La insoportable levedad de los archivos digitales

Dos célebres artistas, la rusa Olia Lialina, pionera del net.art y el alemán Dragan Espenschied, se han convertidos en arqueólogos digitales. Su última hazaña ha sido recuperar del olvido 15 años de nuestra cultura en la red: los restos del desaparecido Geocities, uno de los primeros grandes servicios de alojamiento de sitios personales de la historia

Los dos artistas han rescatado el contenido de un archivo de un terabyte (…1.000 gigabytes) creando One Terabyte of Kilobyte Age (Un Terabyte de la era del Kilobyte), un importante logro informático ,y a la vez un estudio de la memoria digital, que se está convirtiendo en un testimonio de lo que fuimos en los primeros años de Internet. Sin embargo lo que One Terabyte of Kilobyte Age pone principalmente de manifiesto es el tema de la precariedad de los soportes digitales, un problema con el que nos tendremos que enfrentar en el futuro.

Antes de adentrarnos en el trabajo de Lialina y Espenschied, nos gustaría repasar algunas etapas de nuestra breve historia digital y en especial modo las extinciones a las que nos hemos enfrentados hasta el día de hoy.

Quizás mucha gente esté convencida de que los soportes digitales son la solución para la conservación de nuestra memoria y una seguridad para nuestro futuro. ¡Nada más lejos de la realidad! Si en la Piedra de Rosetta todavía podemos leer unos textos de hace más de 2000 años, esto con toda probabilidad no se repetirá con los archivos digitales. Por mucho que digan los expertos en conservación, el usuario corriente de los soportes informáticos, a menudo no consigue ni siquiera abrir los documentos almacenados en su viejo ordenador. En la mayoría de los casos, después de 10 años un determinado soporte ha dejado ya de funcionar. La vida media de un CD o de una memoria no supera los 20 años, siempre y cuando se hayan conservados en condiciones óptimas.

En este sentido la posibilidad que el tradicional libro en papel en el futuro desaparezca en favor de los libros electrónicos es sin duda alguna, simplemente el primer paso para nuestra tan celebrada extinción. ¿Cómo se puede imaginar que los efímeros archivos digitales puedan ser vigentes dentro de 200 años? ¿Y qué quedará de nuestra cultura y historia cuando toda nuestra producción dejará de difundirse en los tradicionales soportes físicos?

Este escenario está confirmado por las cada día más frecuentes ‘defunciones’ en la red, empezando por el cierre en 2009 de Geocities. Tras ofrecer durante 15 años uno de los mayores servicios de alojamiento gratuito de páginas web, con más de 35 millones de usuarios, de un día al otro Geocities anunció su cierre y formateó sus servidores. En 1997 se posicionó como el quinto sitio más popular de la red. En junio de 1998 salió en la bolsa de valores electrónica NASDAQ y en el año 2000 fue comprado por Yahoo por cuatro mil millones de dólares.

Y no es un caso único. Hechos parecidos se repiten con frecuencia. En mayo de 2011 cerró Poetry.com, un espacio dedicado a la poesía online con siete millones de usuarios, que además se caracterizaba por ser un servicio de pago. Desgraciadamente los ejemplos son numerosos: MobileMe, un servicio de hosting y almacenamiento de Apple desapareció el pasado verano y Splinder, la principal plataforma de blogs italiana, cerró repentinamente el pasado mes de enero, borrando en un momento algo más de cuatrocientos mil blogs.

Toda plataforma tiene su declive. Geocities tuvo una decadencia acelerada, no tanto por la competencia de las emergentes plataformas de las redes sociales como MySpace, sino por la mala política de gestión del servicio por parte de Yahoo, que se enfrentó a los usuarios con decisiones impopulares, como suplantar la nomenclatura original de las direcciones de las páginas con nuevas terminaciones, que identificaban los usuarios por sus nombres. Cuando en 1994 nació Geocities, para familiarizar los neófitas de la red se introdujo un sistema de direcciones para las páginas personales que fuera al mismo tiempo una metáfora de los entornos urbanos reales. Por eso los usuarios alojaban sus páginas en ‘barrios’, que tenían una nomenclatura temáticas según los intereses de los propietarios. Los barrios más populares tenían nombres como Area51, para temáticas relacionadas con la ciencia ficción, Hollywood para los amantes del cine o Wall Street para aquellos interesados en financias y economía…

¿Qué ha quedado de todo esto? A pesar de que en la red existen plataformas de backup de sitios web como Internet Archive, estas no tienen una envergadura que permita volver a analizar un contenido tan grande como podría ser Geocities. En este sentido la iniciativa más potente es sin duda The Archive Team, surgido en 2009 de la mano de Jason Scott Sadofsky, uno de los más importantes investigadores de los archivos y la historia de la tecnología.

The Archive Team es ahora un colectivo de archivadores, programadores y escritores, que se dedican a la preservación de la memoria digital. Su primera acción fue crear un backup total de Geocities en el mismo momento en que Yahoo anunció su inminente cierre. Para lograrlo utilizaron el software GNU Wget, una herramienta open source, que permite descargar enteros sitios web. The Archive Team ha puesto así en la red un archivo de backup de todo Geocities del tamaño de casi un Terabyte, disponible para la descarga en formato torrent.

Y es a este punto cuando entran en juego Olia Lialina y Dragan Espenschied, que deciden aprovechar este material, una fuente de inestimable valor documental, cuya desaparición hubiera significado el desvanecimiento de algo más de 15 años de historia de Internet. Un periodo que se caracteriza por la aparición de una de las primeras modalidades de expresión social en la red, a través de páginas muy estáticas, pobladas por miríadas de tradicionales y a menudo kitsch iconos animados en formato GIF, que Lialina ha reunido y analizado en su libro Digital Folklore y retratado en su ensayo Ruins and Templates of Geocities.

Antes de empezar a trabajar con la información de este inmenso archivo, Lialina y Espenschied tuvieron que dotarse de un disco duro de 2 Terabytes, donde descargaron el archivo original de Scott Sadofsky. No disponiendo de otras fuentes para la descarga que la de The Archive Team, tardaron unos seis meses. A partir de este momento abordaron el estudio del archivo fijándose en lo que les interesaba: rescatar las páginas personales. Pronto se dieron cuenta de que el archivo original contenía muchos errores y documentos innecesarios y desarrollaron un software específico para corregirlos. El proceso, que requirió dos años, terminó a finales de 2012 con la difusión de un nuevo archivo torrent corregido, que permitió reorganizar todos los archivos pertenecientes a cada página web, en sus respectivas carpetas. A partir de este momento hicieron público su proceso de trabajo que ha sido relatado detalladamente en Github.

“Creemos que Geocities pertenece a los usuarios y al público de Internet y nuestro objetivo ha sido devolver esta memoria a la red”, explica al Silicio Espenschied. Además de crear One Terabyte of Kilobyte Age para desplegar todo el trabajo que están desarrollando, acaba de lanzar One Terabyte of Kilobyte Age Photo Op, una especie de museo en imágenes que se va generando a través de un proceso automatizado. Desde el pasado mes de febrero un ordenador va extrayendo ininterrumpidamente las páginas personales de Geocities, convirtiéndolas en unas instantáneas que representan el aspecto original de los sitios web rescatados y terminan directamente en la página de Tumblr.

“Se trata de un antiguo ordenador equipado con Windows 95 y el histórico navegador Netscape, unas reliquias del siglo pasado, programadas para seguir rastreando autónomamente el archivo de Geocities, rescatando todos los sitios en un proceso que se repetirá 72 veces al día hasta febrero de 2027”, revela Dragan Espenschied, explicando un procedimiento que se parece mucho a la excavación de unas reliquias arqueológicas digitales.

Mientras tanto este proyecto, que ha contado con el apoyo de la Swiss National Science Foundation y la Bern University of the Arts, se presenta hasta el 17 de junio, en The Photographers’ Gallery de Londres, donde las páginas exhumadas se proyectan progresivamente en un vídeo.

“Creemos que el Folclore Digital (Digital Folklore) debe ser accesible a todos los usuarios de hoy en día, pero entendemos que la creación de máquinas virtuales y servidores proxy para el manejo de estos datos no es una práctica al alcance de todo el mundo. Por esto consideramos que proponer esta información a través de unas capturas de pantalla sea una manera eficaz de mantener viva la historia de la red”, indica Espenschied.

Tras haber desarrollado también una visualización espacial en formato mapa de todo Geocities, gracias al software libre gdmap, que les ha ayudado también para identificar las anomalías del archivo original, Lialina y Espenschied se han interesados más en los contenidos estéticos que en la imagen estructural, que consideran tan solo una representación visual del propio archivo.
A pesar de todo sí que hay artistas que han aprovechado este recurso para crear una representación funcional del material rescatado por The Archive Team. Un ejemplo entre todos es Deleted City del holandés especializado en visualización de datos Richard Vijgen.

Se trata de una visualización interactiva de todo Geocities, navegable según la original estructura de ‘barrios’ con las nomenclaturas clásicas basada en temáticas y nombres de ciudades.

“El mapa es una herramienta hermosa y popular, pero Olia y yo somos críticos con estas visualizaciones. Poner el trabajo de cientos de miles de usuarios en una única imagen no es lo que perseguimos, ya que es similar a la actitud de las grandes empresas de Internet. Queremos mostrar el poder de la narrativa y la influencia cultural de los aficionados de Internet, que hoy en día se usan sólo como una broma o un mal ejemplo”, explica Espenschied.

“Finalmente en la red se crean iconos culturales que nunca se podrán borrar y que seguirán sobreviviendo”, continúa el artista, que pone como ejemplo la célebre dancing girl de Chuck Pointer o la paloma de Moss Brook Arts. “A pesar de todo la historia sólo la escriben Tim Berners-Lee, Mark Zuckerberg o Sergej Brin y estos últimos dos ni parpadearán en el momento de eliminar todo lo que no les ayuda a ganar dinero”, concluye Espenschied.

Fuente: El País. Aportado por Eduardo J. Carletti

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