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La edad de las más antigua corteza oceánica del mundo se remonta al antiguo supercontinente Pangea

El fragmento más antiguo de la corteza oceánica sin modificaciones en la Tierra puede estar muy por debajo de la zona oriental del Mar Mediterráneo. Y con unos 340 millones de años de edad, supera el récord anterior en más de 100 millones de años.

La capa más externa de la Tierra puede llegar a miles de millones de años en los continentes, pero la mayoría de las cortezas oceánicas son más jóvenes que 200 millones de años.

La corteza oceánica se forma cuando el magma caliente surge desde las dorsales oceánicas y a continuación se extiende lentamente hacia los bordes del océano. Cuando choca con los continentes, se desliza debajo de la tierra, y sus componentes se reciclan dentro del manto de la Tierra, listos para ascender otra vez como nuevo magma. Ese movimiento en forma de cinta transportadora es la razón por la que la corteza oceánica tiende a ser relativamente joven en comparación con la corteza continental.

Cuando el magma fundido se enfría, los minerales magnéticos dentro de ella se alinean con el campo geomagnético de la Tierra. Debido a que los polos magnéticos del norte y del sur del planeta se invierten a intervalos irregulares, se forma un patrón distintivo, en franjas, en las formas de la orientación de los minerales a lo largo de millones de años.

340 millones de años

Es la corteza oceánica más antigua del planeta y se encontró en el este del mar Mediterráneo, concretamente en la cuenca de Heródoto, situada entre el delta del Nilo y Chipre.

El artículo pertenece a Roi Granot, profesor del Departamento de Geología y Ciencias Ambientales de la Universidad de Ben-Gurión del Néguev (Israel), en un estudio publicado en la revista ‘Nature Geoscience’. Este investigador sugiere que esa corteza oceánica del Mediterráneo oriental podría ser un resto del antiguo océano Tetis, que existió mucho antes de que se formaran el Atlántico y el Índico.

Las cortezas oceánicas suelen renovarse en el manto de la Tierra con relativa rapidez en las zonas de subducción (donde las placas tectónicas chocan entre sí) debido a su alta densidad, y tienen menos de 200 millones de años. Sin embargo, el equipo de Granot ha identificado el lecho marino más antiguo en el Mediterráneo oriental.







Algunas de las características tectónicas fundamentales del este del Mediterráneo permanecían sin conocerse debido a que cuenta con una cubierta sedimentaria de gran espesor (de 10 a 15 kilómetros) y a la falta de datos magnéticos precisos. Granot y sus colegas remolcaron equipos de detección magnética para recoger 7.000 kilómetros de perfiles magnéticos marinos en las cuencas del Heródoto y del Levante (este del Mediterráneo), con el fin de estudiar la naturaleza y la edad de la corteza ígnea subyacente.

Los investigadores utilizaron datos magnéticos para analizar la naturaleza de la corteza de la cuenca de Heródoto y encontraron que las rocas se caracterizan por marcas propias de las cordilleras oceánicas, las cuales, después de que el magma se enfría, cuentan con minerales cuya magnetización se alinea con el campo magnético de la Tierra. “Los cambios en la orientación del campo magnético a través del tiempo se registran en los fondos oceánicos, creando un código de franjas único que proporciona un sello de tiempo para la formación de la corteza”, señala Granot.

Utilizando este principio, e identificando los patrones asimétricos en las bandas magnéticas, Granot recalca que la corteza oceánica en la cuenca de Heródoto podría tener unos 340 millones de años. “Con los nuevos datos geofísicos, podríamos dar un gran paso adelante en nuestra comprensión geológica de la zona”, concluye el autor del estudio.

Se cree que la cuenca del Mediterráneo oriental fue creada cuando se formó un nuevo océano que partió el supercontinente Pangea, hace menos de 300 millones de años. Sin embargo, la revisión, la edad avanzada de las cortezas oceánicas sugiere que Pangea podría haber comenzado a romperse incluso antes de terminar de formarse, o que esta sección de la corteza existía antes de que surgiera el supercontinente.

«Un pedazo de pre-Pangea océano puede estar preservado aquí», dice Douwe van Hinsbergen, de la Universidad de Utrecht en los Países Bajos. El estudio de esa parte de la corteza oceánica podría ayudar a entender las condiciones que llevaron a la formación de Pangea.

Fuente: Varios sitios. Aportado por Eduardo J. Carletti

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El infernal Venus pudo haber sido habitable durante miles de millones de años

Un equipo de astrónomos piensa que el tórrido y tóxico mundo alguna vez fue un hogar acogedor para una potencial existencia de vida.

Venus es, sin lugar a dudas, un hermano tóxico de la Tierra. A pesar de que ambos mundos son similares en tamaño y densidad, nuestro vecino planetario tiene temperaturas tan altas que pueden derretir el plomo, los vientos que lo azotan son unas 60 veces más veloces que el giro del planeta, y tiene una aplastante atmófera con más de 90 veces la presión encontrada en la de la Tierra. Pero hay algunas pistas alentadoras de que miles de millones de años atrás Venus podría haber sido más afín a su gemelo, la Tierra.

Además de sus tamaños comparables, los mundos también se formaron juntos, lo que sugiere que están formados de los mismos materiales. La gran diferencia es su proximidad al Sol. Debido a que Venus está a aproximadamente 41 millones de kilómetros más cerca, recibe el doble de luz solar que la Tierra. Pero hace unos pocos millones de años, un sol ligeramente más débil podría haber permitido que Venus fuera relativamente fría, un lugar donde el agua líquida podría haberse agrupado en vastos océanos, amigables para la vida.


En esta vista en perspectiva tridimensional de la superficie de Venus se observa el Monte Maat. Crédito: NASA / JPL

Un nuevo estudio aceptado recientemente en Geophysical Research Letters sugiere que Venus no sólo era habitable en el pasado distante, sino que podría haber permanecido habitable durante miles de millones de años. Michael Way del Instituto Goddard de Estudios Espaciales y sus colegas aplicaron el primer modelo climático en tres dimensiones —las mismas simulaciones por computadora que se utilizan para predecir el cambio climático causado por el hombre en la Tierra— a la época primitiva de Venus. Como la investigación anterior en Venus se limitaba a modelos climáticos unidimensionales (que tienen en cuenta la radiación entrante y saliente, pero no visualizan las complejidades dentro de una atmósfera, como las nubes), los resultados son un gran paso adelante en comparación con estos estudios anteriores, según los científicos. «Hay una diferencia real entre un cálculo aproximado y la conexión de un modelo más sofisticado», dice Jason Barnes, astrónomo de la Universidad de Idaho, que no participó en el estudio.







El equipo simuló primero cómo podría haberse visto el clima venusiano hace 2.900 millones de años. Una fecha tan antigua requiere que los investigadores hagan algunas conjeturas acerca del planeta primitivo, tal como asumir que tenía un océano poco profundo de sólo el 10 por ciento del volumen que tiene la Tierra hoy en día. Pero los resultados fueron claros: hace 2.900 millones de años, el segundo mundo rocoso desde el Sol podría haber tenido una suave temperatura, similar a la Tierra, que se mantenía alrededor de los 11 grados centígrados. Posteriormente, el equipo hizo una corrida del modelo para un Venus más tardío, hace unos 715 millones de años, y encontró que incluso bajo el calor del Sol el planeta se habría calentado sólo 4 grados centígrados con respecto al clima anterior. Un ligero aumento de la temperatura de ese nivel habría permitido que un océano líquido persistiera en el planeta durante miles de millones de años.

¿Qué permitió que Venus permaneciera húmedo durante tanto tiempo? De acuerdo a los modelos, las nubes jugaron un papel clave. Lo más probable es que se juntaran en el lado diurno del planeta, actuando como un escudo brillante que reflejaba la luz solar entrante, y nunca se formaban en el lado nocturno, dejando que el calor se irradiara hacia el espacio. «Para mí la verdadera noticia es que Venus podría haber sido habitable durante un período significativo de tiempo, y el tiempo es uno de los ingredientes clave para la capacidad de originar vida en un planeta», dice Lori Glaze, astrónoma del Centro Goddard de Vuelo Espacial de la NASA, quien no participó en el estudio. Esta propuesta le agrega un nuevo elemento a la cuestión de la habitabilidad: el tiempo. «La habitabilidad no es algo estático», dice David Grinspoon, un astrónomo del Instituto de Ciencia Planetaria y co-autor del trabajo. «No es sólo una cuestión de un punto del espacio, es un punto en el espacio y en el tiempo, y durante cuánto tiempo, potencialmente, podría retener los océanos un planeta, y si es suficiente extenso como para ser considerado un buen candidato para haber tenido un origen y una evolución de la vida.»


Cómo veía al planeta Venus la CF hace 50 años. Quizás no estaban tan errados.

Esas condiciones de ambiente fresco, sin embargo, dependen de si Venus tenía el mismo aspecto en su juventud que hoy en día —aunque los investigadores añadieron un océano, mantuvieron la topografía actual de Venus intacta— y si siempre ha girado tan lentamente como ahora, que le lleva 243 días terrestres para completar su rotación. Debido a que las respuestas a ambas preguntas son bastante inciertas, el equipo de investigación también modeló cómo habría sido el clima de Venus hace 2.900 millones de años si tenía una topografía similar a la Tierra primitica, o si giraba a un ritmo ligeramente más rápido. Las diferencias se hicieron enormes. Con cadenas montañosas y cuencas oceánicas similares a la de la Tierra, la temperatura era de 12 grados más caliente que con la topografía actual de Venus. Y si la velocidad de rotación era de 16 días terrestres, la temperatura se disparaba a 45 grados más alta que con el nivel de velocidad de rotación actual. El patrón de nubes que mantenía el clima fresco sólo se formaba con el planeta rotando lentamente.

Este resultado tiene enormes implicaciones para el ambiente de estudio de los exoplanetas. «La comunidad debe tener cuidado con ignorar mundos que están demasiado cerca de sus estrellas, como los mundos de tipo Venus», dice Way. Si algunas de las características clave, tales como la topografía de un exoplaneta y la velocidad de rotación, son justamente las correctas, entonces el borde interior de la zona habitable en un sistema solar —donde las condiciones propicias para la vida pueden surgir— estará más cerca de la estrella madre que lo que por lo general se piensa. El hallazgo es especialmente importante dado que se trata de mundos cercanos que son mucho más fáciles de observar, y definir sus características, que otros tipos de planetas. El muy esperado Telescopio Espacial James Webb —a menudo referido como el sucesor del Hubble—, por ejemplo, es probable que sólo estudiar mundos cercanos a sus estrellas, dejando las observaciones de los planetas con órbitas más amplias —como Marte o incluso la Tierra— fuera de la cuestión. O como Ravi Kopparapu, un astrónomo de la Universidad Estatal de Pensilvania, define: «Lo más cercano a la Tierra que podemos conseguir con el telescopio espacial James Webb es un Venus alrededor de estrellas frías.»

Pero Glaze no puede contener su entusiasmo sobre el último estudio debido a la información que aporta sobre un planeta rocoso cerca de casa. «Venus es el planeta de al lado, el hermano de al lado, y es muy sorprendente lo poco que sabemos», dice ella. «Conocemos Marte mucho más que Venus. Éstos [contando la Tierra] son los tres planetas terrestres de nuestro propio patio trasero. Si no entendemos estos tres planetas, y lo que los hace similares, y lo que los hace diferentes, vamos a estar en apuros para interpretar los nuevos planetas que estamos descubriendo fuera de nuestro Sistema Solar».

Afortunadamente, hay dos misiones a Venus actualmente en competencia para un potencial vuelo: una se trata de una misión geofísica para cartografiar el planeta en una resolución más alta que antes. La otra es una liderada por la propia Glaze, que mediría la composición de la atmósfera de Venus. Ambas podrían darnos mejor información sobre cómo se veía Venus en el pasado. «Todavía hay datos más importantes que tenemos que recoger con el fin de ajustar estos modelos, y tenemos la capacidad de recopilar esos datos ahora. Sólo necesitamos las misiones», dice Glaze.

Fuente: Scientific American. Aportado por Eduardo J. Carletti

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El planeta de los tesoros

La planicie helada del planeta enano Plutón presenta marcas en forma de X

Transmitida a la Tierra el 24 de diciembre de 2015, esta imagen del instrumento de Reconocimiento de Imágenes de Largo Alcance (LORRI) de la nave New Horizons se agrega a las vistas de la franja de más alta resolución de Plutón, al centro del Sputnik Planum, la llanura que lleva este nombre de manera informal, que conforma el lado izquierdo del «corazón» de Plutón.

Sputnik Planum se encuentra a una altitud más baja que la mayor parte de los alrededores en un par de kilómetros, pero no es completamente plana. Su superficie se separa en células o polígonos de 16 a 40 kilómetros de ancho, y cuando se ve en ángulos de sol bajos (con sombras visibles), se ve que en las células han elevado ligeramente centros y márgenes surcadas, con cerca de 100 metros de variación global de altura.


Los científicos de la misión creen que el patrón se deriva de la convección térmica lenta de los hielos, principalmente nitrógeno. Es probable que el parche oscuro en el centro de la imagen sea un bloque sucio de hielo de agua «flotando» en el más denso de nitrógeno sólido, y que ha sido arrastrado a la orilla por una célula de convección. También son visibles miles de pozos en la superficie, que los científicos creen que se podrían formar por sublimación.

Los científicos de la misión creen que el patrón de las células se produce por la convección térmica lenta de los hielos de nitrógeno que llenan Sputnik Planum. Un depósito que probablemente tenga varios kilómetros de profundidad en algunos lugares. El nitrógeno sólido se calienta en el fondo por el modesto calor interno de Plutón, se convierte en flotante y se levanta en grandes gotas, y luego se enfría y se hunde de nuevo para renovar el ciclo.

 

 

«Esta parte de Plutón está actuando como una lámpara de lava», dijo William McKinnon, líder del equipo de Geología, Geofísica e Imagen de la New Horizons, de la Universidad de Washington en St. Louis, «si se puede imaginar una lámpara de lava tan amplia como la Bahía de Hudson, e incluso más profunda que ella».

Los modelos de computadora realizados por el equipo de New Horizons muestran que estas manchas de surgimiento de nitrógeno sólido pueden evolucionar lentamente y combinarse entre sí a lo largo de millones de años. Los márgenes de los salientes, que marcan donde se enfrían los sumideros de hielo de nitrógeno y se hunden, pueden ser los «pellizcos» que han quedado. La forma de «X» es probablemente uno de ellos, un antiguo cruce cuádruple donde se unieron cuatro células de convección. Se pueden ver numerosas uniones triples activas en el mosaico del LORRI en otros lugares.

Fuente: NASA. Aportado por Eduardo J. Carletti

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