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Editorial - Axxón 124

Iba a decir que este será un Editorial diferente... pero no es cierto. Por lo menos lo dudo mucho. No puedo salirme de este Eduardo Carletti que está escribiendo... no puedo y no necesito hacerlo. Si fuera un trabajo, o fuera un negocio, debería buscar el modo de alabar y atraer. Pero no lo es. Los propios lectores que me piden editoriales que hablen exclusivamente del contenido de la revista y de generalidades sobre la CF, que me instan a quejarme menos de mi realidad, son los que hacen que esto sea así. ¿Por qué? Porque no son los que influyen en mí. Esta revista no está orientada a ninguna masa; es una obra, simplemente, un trabajo que intento hacer con arte y que sale como es: como la obra de un artista que no está presionado por la necesidad de vender sus productos. Esto es muy bueno.
      Si esto fuera tan grande como pudiera llegar a ser, si a través de este Editorial y el resto del trabajo en la revista y el sitio yo pudiese vivir —comer por lo menos—, quizás me preocuparía por mantener una ficción: la ficción que espera escuchar la masa de lectores. Si algo tiene de bueno este sitio, y esta revista, es que no tiene anclas económicas. Ha podido permanecer aunque nosotros nos muramos de hambre. No es mérito mío: muchas personas lo hacen posible con su aporte. Algunas mucho más que yo.
      ¿Qué significa esto último? Que no estamos obligados a cumplir condiciones para seguir adelante. Esto es muy bueno.
      Algunos lectores me han pedido que deje de lamentarme y mostrar mi amargura. No tienen ni idea de lo que siento. Por suerte son pocos y creo que no estoy solo en mis sentimientos. Seguramente hay otras personas en este mundo de bits que sienten como yo. De todos modos, después de más de cien Editoriales que he escrito, no sé cómo piensan que voy a cambiar porque me lo digan. Sé que en otras épocas estos textos transmitían felicidad y fuerza. También la transmitía personalmente, creo. En estos días de crisis me han llamado, en algunas ocasiones visitado, algunas personas que querían encontrar de nuevo al Eduardo de esa época. Lo noté. Lamento haberlos decepcionado. Lamento que si transmito algo es, simplemente, mi realidad.
      Pero no soy un amargo, no nado en el fracaso ni estoy por suicidarme. Por eso digo que algunas personas no tienen idea de qué es lo que de verdad pasa dentro de mí. Axxón es un logro que pocas personas pueden tener en sus vidas. No es trabajo mío solamente, es trabajo de todos. Yo he sido una pieza y me siento muy, pero muy feliz de serlo aún. Esto es muy bueno.
      No saben cuánto me enorgullece lo que hago. Y cuánto lo amo. Todas las demás sensaciones que despierte en estos Editoriales, todo el rechazo que pueda producirles que relate mis desventuras, no tiene ninguna, absolutamente ninguna importancia. Lo que importa, lo que es REALIDAD con mayúsculas y letras de oro, es lo que produce esta revista en algunas personas. Quizás pocas, posiblemente muchas. Llamémosle impacto. Llamémosle huella. Llámenlo como quieran. A los que no se les ocurre nada, a los que no les produce nada... pues nada. ¿Qué les voy a decir?... Internet es tan grande. El mundo es tan grande... hay tantas cosas para ver.
      No sé si prometí, anuncié o dije, simplemente, que iba consignar aquí mis conclusiones sobre las respuestas a mi pedido de opinión. Sí, voy a hacerlo, no se preocupen, este es un Editorial para ustedes: para los que escribieron, también para los que tuvieron la intención de escribir, aunque no lo hayan hecho.

Van los resultados:
      Recibí muchas cartas. Es un hecho importante. No tantas en la Lista Axxón, en realidad bastante pocas teniendo en cuenta la población. Esto es significativo. Me dice que la Lista puede tener otros intereses y que la revista ahí puede ser más bien secundaria... incluso menos que eso. Digamos mejor que me lo confirma, porque ya lo había notado. No es una queja ni un ataque. Es correcto. Una lista de correo es lo que es y si pretendiera que fuese otra cosa seguramente terminaría con diez personas anotadas y cinco mensajes por mes.
      Pero también pedí las opiniones a través de este Editorial, incluso pensando, por momentos, que por ahí no lo leía mucha gente. Digo por momentos porque en otros estados mentales creo que sí lo leen. Y parece que es así. Recibí una cantidad importante de mensajes. Algunos muy detallados. Debo dar las gracias en este lugar, porque aquí es importante la revista. Aquí estoy yo, vestido, peinado y bañado, para recibirlos. Trataré de hacer como hacía el gerente de una empresa muy grande en la que trabajé en las fiestas de fin de año: se paraba en la puerta y nos saludaba uno a uno con nuestro nombre. La empresa tenía más de setecientos empleados y funcionaba extraordinariamente. Luego entrarán ustedes a esta revista y se encontrarán con aquellos que de verdad aportan al placer de la visita: los escritores, los dibujantes, los que proveen el material.
      ¿Cuáles son los resultados? Como el universo: entropía y azar. Me causa placer, y gracia, decir que se parecen ustedes al globo de gas de los profesores de física: las moléculas están entremezcladas y tienden al caos. Si alguna vez hubo una estructura, si alguna vez había átomos amargos de un lado y dulces del otro, más algunos incoloros y sin sabor ni olor, la verdad es que ahora la termodinámica los mezcló en un gas múltiple como el aire y no se puede hablar de tendencia sino de características generales: tienden ustedes hacia la variedad, el caos y la diversidad.
      ¿Es esta una conclusión? Sí, en parte. La variedad de opiniones es impresionante. Se puede decir que no hay nada en la revista que les guste enteramente a todos ni tampoco algo que nadie quiera ver. Lo mismo pasa con lo visual, tema sobre el cual algunas personas se han tomado bastante tiempo de discusión en la Lista. ¿Define algo esta variedad e indefinición? Claro que sí. Me dice que la revista puede atraer —y de hecho atrae— a una variedad grande de personas. Esto es muy bueno.
      Es un verdadero logro.
      Algunas cartas me produjeron una gran satisfacción y algunas hasta me emocionaron. Otras me causaron un gran dolor en el corazón. Ambas son importantes, aunque no de la misma manera. Considero las dos; incluso muchos saben ya que sus opiniones —dolorosas o no— son tomadas en cuenta, porque ya vieron los cambios. Y habrá más. Creo que esto también es muy bueno. Cambiar es bueno. Es evolución.
      Ahora quiero escribirles especialmente a esas personas que de verdad sienten como yo. Este Editorial, la revista, mis dolores de cabeza, mi sufrimiento, mi placer, mi amor, mis fuerzas, mi sangre y mi vida son para ustedes. No creo que haga falta decir más.
      Quizás que tener unas pocas personas así cerca de uno, trabajando, apoyando o simplemente acompañando, es muy, pero muy bueno.

Eduardo J. Carletti, 1 de marzo de 2003
ecarletti@axxon.com.ar


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