¡Ya va a golver el patrón,
aguante un cacho entuavía!
Por ahura nomás golvía
con el Teodén de Isengar,
y alguno les jue a avisar
que una tropa los seguía.
Los misteriosos jinetes
llegaron tascando el freno,
se adelantó uno sereno
y con toda la garganta
saludó: “¡Güenas y santas!
Dirán pa’ qué somos güenos.”
Conoció enseguida el Trancos
que eran gauchos de güen porte,
los que por puro deporte
la frontera defendían:
era la gris compañía
de los baquianos del norte.
Les avisó a los demás:
“¡No hace falta un entrevero!
Éstos son mis aparceros,
grandes criollos y baquianos.
Vendrán a echar una mano,
o en todo caso eso espero.”
Dio un paso un recién llegao
y confirmó: “Satamente.
Juntamos toda esta gente
y un poquito e’ la orejuda
pa’ venir a ofrecer ayuda
en lo que haiga más urgente.”
Jue a saludarlos el Trancos,
los presentó a los demás,
montaraz por montaraz
y algunos elfos también,
y vido ahí que además
venía su prienda, la Argüén.
“¡Acá llegó tu Argüencita,
que siempre te va a ser fiel!
Las damas de Rivendel
te hicimos esta bandera
para que allá donde fueras
se sepa quién sos, mi Estel.”
Jue a agarrarla agradecido.
“Por ahura la viá guardá.
Ya va’habé oportunidá
cuando llegue a mi querencia
de que reclame mi herencia
y me den mi propiedá.”
Y ya que ahí la tenía,
con voz acaramelada
quiso invitarla: “Mi amada,
¿vamo’ a ver crecer el trigo?”
Ella contestó: “Conmigo,
hasta el casamiento, nada.”
No hizo tiempo a contestar,
que en sus caballos montaos
se vinieron los cuñaos,
el Adán y el Rohir.
“El tata manda decir
te acordés de los finaos.”
Se diría que muy lindo
no le pareció a don Ara,
que ahí nomás puso una cara
como de tragar un sapo.
Lo viera usté al gaucho guapo
con esa espresión tan rara.
Dijo la Argüén: “¿No te gusta
la bandera que trajimos?
¿Poquito oro le pusimos?”
Contestó: “No es ese asunto.
A ese paso e’ los dijuntos
yo ni mamao me le arrimo.”
Lo miraron los demás
diciendo: “¡No se comente!
¿No es el Trancos más valiente
que cualquier otra persona?
¿Va a decir que lo enjabonan
unas ánimas dolientes?”
Dijeron que se acordara
de la vieja profecía:
“Van a ver que llega el día,
esto es verdá, creanmelón,
que va a golver el patrón
como cosa e’ brujería.”
“Por el camino e’ los muertos
caminarán riales pieses,
resonará varias veces
de corneta una tonada;
será la deuda pagada
con tuitos los intereses.”
Dijo el Guimli: “¡Si ha de hacerse,
no importa a quién perjudica!
Este enano no se achica
ni va a pijotiar esjuerzo,
pero diganmé: ese verso,
¿qué caracho sinifica?”
“Sinifica”, anunció el Trancos,
“que ya es hora de partir.
El que se vaya a venir,
que ahura mesmo cante el ‘quiero’,
que tenemos que salir
más rápido que ligero.”
“Yo viá dir, pa’ que no digan
que habla al cuete el Guimlidiano.”
Y acompañando al enano,
jue también el elfo blondo,
los hijos de don Elrondo
y hasta el último baquiano.
Le dio un beso e’ despedida
doña Argüencita Undomiel,
le prometió que por él
le iba a rezar a Elberita,
le regaló una estampita
y se golvió a Rivendel.
“¡No nos vamo’ a detener
por más que la tierra se abra!”,
y sin soltar más palabras
ni levantar la perdiz
salió la partida gris
en su búsqueda macabra. |