Los secretos fósiles del Código da Vinci

¿Descifró Leonardo las huellas de la vida antigua siglos antes que Darwin?

Iba a ser una de las obras más impresionantes de Leonardo da Vinci. En 1483, el Duque de Milán, Ludovico Sforza, designó al prometedor y capaz artista para crear la enorme estatua de bronce de un caballo de más de 7 metros de altura. Da Vinci pasó los siguientes diez años perfeccionando un modelo de arcilla a escala real. Lamentablemente, la estatua nunca fue fundida en bronce. Hacían falta toneladas de metal y Sforza terminó usando los suministros asignados para fabricar armas contra las tropas francesas invasoras. Cuando el ejército francés tomó Milán en 1499, sus arqueros usaron el caballo de arcilla para hacer prácticas de tiro.

Los años en Milán, sin embargo, fueron importantes para da Vinci y no sólo por las numerosas obras maestras que pintó en esa época. El erudito también estaba trabajando en un proyecto muy diferente, inspirado por una característica intrigante de los alrededores: incrustadas en las rocas parecía haber una multitud de criaturas marinas de piedra. «Las colinas alrededor de Parma y Piacenza muestran abundantes moluscos y corales agujereados insertados en las rocas», escribió Leonardo unos años después. «Cuando yo estaba trabajando en el gran caballo de Milán, algunos campesinos me trajeron una bolsa enorme de ellos».

Da Vinci registró sus observaciones de estos y otros fósiles en un cuaderno secreto conocido ahora como el Códice Leicester. Se sabe desde hace tiempo que sus hallazgos se adelantaron a su época, pero un nuevo análisis sugiere que su trabajo estaba aún más avanzado que lo que se creía previamente: Leonardo descifró correctamente no sólo el origen de los fósiles, que eran los restos de un animal, sino también de las huellas fósiles, las pistas y madrigueras abandonadas por antiguas criaturas. Estas ideas sólo serían igualadas por los naturalistas modernos cientos de años después.

El origen de los fósiles fue objeto de un intenso debate en tiempos de Leonardo. Los antiguos griegos pensaban que las conchas embebidas en las rocas eran los restos de animales prehistóricos depositados en el fondo de un mar que había cubierto una vez la tierra. Pero la idea se había perdido con el colapso de su civilización, y en el Renacimiento la mayoría de los estudiosos estaban confundidos acerca de los fósiles. Había dos teorías principales: una afirmaba que las conchas eran estructuras inorgánicas que habían crecido espontáneamente dentro de las rocas. El hecho de que imitaran a criaturas vivas no se consideraba tan extraño, se pensó que, simplemente, reflejaba la armonía que existía entre los diferentes reinos de la Naturaleza. La otra teoría postulaba que eran el remanente de criaturas marinas que habían sido depositadas en las cumbres montañosas durante el gran diluvio descripto en la Biblia.

Descubrimientos curiosos

De hecho, hubo que esperar hasta fines del siglo XVIII para que los estudiosos aceptaran la idea de que los fósiles eran restos de seres vivos conservados en el sedimento. El estudio de las trazas fósiles, un campo llamado icnología, llegó aún más tarde, con las primeras observaciones científicas de las huellas fósiles. En una carta escrita en 1845, Charles Darwin describió la identificación de tales huellas como «uno de los descubrimientos más curiosos del siglo y de la mayor importancia en sus varias orientaciones». Las ambiguas madrigueras y rastros dejados por los invertebrados cuando se arrastraban a través del sedimento eran aún más difíciles de interpretar. Los naturalistas inicialmente pensaron que se trataba de algas marinas fosilizadas, y fue recién a finales del siglo XIX y principios del XX que se aclaró su verdadero origen.

Leonardo trabajó en este tema mucho tiempo antes. Se inspiró en la formación geológica que existe entre Milán y Florencia, conocida como el yacimiento de la depresión de los Apeninos. Hace 10 millones de años esta región era una cuenca marina que se había formado junto a los montes Apeninos, cuando el choque de las placas tectónicas hizo que toda la región se elevara. Los sismos activaron corrientes que transportaron grandes cantidades de arena al fondo del mar, la que subsecuentemente se convirtió en rocas sedimentarias.

Hoy en día esta zona se caracteriza por pintorescas colinas cargadas de olivares y viñedos, con los picos de los Apeninos visibles a la distancia. Los ríos han hecho cortes profundos en el paisaje, creando acantilados rocosos que alternan capas de arena y de marga. Se sabe que Leonardo estudió aquí el vuelo de las aves, pero también es un lugar perfecto para la cacería de fósiles.

Da Vinci usó las observaciones que hizo en estos cerros para contradecir las dos teorías prevalentes acerca del origen de los fósiles. Refutó la teoría de la inundación al ver que los fósiles solían encontrarse en varias capas superpuestas a lo largo de la roca. De esto infirió que debían haberse depositado en distintos momentos, más que en el transcurso de una única catástrofe.

Leonardo fue completamente despectivo con la teoría inorgánica. Señaló que los fósiles marinos sólo se encontraban en rocas sedimentarias que parecían de origen oceánico. Más aún, si los fósiles fueran inorgánicos presumiblemente crecerían en todo tipo de rocas. Y si las conchas de piedra habían crecido dentro de las rocas ¿cómo se podían expandir cada año, como indicaba el número creciente de bandas en los caparazones, sin fracturar el material que las rodeaba? Sólo unos ignorantes podían creer semejante cosa, escribió.

La comprensión de da Vinci de las huellas fósiles fue crucial para su caso en contra de las dos teorías, dice Andrea Baucon, un paleontólogo con sede en el Geoparque Naturtejo de la UNESCO, en Idanha-la-Nueva, Portugal. Este descubrimiento, de haber sido reportado públicamente, habría coronado de gloria su evidencia contra la teoría inorgánica y la teoría de la inundación. En lugar de eso, se lo pasó por alto durante siglos.

Baucon empezó a leer el Códice Leicester como parte de un proyecto sobre geología y arte. El Códice consiste en 18 hojas de papel amarillentas, cada una densamente cubierta en ambos lados por la escritura en espejo de Leonardo, junto con numerosos bocetos desordenados. Se convirtió en el libro más caro del mundo cuando Bill Gates lo compró por más de 30 millones de dólares en 1994.

Aunque no pudo acceder directamente al Códice, Baucon estudió las imágenes escaneadas de las páginas, y quedó maravillado cuando descubrió lo que podría describirse como una observación icnológica. En el reverso de la décima página, Leonardo había escrito: «Entre una y otra capa de roca, hay huellas de los gusanos que se arrastraban sobre ellas cuando todavía no estaban secas».

Baucon lo describe como su «momento eureka». Los estudiosos habían leído la línea antes, pero nadie había comprendido completamente sus implicancias. A partir de esta única frase, Baucon se dio cuenta de que, siglos antes que otros científicos, Leonardo Da Vinci había interpretado correctamente tanto el origen biológico de las huellas fósiles como el proceso a través del cual se habían fosilizado. «La interpretación moderna es que estos garabatos en las rocas fueron producidos por organismos con forma de gusano en ambientes marinos, cuando el sedimento todavía estaba blando», dice Baucon. «Esto coincide con las observaciones de Leonardo».

Cuando Baucon exploró el resto del Códice encontró más pistas de que Leonardo estaba pensando en las huellas fósiles. Cuando escribió acerca de la bolsa de corales que los campesinos le habían traído, usó el adjetivo «tarlati», derivado de la palabra italiana «carcoma», para describir el esqueleto de coral atravesado por agujeros. Esto sugiere que él sabía que los agujeros habían sido creados por seres vivos, dice Baucon. Se pueden encontrar descripciones que sugieren que, al igual que los científicos modernos, Leonardo usó las observaciones sobre seres vivos para descifrar las huellas fosilizadas. Por ejemplo, en las notas que preceden al comentario sobre los rastros de los gusanos en la roca, Leonardo describe una especie de molusco que «no nada, pero hace un surco en la arena, y procede a lo largo de los bordes del surco».

Estos hallazgos son únicos para su época y no se repitieron al menos hasta el siglo XIX, según Baucon. Pero Leonardo fue más allá. El Códice Leicester demuestra que su interpretación de las huellas fósiles fue crucial para permitirle probar sus ideas sobre la naturaleza de las conchas fosilizadas y del origen sedimentario de las rocas que las contenían.

Las madrigueras que dejaron las criaturas con forma de gusanos que se alimentaban entre las capas de barro, por ejemplo, probaban que la cima de la montaña rocosa fue en alguna ocasión el fondo blando del mar, aportando pruebas de peso en contra de la teoría de la inundación. Y la presencia de agujeros de gusano excavados en conchas y corales ayudaba a descartar la teoría inorgánica. Los fósiles eran claramente biológicos, dijo Leonardo, «porque quedan rastros de los movimientos del animal en el caparazón al que consumían como la carcoma consume a la madera».

«Leonardo comprendió que estos agujeros eran el resultado de una actividad biológica del pasado», dice Baucon. «También reconoció la interacción biológica entre las conchas y el organismo que las agujereaba, en una época en la que los estudiosos malinterpretaban incluso a las conchas fósiles».

A pesar de que las ideas sobre el origen de los fósiles son claramente modernas, da Vinci las usó como evidencia para apoyar una visión del mundo, inspirada parcialmente por la filosofía de los antiguos griegos, que parece ridícula a la luz de los estándares actuales. El interés de Leonardo en los fósiles se basaba en su teoría de que el cuerpo humano era un microcosmos de la Tierra (el macrocosmos), y como tales, los dos estaban unificados a un nivel metafísico y se reflejaban el uno al otro en forma y función. En el Códice Leicester lo describió de la siguiente manera: «Podríamos decir que la Tierra tiene un espíritu de crecimiento, y que su carne es el suelo, sus huesos, la disposición y conexiones entre las rocas que forman las montañas, sus cartílagos, las rocas porosas, y su sangre, los manantiales de agua».

Para probar su punto, Leonardo quiso demostrar que la tierra y el agua circulaban alrededor del planeta en la misma forma en que, según creía, se movían los líquidos y los nutrientes alrededor del cuerpo, de ahí su convicción de que los sedimentos blandos del lecho marino podían terminar en la cima de las montañas.

Ni los estudios de los fósiles ni la teoría del microcosmos-macrocosmos tuvo el menor impacto sobre sus contemporáneos. Leonardo rara vez publicó sus hallazgos y, con sus revolucionarias ideas escondidas en sus cuadernos de notas, tanto la teoría inorgánica como la de la inundación mantuvieron su vigencia hasta fines del siglo XVIII, cuando fueron gradualmente reemplazadas por la visión moderna.

Dibujando agujeros de gusano

Los resultados del estudio impresionaron a Adrienne Mayor, de la Universidad de Stanford, California, una historiadora de la ciencia y folklorista que ha estudiado la interpretación de los fósiles en las culturas pre-científicas. Ella describe el estudio de Baucon como «magnífico». «No tenía idea de que Leonardo también podía poner esto entre sus galardones», dice. Mayor señala que, aunque los antiguos griegos ya habían interpretado correctamente a los fósiles como restos de antiguas criaturas, Leonardo fue probablemente la primera persona que se basó en huellas fósiles como las pistas y surcos de los gusanos para entender el proceso de fosilización. «Es revolucionario, muy convincente», dice. «Podemos afirmar que Leonardo es el padre de la icnología».

Domenico Laurenza, un especialista en ciencia del Renacimiento del Museo Galileo en Florencia, Italia, quien fuera comisionado por Bill Gates para hacer una nueva traducción del Códice Leicester, es más cauteloso, particularmente a la hora de unificar el trabajo de Leonardo con la moderna icnología. «La concepción general de da Vinci es pre-darwiniana», dice. «Eso no significa que sus estudios sean menos científicos que aquellos realizados por Darwin, sólo que son diferentes».

Por supuesto, Leonardo es más famoso por sus pinturas y dibujos. Sus ideas acerca de los fósiles ¿podrían haber tenido influencia sobre éstos también? A menudo incluyó aspectos geológicos en sus pinturas, representando las estructuras sedimentarias y los procesos de erosión con elaborado detalle. De acuerdo con Martin Kemp, un experto en el arte de Leonardo da Vinci de la Universidad de Oxford, la teoría del microcosmos-macrocosmos está representada en la Mona Lisa. Las aguas que fluyen en el fondo hacen eco en la figura de la mujer, en «las delicadas cascadas de su cabello» y en los «pequeños riachos de paño que caen juntos desde su escote».

¿Podrían estar las huellas fósiles representadas también en las pinturas del gran hombre? Baucon piensa que sí. Ha identificado dos potenciales candidatas. Una son las pálidas líneas ondulantes en la superficie de las rocas sedimentarias de la La Virgen de las Rocas. La otra es la presencia de varias líneas tortuosas en la capa de roca de La Virgen de la Rueca.

Kemp se muestra escéptico al respecto. Afirma que los trazos de La Virgen de la Rueca eran originalmente de color rojo y representaban tan sólo los hilos de lana. Aunque no descarta el ejemplo de La Virgen de las Rocas, dice que habría que estudiar la pintura con magnificación para chequear la teoría de Baucon.

Pero hay otra representación que parece casi con seguridad la primera ilustración conocida de una huella fósil: una estructura en panal de abeja en otro de los cuadernos de notas de Leonardo, el Códice I. Este patrón misterioso está esbozado en una página sin ningún título, junto con una serie de imágenes de cuerpos fósiles. Baucon cree que representa a los Paleodictyon, una de las huellas fósiles más comunes y características del yacimiento de la depresión de los Apeninos.

Se cree que este resto fósil hexagonal es un sistema de madrigueras que permitía a sus habitantes cultivar bacterias, pero no se conoce al creador de tan astuta guarida. Los investigadores enviaron al sumergible Alvin para localizar las versiones modernas de las madrigueras en un sistema de ventilación a 3500 metros por debajo de la superficie del océano, pero no había criaturas en su interior.

Los estudiosos pueden argumentar sobre si Leonardo merece o no el título de primer icnólogo. Pero al dibujar un Paleodictyon montó un rompecabezas que a los icnólogos de hoy les encantaría resolver.

Fuente: NewScientist. Aportado por Silvia Angiola

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