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F i c c i o n e s

DERECHOS NO HUMANOS
Matías Parmigiani

Argentina

El consejo del gobierno terrestre estaba reunido en el gran salón del complejo gubernamental. Unas doradas hebras de luz se comenzaban a escurrir por las ventanas. El sistema de simulación de rotación era increíble si se lo analizaba en profundidad, tan increíble que, como las mejores cosas, poca gente notaba que en realidad la humanidad no estaba en tierra firme desde hacía mas de doscientos años, sino en unos gigantescos complejos que giraban alrededor de la reserva natural tierra, que dicho sea de paso, no era la única.
      El consejo era una evolución lógica de lo que había comenzado en el ya lejano siglo XX: La Organización de las Naciones Unidas, devenida a gobierno global a fines del siglo XXI. Con el tiempo y la estandarización de las costumbres humanas se había hecho prescindible contar con tanta cantidad de miembros, que al ver disminuidas sus funciones y ser sólo administradores se limitaban a apenas unas cincuenta personas (con la administración de una población de veinte mil millones de seres humanos, sin contar a los robots y a los híbridos, sólo en el "Sistema Tierra").
      —El tema a analizar para generar opciones de votación será explicado por la unidad TR-27 llamada "Justo" —aclaró el presidente del consejo, ante la mirada atónita y los murmullos que venía de los demás miembros. No era habitual que un robot planteara sus sugerencias al consejo.
      Justo comenzó su alocución:
      —Señores humanos: la razón de mi visita, que mi unidad de reconocimiento emocional detecta como atípica y de hecho lo es, es exponer la carta de derechos de mis pares robots, derechos civiles como miembros de ésta, su sociedad.
      Un nuevo murmullo ahora más pronunciado pobló la sala.
      —Silencio por favor —solicitó el presidente, aunque había sido parte del cúmulo de palabras.
      —Pedimos —continuó Justo— que se nos dé el derecho a votar las acciones que implican a los de nuestra clase y a futuro, las acciones de toda índole.
      Uno de los concejales no aguantó su indignación y en tono irónico dijo:
      —¡Claro! ¡Seguro! ¡Y después van a querer formar parte del consejo!
      —Si bien registro un tono irónico de 6,5 puntos, no veo por qué su sugerencia puede ser ilógica.
      El concejal se hizo para atrás como si le hubiesen lanzado una granada de mano.
      —¡Yo no he sugerido nada! ¡Digo que esto es un disparate!
      —Convengamos en que hay una difícil barrera a sortear, Justo —dijo el presidente, tratando de poner paños fríos al asunto—. Ningún ser humano aceptaría tener los mismos derechos que un ser que piensa mucho más rápido y precisamente que él, y que además tiene una expectativa de vida varias veces mayor, sólo signada por el avance de la tecnología para luego trasladar, en algunos casos, sus memorias a un nuevo ser más avanzado, lo que en realidad es una prolongación de su vida, sin mencionar las capacidades mentales y emocionales profundas muy superiores todavía de un ser humano.
      —¿Y si un robot pudiera canjear su capacidad de vivir más y su precisión por sus derechos o al menos los derechos a decidir sobre su vida y la de sus pares?
      Se hizo silencio en el recinto, nadie aventuró una palabra, la apreciación sonaba lógica y, mientras se sostuviera el control de las decisiones sobre humanos, nadie encontraba pretextos racionales para frenar una medida.
      Otro concejal habló:
      —¿Y cómo planea hacer que un robot viva una cantidad estipulada de tiempo Justo, le pondrá un cronómetro a cada unidad?
      Una carcajada surcó el aire ante la irónica pregunta, a la que le robot, habituado a las costumbres humanas, respondió con una mueca.
      —No exactamente, concejal Suárez. Según tengo entendido, ustedes poseen un sistema circulatorio que no sólo lleva nutrientes a las distintas partes del cuerpo sino también oxígeno, y este último, además de ser vital, también produce el deterioro permanente de sus sistemas. Bajo el marco de la última adaptación de estandarización a la cual fuimos sometidos, todo robot posee sistema circulatorio de fluidos. Sólo tendremos que agregar a quienes acepten ser miembros civiles de esta sociedad un componente esclerotizante a la mezcla de esos fluidos...
      La exposición había sido tan brillante que la jerárquica audiencia de Justo realmente quedó impresionada. El sacrificio de la inmortalidad por sus propios derechos era algo que ni siquiera los humanos se habían atrevido a hacer en muchas ocasiones.
      Luego de aquella mañana, y como era debido, el consejo envió la propuesta a través de Meganet para que todos los ciudadanos humanos votaran la medida, y ésta fue aprobada. Algunos la aprobaron por creer que era justa y otros tan sólo por el humano placer de ver la caída de la inmortalidad robot frente a sus ojos.


MATÍAS PARMIGIANI

Matías Parmigiani es técnico de mercado y escritor. Publicó el libro "El éxito es inevitable" en la editorial librosenred.com. Obtuvo una mención a la originalidad por su cuento "Memorias de Víctor" en el concurso Córdoba-Macowens de 1996 lo que le valió una publicación en una antología de difusión gratuita en esta Ciudad. También fue seleccionado para participar en una antología de la editorial Nuevo Ser en el presente año con 3 cuentos: "La invasión", "Herramienta fundamental" y "Espacios vacíos".


Axxón 139 - Junio de 2004

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