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Andernow
Waquero

—Guanaco
—¿Qué, qué... Moony? ¿Vos por acá? Te hacía más abajo, cerca de Luna de Hueso...
—Shhhhhhh... Quiero darle una sorpresa a Waquero. ¿Lo viste por acá?
—Nnoo... No sé si viene hoy.
—¡Ay, que lástima! Necesito verlo... Le quiero mostrar mi osito. ¿Te gusta?
—Seeeee...Y, digo yo una cosa. ¿Yo no soy lo mismo?
—Mno... sé... No creo.
—Creé, creé... Mirá que Waq y yo somos almas gemelas...
—Bueno, si vos decís que él hoy no viene...
—¡Buenas, buenas! Hola Moony, hola Guana...
—Noooooooooo... Waquero, tomatelás...


TEATRO DE REVISTAS

      —¿Qué pasó, Guana?
      —Grumppfkgrumkll.
      —No entiendo si no separas los labios para hablar...
      —¡Que por qué tenías que venir justo cuando estoy con Moony!
      —Pero loco, yo qué sé en qué andan ustedes...
      —No viste que la pobre chica está perdidamente enamorada de mí.
      —La verdad, Guana, no me pareció, pero si vos lo decís...

 

CREEPSHOW

La mejor noticia que puedo darles a los amantes del terror: ha vuelto... Creepy. La revista de terror por antonomasia. "Enterrada" por diez años, devorada por los años y consumiéndonos por el paso del tiempo. Pero como dijo Lovecraft, "Que no está muerto lo que yace eternamente". Muchos de ustedes la recordarán. La revista Creepy nace en España en 1979 en la editorial Toutain-Editor (basada en la revista del mismo nombre publicada muchos años atrás en USA por la Warren) deslizándose por sus páginas la gama más variada y rica de dibujantes y guionistas de fama mundial.

Basado en el cómic de Ciencia Ficción, Romero (La noche de los muertos vivos) creó junto al escritor Stephen King esta colección de capítulos llenos de sorpresas al más terrorífico estilo de los cuarenta. Concepto que más tarde fue utilizado para producir "Cuentos de la Cripta".
      Inicialmente, Creepshow empezó siendo un proyecto para una miniserie en televisión, en la que no se contaba con la participación de Romero. Finalmente terminó transformándose en la mejor película de terror de los años 80. En 1982 se publicó el cómic con el mismo nombre, ilustrado por Berni Wrightson.

 

JUEGOMANÍA

—¿Qué pasa, con los juegos también?
—Pero animalini, con el dólar disparado conseguir juegos está un poco difícil.
—¿Volveremos al ta-te-ti?
—A los crucigramas...
—Después te enojás si te pego.
—A quién...
—¡Te pego un pezuñazo!

LARA CROFT (Mi amor ha vuelto). The Angel of Darkness.

Esta vez Lara ha sido acusada de la muerte de su mentor, Werner Von Croy (injustamente, desde ya), lo que la transforma en una perseguida por la ley, debiendo, en un mundo de sangre y crueldad, transformarse en un Ángel de justicia.
      Algunos cambios sustanciales nos traen a una Lara mucho más sexy y mucho más peligrosa. Con el engine mejorado del Half-Life pero en la acostumbrada versión de segunda persona, podremos ver a Lara atacar incluso de distintos lados y verla por fin... correr de frente; claro que de esta forma nos llevamos cualquier cosa por delante por no mirar el camino.
      Con puzzles mucho más complicados pero con una absoluta lógica y enemigos netamente humanos, a los cuales conviene "herir" en lugar de matarlos, ya que nos podrán dar algo de información valiosa a lo largo de los distintos niveles del juego. Realmente un placer que el retorno de Lara no sólo satisface sino que te deja... de cama.


 
      —Waquerito, perdoná que me meta así en tu sección pero...
      —Decime, Moony.
      —Me puse este look para ver si puedo trabajar de Lara. ¿Qué opinás? ¡Waquero, ¿te sentís bien?!
      —Singorina, la picota, la pincota singorina...
      —¿Qué decís?, no te entiendo. Guanaco, menos mal que llegaste. ¿Te gusta mi look Lara?, le pregunté a Waquero, pero me responde muy raro. ¿A vos qué te parece?
      —Singorina, la picota....

 


¿Te gusta mi look de Lara?

THE DARK ANGEL

Con este sugestivo título, casi a la par de la aparición de Lara, la ignota Venus nos asombra con este juego mezcla de sexo y terror. Uno de los pocos que se pueden apreciar en la totalidad de ambos géneros.
      Las partes de terror son realmente terribles pero sutiles, así como la sensualidad. Evidentemente muchas de las situaciones son copiadas de las aventuras de Lara. Desde el nombre Laria (Y... bueh), una joven detective un tanto futurista recibe un extraño mail en donde la convocan a una isla en la cual desaparecer es cosa sencilla. Toda la culpa la tiene un malo llamado Thropper que, lo crean o no, se autoconstruyó. Laria descubre que a partir de un experimento abandonado, en el cual se intentaba crear un supersoldado, este coso que es grande y feo terminó como pudo el trabajo pero necesita de... piel humana para vivir. Pero no cualquier piel sino de las chicas más bellas de toda la isla y aledaños. Laria, que se banca cualquiera (las escenas de pelea son espectaculares y Laria tiene más de doce movimientos de ataque y defensa), tiene también movimientos a la hora de desvestirse, que son manejados por el jugador. Entonces la cosa es así: cuando Laria pelea o resuelve puzzles el engine es el mismo de las primeras de Lara, cosa que no está del todo mal. Pero la escenitas de sexo y las peleas con los mutantes son alucinantes (recomiendo, en las peleas con los seres de alas negras y sin rostro, utilizar el filo que Laria lleva escondido en su larga trenza, o el puñal que saca de entre su pechos).

 


VAYAMOS POR PARTES, FRANKIE

En esta sección ponemos mensualmente una novela en capítulos, por pedido del público, que extrañaba esa incertidumbre de la espera por saber qué va a pasar. Esta es la segunda parte.

La Pared Delgada
by Waquero

Capítulo 3 – Un paseo por la oscuridad

Esa noche cené solo en el Corcel Gris, con una rudimentaria sensación de apatía. El lugar estaba prácticamente vacío y hasta la pesada compañía de Kendall, el alcohólico polizonte, hubiese sido preferible. Al llegar a mi cuarto miré la pared que me separaba de la señora Lagger y silenciosamente apoyé mi oído contra ella, sintiendo el frío contacto de la madera contra mi piel.
      Nada más que un abisal silencio provenía del otro lado.
      Luego que fumé algunos cigarrillos y bebí unos tragos de mi botella, decidí que no podría dormirme. Salí a la acera y caminé sin rumbo fijo, desechando la esperanza de encontrar algo abierto donde mojar el gaznate. Una silueta sigilosa se desprendió de una pared que tenía un gran cartel de cámaras Kodak. Quedé sin aliento y paralizado por unos minutos, preguntándome de qué se trataba o, irracionalmente, que pasaría si eso fuese a atacarme. Cuando la imagen terminó de conformarse, visualicé que se trataba de un hombre corpulento que me observaba en silencio.
      —Oh... —exclamé—. Lo siento amigo pero me asustó... —Ninguna respuesta provino de las sombras—. Bien... Buenas noches —dije con la intención de continuar mi camino.
      —¿No puede dormir, señor Norton? —La inconfundible voz del alguacil Kendall provino de la silueta, sonaba seca e impersonal, casi amenazante.
      —Yo... en realidad —Estaba realmente asustado y recurrí a lo que en ese momento me pareció mi única tabla de salvación—. Pensé que me vendría bien un trago...
      —¡En ese caso permítame que lo acompañe! —La voz recuperó la cordialidad de siempre, con ese tinte un tanto quebrado que es característica de los bebedores empedernidos. Su figura, al desprenderse de la oscuridad, pareció recobrar su pequeño tamaño habitual, y a pesar de saber que había sido un efecto óptico no pude evitar soltar un suspiro aliviado.
      Nuestro destino final fue un viejo cabuz dos calles más abajo. Otrora había sido un vagón de un tren de lujo y ahora se veía irreal fuera de sus vías y ocupando el centro de un solar de estacionamiento abandonado. El inconfundible olor a comida mejicana llegaba a mi nariz de una forma no muy desagradable. Al sentarnos a la barra un sombrío despachante que parecía tener un maloliente cigarro enredado entre la tupida y enmarañada mata de bigotes sacó una botella de Jack Daniels y se la entregó al alguacil.
      —Prepara dos "burritas", Moe —Se inclinó sobre su asiento y tomó dos vasos llenos hasta el borde.
      Tengo un sistema fabuloso para mantener conversaciones mientras mi mente está en otro lado. Mi madre decía que era un don de la naturaleza el asentir en los momentos justos y de la manera adecuada de forma convincente para nunca ofender a la persona, y un dispositivo especial que sólo se disparaba cuando algo de lo que ésta decía me interesaba. Sin embargo, en esta ocasión —aunque ya me había fallado con Virginia Lagger— o no funcionaba o la conversación del alguacil Kendall se mantenía por las abrumadoras aunque serenas aguas del aburrimiento total.
      —... eso es así; sí, señor. Al menos eso decía siempre mi hermana que vive con su marido y seis hijos en Ohio. —El nombre me retrotrajo a lo que en realidad nunca había dejado de pensar y seguramente el alcohol contribuyó a que mi lengua, por lo general discreta, se soltara más de lo debido.
      —¿Ayer regresó el señor Lagger?
      —¿Lagger? No. ¿Qué le hace pensar eso?
      —Anoche tarde escuche reír de buena gana a la señora Lagger. Usted sabe, por lo de la pared delgada. Pensé que su marido había regresado y esto la alegraría.
      —No. De ser así yo lo sabría. Además el señor Lagger jamás conduciría de noche, no ve bien en la oscuridad.
      —Entonces la señora Lagger estaría en agradable compañía como para pasarla tan bien...
      Kendall me miró unos instantes con los ojos encendidos y temí que el alcohol me hubiese hecho hablar de más, cuando estalló en una sonora e irritante carcajada, salpicándome con partículas de whisky y chile.
      —Perdona que me ría, amigo mío... Pero si tienes esperanzas de tirarte a la señora Lagger pierdes tu tiempo. Semejante hembra, con la mayor parte del tiempo libre, ha sido la meta de todo Springwater y los cuatro condados que la rodean, pero la Dama es la mismísima Madre María en persona. Jamás lo haría con nadie que no sea su marido, y créeme que todos o casi todos en este pueblo lo han intentado. La rubia Lagger accede a tomar un café con todos siempre y cuando la trates como una princesa, pero si por los morros se te ocurre insinuarle algo te dejará con un palmo de narices delante de quien sea. ¡Olvídalo!, no creo que Virginia decida serle infiel a su marido y menos con un forastero como tú (sin ofender por supuesto).
      De manera que la Señora Lagger, sólo había decidido jugar un poco conmigo. Pero eso no explicaba la extraña risilla que provenía de su cuarto la noche anterior.

Luego de despedirme del alguacil llegué en silencio a mi cuarto. Faltaba una hora para que empezara a amanecer y estaba decididamente mareado. Me desvestí como pude y como última cosa volví a apoyar la cara contra la pared. La aparté de inmediato. La pared estaba caliente como un hornillo. Acerqué la mano nuevamente con mucha precaución esta vez. No irradiaba calor; al tocar por segunda vez noté que tenía una temperatura normal, sin embargo no podía convencerme de que había sido una alucinación provocada por el alcohol (algunas horas después vería en el espejo del baño una mancha en mi mejilla del tamaño y color de una fresa). Al cabo de un momento apoyé el oído en la madera. Del otro lado se escuchaba un suave susurro, bajo y constante. Como el inquietante ronroneo de un gato gigante.

Continuará...



LA LUNA DE HUESO

by  La Strega

   —Moony! ¿Qué andás haciendo?
   —Sólo paseaba por ahí, bombón ...
   —Mmmm. No me gusta que salgas de la sección sin permiso.
   —Pero brujita, si no me va a pasar nada. ¿Qué te preocupa?
   —Son los demás los que me preocupan... Con vos suelta y desnudita ¿QUIÉN LABURA?
   —...
   —¡En fin! Mirá Moony, te quiero presentar a unas amigas...
      —Mmm... huelen rico... como a ¡PESCADO!
      —¡MOONY, COMPORTATE!
      —Pero... tengo hambre... ¿Bruji, por qué ponés esa cara?... Bueno, mejor me voy a ronronear a la camita... ¡Miau!


LAS SIRENAS

En lo profundo del mar, ellas aguardan a su presa. El olor del hombre las atrae, con esperanza y deseo. Quieren saber qué es el amor...
      "Sirena, en el mundo de la mitología y el folclore, criatura marina. Desde la edad media, la iconografía la presenta con cabeza y torso de mujer y cola de pez, aunque en la mitología clásica tenía cuerpo de ave, y así aparece en numerosos vasos griegos."
      Difícil es dilucidar el verdadero origen de las sirenas. Dejando a un lado a las antiguas sirenas con forma de mujeres-ave, se dice que la primera mujer-pez conocida fue Atargatis, la diosa de la luna, protectora de la fecundidad y el amor. Atargatis, perseguida por Mopsos, se sumergió en el lago Ascalón con su hijo y se salvó gracias a su cola de pez. Esta leyenda se confunde con la de la diosa siria Derceto, que también se arrojó a las aguas del mismo lago, después de matar a uno de sus sacerdotes y abandonar a la hija de ambos en el desierto. Derceto recibió la cola de pez como símbolo de su pecado, y su hija, criada por las palomas, se convirtió en Semíramis, reina de Babilonia.
      Para buena parte de los sabios griegos, sin embargo, las sirenas tienen por padre a Aqueloo, un río personificado en figura de hombre con cola de pez. En cuanto a la madre, la confusión crece: puede ser la diosa de la memoria, o alguna de sus hijas, las musas. Quizá las sirenas sean hijas de la Elocuencia, de la Danza, de la Tragedia o de la Música. Hasta podrían ser hijas de Ceto, la ballena.
      También puede encontrarse una semejanza con las sirenas en la diosa Afrodita, hija del semen de Zeus convertido en espuma de mar, que fue diosa del amor y protectora de los marinos. Su espejo ha sido heredado por toda la estirpe de sirenas.
      Probablemente las sirenas aparecieron por primera vez en los relatos de los marineros que tomaron como tales a mamíferos marinos, como manatíes, vacas marinas y focas. En la civilización occidental, se continuaron registrando avistamientos hasta el siglo XVIII, cuando el racionalismo empezó a echar abajo la superstición y la fantasía.

Cuenta la leyenda que las sirenas poseían una voz de inmensa dulzura y musicalidad y cada vez que un barco se les acercaba usaban su canto para atraer a los marinos quienes, encantados por sus sonidos, no podían huir de ellas y se arrojaban al mar para oírlas mejor, pereciendo irremediablemente. Sin embargo, si un hombre era capaz de oírlas sin sentirse atraído por ellas, una de las sirenas debería morir.

      Hasta en los mapas del Renacimiento podía leerse la frase "Hic sunt sirenae" (Aquí están las sirenas) escrita en medio de las áreas destinadas a los océanos. El hombre que surcó el Atlántico, Cristóbal Colón, también asegura que él y sus hombres las vieron, aunque no tan bellas como cuentan las historias. Muchas crónicas de reyes refieren la existencia de sirenas capturadas y ya cercanos nuestros días navegantes y exploradores relatan encuentros con mujeres marinas, como una que apareció en la Antártida en 1823 u otra en las Bahamas en 1869. La primera tenía los cabellos verdes, la segunda, azules. Sin ir más lejos, en Liérganes, municipio español, existió un hombre-pez, y circulan rumores de otro ser de estas características en el río Ebro.

OTRAS...
      Debajo de los ríos y los mares hay inmensas ciudades y reinos de ninfas y duendes del agua, pero principalmente se dividen en dos grupos: las Ondinas y las Nereidas.
      Las Ondinas o hadas de los ríos son de una gran belleza, y así como Ondinas se les denomina a las criaturas femeninas, el término masculino es Wallanos. Aman y gobiernan el agua y se encuentran en sus profundidades, dirigiendo grupos de Minutes, que trabajan continuamente, guiando el agua por su cauce natural y hasta su salida al mar.
      Las Nereidas o hadas del mar para el género femenino y Ensines para el masculino, son los que controlan las aguas del mar, sobre todo cuando hay tormentas, ya que sin su trabajo el efecto del agua en las costas sería devastador. Prestan gran ayuda al hombre, sobre todo en alta mar. Permanecen un año en plano físico y cien años en plano astral. Trabajan en grupos y forman parejas en las que se intercambian poderes.
       Para los antiguos griegos, las ninfas eran los espíritus elementales del agua. Ellos dieron nombre a todas las razas de ninfas:

  • Oceánidas y Nereidas, para las ninfas marinas, verdaderas antepasadas de las sirenas;
  • Náyades, Creneas y Pegeas, las ninfas de las fuentes;
  • Potamides, las ninfas de los ríos;
  • Limnades, las de los lagos.

  

—Ahora no sé que hacer con este asunto de las sirenas, amorcito.
      —¿A que te referís, Moony?
      —Y, si me encuentro con una no sé si comérmela o enamorarme...
      —Moony, no cambiás más.
      —¡A que sí! Ahora me vas a ver de rubia.

  


La Luna de Papel
by La Strega
presenta...

La Luna de Miel

Todos aquellos que deseen colaborar pueden enviar sus trabajos en formato rtf a lastrega@keko.com.ar

Dulce muerte

Tan sensual y suave como la locura,
llegas en una noche un poco oscura
iluminada con velas ya casi apagadas.
Con tus pies desnudos tocas mi sangre,
aquel líquido espeso
que sale de mis manos rasgadas
manchando gran parte de mi habitación.
Tengo los ojos ya casi cerrados
mientras la respiración se me agota
y escucho un tenue susurro
que corresponde a mis llantos
y con un suspiro cortado
me despido de esta vida miserable
que me había tocado
para entregarme fielmente
a tus brazos.

Leidy Parra



EL LABORATORIO DEL DOCTOR ELEPHANT
by La Medusa Negra

Hace ya treinta años que Mazinger Z vio la luz por primera vez en la revista Shonen Jump. Su creador, Go Nagai, tenía entonces veintisiete años y contaba ya con el bagaje de haber dibujado la serie Devilman. Sin embargo, el éxito y el salto a la fama le llegarían en 1972, cuando creó al más popular de los robots que nos han llegado desde el país del Sol Naciente. Muchas han sido las secuelas, de resultado desigual y en general poco conocidas por los aficionados fuera de Japón, y también muchas han sido las imitaciones. La popularidad del personaje, a pesar del tiempo que ha pasado, sigue completamente vigente en todo el mundo.

      La leyenda dice que Go Nagai tuvo la idea de Mazinger Z durante un atasco de tráfico. El autor pensó lo fantástico que sería que su coche tuviera brazos y piernas para ser capaz de escapar del embotellamiento y, a partir de esta primera ocurrencia, acabaría obteniendo el concepto final de la serie. En un primer momento del desarrollo, el robot recibió el nombre de Iron Z y su piloto, Susumu Kaze, montaba una moto que servía a su vez como cabina de pilotaje cuando se acoplaba al androide. Al proyecto se incorporó también Fuji TV, que pretendía emitir un anime basado en la serie y propuso ciertos cambios. El primero, de nombre: pretendían que recibiera el nombre de Energer Z. También propusieron cambiar la moto por un planeador para evitar confusiones con un personaje de otro anime popular por aquella época. Se introdujo, finalmente, una versión femenina del androide llamada Iron A, que acabaría evolucionando en la conocida Afrodita A.

      Más tarde, Nagai introdujo el concepto de la Super Aleación Z o Japanium (el material con el que se había creado el Mazinger) y de la Energía Foto-atómica (que impulsaba al robot), y cambió también el nombre del personaje al definitivo Mazinger Z. El protagonista también cambiaría de nombre y pasaría a ser el Koji Kabuto que todos conocemos, nieto del creador del robot. El argumento de la serie no podía ser más sencillo: el Mazinger se enfrentaba a las fuerzas del mal comandadas por el Doctor Infierno y su secuaz el Barón Ashler, que pretendía apoderarse del planeta mediante sus ejércitos de robots (los llamados "brutos mecánicos"). Infierno, por supuesto, era derrotado una y otra vez.
      El manga de Mazinger empezó a publicarse en Shonen Jump partiendo de esta premisa, pero no tardaría en adaptarse a la pequeña pantalla. Y fue con la serie de animación cuando Mazinger saltó a la fama. 92 episodios y un par de especiales popularizaron el género de los súper robots y dieron origen a multitud de secuelas que se extienden hasta hoy.

      Tras unos años de sequía y proyectos menores, por fin los aficionados iban a tener una alegría. En 1998, Go Nagai retomaba en forma de manga al personaje que le hizo famoso. Esta vez sería en las páginas de Shonen Magazine, bajo el título de Z-Mazinger. La nueva serie seguía utilizando conceptos y personajes de la serie original, a modo de remake, pero introducía ligeros cambios tanto en la imagen del robot como en la del resto de los protagonistas. Además, el origen de Mazinger sufría también ciertos retoques: en lugar de ser de fabricación humana, el robot fue creado por un extraterrestre llamado Zeus, el mismo al que los hombres tomarían por un Dios del Olimpo. Pero lo mejor y más espectacular estaba aún por llegar...
      La última encarnación de Mazinger no ha nacido en las páginas de una manga ni de una serie de animación, sino en los bytes de un videojuego para la fenecida consola Sega Saturn: Super Robot War F. En él podíamos ver una nueva versión del conocido robot llamada Mazinkaiser, mucho más grande y pilotada de nuevo por el clásico Koji Kabuto.
      Poco más que esto esperaban los fans tras la alegría que supuso el lanzamiento de Z-Mazinger. Sin embargo, había una sorpresa guardada para todos ellos: una nueva serie de anime basada en los personajes de Mazinger, la primera en más de 25 años.
      El título de esta nueva serie es Mazinkaiser y está basada en esa nueva versión del robot. Pensada para extenderse en un principio a lo largo de 7 Ovas (animación realizada directamente para su distribución en video) que aparecerán bimensualmente, la nueva serie nos muestra como el Mazinger original es capturado por su eterno enemigo, el Doctor Infierno, que lo usa contra el Gran Mazinger junto a gran cantidad de nuevas versiones de los monstruos mecánicos clásicos. El propietario del Mazinger, Koji Kabuto, encuentra entonces la última creación de su abuelo: el Mazinkaiser, una versión mucho más poderosa del robot original, que reemprenderá la lucha contra el doctor Infierno reemplazando al Gran Mazinger. Además de la lógica nostalgia que provoca ver de nuevo a los personajes cabe destacar la modernización a la que se ha sometido a los protagonistas originales y, evidentemente, la mejora de la animación respecto a la serie original.
      Las noticias que llegan de Japón apuntan que a lo largo del próximo año aparecerá en todo el mundo la versión doblada de esta nueva serie de la mano de Dynamic Planning, tanto en VHS como en DVD. Es de suponer que nuestro país no va a ser la excepción.


GRAN CONCURSO GRAN - Especial MURGA
Les recordamos a los amadísimos lectores que los cuentos deben mandarse en formato rtf ya que mi PC caprichosa no los lee de otra forma.

Teniendo en cuenta lo breve de los trabajos y la calidad de los mismos les mostramos todos los que participaron...


Sin título 2

by Martín Brunás

(por algunos considerado el mejor)

Hace años que la murga alegra este poblado rústico. Ni la nieve ni las lluvias pueden sofocarla. La piel sintética protege sus mecanismos. Y los radares internos evitan el tropezar con los difuntos.


Pasos

by Agudo

Pasos rítmicos en las veredas. El tránsito en las calles se diría que sigue un firme código morse. En las esquinas sin semáforos la coreografía es de una bien ensayada exactitud, sincronizada, sin vacilación en cada paso de los peatones, en cada alto de los vehículos.
      La ausencia de señalizaciones, de prohibiciones, es suficiente recordatorio, grave advertencia y temible símbolo tácito de cuán importante es el orden en esta sociedad perfecta.
      Robots, humanos, ciborgs, todos caminan, hablan, ríen, discuten, se gritan, en una engañosa aleatoriedad. Los colores punzantes, las luces parpadeantes de los enormes anuncios, las diversas músicas que se mezclan en el aire se sobreesfuerzan intentando probar que sí hay libertad, mucha libertad.
      Un hombre sale de una alcantarilla haciendo sonar un pito en ritmos alocados. Varios robots se descuelgan de una ventana cargando bombos y tambores y comienzan a batir parches. Tres mujeres se desprenden de la masa de peatones, dejan caer sacos y abrigos descubriendo piel morena y volados de tela multicolor, y empiezan a agitar las caderas y extremidades al ritmo de las maracas. La murga baila, se embriaga de verdadera libertad, de rebelde inconformismo. La muchedumbre se junta, ríe curiosa, se contagia del ritmo no pautado. Entonces suena la sirena de la ley.
      —¡Alto, policía! Quedan arrestados por violación grave al Código de Orden —grita con voz de altoparlante el ancho robot sargento parado en la bocacalle.
      Sin perder tiempo se desarrolla la otra coreografía, la de la ley en acción. Robustos robots policías se aproximan desde todos los ángulos, rodean a los rebeldes, los esposan sin miramientos, eficientemente, sin prestar atención a gritos o patadas. En pocos minutos los cargan en los celulares y se encaminan ordenadamente a la central.
      En tanto, la muchedumbre abuchea, se queja, grita un poco pero finalmente se disgrega ante la amenazante presencia de los policías. Algunos piensan: "algún día esto va a cambiar, ya van a ver", otros: "¡aguante, rebeldes!", pero todos retornan al pautado y milimétrico ritmo diario. Sin embargo queda un residuo en ellos, hay algo que contar, ¡algo que se sale del esquema nada menos! También hay una sensación de alivio, una inconsciente y suave alegría que hace la rutina más llevadera mientras dura.
      
      —Aquí está mi informe del operativo, capitán.
      —Bien, veamos. Mmm, creo que ha pasado la prueba exitosamente. Los índices de estrés en el sector ya están descendiendo. El coeficiente de sincronización social se ha elevado.
      El teniente se permitió una ligera sonrisa.
      —Felicite al equipo 'murga' y mándelo a descansar hasta el próximo operativo. Voy a informar al Director General ya mismo -se entusiasmó el capitán-. No puedo esperar a ver la cara que pone cuando le confirme que nuestra 'loca' idea va a subirle en varios grados el óptimo de eficiencia.


La matraca y el microscopio

by Diego Escarlon

Gustavo, sonriente, dibujaba encorvado sobre su anotador. Los ojos le brillaban alegres y ansiosos.
      El doctor Galíndez entró al laboratorio con un termo en la mano y un mate en la otra. Vio a su ayudante garrapateando sonriente y, extrañado, le preguntó.
      —¿Qué pasa, Gustavo? ¿Alguna buena noticia? ¿Apareció la proteasa?
      —Nnno. No pasa nada jefe —dijo mirando hacia la máquina que analizaba sistemáticamente los cientos de muestras que habían preparado—. Me estaba acordando de un chiste.
      —Sí, claro. Un chiste. Vaya saber qué cosa andabas pensando en realidad. Cuidado que así es como ocurren los accidentes. Ponete las pilas —dijo, imitando la jerga de su ayudante—. Cuando yo trabajaba con Leloir todo era
      concentración, no nos permitíamos ni el más mínimo...
      El repiqueteo del teléfono interrumpió el improvisado pero ya conocido discurso. Gustavo se arrojó sobre el escritorio pero Galíndez, que se encontraba al lado, llegó una fracción de segundo antes y mirando a su ayudante con el ceño fruncido levantó el tubo.
      —Hola. ¿Quién habla? —preguntó-... ¿Ezequiel? ¿Qué Ezequiel? ¿De qué laboratorio estás hablando?... Ahhh, del cuarenta y dos. ¿Ése no es el laboratorio del doctor Hermida?... Ahhh, tu jefe... Sí, está acá. Tomá Gustavo, es para vos —dijo, pasándole a éste el teléfono.
      —Hola, ¿Ezequiel?... Sí... Me alegro que el cromatógrafo te funcione bien, cuando tenga tiempo voy a ir verlo. —El doctor Galíndez se alejó mascullando algo sobre los cromatógrafos del Campomar y sobre la juventud de hoy en día.
      —Ya se fue —dijo Gustavo cuando el doctor se alejó lo suficiente—. ¿Qué pasa? ... ¿Hoy? ¿No era mañana? ... Bueno, no importa, los míos ya están listos, voy apenas pueda sacarme de encima al braquiosaurio. Chau.
      Gustavo fue a la heladera y sacó un pequeño tubo de ensayo. ¿Qué le diría a Galíndez? Tendría que ser algo sobre la proteasa que estaban purificando o, mejor aún, algo que tenga que ver con el Campomar...
      El doctor volvió con la azucarera.
      —¿Al final que tenía el cromatógrafo ése? —preguntó Galíndez.
      —Una pavada, la columna ya no da más, se aflojó otra vez y...
      —Claro, una pavada, como siempre. Pavadas como esa son las que pueden arruinarte una tesis o llenarte de vergüenza frente a la comunidad internacional. Justo ahora venía de hablar con Hernández, bueno —dijo con una leve sonrisa—, en realidad vengo de discutir con él. En este laboratorio tenemos ciento cincuenta mil dólares en equipo inutilizado. ¿Y por qué está inutilizado? ¡Porque no quieren aprobarme unos miserables quinientos para los repuestos! Que el presupuesto, que los gastos de aduana, que la crisis y que la mar en coche y los callos del ministro de economía. Es una vergüenza. Andá acostumbrándote para cuando tengas tu propio laboratorio.
      Súbitamente a Gustavo se le iluminó la cara y dijo:
      —¡No hay más bizcochitos de grasa!
      —Ohh. ¡No puede ser! —protestó el doctor.
      —Sí, no hay más —gimió Gustavo con cara de inocente víctima de las circunstancias.
      —Un mate no es un mate sin bizcochitos de grasa. ¿Podrías ir a comprar un paquete al kiosco de la esquina por favor?
      Gustavo salió del laboratorio, el de Damián estaba sólo dos pisos más arriba, pero él, con su preciosa carga, no se atrevía a usar las escaleras. Cuando las puertas del ascensor se abrieron, unos sonrientes ojos verdes lo recibieron.
      —Hola, Patricia —dijo él al entrar.
      —Hola, Gustavo —saludó ella—. ¿Cómo está el braquiosaurio?
      —Mateinómano como siempre. ¿Y los copépodos?
      —Bien, demasiado bien, cuando están de buen humor se pelean. Ya estoy harta de sus quilombos. No tendrían que trabajar juntos. Es más, deberían divorciarse y dejar de jorobar al universo.
      —Ya terminaste los tuyos, supongo.
      —Sí, en realidad me quedaron bastante bien.
      —¿Bastante bien? —preguntó él intrigado.
      —Sí, pero no vas a sacarme nada de nada. Te vas a aguantar aunque transpires sulfúrico concentrado.
      Las puertas se abrieron, Patricia y Gustavo salieron y comenzaron a caminar por uno de los largos y estrechos pasillos.
      —¿No vas a contarme nada entoces?
      —Nada de nada.
      Llegaron a una puerta y entraron. El laboratorio de Damián Castillo era, como muchos de los laboratorios del instituto, una pequeña jungla de estantes llenos de aparatos, cajas repletas de cables, frascos de reactivos y circuitos electrónicos.
      En uno de los rincones Damián y Ezequiel se habían poco menos que zambullido dentro de un monitor que mostraba una vista aérea de un estadio de fútbol.
      —¿Y eso? —preguntó Patricia.
      —Es la cancha para el campeonato de la semana que viene —explicó Damián—, pero hoy vamos a darle otro uso. ¿Trajeron los tubos?
      Los tres ayudantes extendieron sus manos mostrando cada uno su tubo de ensayo. Damián los tomó y, sumando el suyo propio, vació los cuatro en una placa de Petri. Los tubos contenían, cada uno, un gel grumoso de color celeste con un pequeño punto oscuro inmerso dentro. Damián tomó una micropipeta, pescó los cuatro puntos y los depositó con infinito cuidado en el portaobjeto que estaba bajo el microscopio. Cambió la pequeña punta descartable de la micropipeta, sacó, de otro tubo de ensayo, una pequeña cantidad de un líquido ámbar y la trasvasó en el portaobjeto.
      —Esto lava el gel —explicó Damián a sus hipnotizados espectadores.
      Quitó el líquido con la micropipeta y dijo triunfalmente:
      —Bien. Abran los ojos que ahora va a empezar.
      En el monitor, a medida que el volátil líquido de lavado se evaporaba, se podía ver cómo los cuatro puntos se iban desmoronando. Lo que antes eran grandes terrones de color gris oscuro, se estaba transformado en una multitud de puntos grises que cubrían todo el estadio.
      Damián, con aire de maestro de ceremonias, dijo:
      —Y ahora... Desde los laboratorios del Instituto de Investigaciones Esenciales... En vivo y en directo...
      Se estiró un poco hacia el teclado de su computadora y tecleó algunos comandos. Los puntos se aglutinaron en el centro de la cancha, formando cuatro bien definidos grupos.
      —Luego de un enorme esfuerzo de producción... —continuó Damián—. Y como fruto de un multimillonario presupuesto, brindado desinteresadamente por nuestros queridos gobernantes... —dijo guiñándole un ojo a Patricia—. Contra todo reaccionario intento de prohibición por parte de la nefasta Comisión Reguladora de Nanotecnología... Pese a todos los negros pronósticos del obtuso Doctor Shwek de Estocolmo... Y pese también a las paternales pero retrógradas críticas de Hitsuroki de Tokio...
      Damián tecleó un par de comandos más y cada grupo tomó un color característico; rojo, azul, amarillo o verde.
      Los tres ayudantes, embobados a más no poder, ni se animaban siquiera a pestañar para no perderse detalle.
      —Les presentamos... En una primicia absoluta y completamente exclusiva.... Desde el Sambódromo más pequeño del mundo... ¡A las únicas cuatro nanocomparsas del Universo entero!
      Dicho esto tecleó dos comandos en la computadora y ajustó el zoom del microscopio. Los puntos, pequeños nanos con forma humanoide, comenzaron a moverse en sus lugares. Sus movimientos eran cortos y rápidos. Se veían como una muchedumbre de personas que deben quedarse quietas, pero que tienen, todos a la vez, una terrible urgencia de correr hacia el baño más cercano.
      —¿Qué pasa? —preguntaron los ayudantes.
      —¡Qué tonto! —exclamó Damián—. Falta la música.
      Activó un segundo programa y, luego de unos pocos clicks del mouse, una alegre musiquita se asomó por los altoparlantes a ambos lados del monitor. En este último se veía cómo los nanos comenzaban a bailar enérgicamente. Los cuatro grupos se mezclaron en un baile frenético. El zoom de la cámara, manejado por Damián, paseaba por el estadio mostrando los miles de pequeños hombrecitos que saltaban y danzaban enloquecidos.
      —¡Miren eso! —dijo Ezequiel, señalando con el dedo una esquina del monitor.
      —¿Quién programó al grupo rojo? ¡Esos dos de ahí están bailando tango!
      Patricia sonrió y dijo maliciosamente:
      —¿Cuál es el problema? ¿Dónde está escrito que no se puede bailar tango en una murga? Por ahí debería haber otra pareja roja bailando rock and roll.
      Los nanos, descontrolados, saltaban y corrían impulsados por los calientes ritmos de la música. A veces se agrupaban y, uno sobre otro, formaban columnas de doce o quince integrantes que agitaban los brazos marcando el compás. Otras giraban en círculos como cabeza y cola de un perro juguetón. Espontáneamente se juntaban en bandas que recorrían la diminuta cancha subiendo y bajando los brazos, como una ola murguera que descubrió, a diferencia de las que nacen en las gradas de los estadios de fútbol más grandes, cómo salir de su posición estática en los márgenes del campo.
      A simple vista el estadio, grande como la cabeza de un alfiler, tenía la apariencia de un chorro de aerosol multicolor, sólo que concentrado en un minúsculo punto, bajo el microscopio. Si se forzaba la vista podía verse cómo los miles de reflejos producidos por los nanos se encendían y apagaban en una continua explosión, atenuada por lo pequeña, sobre el portaobjetos.
      De pronto Damián vio cómo una mancha gris crecía entre la multitud danzante que poblaba el estadio.
      —¿Qué es eso? —preguntó Gustavo.
      Damián, sin responder, enfocó rápidamente la mancha. Una quinta especie de nanos estaba copando la fiesta. Los nanos grises eran de dos tipos, bailarines, tan locos como sus pares de colores; y gordas sintetizadoras que construían más sintetizadoras y bailarines.
      —¡Contaminación! —exclamó Damián. Sacó rápidamente el portaobjeto del microscopio y lo colocó dentro de una caja de Petri. Llevó ésta hacia la otra punta del laboratorio donde tenía una gran botella de ácido clorhídrico.
      Caminaba sin despegar los ojos del recipiente. La mancha había superado el portaobjetos y crecía cada vez con más velocidad. Cuatro pasos antes de llegar hasta el estante donde guardaba la botella, la mancha se acercó peligrosamente a la punta de uno de sus dedos y, antes que lo alcanzase, Damián se vio a obligado a soltar la caja de Petri, dejándola caer al piso. Ésta, al ser de vidrio, estalló en mil pedazos, salpicando su contenido en el suelo.
      Damián gritó:

—¡Afuera! ¡Todos fuera!
      Las gotas de la sustancia continuaron creciendo y se fusionaron en una sola gran mancha que continuó expandiéndose sin cesar.
      Luego de empujar a los tres jóvenes hacia la puerta de salida, Damián se abalanzó sobre la computadora. La mancha, que ya tenía un metro de diámetro, alcanzó la pared y comenzó a trepar por ella. En el centro de la mancha el piso estaba notoriamente hundido, se estaban comiendo, más lentamente pero sin pausa, el cemento del suelo.
      Se sentó en el banco y comenzó a teclear con desesperación. De pronto el monitor de la computadora se apagó.
      —¡Maldición! —masculló con rabia. En la pared los nanos habían alcanzado los cables que iban hacia el enchufe de su escritorio, dejando su computadora sin electricidad. La mancha también se había comido el suelo y podía verse el laboratorio del piso de abajo. Sus colegas vecinos aún no se habían percatado del peligro. Se acercó al agujero lo más que pudo y gritó:
      —¡Cuidado allá abajo! ¡Aléjense de la mancha!
      Damián arrancó de un tirón los cables de la computadora y cargó con la CPU y el monitor, llevándolos hacia una pared que, según sus cálculos, aún tenía electricidad en los enchufes. Dejó su carga en el suelo, corrió nuevamente hacia el escritorio y volvió con el transformador, el teclado, el mouse y la pequeña caja azul que radiaba las órdenes a los nanos.
      Conectó todo, encendió la computadora y ésta comenzó su lenta rutina de arranque. Volvió a mirar hacia la mancha. El agujero del piso ya era un cráter y la pared se consumía como plástico en el fuego. Blancos vapores se desprendían de la extraña sustancia; quizás eran subproducto de la síntesis de los nanos. Los ojos de Damián no podían ver los diminutos murgueros grises que, aunque también habían acabado con la música, continuaban bailando y corcoveando en su mundo de fiesta y jolgorio. La silla de su escritorio fue cubierta frente a sus ojos con el aerosol líquido. Con una velocidad aterradora ésta se deshizo, como un terrón de azúcar depositado en un platito con té humeante.
      Damián, sentado en el piso con las piernas cruzadas, golpeaba con sus puños el suelo como si con esto acelerara el adormilado despertar de la máquina. Una pantalla azul le advirtió que la computadora chequeaba la causa de su brusco apagado.
      Con un manotazo en el teclado saltó esa rutina y el sistema operativo continuó con las rutinas de arranque.
      Cuando al fin se completó la carga, activó el programa de comandos y comenzó a teclear frenético. Debería haber hecho esto desde un principio, pensaba recriminándose Damián.
      La mancha ya estaba comiéndose el techo y, por los gritos de los científicos, comenzaba a perforar el suelo del piso de abajo. Damián golpeó la tecla Enter y un mensaje de error saltó en la pantalla. Apretó con fuerza los labios y golpeándose mentalmente la frente con la mano volvió a teclear los comandos, esta vez más despacio. Luego, casi con suavidad, pulsó la tecla Enter.
      La mancha se detuvo. Sus colores se apagaron y el líquido sólo brillaba ocasionalmente en pequeños puntos, aquí y allá.
      Un escritorio del piso de arriba, con dos de sus patas derretidas, se balanceó en el borde del agujero y cayó atravesando el laboratorio en su ruta hacia el piso de abajo donde se estrelló estrepitosamente.
      —¡Uffff! —dijo Damián desinflándose.
      —Ya terminó todo —gritó a sus colegas de los pisos de arriba y de abajo.
      Desde la puerta de su laboratorio le llegó la voz de Ezequiel:
      —¿Se detuvo?
      —Sí, se detuvo —respondió Damián con un suspiro de alivio y luego agregó con pesar:
      —Ahora sí que la comisión reguladora va a tener con qué justificar la prohibición.
      —Digo yo... —preguntó Gustavo tímidamente—. ¿Todo este lío significa que se suspende el partido de la semana que viene? ¿No?


(Sin título)

by Natalia Nacucchio

La murga sonó y se autodestruyó...


Y faltan...

Les recordamos a los amadísimos lectores que los cuentos deben mandarse en formato rtf, ya que mi PC caprichosa no los lee de otra forma.


      —Sos un cortamambos, Waquero...
      —Guanaco, no sé cómo explicarte que fue sin querer...
      —Justo que la tenía muerta a la Moony.
      —Creo que ahí viene.
      —Hola chicos. Guanaco, te estaba buscando.
      —Ho- hola Moo- Moo...
      —Calmate que pareces una vaca. ¿Podrías acompañarme a cenar?
      —Cóooooomo... ¡¡¡¡Pero desde ya, muñeca!!!!
      —Shhhhhh... Así me das unos consejitos para levantarme a Waquero, ¿sí?
      —Grumplusupu...
      —Guana, si no separás los labios para hablar no te entiendo...

 

Quiero dedicar este numero a mi hermano del alma, porque saber que existen vaqueros en este mundo le da sentido a un nuevo amanecer. Sólo quiero que sepas que podés contar conmigo, Poker.

Axxón 115 - Junio de 2002

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