Publicaciones recibidas: «Todos los santos», de Carles Williams

Recibí con entusiasmo la novela de Charles Williams (editada por Alamut, bajo el sello Marelle), más que nada por el peso que este escritor tuvo sobre sus contemporáneos y algunos exponentes actuales del género fantástico, y por tratarse de uno de los Inklings: el grupo de Oxford al cual también pertenecieron J.R.R. Tolkien y C.S. Lewis

Título: Todos los santos
Título original: All Hallows’ Eve (1945)
Autor: Charles Williams
Traducción: Carlos Gardini
Editorial::Alamut
Colección: Marelle
Madrid, 2009

Según sus biógrafos, Williams fue uno de los más incomprendidos escritores cristianos de todos los tiempos. Y si de algo no quedan dudas, luego de leer la novela y la introducción a la misma de T.S. Elliot, es que Williams estaba sumido en una búsqueda espiritual y mística permanente. Esta clase de búsqueda esotérica era un signo de esos tiempos (finales del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX), compartida por otros autores, como el poeta W.B. Yeats o Conan Doyle (si bien en con facetas mágicas y espiritistas a las que Williams no adscribía).

Williams fue editor en Oxford Press y escribió, más allá de las ficciones, poesía y libros sobre teología y crítica literaria. Era un hombre de muchas facetas y obsesiones. Algunas de esas obsesiones aparecen palmariamente en Todos los Santos. La novela se desarrolla básicamente en dos planos: el de los recientemente fallecidos (una Londres fantasmagórica, que hace las veces de Purgatorio) y el de los vivos: el Londres «real» donde un ser oscuro, Simón, el Clérigo, intenta construir un imperio basado en la magia negra. A él se le opondrán Lester Furnival (una mujer fallecida en un extraño incidente), su marido Richard, y el pintor Jonathan Drayton.

No es un libro sencillo de navegar. Williams es minucioso hasta la exasperación en su intento por estructurar la espiritualidad de los personajes y los conflictos místicos a que se ven sometidos. Hay una sincera intención de reconciliar diversas dimensiones de esa espiritualidad. Una de las hipótesis que la obra maneja es que, tanto la condena como la redención, pasan por actos a primera vista intrascendentes, y con esa excusa Williams se lanza a un profuso catálogo de sentimientos, percepciones y pequeñas acciones que justifican esas redenciones.

El otro lastre que un lector contemporáneo podría encontrar en la novela es el tono barroco, casi pedagógico, y profundamente cristiano con que está escrita. En estos tiempos de descreimiento generalizado y de falta de fe, donde los superhéroes vencen al demonio a las trompadas y con estrambóticos efectos especiales, es estilo de Williams puede sonar un poco mohoso.

En mi opinión, el valor de la obra sólo puede descubrirse con una lectura menos circunstancial. Quien lea la obra con curiosidad antropológica, y de alguna manera logre engancharse con la búsqueda espiritual de Williams, encontrará en la lectura imágenes memorables, y algunos placeres pequeños y perennes.

Fuente: Axxón. Aportado por Alejandro Alonso

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