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El Gaucho de los Anillos

La yunta e’ torres
Capítulo 2

Endemientras los demás
corrían levantando tierra,
andaban de suerte perra
los hobbits, el Sam y el Frodo,
porque no hallaban el modo
de bajarse de unas sierras.

“Me parece”, dijo el Sam,
“que por acá ya pasamos.
¿No se le hace el desparramo
ése e’ piedras conocido?
Me malicio que perdidos
por estas sierras andamos.”

El Frodo le contestó:
“Tenés más razón que un santo.
¡La pucha! Endijpué e’ tanto
hacer de juerza derroche,
se nos va a venir la noche
sin haber hecho adelanto.”

A una paré se arrimaron
y con yuyos y palitos
se agenciaron un bendito
pa’ no dormir al sereno.
Cuando lo esperaban menos,
escucharon un ruidito.

Alvirtieron que uno andaba
aguaitando dende arriba:
bajando las piedras iba
esa cosa nunca vista
que porfiaba en seguir viva
dende el tiempo e’ la conquista.

El viejo dueño ’el anillo,
el Golum, de horrible facha,
que hacía vida e’ vizcacha
y nomás salía a lo oscuro,
andaba pegao al muro
lo mesmo que cucaracha.

Bajo la luna se vía
esa cosa repelente;
ya ni parecía gente
de los años que cargaba,
y medio torcido hablaba
porque le faltaban dientes.

“¿Ande se habshán estu’ hobbi’
metido que no lo’ vemo’?
En cuantito lu’ encontshemo’
lu’ vamo’ a mandá p’al hoyo.
Pacencita, mi tesoyo;
pshontito no’ yeuniremo’.”

Apenitas llegó al suelo
se jueron encima ’el flaco
y le dieron pa’ tabaco
por izquierdo y por derecho,
hasta dejarlo maltrecho
como poncho calamaco.

“¡Hasta acá llegaste, maula!”,
el Samsagaz le chantó,
y de costao lo voltió
pa’ maniarlo con la soga.
El otro casi se ahoga
con el dolor que le dio.

“¡Amalaya! ¡Esta cosa
nos quema como cashbón!
¡Vení acá, hobbi’ panzón,
disgraciáu y catingudo!
¡Sacano’ este coshdón,
que es cosa e’ lo’ oyejudo’!”

“¡Callate!”, le dijo el Frodo.
“Te vamo’ a sacar los tientos,
pero si hacés el intento
de fugarte, y no es de broma,
te estaquiamo’ a que te coma
cualquier bicho que ande hambriento.”

“¡Decí que vas a portarte!”,
le pegó enojao el grito,
y el otro se hizo chiquito.
“Por el tesoyo juyamo’
que acá en adelante vamo’
a sé güenos, patshoncito.”

Estaba el Sam como loco:
“¡No le haga caso, patrón!
En cuantito una ocasión
encuentre este sabandija,
va a llevarse la sortija
y a dejarnos de mojón.”

Dijo el Frodo: “Yo tampoco
quiero andar e’ cuidador,
pero este bicho traidor
que conoce la frontera
va a enseñarnos la tranquera
por ande se entra a Mordor.”

“¡Patshoncito ’tá mamáu!
¡No lo pensamo’ llevá!
Vigilando por allá
andan tuito’ lo’ capanga’
que le van a cai’ en manga
si se les llega a asomá.”

“Si querés o no querés”,
dijo el Frodo, “me da igual.
No te retobés, bozal,
y enseñanos el camino.”
Y al Golum, que era ladino,
se le ocurrió algo bestial.

“Le insistimo’, patshoncito,
que eso es una chifladuya,
peyo si a la tieya oscuya
sigue empeyao en dentshale,
podemo’ yecomendale
una yuta más seguya.”

“Hay como unas escaleyas
po’ ande hay que di’ primeyo,
y endijpué hay un aujeyo
que atshaviesa la montaña.
No vive ninguna ayaña,
en esto somo’ sinceyo’.”

“Tá güeno”, le dijo el Frodo.
“Mostranos por diánde es.
Endijpué, si no querés,
ya no nos seguís pa’dentro.”
Y partieron al encuentro
del malo e’ una güena vez.


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