Escuchar los ecos de los meteoritos que golpean Marte nos dirá qué hay dentro

Los planetas son como las personas: lo que revelan en el exterior puede ayudarle a leer lo que está pasando en el interior. Las rocas espaciales que bombardean la superficie de Marte pronto podrían estar diciéndonos algo acerca de la actividad sísmica a mayor profundidad

En algún momento en el pasado, el planeta rojo tuvo un campo magnético global y volcanes activos, y también puede haber tenido una tectónica de placas y temblores subterráneos llamados martemotos. En la Tierra, estos fenómenos están relacionados con el núcleo de hierro fundido del planeta y los movimientos en el manto, algo que Marte todavía podría tener.

La sonda InSight de la NASA se dirigirá a Marte el próximo año, equipada con sismómetros que pueden detectar los temblores, aunque sin establecer claramente su origen. En la Tierra, son necesarios tres o más sismómetros para determinar exactamente donde se ha producido un sismo.

Así que Nick Teanby en la Universidad de Bristol, Reino Unido, y sus colegas, proponen buscar ondas sísmicas causadas por meteoritos. «Los impactos no producen señales sísmicas muy grandes, pero Marte debería ser mucho más tranquilo que la Tierra ya que no hay ruido de las olas, sonidos de la vegetación, o el ruido de la gente y los coches», dice Teanby.

Las observaciones desde las sondas orbitales hacen factible la idea. «Si podemos detectar el cráter con imágenes orbitales, entonces sabremos exactamente a qué distancia del cráter está la sonda InSight. Esto hace que la interpretación de los datos sea mucho más fácil.»

Al comparar los datos orbitales con ondas sísmicas registradas por InSight , los investigadores pueden observar casi en tiempo real cómo responden la corteza y el manto marciano a los golpes, lo que da pistas sobre el funcionamiento interno del planeta.

Los meteoritos golpean Marte dos veces más que la Tierra. Y se podría esperar que InSight grabara de uno a tres impactos anuales capaces de excavar cráteres de hasta 20 metros de ancho.

Referencia de publicación: Icarus, DOI: 10.1016/j.icarus.2015.04.012

 

 

Fuente: New Scientist. Aportado por Eduardo J. Carletti

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