Restos de una antigua supernova envuelven el Sistema Solar

Un cohete de sondeo de la NASA ha confirmado que el Sistema Solar está en el interior de los restos de una antigua explosión de supernova. La vida pudo sobrevivir en la Tierra a pesar de estas explosiones en nuestro vecindario galáctico

Una vez cada 50 años, más o menos, una estrella masiva explota en algún lugar de la Vía Láctea. La explosión resultante es terriblemente poderosa, bombeando más energía en una fracción de segundo que el Sol emite en un millón de años. En el momento más energético, una supernova puede eclipsar a toda la Vía Láctea.

Hace unos 10 millones de años, un cúmulo cercano de supernovas estalló como si se trara de palomitas de maíz. Aquellas explosiones hicieron estallar una enorme burbuja en el medio interestelar, y estamos dentro de ella, informa la NASA.

Los astrónomos la llaman «la Burbuja Local». Mide unos 300 años luz de largo, tiene forma de cacahuete y está llena de casi nada. El gas dentro de la burbuja es muy tenue (0,001 átomos por centímetro cúbico) y muy caliente (aproximadamente un millón de grados).

La Burbuja Local fue descubierta gradualmente entre los años 70 y 80. Astrónomos ópticos y de radio observaban cuidadosamente el gas interestelar en nuestra parte de la galaxia, pero no pudieron encontrar mucho en el entorno cercano a la Tierra. Mientras tanto, los astrónomos de rayos X estaban recibiendo sus primeras vistas del cielo usando cohetes sonda y satélites en órbita, que revelaron un brillo de un millón de grados que viene de todas las direcciones. Todo esto llevó a la idea de que la Tierra está dentro de una burbuja de gas caliente formada por la explosión de estrellas.

Sin embargo, no todos los investigadores estuvieron de acuerdo.

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«En la última década, algunos científicos han estado desafiando la interpretación de la supernova, lo que sugiere que gran parte o la totalidad de los rayos X de fondo difuso son más bien una consecuencia del intercambio de carga», dice F. Scott Porter, del Centro de Vuelo Espacial Goddard .

Este intercambio de carga sucede cuando el viento solar cargado eléctricamente entra en contacto con un gas neutro. El viento solar puede robar electrones del gas neutro, lo que resulta en un brillo de rayos-X que se parece mucho a la luz de una antigua supernova. Este intercambio de carga se ha observado muchas veces en los cometas.

Detector de rayos X

Para averiguar cuál es su origen, un equipo de investigadores internacionales, entre ellos Porter, dirigidos por el profesor de física Massimiliano Galeazzi en la Universidad de Miami en Coral Gables, desarrolló un detector de rayos X para distinguir entre las dos posibilidades. El dispositivo se denominó DXL, por la difusa emisión de rayos X de la galaxia local.

DXL fue lanzado el 12 de diciembre de 2012 desde White Sands (Nuevo México) en un cohete de sondeo de la NASA Black Brant IX, alcanzando una altura máxima de 160 kilómetros y sobrepasando durante cinco minutos la atmósfera terrestre. Eso fue todo el tiempo que necesitaban para medir la cantidad de rayos X de intercambio de carga dentro del Sistema Solar.

Los resultados, publicados en la revista Nature, indican que sólo un 40 por ciento de los rayos X de fondo se originan dentro del Sistema Solar. El resto debe provenir de una Burbuja Local de gas caliente, reliquia de antiguas supernovas fuera del sistema.

Obviamente, esas supernovas no estaban lo suficientemente cerca para exterminar la vida en la Tierra, pero si estuvieron lo suficientemente cerca como para envolver nuestro Sistema Solar en una burbuja de gas caliente que persiste millones de años más tarde.

 

 

«Este es un descubrimiento significativo,» dijo Galeazzi. «Afecta a nuestra comprensión de la zona de la galaxia cerca del sol, y puede, por lo tanto, ser utilizado como una base para futuros modelos de la estructura de la galaxia.» Galeazzi y sus colaboradores ya están planeando el próximo vuelo de DXL, que incluirá instrumentos adicionales para caracterizar mejor la emisión. El lanzamiento está previsto para diciembre de 2015.

Fuente: NASA y EP. Aportado por Eduardo J. Carletti

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