Implantes cerebrales capaces de restaurar circuitos defectuosos

Un tratamiento con un aparato parecido a un marcapasos calma un circuito hiperactivo en el cerebro de pacientes con trastorno obsesivo compulsivo

Un estudio en el que se ha combinado la estimulación eléctrica del cerebro con sistemas avanzados de toma de imágenes ha demostrado cómo se pueden reducir los síntomas de una enfermedad siquiátrica común mediante la corrección de circuitos neuronales que fallan.

Un marcapasos cerebral ha servido para resincronizar los circuitos cerebrales de pacientes con casos extremos de trastorno obsesivo compulsivo (TOC) como han informado hace poco investigadores en la revista Nature Neuroscience. El trabajo podría servir para mejorar el tratamiento del TOC grave y conducir a otras formas de tratamiento menos invasivas.

El trastorno obsesivo compulsivo es una enfermedad psiquiátrica en la que los pacientes tienen pensamientos obsesivos normalmente ligados a comportamientos repetitivos y compulsivos. Los neuropsiquiatras Martijn Figee y Damiaan Denys del Centro Médico Académico de Ámsterdam (Holanda) y sus compañeros usaron imágenes por resonancia magnética funcional (IRMf) para hacer un seguimiento de los cambios en el flujo sanguíneo en el cerebro, un indicador de la actividad neuronal, en pacientes sanos y mientras trataban a pacientes con casos graves de TOC mediante estimulación cerebral profunda.

Benjamin Greenberg, psiquiatra de la Universidad de Brown (EE.UU.) que usa la estimulación cerebral profunda para tratar el TOC incurable en sus pacientes y que no ha estado involucrado en el proyecto afirma que el estudio ha sido una «hazaña»: «Hacer IRMf a pacientes con electrodos de estimulación cerebral profunda implantados en el cerebro requiere una cantidad increíble de trabajo muy minucioso para asegurarte de hacerlo de forma segura», explica. La tecnología IRM usa fuertes campos magnéticos y pulsos de radiofrecuencia, ambos capaces de interrumpir el funcionamiento de la batería del estimulador o «lo que es peor, calentar el cerebro que rodea al electrodo», afirma Figee. Pero usando una bobina magnética que solo rodea la cabeza del paciente, apagando el estimulador brevemente durante el escaneo y tomando otras medidas de seguridad, los investigadores fueron capaces de detectar los cambios neuronales en los pacientes.

El estudio demostró que los pacientes con TOC tenían menos actividad que los participantes sanos en una región del cerebro denominada núcleo accumbens, que está involucrada en procesos de motivación y comportamientos automáticos, explica Figee. Pero el desorden parece estar ligado en realidad con la conectividad entre el núcleo accumbens y el lóbulo frontal, que ayuda al individuo a decidir si hacer o no hacer algo. La comunicación entre estas regiones era mayor en los pacientes con TOC cuando tenían los estimuladores apagados; con los estimuladores encendidos, la conectividad se reducía.

«Es un efecto tanto local como global», sostiene Figee. «En el TOC, cuando los pacientes están llevando a cabo comportamientos malsanos, no pueden hacer nada más, están constantemente lavándose las manos a expensas de cualquier otro comportamiento normal, por ejemplo.» Hay un intercambio continuo y una excesiva conectividad entre el lóbulo frontal y el núcleo accumbens, y parece ser que esto es lo que interrumpe la estimulación cerebral profunda, afirma, ignorando las oscilaciones relacionadas con la enfermedad entre las dos regiones del cerebro.

Los resultados encajan con las hipótesis de muchos científicos sobre lo que sucede con la estimulación cerebral profunda, afirma Figee. «Durante un tiempo, la comunidad científica especuló con que esta resincronización de todo un circuito cerebral debía subyacer bajo los efectos terapéuticos, pero nunca se había podido demostrar», sostiene. «Ahora sabemos que efectivamente se trata de cambios en la red y en la sincronización».

Los hallazgos «podrían conducir a métodos que nos ayudaran a diagnosticar a la gente usando marcas de actividad cerebral así como métodos que podrían ayudarnos a seguir tratamientos que van desde la medicación a terapias conductistas a la estimulación cerebral profunda», afirma Greenberg.

También podría conducir a la creación de aparatos de estimulación cerebral más inteligentes. «En algunos sentidos los marcapasos que usamos para el cerebro no son tan inteligentes como los que usamos para el corazón», afirma Greenberg. «Si tienes implantado un desfibrilador para el corazón, puedes detectar una actividad anormal y encender el aparato solo para interrumpirla. Pero en el cerebro aún estamos aprendiendo cuál es la actividad anormal sobre la que queremos actuar. Este es un paso hacia la comprensión de lo que creemos que sucede y después poder ser capaces de interrumpirlo», afirma.

El siguiente paso, según Figee, será ver si él y sus compañeros pueden usar la medición de la actividad cerebral para determinar si el estimulador cerebral profundo del paciente está funcionando como es debido. Un implante tiene varios electrodos, y hace falta mucho ensayo y error para saber cuál debería estar activo y con qué pulsos para cada paciente. «Aún no sabemos realmente lo que hacemos: a veces la gente responde, a veces no., a veces tardamos una semana y otras un año probando todo tipo de configuraciones», afirma. Quizá se tarden años todavía en poder usar las herramientas de escaneo cerebral en la práctica clínica, pero es posible, sostiene Figee. «Esto puede servirnos para centrarnos en la sincronización cerebral que deberíamos buscar», afirma.

Fuente: Technology Review. Aportado por Eduardo J. Carletti

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