KAISHAKU

Yoss

Cuba

Para Mailé, zorrita mía. Por regalarme la segunda versión del final...


—¿Ivana? ¿Te lanzo ya, princesa? Por seguridad, haz un último chequeo de soporte vital. Todo esto me huele mal. Cambio.

—Aire, combustible, termorregulación... Todos los sistemas OK, Mven. Lo que menos me preocupa ahora es un fallo de soporte vital. Yo preparada y serena. Y tú... tranquilo. Si sientes mal olor puede ser el de la Tierra pudriéndose... ja, qué mal chiste. Pero, disculpa: soy yo la que voy, y te juro que todavía me gusta menos que a ti. Suéltame y no te demores mucho... esos fantos esperan a una persona sola, y pueden ponerse paranoicos si te ven por acá. No tenemos bastantes Saltamontes como para que nos de igual perder uno. Cambio.

—Chica lista, sé que éste lo ensamblaste tú, pero harías mejor en preocuparte por ti misma... Te lanzo y en media hora estoy de vuelta en Oz con tu dichoso Saltamontes. Aunque si tu embajada no sirve, dará igual... Ivana, yo... quería desearte buena suerte. Y decirte que, sinceramente, ojalá pudiese estar yo en tu lugar. Fui negociador profesional por tres años y te juro que no es trabajo para ninguna mujer. Mierda... ¿qué vas a hacer, rogarles por nuestra vida? Yo preferiría pelear, y si no, escondernos como hasta ahora... pero en fin... Prepárate. Es tiempo. Cambio.

—Representar a toda la humanidad ante esas cosas venidas de nadie sabe dónde tampoco es trabajo para ningún hombre, Mven. No he sido nunca negociadora como tú, es verdad... soy sólo una técnica en refrigeración, una del montón. Pero la gema enrojeció conmigo y no contigo. Así que con estos bueyes hay que arar. Y ya lo hemos discutido hasta el cansancio. No podemos seguir escondiéndonos eternamente... el Sistema Solar no es lo bastante grande para que lo ocupemos a la vez ellos y nosotros. Son demasiado poderosos para hacerles frente. Hay que conversar, no queda otra salida... si es que hay alguna. No creas que a mí misma me gusta negociar con nuestros cuasiexterminadores. Pero si son seres racionales, siempre habrá esperanza. Creo que a toda inteligencia le repugna el genocidio. Ah... Mven, por si acaso no vuelvo, gracias por todo lo que hemos vivido juntos...

—El gusto es mío, Ivana. Y te recogeré en tres horas. Espero que te sobre el tiempo para convencer a esos dioses de pacotilla de que suspendan su Apocalipsis. Buena suerte otra vez, chica lista. Cambio.

—Gracias por deseármela... necesitaré toda la buena fortuna del mundo. Y basta de charla. Lista para eyección. Repito: lista y esperando conteo. Cambio y fuera.

—9... 8... 7... 6... 5... 4... 3... 2... 1... 0

Con el cero, se abre la escotilla esfínter del Saltamontes y la presión diferencial arroja a la astronauta dando lentas vueltas de campana, lo bastante lejos del pequeño vehículo como para que el chorro de escape de su reactor iónico no dañe su escafandra.

Pasado un par de segundos por seguridad, la antorcha del motor cohete se enciende y el Saltamontes (pomposamente llamado "vehículo artesanal de transferencia interorbital biplaza de corto radio de acción"... apenas una cabina presurizada, una esclusa, micromanipuladores y un motor apresuradamente soldados sobre un desgarbado chasis universal de duraluminio) se aleja a toda la escasa aceleración que puede desarrollar. De vuelta a Oz.

Ivana queda sola en el espacio.

Con los microrreactores de posición de su traje detiene el giro y estabiliza su posición. No es que le moleste un poco de gimnasia inercial: está más que acostumbrada. Como todos en Oz, ha vivido por varios años en el espacio. Pero se le antoja que girar sobre sí misma no es el modo más apropiado de impresionar a los fantos.

Si es que hay algo humano que pueda impresionarlos...

Alza la vista. Destellos rubí en torno al arco plateado de la luna nueva, los fantos.

Mira aún más lejos, al sol difuminado por los polarizadores del visor de su yelmo, con una extraña sensación en la boca del estómago. Esta puede ser la última vez que lo vea...

Aunque Hiyaki alcanzó a regresar y a decir esa extraña palabra antes de abrirse el vientre con su espada. La misma palabra que transmitió la Fujiyama en todas las frecuencias antes de estallar en mil pedazos con sus 4000 ocupantes, menos de media hora después.

KAISHAKU...

Ivana no conoce mucho sobre la cultura nipona, es sólo una técnica en refrigeración. Pero, según el diccionario de su IA de bolsillo: "En el Japón feudal, verdugo decapitador en el rito del harakiri".

Parecería lógico. Kaishaku, verdugo, fantos, exterminio...

Adecuadamente sin sentido. El delirio de una mente perturbada por el stress de la desesperanza y la certeza del fin cercano e inevitable, decidieron los expertos de Oz después de darle mil vueltas al asunto.

Lo mismo que la Fujiyama, suicidándose en un fatuo último gesto de samurai, la muerte antes que el deshonor. Estúpido código feudal. Como si no hubieran muerto ya suficientes seres humanos.

Pero ya se sabe; los japoneses son casi tan incomprensibles como los mismos fantos. Y tan optimistas que sonaban en el éter cuando comunicaron que habían descubierto a un individuo con el potencial empático necesario para dialogar con los fantos, y que iban a enviarlo.

Aún faltan cinco minutos para la hora que fijaron los enigmáticos seres para el encuentro, pero igual podrían faltar cinco horas. Ivana Svertzova, norteamericana de origen húngaro, técnica en refrigeración, 36 años y una hija. Negociadora improvisada, la única en Oz con el potencial empático mínimo para comunicarse con ellos, no tiene la menor idea de qué va a decirles a los fantos.

Piensa de nuevo en Hiyaki Kategawa, el hombre de la Fujiyama, la estación espacial de la Mitsubishi. Su más cercano predecesor en este improvisado oficio de embajador de última instancia. Como ella misma, un tipo valiente... o desesperado.

A veces no resulta tan malo no tener otra opción. Al menos Ivana no se engaña sobre sus posibilidades de regresar ilesa. Si los fantos se han encargado de todo un planeta ¿qué puede importarles una vida más?

¿Cómo abordaría el nipón el diálogo con los extraños y poderosos extraterrestres? ¿Preguntándoles con la célebre cortesía oriental, con la esperanza de que todo fuese un malentendido? ¿Acusando? ¿Pidiendo satisfacciones? ¿O, simplemente suplicándoles piedad para los restos de la raza humana, como le sugería sarcásticamente Mven que hiciera?

¿Cómo se habla con seres cuyo poder es tan superior al de los seres humanos que bien pueden pasar por dioses? ¿Cómo se convence a los dioses de que los simples mortales también tienen derecho a seguir existiendo? ¿Pueden acaso aspirar las cucarachas a dialogar con el granjero que las extermina a pisotones?

Ivana retuerce la cabeza dentro del casco de la escafandra, buscando Oz, y al fin la distingue. A cientos de kilómetros de distancia, la estación espacial de la Exxon es apenas un destello, una débil estrella artificial contra el negro firmamento tachonado de soles lejanos.

Pero tras ese fulgor pálido está el anillo enrejado de módulos fabriles y de supervivencia que costó miles de millones de neoyenes ensamblar en el 2061. Para los fantos, quizás sólo otro nido de cucarachas seudorracionales. Para ella, y para otros tres mil seres humanos, un oasis de aire y gravedad en el frío del cosmos, casa y centro de trabajo... el hogar... y hoy por hoy, después del terrible final de la Fujiyama, la mayor concentración de homo sapiens de todo el Sistema Solar. Ninguna de las demás estaciones sobrevivientes tiene siquiera la mitad de la capacidad y el tamaño de Oz.

Y pensar que hasta hace pocos días tres mil personas no eran nada...

Los ojos se le van abajo, hacia el planeta que orbitan Oz y ella misma. La Tierra. Ahora pasan sobre el hemisferio nocturno, el cielo está despejado... y sólo oscuridad hay sobre Europa y Asia. Ninguno de los miles de alfileres de luz que antes marcaban el emplazamiento de Moscú, Tokio, Delhi, Budapest y tantas otras populosas ciudades. Sólo oscuridad.

Busca dolor dentro de sí misma y sólo halla vacío.

Es raro. Piensa que debería dolerle la pérdida de su planeta natal. De la Budapest de su infancia, del viejo cementerio judío cubierto de malezas y trébol, en el barrio gótico, donde jugaba cada tarde hasta que sus padres se mudaron a Houston. Debía dolerle también la pérdida de Texas y sus campos inmensos tachonados de torre de extracción de crudo, del Politécnico de Refrigeración donde estudió, del Gran Los Angeles donde trabajó y vivió por años.

Debían dolerle y faltarle tantas cosas. El Centro Espacial Exxon donde comenzó a prepararse para vivir en Oz, las cabañas en los restos de las cataratas del Zambeze donde pasó la luna de miel con Roger, el barrio de Orlando donde se instalaron cuando nació Joanne, el parque de diversiones de la Columbia Británica en Canadá donde fue con la pequeña a curarse las heridas del divorcio. Culpable: cien por ciento su trabajo; pasando ella la mitad del tiempo en el espacio, ya estaban prácticamente separados desde mucho antes de dar la última firma.

Y tantas personas. Sus padres, que aún vivían, el mismo Roger, casado de nuevo y con un niño que llamaba cariñosamente "hermana" a Joanne... Douglas, aquel chico negro del Politécnico que tanto la quiso, antecesor directo de Mven en su cama... Colbert, su profesor de Termolabilidad y Resistencia de Materiales... Damon, el airado supervisor de vuelos de Houston... tantos, tantos.

Pero es como si su vida en La Tierra fuese un holofilme visto muchas veces, que se conoce bien, y hacia cuyo argumento se siente cierta especial afinidad, inclusive, pero sabiendo todo el tiempo que no es real.

Lo real es Oz, la lucha con los condensadores-refrigeradores del cultivador de hidropónicos, Helga, su compañera de habitación, Mven, con el que sostiene una relación liberadora y liberada, sin compromisos, como son casi todas a bordo. Su hogar, su trabajo, su mundo. No La Tierra, que es otra cosa...

O era...

Parece mentira que ya hayan pasado dos semanas desde el terrible e inesperado golpe de los fantos a La Tierra, que ya tampoco existan las colonias de la Shell y la Coca-Cola en Marte y Venus, ni la base Tsiovolsky de la ONU en la Luna, ni siquiera la estación itinerante de la Adidas en el asteroide Vesta.

Ha sido eficaz y veloz, una campaña de exterminio en toda regla. Los enigmáticos ETs casi han borrado a los seres humanos del Sistema Solar. Y en todas partes, lo mismo que en La Tierra, minuciosamente, de algún modo inimaginable, no sólo hacen desaparecer a los humanos, sino todo rastro de sus obras y construcciones.


Ilustración: Daniel González

Ivana recuerda las imágenes transmitidas a Oz desde los satélites de órbita geosincrónica baja. Su chiste a Mven sobre la peste de La Tierra era completamente estúpido. Nada de paisaje después de la batalla. Ni ruinas carcomidas de las megalópolis, ni campos de huesos roídos por perros hambrientos, ni cementerios de automóviles. Ni puentes ni carreteras sobre la tierra yerma. Solo el desierto, las llanuras y colinas desnudas en los sitios donde antes estuvieron New York, Roma, Londres. Sitios que ya la vegetación oportunista va ocupando a gran velocidad.

Recuerda con una sonrisa irónica las largas y apasionadas discusiones de Mven y los demás expertos de Oz sobre el modo en que los fantos lograron aquella "limpieza". Que si un virus o un hongo que carcomía metal y piedra, que si nanotecnologías selectivas de alta velocidad, que si antimateria controlada.

Enfrascarse en el cómo es sólo un modo de evadir lo que realmente importa; el por qué. Por desgracia, el quiénes estaba más que claro.

Los fantos... aunque, piensa Ivana, es tan poco lo que se sabe sobre ellos que igual sería decir "el coco". Tan, tan poco, que muchos en La Tierra no creyeron nunca en su existencia real.

Hasta el final.


***


Nadie los esperaba.

Nadie los vio llegar.

Las luces color rubí aparecieron en torno a la Luna de buenas a primeras, en su perfecta disposición de arco, como una tiara sanguinolenta enriqueciendo el brillo del satélite. Sin hacer nada más que estar ahí. Inmóviles y ominosas, imposibles de ignorar. Las sondas automáticas y misiones tripuladas enviadas a investigar regresaron sin resultados. Las computadoras y los pilotos fallaban unánimemente en explicar cómo y por qué les había sido imposible llegar hasta ellas. Las cintas estaban vírgenes y las memorias humanas en blanco.

Interferencias, agresión, dijeron los militares, y aprestaron sus misiles y rayos de la muerte para lo que pudiera pasar.

Hologramas, trucos, dijeron los científicos, y casi todos se desentendieron del asunto.

Control mental, la invasión de los OVNIs, los Amos de Títeres Espaciales llegan al fin, dijeron los ufólogos y charlatanes de todo tipo, tratando de crear una histeria colectiva para hacer su agosto.

Mientras, en las pantallas del Hubble IV y otros supertelescopios, las luces rojas titilaban y cambiaban de forma, sin tratar siquiera de acercarse a la Tierra. No respondían a ninguno de los intentos de comunicación. Algunos especularon que estaban observando a la humanidad, tratando de hacerse una idea general de la cultura del hombre. Otros supusieron que no eran seres inteligentes, sino superorganismos capaces de vivir en el espacio. O viajeros del tiempo. O algo indescriptible..

Por tres meses no ocurrió nada más, y lo que fuera noticia de primera plana pareció dejar de interesarle al mundo. Había guerras, hambrunas, contaminación, noticias más urgentes.

Entonces fue el "secuestro" de Paul Lefargue y su tripulación.

Lefargue era un astronauta senegalés, piloto del Estrasburgo, transbordador de segunda clase que prestaba servicio entre la estación orbital de la Canon y la base lunar Tsiovolsky, de la ONU. A la vista de todos los telescopios y radares, una de las luces rubí, acelerando desde la inmovilidad mantenida por tres meses hasta una velocidad decididamente no relativista en fracciones de segundo, englobó al Estrasburgo con Paul y otros 5 hombres a bordo, y se lo llevó.

Antes de que el pánico y la indignación tuvieran tiempo de desatarse por todo el planeta y colonias adyacentes, ya el senegalés y los demás estaban de vuelta... o más bien de ida, en la Luna. Y sin el transbordador.

Sonriente ante las cámaras, con los otros cinco tripulantes detrás más sonrientes aún, el cosmonauta negro contó que no les habían hecho daño: sólo había sido un intento de comunicación. Sus palabras, emocionadas y titubeantes, fueron históricas:

Esas... cosas llevan tres meses tratando de entendernos, un tiempo que para ellos es inconmensurablemente largo. Pero nuestras obras físicas les son extrañas. Ellos... no sé cómo decirlo exactamente, tampoco yo lo tengo muy claro... parece que pertenecen a una civilización con millones de años de antigüedad... es difícil ajustar su escala del tiempo a la nuestra... podrían, por lo que capté, hasta entender pasado, presente y futuro de forma simultánea y no como una línea temporal unidireccional, no sé mucho de física, pero me dicen que sólo pasamos unas horas con ellos, y a mí y al resto de la tripulación nos han parecido días... Conversé tanto con ellos... son telépatas, y yo diría que hace mucho tiempo que renunciaron a sus cuerpos físicos para vagar por el cosmos ayudando a otras razas más jóvenes a hacer realidad sus deseos. Y ahora han venido a nosotros... ¿es bueno, no?

A la pregunta de un avispado y escéptico astrofísico rumano de la base Tsiovolsky de cómo había "conversado tanto" con aquellos seres si los humanos no eran telépatas, y por qué "conversé" en singular y no "conversamos" en plural, Lafargue hizo un gesto vago, sonrió y sacó una gran gema roja del bolsillo pectoral de su mono de trabajo. Los otros cinco hombres mostraron gemas similares, pero azules.

Estas piedras aparecieron en nuestros bolsillos como por arte de magia. Todas eran azules, pero cuando yo toqué la mía, enrojeció. Eso me señaló como apto o dotado, y así pudimos hablar. Es un amplificador empático-telepático, o algo así, creo... se metieron en mi mente y yo me metí en la suya, o en las suyas... No sé si son varios individuos o sólo uno-en-muchas-partes. Compartimos pensamientos, sensaciones. Al principio no entendí nada... su mente-mentes es extraña, difícil de compartir... Luego, empezaron a utilizar las imágenes que encontraron en la mía... no los conceptos ni las palabras. Ellos no entienden muy bien las palabras... Les parece tonto usar sonidos para que la mente se llene de imágenes de cosas, si pueden usar directamente las imágenes... Aún así, están tratando de entendernos... con todas sus fuerzas.

La cara de Paul Lefargue mientras decía aquello era la de un hombre que ha tenido una experiencia espiritual suprema... o un "viaje" con un potente alucinógeno. Por supuesto, no le creyeron. Le quitaron su gema (que volvió a ser azul tan pronto estuvo a varios metros de su cuerpo) lo mismo que a los otros cinco tripulantes del Estrasburgo. Y mientras altos militares con caras de piedra se los llevaban para interrogarlos diez y veinte veces, juntos y por separado, los científicos se llevaron las "piedritas" sonriendo irónicamente, para estudiarlas y desenmascarar aquel fraude sensacionalista tan burdo.

Entonces vino la sorpresa.

No eran imitaciones de plástico ni cristales de cuarzo cuidadosamente tallados ni cualquier otra clase de piedras que hubiera visto ningún joyero o geólogo sobre La Tierra. Las "piedritas" resistían indemnes al bombardeo con rayos X y láseres de alta potencia, a vibraciones, explosiones, ácidos... a todo. La idea de un mineralogista desconfiado de analizar aquel contrasentido físico en el más potente microscopio electrónico conocido mostró que... no tenían estructura de moléculas, ni de átomos. La sorprendente conclusión a la que llegaron los científicos fue que ni siquiera se trataba de materia.

Las gemas de los fantos (como empezó a llamarles el mundo entero, después que un periodista galo con mucho sentido de la oportunidad los denominara así, en clara referencia al escurridizo y popular Fantomas) eran imposibles concreciones estables de energía pura. Campos de fuerza autoestabilizados, con constantes de orden internas que hacían suponer a los sabios que podían actuar como ordenadores lógicos de memoria casi infinita... o alguna otra cosa inimaginable. Quizás, sí, incluso hasta como amplificadores empático-telepáticos...

Lo más curioso fue que las "piedritas" reaccionaban de modo desigual ante distintas personas. Ante el tacto de la mayoría no se inmutaban... pero siempre había alguno (1 entre 10000 fue la proporción aproximada, calculada días después, en medio de la avalancha de pruebas y voluntarios) que lograba que la gema enrojeciera al tocarla.

Por pura casualidad, en el mismo momento, un espectrometrista de Lieja y un microscopista de Boston hicieron enrojecer sendas gemas... y para sorpresa de todos (empezando por ellos dos) cada uno fue consciente de lo que estaba viendo y pensando el otro, a miles de millas de distancia.

¿Telepatía? ¿Telepatía real?

Tras horas y horas de desconfiadas comprobaciones con cartas ESP, comunicación por radio, campanas de plomo y mil artilugios más, al amanecer los sabios se rindieron. Su veredicto: aquellas "piedritas" parecían realmente amplificadores empático-telepáticos, decididamente no eran obra de ninguna tecnología o cultura humana conocida, no tenían la menor idea de cómo replicarlas o reproducirlas... y había ciertas posibilidades de que Paul Lefargue hubiera dicho la verdad.

Con lo que la humanidad habría encontrado algo así como el genio de la lámpara de Aladino en versión ET. Si las gemas de energía eran un digno botón de muestra de su tecnología, y eran tan altruistas como decían... el nivel tecnocientífico de La Tierra podría elevarse en... en muchas veces y en muy poco tiempo.

Al día siguiente, toda la prensa vibraba con los titulares de todo tipo:

AL FIN EL TAN ESPERADO PRIMER CONTACTO. SABIAMOS QUE NO ESTÁBAMOS SOLOS EN EL UNIVERSO... comenta grupo de astrofísicos de Massachussets (Time)

LOS COSTOS DEL CONTACTO ¿DEVOLVERÁN LOS FANTOS EL TRANSBORDADOR ROBADO? Ejecutivo de la Canon que pidió no ser identificado expresa su preocupación por la notable pérdida económica sufrida por su compañía... "espero nos indemnizen con creces" especuló. (Le Monde)

NO CREO EN LA VIDA EN OTROS MUNDOS. NO HAN DICHO QUE SEA TECNOLOGÍA EXTRATERRESTRE, SÓLO QUE NO CORRESPONDE A NINGUNA CULTURA HUMANA CONOCIDA... el escéptico profesor Le Blanc de La Sorbona se mantiene en sus trece (Le Humanité)

DESCONFIEMOS DE LOS FALSOS MESIAS: DIOS CREO AL HOMBRE Y TODO LO DEMAS PUEDE SER OBRA DEL DEMONIO. SU SANTIDAD AÚN NO EMITIRA NINGUNA DECLARACIÓN... recomienda calma y prudencia el cardenal Arteaga desde San Pedro (Le Observatore Romano)

TECNOLOGIA SUPERIOR Y ÉTICA SUPERIOR VAN DE LA MANO... declara el presidente ejecutivo de la Mitsubishi (Wall Street Journal)

Y muchos más.

Uno de los Rockefeller ofreció 50 millones de dólares por una de las gemas. Un afamado ladrón de joyas internacional hizo público que habían intentado contactarlo para robar otra. Contingentes armados mixtos, gubernamentales y corporativos tendieron cinturones de acero alrededor de los seis laboratorios que encerraban a las "piedritas".

Justo a tiempo... porque ya hordas de fanáticos religiosos y alborotadores de toda laya formaban sus propios cercos en torno a los seis centros de investigación.

Mientras tanto, dentro, a toda prisa, cientos de personas selectas tocaban las gemas a cada hora, y se llevaba un registro estricto de los que lograban enrojecerlas. La humanidad previsora seleccionaba a sus embajadores para las inevitablemente próximas conferencias de paz, comercio, intercambio lingüístico, etc.

Ante los disturbios, los exámenes tuvieron que volverse generales. Las colas de "voluntarios para el contacto" alcanzaban millas de largo ante los laboratorios. Los vigilantes armados mantenían el orden lo mejor que podían, pero sin dudar dos veces en usar los puños, la porra eléctrica o hasta apretar el gatillo cuando lo estimaban necesario.

A la semana, cuando millones de candidatos decepcionados habían regresado a sus casas mascullando "fraude "y "favoritismo", algunos cientos de elegidos volaron a la órbita. Se envió una gema a Marte y otra a Venus, y otras dos comenzaron a circular por las varias estaciones orbitales corporadas.

Entretanto, en medio de tanto frenesí "contactista" los fantos seguían sin dar nuevas señales de vida.

Hasta que, sin aviso previo, de la mañana a la noche, La Tierra quedó vacía...


***


Ivana hunde la mano en una bolsa con cierre de su escafandra, extrae la gema y la acaricia torpemente con sus dedos enguantados. Brilla, roja como la sangre, roja como las luces dispuestas en torno a la Luna.

Hace unos días, en perfecto inglés, en la superficie de la gema apareció un mensaje bien claro: si los sobrevivientes humanos querían conversar de algo con los fantos, favor encontrarse en tales y tales coordenadas a tal y tal hora en tales y tales condiciones...

Parece que, como algunos recelaron desde el principio, las gemas tenían más capacidades que la de simples ¿simples? amplificadores empático-telepáticos...

Muchos desconfiaron, pero en Oz y en la Fujiyama decidieron que valía la pena probar. ¿Qué más podían perder? No tenía sentido que fuera una trampa... los terribles fantos no las necesitaban para acabar con los pocos humanos del sistema. Sólo sería cuestión de paciencia. Las misteriosas luces rojas se habían mostrado invulnerables a ataques con rayos de todo tipo, misiles, haces de interferencias, etc. Se limitaban a observar la energía o el objeto agresivo... sin más consecuencias.

Ivana mira el reloj de su escafandra.

¿Por qué tardan tanto?

¿Será que ya no quieren hablar con los sobrevivientes de la raza a la que han diezmado?

Al fin, con el rabo del ojo, alcanza a captar el velocísimo desplazamiento de una de las luces. Viene hacia ella. Se estremece e intenta relajarse: si todo ocurre como con Hiyaki, la "raptarán" por un par de horas, para luego devolverla sana y salva al mismo sector del espacio donde la dejara minutos antes el Saltamontes guiado por Mven.

Mven Nvamba, descendiente de mozambicanos, ex-policía y luego ejecutivo de relaciones públicas de Oz.... un buen hombre para la vida y la cama. Y bien preparado para dialogar. La gema debió enrojecerle a él y no a ella.

Pero ya no hay remedio. A veces no es posible escoger...

La luz roja crece, crece, es una nube rubí surcada por vetas de relámpagos carmesí que se le encima y la traga, la traga...

Sin poder evitarlo, Ivana lanza un alarido de terror y pierde el sentido...


***


Bruma sanguinolenta por todas partes.

Un olor incoherente a flores frescas.

Gravedad. Suelo bajo los pies.

Ivana se palpa el cuerpo como puede a través del grueso tejido multicapas de la escafandra. No ha sufrido más daño que el susto. Aunque ha sido grande.

El piso que hollan sus botas tiene una consistencia blanduzca y a la vez firme, como lodo. Sin poder evitarlo, Ivana piensa en los que decían que los fantos eran seres vivos y se imagina dentro del estómago de la criatura.

Lucha con la arcada que le quiere convulsionar el estómago. Vomitar dentro de una escafandra no es mortal... pero sí sumamente incómodo. Aire fresco, necesita aire fresco, si pudiera...

Más fuerte el olor a flores silvestres... y es su propia imagen despojándose del casco la que le asalta el cerebro. Y luego otra, de ella corriendo desnuda, de niña, por la pradera de tréboles en el viejo cementerio judío de Budapest. El olor tan característico de la hierba fresca, el tacto del suelo húmedo bajo sus pies descalzos...

¿Por qué, justo ahora, este recuerdo?

...una avenida de tierra negra y fértil, hierba fresca a la sombra de largas, interminables filas de cerezos en flor. El canto de los pájaros y el sonido del viento, el olor dulce, fragante, a tierra húmeda y primavera. Explosión de rosados junto al río, y en la distancia el mar omnipresente, y la alta silueta de un monte nevado ¿el Fuji? Nunca ha estado allí, y sin embargo, sabe. Recuerda...


Ilustración: Valeria Uccelli

...Es el recuerdo de la felicidad y la despreocupación. Pies descalzos de adolescente empapándose de hierba en la ribera, inclinarse y ver su rostro reflejado en las aguas que fluyen apaciblemente...

¡Pero ése no es su rostro!

Una cara masculina, cabellos negros y lacios en vez de su propia mata de pelusa rubia, ojos rasgados color café y no azules como debían ser...

Y sin embargo, de algún modo, sí es su rostro, y también su recuerdo.

¿Cómo es posible?

¿Será... Hiyaki?

QUIEREN VOLVERME LOCA...

...la plaza salpicada por el mar de uniformes blancos de los jovencísimos cadetes espaciales que se gradúan hoy, la algarabía y el sonido de clarines detrás, los aviones volando en formación, en lo alto. Los trajes civiles de padres y parientes intercalándose como motas de polvo, los abrazos de amigos y desde hoy ex-compañeros, la silueta frágil de la madre (¿madre? ¡ésa no es mi madre!) alcanzando a duras penas a su hombro, diciendo "Felicidades, Hiyaki" en un idioma que entiende aunque no conoce...

ESO NO ES MI RECUERDO. YO NO SOY JAPONESA. YO SOY IVANA. PERO...

...saliendo desde lo profundo del mar, los pulmones comprimidos, las piernas tensas por el esfuerzo de mover las aletas de buceo (EL CUERPO MASCULINO, MUSCULOSO, AJENO Y A LA VEZ TAN SUYO) respirar a pleno pulmón...

ESE NO ERA HIYAKI, NI YO...

...después de la carrera, interminable (SUDOR RESBALANDO POR SU PIEL NEGRA ¿NEGRA? ¿MVEN, QUIZAS? NO; ÉL NO ENROJECIO LA GEMA...) bajo el sol latigueante, detenerse, caminar despacio, sintiendo el suelo endurecido por la sequía desterronarse bajo los duros callos de sus pies descalzos. Respirar a pleno pulmón... aire, aire...

SON ELLOS. ESTÁN TRATANDO DE DECIRME ALGO. ESTÁN USANDO MIS RECUERDOS, LOS DE HIYAKI, LOS DE TANTOS OTROS...

Ivana, súbitamente inspirada, se quita el casco y respira con miedo.

¿Habrá captado correctamente el mensaje?

Aire.

... ella a los 8 años, dando unos golpecitos en la cabeza de Flecha, su perra doberman, cada vez que le traía de vuelta la pelota que le arrojaba...

... el padre aplaudiendo el primer braceo desmañado y temerario de su hijo entre las olas...

¿De nuevo habrá entendido bien?

¿Será... satisfacción?

¿O aprobación condescendiente?

¿TRATAN DE DECIRME QUE LO HE HECHO BIEN? ¿ME DARÁN UN TERRON DE AZÚCAR Y UNA PALMADITA COMO A UN NIÑO O UN ANIMALITO OBEDIENTE? ¿SÓLO SOMOS ESO PARA USTEDES? ¿POR QUÉ NOS EXTERMINAN?

... la madre sacude divertida la cabeza cuando la niña, por enésima vez, trata de ver cómo se esconden la gente y los animales dentro del holovisor...

... el entrenador suspira con paciencia: después de media hora de explicaciones y prácticas, el boxeador sigue peleando sin usar apenas su mano izquierda...

¿Incomprensión... divertida?

¿QUÉ ES LO QUE NO HE COMPRENDIDO? ¡NOS ESTÁN DESTRUYENDO, ESO ESTÁ CLARO!

... el caballo agonizando y el amo, con lágrimas en los ojos, que se acerca con el revólver en la mano, aprieta y apunta el gatillo...

... el enfermo acribillado de sondas y sueros, agobiado entre varios monitores de soporte vital. Coma irreversible. Circulación sanguínea forzada, respiración mecánica... línea cerebral plana. El médico, maldiciendo el juramento de Hipócrates que algunas veces se vuelve pura hipocresía, traga en seco y desconecta los equipos...

¿Eutanasia?

¡MENTIRA! ¡NO ESTABÁMOS ENFERMOS NI AGONIZANTES! ¡FUERON USTEDES!

... El mar (sabe que es el Caspio) desde lo alto de una torre de extracción de crudo. Oleadas de aguas aceitosas y negruzcas extendiéndose por millas y millas cuadradas. Peces muertos flotando. Una gaviota cubierta de petróleo agoniza con las alas empegotadas, sin poder nadar ni volar. Algas negruzcas. En lontananza, otras torres de explotaciones mineras: de plomo, cadmio, magnesio... barcos pesqueros barriendo, cosechando ese mismo mar para alimentar a los hambrientos con su proteína animal envenenada, con sus algas mutantes...

... sflash: spray de afeitar; sflash: spray desodorante; sflash: spray insecticida. Fluorocarbonados: la capa de ozono agujereándose en mil partes... la consulta de un dermatólogo repleta de casos de melanoma y otros cánceres de la piel... (cada vez hay más y no puedo hacer nada por ellos, como no apague el sol, se oye pensar Ivana, siendo la médica que no es)...

... Una calle del Gran Los Angeles, saturada de travestis y prostitutas de venas mapeadas por la aguja y ojos febriles... una cama en un hospital y alguien (mi hijo, siente Ivana, aunque ella sólo tuvo una hija) agonizando de SIDA terminal...

... una doble fila de cunas con niños piadosamente drogados en espera del bisturí mercenario del cirujano que extirpará sus órganos frescos para venderlos a quienes pueden pagar por el transplante (y es la mano de Ivana la que empuña el escalpelo y su mente la que calcula las ganancias)...

... una frontera entre montañas altísimas y heladas (Cachemira, en litigio entre India y Pakistán) y el duelo de morteros entre contingentes armados de facciones similares y uniformes distintos... los miembros volando en pedazos por la explosión de las granadas, molidos por el obsesivo escupir metálico de las ametralladoras, calcinados por el ígneo aliento de los lanzallamas... (La comandante Ivana dando la orden ¡al ataque! ¡exterminad a esos perros! llena de un odio que no es suyo) el cuerpo a cuerpo, armas blancas derramando la sangre personal, tarwars y bayonetas, ojos enfurecidos de vecinos de ayer... y las viudas, los huérfanos, los amigos, enterrando y llorando a los caídos, pero aún así alzando los puños, pidiendo un arma para vengarlos, para más sangre, más sangre...

... una sala con las paredes cubiertas de hologramas y complejos tableros de mando (un puesto de alerta del sistema de misiles de Francia, a varios kilómetros de profundidad bajo los Alpes, cuando el Incidente Europeo de 2023)... la trayectoria de un cohete en la pantalla... las dos manos de distintos colores dando vuelta simultáneamente a las llaves de ignición... la muerte nuclear volando en represalia al ataque... las explosiones, megatones, ciudades calcinadas, hombres, mujeres y niños evaporados... un niño llorando sin su madre frente a un refugio ya cerrado... un gato vagando entre montañas de cadáveres, perdiendo el pelo a mechones, salvado milagrosamente sólo para morir convertido en llaga agonizante días después... treinta millones de muertos en sólo tres horas.

POR FAVOR, BASTA... ESO NO ES TODA LA TIERRA. TENEMOS GUERRA, PERO HAY MÁS... TODA MONEDA TIENE DOS CARAS...

... una esquina oscura, dos adolescentes de negra piel que pasean abrazados... una barra de metal que se abate con saña sobre ellos, una y dos veces (es el Machacador, el psicópata que todavía buscaba la policía de Kingston, es Ivana disfrutando el doble asesinato)... ni siquiera fue para robarles...

... la manga de succión del cirujano arrancando al feto aún no nacido del refugio de su útero, lanzándolo al contenedor para que luego lo aprovechen las empresas de cosméticos...

... el último rinoceronte indio abatido por un arma con visor de rayos láser, desde varios kilómetros de distancia... (Ivana orgullosa de su puntería y calculando cuántos neoyenes ganará esta vez) tonelada y media de carne devorada por los carroñeros alados... el victimario sólo le arranca el cuerno...

... niños de ocho años perdiendo los pulmones a golpes de tos en jornadas de diez y doce horas en fábricas oscuras y húmedas (subsidiaria de la Adidas, en Bangla Desh, Ivana una operaria infantil más)...

SÉ QUE HEMOS COMETIDO ERRORES, PERO TAMBIÉN TENEMOS COSAS BUENAS... NO MERECEMOS EL CASTIGO... EL SER HUMANO APRENDE DE SUS ERRORES...

... Hiroshima, hongo turbio creciendo del último grito de miles y miles...

... El Somne: la huida aterrorizada de miles de soldados de sus trincheras ante la tenaza de los gases asfixiantes alemanes... (un documental visto por una Ivana que no es ella)

... la caballería mongola saqueando Samarcanda (una reconstrucción, un holofilme de la Universal. Ivana: Éste sí lo recuerdo) y cientos de cabezas clavadas en picas a lo largo de la antes orgullosa muralla...

... la biblioteca de Alejandría ardiendo (ahora una filmación de la Warner, con efectos especiales computarizados)...

... la quema de Juana de Arco superponiéndose a la de varios herejes en el Toledo de Torquemada (una producción serie B, de una fílmica de Indonesia... todos los actores nativos, exótica)...

PERO TENÍAMOS UNA CULTURA... COMUNICACIONES, ARTE, CONQUISTAMOS EL COSMOS...

... el oficinista típico (Ivana): de la casa al trabajo, del trabajo a la holovisión por cable. Cuatro horas diarias, y hasta diez los fines de semana de programación enlatada; comerciales de productos que no necesita pero comprará de cualquier modo, holoseries estúpidas que nada tienen que ver con su gris vida cotidiana, mujeres artificiales de dientes enfundados en porcelana, cabellos implantados y senos siliconados con las que soñará eternamente hacer lo que el hastío no le permite hacer con su propia esposa. De vez en cuando, drogas de diseño, una prostituta, ver el fútbol, ahorrar, un crucero a alguna parte, pensar en los hijos...

... el artista agonizando de tuberculosis y hambre en su boudoir (es Modigliani, en la holoserie de TV Globo de Brasil), sin un franco, y afuera los marchants esperando su muerte para poner precios estratosféricos a su obra...

... el divo enfrentándose al lienzo en blanco, colocando un punto justo en el centro y firmando: precio, 45 mil neoyenes: la crítica aplaude... (y afuera la niña que es Ivana se muere de hambre, no ha comido en tres días)

... ciudades llenas de gente que marcha presurosa hacia ninguna parte (Londres)... Metros tan atestados de más gente que se necesitan empujadores para meterlos en los vagones (Tokio, hora pico)... cubículos diminutos en grandes galpones, cada uno una oficina, por hectáreas y hectáreas (La Haya, sede del Tribunal Mundial)... miles de personas desnudándose y salpicando un agua clorada en piscinas titánicas a la orilla de franjas de césped plástico (picnic de domingo en Copenhage)... niños asistiendo al círculo infantil adjunto a la fábrica donde trabajan sus padres, y lo hicieron sus abuelos (la Nike en Kuala Lumpur)... una ciudad dormitorio, camas como ataúdes (San Petersburgo, las afueras)... trabajadores chinos con una única semana de vacaciones al año saturando el ambiente de la ciudad renacentista (Florencia) con los clicks de sus holocámaras, grabando miles de pies de holofilmes que nunca tendrán tiempo de ver al regresar a su patria...

... el despegue de un cohete portador NOVA, miles de toneladas de hidrógeno y oxígeno líquido fundiéndose en vapor de agua, exterminando los radicales de millas y millas cúbicas de estratosfera... la primera etapa ardiendo por fricción y contaminando de metales pesados la troposfera... la tercera etapa separándose ya en órbita, sumándose al cinturón orbital de basura que es más barato ignorar que limpiar...

... Marte y Venus agujereados por los robots perforadores, convirtiendo el terreno en una paisaje torturado para saquear metales y químicas valiosas, y las colosales tiendas presurizadas de los colonos como fondo, circundadas por sus guirnaldas de desechos no biodegradables, la marca de la civilización...

... los asteroides roídos por arañas mecánicas que los van desapareciendo para más y más materias primas que necesita La Tierra insaciable y derrochadora...

BASTA. HE COMPRENDIDO. TENÍAMOS UNA CIVILIZACION DE MIERDA Y USTEDES SON PERFECTOS. SE SUPONE QUE VINIERON A AYUDARNOS ¿Y CON QUÉ DERECHO NOS JUZGAN, CONDENAN Y EJECUTAN? ¿QUIÉN O QUE LOS INSTITUYÓ EN FISCAL, JUEZ, JURADO Y VERDUGO DE LA HUMANIDAD?

... otra vez el jinete, con lágrimas en los ojos, sacando el arma y acercándose al caballo reventado, que relincha adolorido de pánico. Intuye su final. El hombre apunta y tira del gatillo, por cariño al noble animal que tanto y tan bien le sirvió...

... de nuevo el médico junto a la cama del paciente terminal vivo sólo por el pulmón mecánico y el corazón artificial, momia humana consumida entre los enormes monitores de soporte vital, murallas tecnológicas que lo separan de la muerte. Sabe que en este estado toda cura es sólo una prolongación de la agonía... y con dolor, desconecta los sistemas uno a uno...

¡NO! ¡ES UN ERROR! ¿QUIÉN LES DIJO QUE ESTABAMOS HERIDOS O MORIBUNDOS? ¿QUIÉN LOS LLAMO? ¿QUIÉN LES DIO LA AUTORIDAD? USTEDES SON... ASESINOS... LA SITUACIÓN NO ES DESESPERADA... ESTÁ EL ESPACIO, LAS NUEVAS FUENTES DE ENERGIA, TENEMOS ESPERANZAS...

... los perforadores meneando tristes la cabeza: el último chorro del pozo superprofundo se agota (es una torre flotante en el Mar de Norte)... y los informes de los prospectores son claros: los yacimientos de miles de barriles ya son sólo un dulce recuerdo...

... pescadores de krill mirando extrañados sus redes barrederas vacías cerca de Groenlandia: ¿a dónde se fueron las toneladas de pequeños y deliciosos crustáceos, adónde las ballenas que de ellos medraban?...

... tumultos por hambre en Dacca...

... homeless cazando ratas en los viejos túneles del Metro de New York...

... varios casos de canibalismo en Sao Paulo...

... intoxicaciones masivas por cereales envenenados con metales pesados en Daguestán...

... un viejo biólogo (¿Konrad Lorenz, escribiendo Decadencia de lo humano?) anota displicente en su agenda: el egoísmo humano, su agresividad, es un factor genéticamente determinado que dio el éxito a nuestra especie sobre otras más débiles... pero hoy por hoy, resulta superfluo, peligroso... un arma de doble filo, como el recurso de algunas bacterias de segregar sustancias tóxicas que evitan que otras especies se establezcan cerca. Un factor de éxito ecológico... Pero cuando la población alcanza un tamaño muy grande, la excesiva concentración de la antes salvadora sustancia la vuelve autotóxica y las bacterias mueren. ¿Nos habrá colocado con la agresividad un freno de emergencia genético la previsora naturaleza? ¿Habrá algún modo de destrabar ese freno? Mi optimismo humano me impulsa a decir que sí... mi objetividad de científico me hace sospechar que, desgraciadamente, no...

... en el comando de la NASA, los ejecutivos de la Junta Directiva tachan con dolor el programa de terraformación de Marte de su agenda. Demasiado caro. Demasiado aventurado. Demasiado lento. El espacio tiene que ser una solución para hoy por la tarde, no para pasado mañana. Lo peor es que no saben cómo...

... un despacho (Rockefeller Center, en New York) con las paredes cubiertas de gráficos con cifras, hologramas de desarrollo económico flotando por todo el salón. Varios hombres de expresión grave mirando con ojos pesimistas el galimatías de signos y esquemas. Ivana (que no es Ivana, sino alguien que es capaz de interpretar e integrar perfectamente toda aquella información) los escucha y piensa una vez más en Thomas Malthus: la población crece en proporción aritmética y los recursos sólo en proporción geométrica. Siete mil millones de habitantes es demasiado para La Tierra. El petróleo se agota, la energía nuclear no es segura, la solar y de las mareas requieren grandes inversiones iniciales, la eólica no da confianza a nadie. Se han alcanzado hace décadas los límites superiores de productividad de plantas y animales, convertidos en poco menos que máquinas de fabricar comida, incapaces de sobrevivir ni un segundo fuera de sus esterilizados ambientes y lejos de la supervisión humana. Pero todo junto no basta. El hambre definitiva es sólo cuestión de tiempo... de veinte o treinta años, a lo sumo... y entonces, el caos final, el canibalismo, la barbarie...

... en la azotea enjardinada de un rascacielos de Yokohama (otro recuerdo de Hiyaki, particularmente vívido, comprende Ivana), varias personas de uniforme (altos mandos de las Fuerzas de Autodefensa del Japón, sabe Ivana) rígidamente sentadas sobre su piernas dobladas frente a un bajo estrado de madera donde otro militar se arrodilla frente a la katana y el wakizashi, las espadas tradicionales del samurai... Ivana intuye lo que va a suceder con la comprensión de Hiyaki, y tiembla...

NO, POR FAVOR. NO QUIERO VERLO...

... es Jonshiro, el mejor amigo de Hiyaki, piloto de combate que avergonzó a su país disparando por error a una aeronave civil norcoreana. Por su culpa la orgullosa Dieta de Tokio tuvo que pedir disculpas a Pyong-Yang. Pérdida de honor para todo el país. No lo han degradado... se espera de él que haga lo que tiene que hacer...

Jonshiro desnuda el corto wakizashi y extrae de un bolsillo una hoja blanquísima de papel de arroz, embellecida por los caligramas de la escritura katakana. Desde arriba y atrás, mientras toma y desenfunda la katana a su vez (NO QUIERO VERLO, NO QUIERO HACERLO...) Ivana lee y comprende el poema mortuorio:

Estrecha e incómoda

La senda del honor

Fácil resbalar

Fácil perder el rumbo

Hacia el lodo de la deshonra

Es el único regreso del guerrero

La limpia puerta de la muerte

Y sus llaves

La espada y la sangre

Ivana se siente alzar la pesada y filosísima hoja de la katana, la espada más perfecta del mundo, esperando...

NO, POR FAVOR... NO QUIERO... SÁCAME DE AQUÍ

La hoja corta brilla al sol. Cuatro suspiros: clavar-corte arriba-corte abajo-corte derecha-corte izquierda. La sangre mancha el inmaculado uniforme y salpica el estrado. Los otros militares no mueven un músculo. Jonshiro, vencido por el terrible dolor, ha apoyado la frente sobre el estrado, doblado, sujetándose las entrañas con las manos. El wakizashi ensangrentado reposa sobre la estera de paja de arroz. Con infinito trabajo, gira la cabeza y hace su última seña a Ivana-Hiyaki...

NO, NO LO HARÉ. NO PUEDO HACERLO. NADIE PODRÍA...

... y el corte silbando, único, pesado y relampagueante, con el alivio final.

¡NOOOO!

En medio de su grito, Ivana siente unos dedos impalpables buscando en su cerebro una palabra que se apresura en entregarles, para librarse de ellos. KAISHAKU... La lluvia de conceptos se vuelve tormenta: dolor, agonía, alivio, eutanasia, piedad, condena, verdugo, amigo... KAISHAKU. Y el dolor de la comprensión la vence, mientras las imágenes del hambre y el caos planetario, del suicidio ritual del Jonshiro y el tajo de Hiyaki se alternan y se repiten una y otra vez, se repiten, se alternan... como si alguien-algo que no es ni puede ser humano, pero lucha por comprender, pidiera excusas por haber sido lento, por no haber terminado todo de un único tajo cósmico, por dejar sobrevientes que sufran y pregunten... hasta que la oscuridad la acoge de nuevo en sus brazos, fresca, aliviadora...


***


—Ivana, ¡despierta! Por el amor de Dios, no juegues conmigo, princesa, vamos, abre los ojos...

La voz llega hasta su cerebro desde muy lejos. Mven, por supuesto.

La astronauta, como en un sueño, como con una mente que no le perteneciera, piensa en lo curioso que resulta que hasta los más ateos hagan invocaciones religiosas en los momentos extremos...

Todo el mundo necesita tener o al menos creer en alguien arriba que vele por él, para protegerlo...

—¿Mven, eres... tú? —Tiene la voz pastosa y gutural—. ¿Qué pasó?... cuéntame todo con detalles... ¡ay! —Tratando de erguirse, todavía atontada, se golpea con el mamparo. No es espacio lo que sobra a bordo de un Saltamontes. Y en la ingravidez los golpes son igual de dolorosos...

Dolor... tanto dolor...

—Nada, princesa, te recogí en el mismo lugar donde te dejé, dos horas después, como estaba convenido. Tuve que ponerme la escafandra y salir a buscarte... estabas inconsciente. —La ansiedad y la alegría se mezclan en la voz de barítono del astronauta negro—. Pero estás viva, que es lo que importa... ¡y eres tú la que tiene mucho que contar! ¿Te... dolió mucho? ¿Pudiste contactarlos...?

—Dolió... algo —sonríe Ivana tristemente, pensativa—. Y sí, los contacté... y hablamos. Me entendieron. Reconocieron su error. Se han ido.

—¿Eh, qué dices? —Desconfiado, Mven mira por la única escotilla transparente del improvisado vehículo interorbital—. Pues... parece que sí. Por increíble que parezca, ya no se ven esas asquerosas luces rojizas alrededor de la Luna... Te has esmerado, princesa ¿qué les dijiste?

—Los fantos son kaishakus cósmicos, Mven —le espeta ella, y se ríe: como si con ese galimatías quedara algo aclarado. Como si importara...

—¿Kaishaku? —Mven cavila un instante—. Sí, me suena... ¿no era ésa la única palabra que repetía Hiyaki hasta el final? Lo busqué en mi IA, no soy tan perezoso como algunos que conozco... y he visto unos cuantos holofilmes de esos de samurais. Es el verdugo que les cortaba la cabeza, pero no veo qué tiene que ver eso con...

—Mucho —acota Ivana, cerrando los ojos. Está tan cansada...—; el kaishaku no era un verdugo cualquiera. El mejor amigo de la víctima, y elegido por ella. Ser nombrado kaishaku para un seppuku era un gran honor...

—Tremendo hijo de puta hay que ser para cortarle la cabeza a tu mejor amigo —ironiza Mven—. Y el seppuku ese... ¿qué es? Ah, sí, eso también estaba en mi IA... ¿el harakiri, no? Eso de rajarse el estómago debía doler...

—El harakiri es sólo cortar el vientre, el seppuku es todo un ritual —dice Ivana, y siente que usa una frase hecha que ni siquiera es suya. ¿Hiyaki?—. Cuando un samurai fracasaba y perdía el honor, la única forma de recuperarlo era mostrándose digno ante la muerte. Asumiendo la muerte con dignidad, despreciando el dolor. No era sólo suicidarse, sino demostrar que podía hacerlo como un guerrero, de la forma más dolorosa...

—Con lo fácil que es envenenarse o ahorcarse, y más rápido, sobre todo... —continúa ironizando Mven, y ante la mirada glacial de Ivana, sonríe, apenado—. Disculpa que tire a chacota lo que estás diciendo. Es que, después de estar a punto de ser borrados de este universo por esos fantos, la buena noticia me ha puesto eufórico... Casi no lo puedo creer, es demasiado bueno, fíjate que ni siquiera lo he informado a Oz por radio, y eso que allá deben estar arrancándose los pelos de pura tensión... Quiero que tú misma les des a todos la noticia, princesa... Pero disculpa, continúa... Oye, y si el tipo se abría el vientre ¿qué sentido tenía el verdugo? Me parece que sale sobrando...

—Cortarse el vientre es mortal... pero no se muere enseguida. El tajo del kaishaku es un golpe piadoso —sentencia Ivana—. Una vez que el amigo caído en desgracia se ha mostrado viril y digno ante la muerte inevitable, decapitarlo, cortar de raíz su sufrimiento es el último acto de amistad y aprecio que otro samurai puede ofrendarle ¿entiendes?

—No mucho... Estos japoneses estaban locos, con todo eso del honor y la muerte —se burla Mven—. Bueno, lo importante es que los fantos se han ido. Y de verdad, no veo a qué viene eso de que son kaishakus... Nosotros no nos estábamos suicidando, ellos fueron los que por poco nos liquidan...

—Todo depende de cómo se mire...

—Ah sí, y de noche todos los gatos son pardos... Estás muy estresada, el cansancio te hace decir tonterías... mejor duerme un rato... falta media hora para llegar a Oz, ya sabes que este trasto no puede ir muy rápido...

—Sí, estoy cansada, debe ser eso... Lo de kaishakus no tiene nada que ver, por supuesto... dormiré un rato, concéntrate en guiar el Saltamontes... —Ivana se acomoda en el asiento de sobrecargas del pequeño vehículo interorbital y bosteza...

—Bien, princesa, duerme... te lo has ganado... —murmura aún Mven, y luego presta toda su atención a los mandos y a la trayectoria.

Cuando está segura de que la cree dormida, Ivana lo mira y sonríe imperceptiblemente. Así, abstraído, es tan hermoso. Negro y atlético como un príncipe etíope. Qué golpe para los racistas que los mejores cosmonautas resultaran ser los africanos... Tenía que ver con la mayor densidad de los huesos: lo mismo que los hacía malos nadadores hacía que resistieran la ingravidez con menores pérdidas de calcio óseo. Senegaleses, tanzanios, sudaneses... el espacio estaba lleno de ellos. La nueva humanidad será por fuerza bastante oscura... quizás así tengan una oportunidad.

Mven, tan hermoso y confiado y alegre por la salvación del homo sapiens... y sin entender nada. Tal vez eso sea lo mejor para él y el resto de Oz... A fin de cuentas, idos los fantos, las tripulaciones de las tres o cuatro estaciones espaciales que quedan podrán regresar a La Tierra, empezar desde cero... sin tanta población quizás haya una oportunidad... No repetir los errores de antes, mejorar... eludir el gen suicida, el autotóxico de la agresividad y el egoísmo...

Quisiera creerlo, pero, desgraciadamente, ahora, como Ellos, sabe.

Sabe que, llegado cierto punto, hasta la más radical de las curas sólo prolonga la agonía... Y en vez de pensar en eso, en lo terrible-inexorable, prefiere de nuevo pensar en los Ellos. ¿A dónde habrán ido ahora? ¿Habrán regresado a su mundo... si es que aún tienen alguno; o estarán ya ayudando a otra raza que se destruye sin saberlo a llegar a un final menos doloroso y cruento?

Los japoneses y su extraña sensibilidad lo definieron casi perfectamente... pero sólo casi. El de verdugo fue siempre un oficio difícil. El de kaishaku cósmico, todavía más. Regalar la muerte a las razas y culturas que agonizan sin saberlo, cargando con toda la responsabilidad y la culpa y la infamia, sin nunca decir a ninguna la verdad, para al menos dejarlas creerse víctimas y no suicidas... hasta que alguna niega el don de la muerte y se resiste y pregunta demasiado. Como los hombres. Como ella...

¿Cruel? ¿Inhumano? Tal vez. Pero, ahora puede comprenderlo, lo más difícil de todo, lo más inhumano no es dar el tajo final... sino no hacerlo. La egoísta no-acción, el wu-wei taoísta, el simple encogerse de hombros... el mirar una raza apagarse y permanecer con los brazos cruzados, el permitir su agonía y su desesperación, sabiendo que, en su inmenso poder, con sólo con un gesto piadoso...

13 de marzo de 2000



YOSS

José Miguel Sánchez Gómez nació en la Ciudad de La Habana en 1969. Es Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. (UNEAC) y de la Asociación Hermanos Saíz. Ha tenido una participación destacada en los eventos de Ciencia-ficción: Ibeficción 94, Cubaficción96, CuásarDragón 95 y Habana 99. Premio "Pinos Nuevos" 1996. Participó como Jurado en el concurso "Dragón" 1999 y obtuvo varios Premios en la revista Juventud Técnica. Ha publicado muchos de sus cuentos en la revista virtual i+Real de Cuba. Fue miembro de los talleres literarios "Oscar Hurtado" y "Julio Verne". Obtuvo el Premio "David" en 1988 con Timshel, en la modalidad de Ciencia-ficción. Ha publicado los libros: Timshel, 1989; W, 1998; Los siete pecados nacionales, Ed. Bessa, Italia; la antología de fantasía Reino eterno, en 1999; la novela Los pecios y los naúfragos, en el 2000 y la antología Pórtico XXI. En axxón ha publicado:
     "Los meandros de la historia", en Axxón 51.
     "Trabajadora social", en Axxón 56.
     "La maza y el hacha", en Axxón 83.
     "Destrúyenos porque nos amas", en Axxón 94.
     "El tiempo de la fe", en Axxón 97.
     "El arma", en Axxón 106.
     "El performance de la muerte", en Axxón 110.
     "Las chimeneas", en Axxón 113.
     "Ese día", en Axxón 128.
     "El primer viaje de la Argonauta", en Axxón 132.
     "Entre Feed-Back y Slip-Stream: el ghetto de la Ciencia Fición", en Axxón 133.


Axxón 142 - Septiembre de 2004