Página Axxón Axxón 139

¡Cumplimos un año!
Cobertura

Así es: a pesar de todas mis protestas, pataleos y amenazas de denuncia policial, he tenido que encargarme de las dos coberturas de esta edición de AnaCrónicas. Pero hay un buen motivo para que eso sea así: ¡cumplimos un añito! Sí, aunque parezca increíble, hace ya doce meses que nos paseamos impunemente por las páginas de Axxón. Este logro no habría sido posible de no ser por la generosidad del señor director de la revista, su paciencia, y sobre todo el hecho de que es una persona con los dos pies firmemente plantados en la tierra. Y es que si hubiera decidido desplantar uno y aplicarlo a partes específicas de nuestra anatomía, nuestras hazañas habrían acabado mucho tiempo atrás. Gracias, don Carletti. En serio.
      Sin embargo, como se dice lo bueno hay que decir también lo malo: la fiesta no fue el éxito que esperábamos. Muy probablemente se debió a nuestro deseo de que fuera una verdadera sorpresa, por lo que muchos detalles se mantuvieron en secreto. Demasiado tarde nos dimos cuenta de que no informar ni siquiera el día y la hora entrañaba tal vez un celo excesivo. Así que la casa solariega donde funcionan nuestras oficinas, debidamente adornada para la ocasión, solamente contó con la concurrencia de los colaboradores de la sección. Los artífices de las distintas áreas de Axxón declinaron la invitación con toda clase de disculpas: que quedaba lejos, que hacía frío, que estaban muy ocupados, que muchas personas entraron en la casa y nunca se las volvió a ver...
      Pero la fiesta se hizo, y según los presentes la cosa fue más o menos así:

Entrevista a Rosemary Romero (por supuesto, la fiesta se celebró con posterioridad al heroico y dramático rescate que se narra en esta misma edición):
      —¿Qué t...?
      —¿Me querés decir por qué estamos festejando el cumpleaños antes de la fecha?
      —Eeh... Necesitamos tener la cobertura para cuando salga la edición aniversario.
      —¿Y no saben que trae mala suerte? Yo ya hice todo lo que pude para evitarlo, alineando las guirnaldas y los globos con el flujo de energía cosmopolítica.
      —¿Qué es eso?
      —¿Cómo qué es eso? La energía cosmopolítica fluye por los ambientes, igual que la energía eléctrica fluye por los cables. Y no me pongás esa cara, que los científicos aceptan la existencia de la energía eléctrica.
      —Bueno, contanos de la torta que preparaste.
      —¿Te gusta? La hice con todos mis conocimientos de gastrología.
      —¿De qué?
      —¡De gastrología! La gastrología es una ciencia, igual que la gastronomía; pero en vez de ocuparse de ingredientes y tiempos de cocción, se encarga de la manera de alcanzar nuestro conocimiento interior a través de la interpretación arquetípica de lo que ingerimos.
      —¿Y se puede comer?
      
—Ustedes los cientificistas siempre iguales...

Entrevista a Dänik Eraparauntaar:
      —¿Qué tal, doctor Eraparauntaar? ¿Cómo van las clases de tango?
      —Las dejé. Ahora voy tras misterios más oscuros, más recónditos, más misteriosos...
      —Sin embargo, tenía intención de invitar a Felipe Ricardo a la fiesta, ¿verdad?
      —Sí, quería invitarlo, pero no lo pude encontrar. Según me ha dicho un informante, cuyo nombre no puedo revelar pero llamaré licenciado Carlitos M., Felipe Ricardo habría sido secuestrado por un grupo fundamentalista con conexiones intergalácticas llamado Liber Al-Bedrim.
      —¿Cómo?
      —Liber Al-Bedrim. Claro que esto mi informante me lo dijo en código, porque no podía hablar abiertamente, y el nombre que me dio que era algo así como “Libertad Al Bedrio”. Eso me parecía muy raro, y yo, que soy un verdadero escéptico, no como ésos que hoy volverían a quemar a Galileo, quise consultarlo con un especialista y hablé con mi editor. ¿Y qué me dijo? Que un nombre así violaba las leyes más firmemente establecidas del marketing editorial. ¿Qué me decís?
      —Ajá. Mire usted qué bien. ¿Y cómo sigue de su pierna?
      —Excelente, como si nunca le hubiera pasado nada. Aunque no entiendo qué me quiso decir mi informante al relacionar eso con “Libertad Al Bedrio”, grupo que nunca existió y que fue inventado por las agencias de seguridad, como bien se demuestra en mi libro de próxima aparición. Sospecho que trataba de despistarme; seguramente es un desinformador pagado por la misma Liber Al-Bedrim. ¡Eso significa que estoy en la pista de algo grande! ¿Es posible que...?
      —¿Y el cumpleaños qué le parece?
      —A propósito del cumpleaños, ¿te fijaste en la “coincidencia” de que caiga exactamente en el mismo mes en que AnaCrónicas salió por primera vez? ¿Alguien puede creer que es por puro azar?
      —Tratándose de creer, si no puede usted, no puede nadie.
      —Muchas gracias.
      —Al contrario, gracias a usted.

Entrevista a Bráian Aragonés Castellano, alias <<<Kommodore 3.14>>>. (La más extraña de mi largo año como anacronista, realizada durante una partida de Strikebreaker en las PCs de la redacción.)
      [Anacrin] Qué tal, Bráian... ¡Eh! ¿Dónde vas?
      [k3.14] ahora van a ver!
      [Anacrin] Pero... ¡Vení acá que te estoy entrevistando!
      * k3.14 got the tear gas launcher.
      [k3.14] eso! TOMEN ESTO, ESKANDALOSOS! REKLAMEN OBRA SOCIAL AHORA!
      [Anacrin] ¡Vení para acá te digo!
      * Anacrin got the tear gas launcher.
      [k3.14] ké hacés? devolveme eso!
      [Anacrin] ¡Te lo voy a devolver cuando me respondas, mocoso malcriado! ¡Respetá a tus mayores, caramba!
      [k3.14] puf... ké kerés saber?
      [Anacrin] ¿Qué te parece la fiesta?
      [k3.14] ké fiesta? estaba pasandolá joya reprimiendo huelguistas hasta ke llegaste vos! kómo se ve ke no entendés nada de games.
      [Anacrin] ¡Chst! ¡Más respeto, che! ¡Que yo ya me prendía al Mario Hnos. S.R.L. cuando vos te prendías a la mamadera! En mis tiempos, para que lo sepas...
      [k3.14] eh! ké hacen? SUÉLTENM...
      * k3.14 has been lynched by the rioting mob.
      [k3.14] AGH! todo es kulpa tuya! ya me voy a deskitar en la próxima vida... en unos cinko minutos...
      [Anacrin] Esteee... Mejor me voy.

Siguiendo con las entrevistas curiosas, ésta fue realizada a través de una pared de ladrillos (ejem...):
      —¿Está disfrutando la fiesta?
      —¿Fiesta? Yo no sé nada de ninguna fiesta. Pasé a ofrecer una suscripción a Teleclic, no sé cuánto tiempo hace, y tampoco entiendo cómo terminé acá emparedado. ¡Socorro!
      —Hablando de emparedados, ¿probó los sandwichitos de miga?
      —¿Sandwichitos? ¿Hay sándwiches? ¡Páseme uno, por favor, que me muero de hambre!
      —Cómo no. ¿De qué quiere? Hay de choclo, de palmitos, de salmón ahumado...
      —¿No tiene alguno común y silvestre, de jamón y queso?
      —Eeh... Chomp chomp... Ñamnm... Nop.
      —Esto ya es demasiado. ¡Esto no es vida! Sob sob... Páseme algo para cortarme las venas y terminar con mi sufrimiento de una vez.
      —Lo lamento mucho, pero esta casa está construida con técnicas incaicas. No es posible pasar una gilette por entre los ladrillos.
      —¡No puede ser! ¡Ni siquiera matarme me sale bien!
      —Oiga, qué humor negro que tiene usted.

Durante el transcurso de la fiesta recibimos una triste noticia que vino a opacar la ya escasa alegría. El doctor Nicolás del Bucco, quien por haber aportado una colaboración para AnaCrónicas estaba invitado a la fiesta, nos mandó decir que había sufrido un accidente fatal del que no salió muy bien librado. Aparentemente el episodio estuvo relacionado con su primer (y última) novela, la recientemente publicada ¿Y dónde está la Atlántida? Su protagonista, un arqueólogo obsesionado por encontrar las ruinas de la mítica civilización del título, la busca a lo largo de sesenta extensos capítulos en sitios tan diversos como el depósito de una fábrica de muebles de caña, el kilómetro 1.082 de la Autopista Panamericana, los baños de la Biblioteca del Congreso de la Nación y el laguito del Parque Independencia de Rosario. Finalmente, en la última oración del último párrafo, descubre que la Atlántida está en su propio interior. Según fuentes policiales, un lector sumamente irritado por esta conclusión y munido de un arma blanca habría visitado al doctor del Bucco para intentar encontrársela él mismo. Esto es todo, ya no se volverá a hablar del asunto.

Entrevista al licenciado Carlitos Menditegui:
      —Afortunadamente has venido. Este colaborador de sección necesita hablar contigo, y en vista de tal situación te solicita tengas a bien apagar ese grabador.
      —Bueno... Ya está. Espero que el botón no haya vuelto a romperse convenientemente.
      —Este colaborador te lo agrad... Bueno, escuchame, ¿lo viste a Otis?
      —A veces deseo no haberlo hecho nunca.
      —Pues desde que lo rescataron el mes pasado está más raro que de costumbre. Sigue viviendo en su torre de marfil, ¡pero casi no habla! Eso no es normal ni para él. Ni siquiera quiere decirnos dónde estuvo todo este tiempo.
      (En ese momento intervino Dänik Eraparauntaar.)
      —¡Yo lo sé! Recién me sometí a mí mismo a regresión hipnótica y descubrí que fui abducido por seres del planeta Elbedrium, que me operaron para curarme la pierna. Y me dijeron que Otis estuvo en el mundo de ellos. Fíjense: estuvo desaparecido tres meses. Tres meses, multiplicado por la altura de la pirámide de alimentos que Rosemary colgó de la pared, da la distancia exacta a Elbedrium. ¡No quedan dudas!
      —Es la última vez que trato de explicarle algo.
      —Este... Disculpen, está llegando gente y voy a entrevistarla.

Entrevista al que acababa de llegar:
      —¡Va cayendo gente al baile! ¿Cuál es su nombre?
      —Soy el inspector Lino Centeno, de la Municipalidad. Vengo a constatar varias denuncias de irregularidades que pesan sobre este inmueble.
      —¿Irregularidades, inspector? ¿Cómo cuáles?
      —Por empezar, está usurpado.
      —Ya estaba así cuando nos mudamos. Reclámele a los ocupantes anteriores.
      —La música está muy alta y molesta a los vecinos.
      —Bah, a ésos les molesta hasta cuando echamos gases tóxicos por la chimenea.
      —Tienen gente viviendo adentro de las paredes sin la correspondiente habilitación.
      —Eeh... Son todos parientes.
      —Y en el ala oeste hay una torre de marfil no declarada.
      —De eso sí que no sé nada. ¡A mí que me revisen!

En este punto los festejos se trasladaron por causas de fuerza mayor a la comisaría. Allí Otis sopló el sahumerio de lavanda que Rosemary le había puesto a la torta y luego, invisiblemente emocionado, dirigió a la concurrencia unas breves palabras (realmente breves: la mayoría fueron monosílabos). Tras ser liberados a la mañana siguiente, temblando de frío y con una indigestión mayúscula a causa de las vibraciones mal armonizadas del dulce de leche, decidimos unánimemente no volver a festejar jamás el cumpleaños de AnaCrónicas.

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