Libre albedrío: una ilusión

Investigaciones de neurociencia han revelado un hecho sorprendente que revoluciona grandememente lo que nosotros, los humanos, hemos dado por certero con respecto a nuestras interacciones con el mundo situado fuera de nuestras cabezas: Nuestra conciencia no está, en realidad, a cargo de nuestro comportamiento

Experimentos de laboratorio muestran que, antes de que tomemos conciencia de una decisión, nuestro cerebro ya ha sentado las bases para hacerlo. En un libro reciente, Subliminal: How Your Unconscious Mind Rules Your Behavior (Subliminal: ¿Cómo su mente inconsciente rige su comportamiento), el físico Leonard Mlodinow examina una amplia gama de experimentos psicológicos que demuestran el papel dominante del trabajo inconsciente en nuestra conducta. Este reconocimiento pone en cuestionamiento las suposiciones fundamentales sobre el libre albedrío y las enseñanzas religiosas asociadas sobre el pecado y la redención, así como nuestros conceptos jurídicos respecto de la responsabilidad y el castigo. Si nuestros cerebros están tomando nuestras decisiones por nosotros mismos inconscientemente, ¿cómo podemos ser responsables de nuestras acciones? ¿Cómo puede castigar a los delincuentes nuestro sistema legal, o castigar Dios a los pecadores que están en pleno control de sus procesos de decisión?

¿Es una ilusión el libre albedrío? En su reciente libro, titulado Free Will (Libre albedrío), el neurocientífico Sam Harris no dispara al aire y nos dice claramente: «El libre albedrío es una ilusión». No existen algo así como controladores inmateriales de la consciencia, sino seres enteramente físicos, cuyas decisiones y comportamientos son un producto causado en su totalidad por el cerebro y el cuerpo.

Los filósofos identifican varias posiciones diferentes respecto a la cuestión del libre albedrío. Los incompatibilistas sostienen que el libre albedrío es incompatible con el determinismo, la idea de que nuestro comportamiento está completamente determinado por causas preexistentes, como el destino, los actos de Dios o las leyes de la naturaleza. Los incompabilistas se dividieron en dos bandos. Los libertarios, que sostienen que tenemos libre albedrío porque los humanos trascendemos la causa y efecto de una manera que nos hace responsables en última instancia, y los deterministas, que sostienen que no tenemos libre albedrío, porque ya sea porque el determinismo es verdadero, o porque el indeterminismo (el azar) no nos da el control o la responsabilidad. Ambos grupos se oponen a los compatibilistas, cuyo argumento es que, en todo caso, el libre albedrío es compatible con el determinismo o el indeterminismo.

Pero, ¿qué es exactamente el determinismo? Hace dos siglos, el físico francés Pierre Laplace señalaba que, según la mecánica de Newton se podía predecir, en principio, el movimiento de cada partícula del universo, partiendo del conocimiento de su posición, momento y las fuerzas que actúan sobre ella. Esto es lo que se le llama «universo de relojería newtoniano». Y dado que, en cuanto a la física se refiere, no somos más que partículas, todo parece indicar que, en realidad, el libre albedrío es tan sólo una ilusión.

Sin embargo, ahora podemos decir con enorme confianza que el universo no es una máquina de relojería. El principio de incertidumbre de Heisenberg de la mecánica cuántica, nos demuestra que, en el fondo, la naturaleza es fundamentalmente indeterminista. Sin embargo, ¿hasta que punto juega la indeterminación cuántica un papel importante en el cerebro, y en ese caso, abre el camino para el libre albedrío? Probablemente no, y he aquí el porqué.

Las partes móviles del cerebro son grandes para el estándar microscópico, y se mueven a velocidad relativamente alta cuando el cerebro está caliente. Por otra parte, las distancias involucradas resultan grandes para esos mismos estándares microscópicos. Es fácil demostrar, cuantitativamente, que los efectos cuánticos en el cerebro no son significativos. Por lo tanto, a pesar de que los libertarios están en lo correcto al decir que el determinismo es falso a nivel microfísico o cuántico, el cerebro es, para todos los efectos prácticos, una máquina newtoniana determinista, por lo que no tenemos ese libre albedrío que definen.

Aunque es probable que el cerebro es determinista cuanto se trata del control del comportamiento, hay una enormidad de «pseudo-aleatorios» (en contraposición a la aleatoriedad cuántica «pura») en los movimientos térmicos de nuestro cerebro, y en el entorno que nos aporta la información. Es posible que esto pueda proporcionar suficiente incertidumbre para darnos la «sensación» de libre albedrío. O, tal vez, la incertidumbre no juega ningún papel directo y se trata simplemente de nuestra falta de conciencia sobre las causas de nuestras decisiones lo que nosotros interpretamos como estar exentos de las leyes de la naturaleza. De cualquier manera, esto significa que en última instancia, no tenemos un libre albedrío libertario, a pesar de que podría tener la impresión de que lo tenemos.

No obstante, hay algún consuelo. A pesar de que a nivel cuántico no existe el rígido determinismo, los compatibilistas tienen razón en ver las operaciones del cerebro como procesos causales. También tienen otro buen punto al algumentar que, incluso si nuestros pensamientos y acciones son el producto de procesos inconscientes, siguen siendo nuestros pensamientos y acciones. En otras palabras, «nosotros» no somos sólo nuestra mente consciente, sino más bien la suma de ambos procesos, de lo consciente y lo inconsciente. Si bien otros pueden influir en nosotros, nadie tiene acceso a todos los datos que entraron en el cálculo, excepto nosotros mismos. Otras operaciones cerebrales con los mismos algoritmos de decisión podrían no llegar necesariamente a la misma conclusión, ya que las experiencias de la vida que conduciden hasta ese punto serían diferentes.

Así pues, aunque no tengamos el libre albedrío libertario, si la decisión no está controlada por fuerzas externas a nosotros mismos, naturales o sobrenaturales, sino por las fuerzas internas de nuestro cuerpo, entonces, la decisión es nuestra. Si usted y yo no somos una conciencia inmaterial (o alma), sino nuestros cerebros y cuerpos físicos, entonces todavía somos «nosotros» quienes tomamos nuestras decisiones. Despues de todo, para eso evolucionó nuestro cerebro, para cualquier papel que la conciencia pueda desempeñar y, por lo tanto, somos «nosotros» quienes somos responsables de nuestras decisiones.

Y a eso se reduce todo. ¿A quién le importa si a una acción la llamamos o no «libre albedrío»? Llamarlo libre albedrío (como hacen los compatibilistas) es demasiado confuso, ya que sugiere alguna forma de dualismo, sobrenatural o no, así que vamos a denominarlo «autonomía». La cuestión es, ¿qué responsabilidad moral y legal tiene una persona autónoma, y cómo debería hacer frente la sociedad a sus malas acciones?

Obviamente, una sociedad no puede funcionar si no nos protegemos de las personas peligrosas para los demás, sea lo que sea que haya dentro de sus cerebros y sistemas nerviosos que los hace peligrosos. Sin embargo, dado que no tenemos un libre albedrío libertario gratuito que nos coloque por encima de las leyes causales, parece que nuestros sistemas morales y de retribición de la justicia deberían ser reevaluados, y quizá, renovados drásticamente.

Fuente: Victor Stenger, Huff Post Science. Aportado por Eduardo J. Carletti

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