Luego de la extinción, el nuevo amanecer de la vida marina fue veloz

La recuperación después de una extinción en masa de la vida marina fue mucho más rápida de lo que se pensaba

En 1980, Luis Álvarez y sus colaboradores sorprendieron al mundo con su descubrimiento de que es probable que lo que acabó con los dinosaurios y gran parte de los organismos vivos del mundo fue el impacto de un asteroide ocurrido hace 65 millones de años.

Desde entonces, ha habido un interminable debate acerca de cuánto tiempo le tomó a la vida su retorno al devastado planeta y cuánto llevó la recuperación de los ecosistemas.

Ahora, investigadores del MIT y colaboradores han descubierto que por lo menos algunas formas de vida marina microscópica —los llamados «productores primarios», o los organismos fotosintéticos como las algas y las cianobacterias en el mar— se recuperaron en apenas un siglo luego de la extinción en masa. En investigaciones anteriores se había dicho que el proceso podría haber tomado millones de años.

Se ha tardado tanto tiempo en descubrir la rápida recuperación porque los estudios anteriores miraban sobre todo los fósiles en las capas de sedimento de la época, y parece que la recuperación inicial fue dominada por pequeños organismos de cuerpo blando, como las cianobacterias, que no tienen depósitos o otras partes duras del cuerpo para dejar huellas fósiles. La nueva investigación observó, en cambio, los «fósiles químicos», trazas de moléculas orgánicas (compuestos en su mayoría por compuestos de carbono e hidrógeno) que puede revelar la presencia de determinados tipos de organismo, a pesar de que todas las demás partes de los organismos hayan desaparecido.

La nueva investigación, publicada en la edición del 2 de octubre de Science, fue dirigido por Julio Sepúlveda, un investigador posdoctoral del MIT que llevó a cabo parte del trabajo cuando todavía era un estudiante graduado en la Universidad de Bremen, Alemania, y el profesor del MIT de Geobiología Roger Summons, entre otros.

El equipo tuvo dos ventajas en especial que contribuyeron a hacer posibles los nuevos resultados. Uno de ellos fue una sección de la pared del acantilado conocido en Stevns Klint, en Dinamarca, que suele tener un nivel inusualmente importante de sedimentos de la época de la extinción en masa, de unos 40 centímetros de espesor, en comparación con el grosor de algunos centímetros de las capas de la época que Alvarez estudió inicialmente en Gubbio (Italia) y Stevns Klint (Dinamarca). Y los miembros del equipo echaron mano a uno de los más poderosos instrumentos en el mundo para el caso, el Cromatógrafo de Gas y Espectrómetro de Masa (GC-MS), un dispositivo que puede medir diminutas cantidades de moléculas diferentes en la roca. Este instrumento del MIT es uno de los pocos actualmente disponibles en universidades de los EE.UU..

Si se ven los microfósiles de los sedimentos de la época, pero se es incapaz de detectar los biomarcadores químicos con el nivel de sensibilidad que pudo lograr el equipo del MIT, «se pierde una gran parte de la imagen», dice Sepúlveda. «Muchos de estos microorganismos» que se detectaron por medio de firmas moleculares «están en la base de la cadena alimentaria, pero si no se ven con técnicas bioquímicas uno se olvida de ellos».

El análisis de aclara la secuencia de eventos después del gran impacto. Inmediatamente después del impacto, algunas zonas del océano carecían de oxígeno y eran inhóspitas para la mayoría de las algas, pero cerca del continente la vida microbiana fue inhibida por un período relativamente corto: es probable que en menos de 100 años la productividad de algas mostró los primeros signos de la recuperación. En el océano abierto, sin embargo, esta recuperación llevó mucho más tiempo: estudios previos han estimado que el ecosistema oceánico mundial no volvió a su estado anterior hasta 1 a 3 millones de años después del impacto.

Sepúlveda dice que, debido a la recuperación de los productores primarios, «muy pronto después del impacto, es probable que el suministro de alimentos no era una limitación» para otros organismos, y sin embargo, «toda la ecología del sistema quedó interrumpido» y tomó mucho más tiempo para recuperarse.

Los resultados proporcionan evidencias observacionales que apoyan a los modelos que indican que la oscuridad mundial tras el impacto fue más bien breve. «La productividad primaria regresó rápidamente, al menos en el entorno en el que estuvimos estudiando», dice Simmons, refiriéndose al medio ambiente cerca de la costa que está representado en los sedimentos daneses.

«La atmósfera se debe haber aclarado rápidamente», dice. «La gente tendrá que replantearse la recuperación de los ecosistemas. No puede ser sólo por la falta de suministro de alimentos» que lleva tanto tiempo recuperarse.

El equipo espera poder estudiar depósitos relativamente gruesos en otros lugares con las secuelas de la extinción, para determinar si la recuperación rápida en realidad fue un fenómeno generalizado después de la extinción en masa.

Estos resultados parecen descartar una teoría sobre cómo respondió el ecosistema mundial a las consecuencias, que sostenía que durante más de un millón de años hubo un «océano Strangelove» —una referencia al escenario post-apocalíptico en la película Dr. Strangelove— en el que todos los productores primarios estuvieron ausentea por un prolongado período, dice Summons.

Además de Sepúlveda y Summons, el trabajo fue realizado por Jens Wendler de la Universidad Friedrich-Schiller en Jena, Alemania y Kai-Uwe Hinrichs, de la Universidad de Bremen. El trabajo fue financiado por la DFG, European Graduate College Europrox y el Program de Astrobiología de la NASA.

Fuente: MIT News. Aportado por Eduardo J. Carletti