Los 11 castillos de la familia, según advirtió la escritora, fueron obtenidos con las ganancias del trabajo forzado de sus antepasados africanos. ¿No podrían quizá dejar uno para los herederos negros del tatarabuelo? Pearl dijo que hace esto en gran parte por diversión. Pero menos divertida es su insistencia de que los escoceses dejen de referirse a sus antepasados comunes como simplemente "mercaderes". "Al reconocerme, los escoceses comienzan a reconocer que esos tipos eran dueños de esclavos", dijo Pearl.

Aportado por Alejandro Alonso


            

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