LA SEGURIDAD DEL ESCLAVO

Roxana Nakashima

Argentina

Hacía calor adentro. Recién me di cuenta de lo encerrados que estábamos cuando decidí salir a comprar unos cigarrillos para los chicos. Esa mezcla de humo, comida barata, desodorante vencido... No sabía si era tarde, o demasiado temprano. De hecho eso ni importaba. Nuestros días pasaban y había muchas cosas que no nos interesaban.

Pero ese día fue distinto. Salir de nuestro departamento, ver otra luz, otra gente, obligar a mis ojos a que fueran más allá, más allá de los pocos centímetros que nos separaban de las pantallas, ahí arriba, en nuestro reducto. En el kiosco había un muestrario de anteojos. Casi a mi altura había un espejo para probarlos. También ahí comprobé lo deplorable de mi estado. Ya ni ojeras se podían llamar esas cosas... ¿Hacía cuánto que no dormía?... No pude responderme. Por suerte el tipo que atendía me extendió automáticamente los cigarrillos que siempre comprábamos. Le dije que ese día quería cambiar de marca. Claro que cuando vi todas las que había no supe por cuál decidirme. El tipo era agradable y me alcanzó un atado muy colorido, acompañándolo con una sonrisa convincente que me impidió preguntarle nada. Nos reímos entre dientes, y me dijo que llevara esos, que siempre tenían premio. Decidí prender uno y dar unas vueltas por nuestra área. Cuando abrí el paquete comprobé que era cierto... entre los cigarrillos se escondía una moneda de diez centavos. Supuse que esa forma de premiar a la gente era la mejor forma de publicitarse. Después de todo, las monstruosas propagandas debían salir más caras que poner un poco de plata directamente en cada atado. Me guardé la moneda y caminé hasta el mirador.

Estábamos viviendo en el complejo F, una de las zonas más caras. Ahora no era una gran cosa, después de haber pasado varios años conociendo los detalles y miserias del barrio. Una vez que uno se adapta todo se torna aburrido. Admito que en este caso ese período de adaptación me tomó mucho tiempo, incluso tal vez años. Pero en ese momento, paseando y tratando de despejarme, me daba cuenta de lo mucho que me hubiera gustado estar en otro lugar... Llegué al mirador y prendí otro cigarrillo. Este era violeta y tenía un leve gusto a chocolate... no estaba mal la sugerencia del tipo del kiosco. Todavía me reía por la cara que había puesto. Me sorprendí imitándola, una ceja para arriba, una sonrisa cómplice...

Desde ese mirador las naves parecían estar alineadas como para jugar algún tipo de partido. Una pelota, un arco, quizás... Algunas luces parpadeaban, y otras naves ni siquiera las prendían. Me concentré en una navecita con una luz violeta como el cigarrillo; quizá también oliera a chocolate, pensé. Estuve un rato y me volví al departamento, caminando por otra calle, buscando algo nuevo, alguna esquina, alguna falla...

Cuando entré noté de nuevo el contraste de los olores, las luces, mi aburrimiento. Uno de los chicos estaba durmiendo en el sillón, abrazado a un almohadón y con el gato ocupándole el lugar de los pies. No parecía muy cómodo, pero ahí estaba durmiendo... Otros dos chicos estaban probando un juego. Parecía interesante, un poco más que cualquier otro, pero no mucho más tampoco. Horas y horas haciendo lo mismo, durante mucho tiempo. Esa noche todo empezaba a exasperarme...

Desperté al gato sólo para acariciarlo. Eso era algo sedante para mí... como si fuese algún tipo de droga... Claro que había drogas que realmente me sedaban mucho más, pero no esa noche, esa noche me sentía extrañamente alerta, y no quería arruinarlo. Me quedé mirando un rato cómo era ese juego. A eso nos dedicábamos. Dos chicos y dos chicas, viviendo en ese departamento, trabajando para descubrir los errores de los juegos que hacía "una empresa muy especializada y poderosa en el rubro", al menos eso les gustaba decirnos cada vez que les pedíamos aumento de "salario".


Ilustración: Pedro Belushi

Y así pasaban los días, nos llegaban juegos, los probábamos durante horas y horas descubriendo fallas o posibles mejoras, nos pagaban... y nos llegaban nuevos juegos. Esto empezó cuando éramos chicos, ya ni recuerdo. Sí sé que fue hace mucho, con algún regalo familiar, con un monitor y algún puñado de juegos, y después las tardes y las primeras noches despiertos, jugando y jugando, pasando los días... En algún momento todo pareció poder hacerse más seriamente, y fue cuestión de conocer a la gente adecuada, y conseguir los contactos que nos permitieron pasar los días como si estuviéramos trabajando de verdad.

Desde hace algunos días dejé de sentir que no era un trabajo. Quiero decir, ahora lo empiezo a vivir como una obligación de la que no me puedo despegar. Si pienso en mis opciones... bueno, mis opciones me hacen querer acariciar al gato, o tomar alguna droga realmente evasiva... Entonces trato de imaginarme qué cosas podría hacer para cambiar mi situación. Esta especialización que adquirimos todos termina resultando un ancla, a esta altura, más indeseable que agradable.

La empresa nos deposita una cifra interesante en una cuenta, todo por pulir sus juegos antes de que salgan al mercado. La cifra que se almacena en algún banco tiene un suplemento casi igual o, si tenemos mucha suerte, incluso superior, cuando vendemos ilegalmente esos mismos juegos, tan sólo unos días antes de que los tipos estén listos para sacar los productos al mercado. Por suerte existe gente fanática por lo inédito y lo novedoso. Y es cierto, mucha gente se entusiasma con esas cosas, y hasta yo misma lo solía hacer. Pero no ahora, no cuando me empecé a aburrir lentamente de este estúpido trabajo. Debo reconocer que no soy mala en lo mío, pero de todas maneras hay algo que me empieza a faltar en todo este asunto.

Puedo pasar varias horas frente al monitor. Hasta tenemos concursos de eso. Incluso puedo probar dos juegos a la vez. Pero ya estoy cansada... Me aferro a cualquier argumento, a cualquier síntoma que me haga sentir que estoy en lo correcto, y de que un cambio acecha escondido en algún lado, y sólo es cuestión de que me concentre como lo hago cuando busco las fallas de los juegos, y así ver adónde quiero llegar realmente. Pero esa noche mi mente perdió el rumbo de nuevo. ¿Cuántos fueron? Muy pocos minutos pensando en otra cosa que no sea huir de mi enemigo, o conseguir puntos extras o hacer alguna cosa así. Sin levantar la vista de la parte de atrás de la oreja del gato, les digo a los chicos que de ahora en más voy a ser yo la que se ocupe de las provisiones... No parecen entender qué quiero decir con eso, sólo me devuelven una sonrisa y un "como quieras, dale".

Y me sumerjo en las pantallas... Es un juego más, como tantos que ya probé, pero esta vez el objetivo es encontrar gente perdida. Es un juego lento, donde hay que juntar información, procesarla, tomar las decisiones justas, no perder tiempo... No son mis juegos preferidos, pero está bien. Aunque los chicos ya recolectaron demasiadas fallas y detalles que seguramente les harán abandonar el proyecto, o quizás repararlo. Eso es lo peor para mí. Preferiría que lo abandonaran y se dedicaran a pensar en otro juego. Pero eso no depende de nosotros, y sólo podemos sugerirles algunos cambios, y hasta proyectos completos, aunque la cifra no aumenta apreciablemente por hacerlo. Sólo sirve para mantener la mente ejercitada. De hecho, uno de esos proyectos ya está empezado, pero ninguno de los cuatro tiene el tiempo suficiente como para seguirlo con dedicación constante, que es lo que se necesita para llegar a algún lado con este tipo de emprendimiento.

Es nuestro recreo, de todas formas. Cada idea que se nos ocurre la tratamos de adaptar a nuestro juego. Confío en que algún día logremos algo verdaderamente importante, el juegomás divertido, o el más veloz, o el mejor adaptado o el mejor algo... eso me gustaría. Ahora recuerdo que ya van varios días que no aporto nada para el proyecto...Tal vez sólo sea cuestión de sentir que estoy haciendo algo propio, construyendo algo nuestro, en lugar de estar arreglando los errores ajenos... sí, quizás eso me haga sentir un poco mejor... Pero, sinceramente, hoy no se me ocurre nada.

Los chicos se dan vuelta, y me doy cuenta de que llegaron al último nivel del juego. Eso significa que la parte más densa del trabajo está hecha. Después tenemos las tareas divididas, porque los juegos suelen ser muy parecidos. Aunque es bueno toparse con alguno que nos obliga a prestarle más atención al asunto. El que titila en las pantallas es uno de esos, y los dos están tan sonrientes que no puedo evitar reírme un poco. El gato se me escurre de las manos cuando me levanto para ver a qué se debe semejante sonrisa. Me muestran el reloj que siempre usamos para medir "competiciones"y está indicando unas nueve horas y media... Bueno, eso sí que es un récord. Los felicito y les digo que seguramente era un juego muy estúpido, aunque sé que no lo es. Evidentemente tomaron las decisiones correctas, o las que el programador del juego catalogó como óptimas, y eso se tradujo en un juego fluido y sin mayores problemas. Ahora tengo un desafío frente a mí, y no puedo evitar sentirme algo conmovida.Voy a tener que ver de qué se trata... Aunque en este momento sólo tengo ganas de charlar un poco.

Los dos lucen bastante mal, y recuerdo mi imagen reflejada en el espejo del muestrario de anteojos en el kiosco... Pero están contentos y se abrazan y se besan en un largo beso, justo frente a mi perdida mirada. Se despegan con un ruido de sopapa y me miran intrigados. En eso se despierta el otro chico que estaba abrazando tan apasionadamente la almohada, y se une a las miradas de intriga que nos estamos intercambiando entre todos.

Les cuento que ando bastante cansada, y que estaría bien pensar en hacer otra cosa...y ahí me detengo, tratando de representar algo con mis manos... ¿una esfera? ¿Una tela grande que se expande? ¿Demostrar algún tipo de peso?... Todos se ríen, y no me entienden. Supongo que hice una representación poco convincente de qué es lo que quiero, justamente porque es tan abstracto como eso que mis manos no podían dar forma. De todas maneras tratan de que les explique. Somos buenos, después de todo, a pesar de lo vagos que podamos parecer todo el día frente a uno, o dos, o tres monitores; a pesar de lo insustancial que parece nuestra vida.Y lo vivo como eso, como "una"vida, una vida compartida entre cuatro chicos que nos conocemos desde hace mucho tiempo y que no sabemos lo que es estar solos, ni sentirnos realmente felices, ni sabemos cómo las cosas podrían ser distintas.

Nuestras aspiraciones pasan por juntar plata para adquirir la última tecnología, comprar comida y pagar el alquiler. A veces nos damos gustos extra, comosalir a algún lugar especial, o llegar hasta la Zona de Juegos y perdernos ahí durante un buen tiempo... Nuestras vacaciones, que terminan siendo un poco más de trabajo. Estar alerta, recolectar información, conocer gente para después intercambiar ideas, aprender trucos... A veces la cabeza me llega a doler mucho... Sí, aspirinas, medicamentos y drogas, también forman parte de nuestra lista del "supermercado".

Pero no son cosas demasiado ambiciosas. En algún punto no nos creemos capaces de aspirar a algo más importante,y no sé cómo llegamos a convencernos de nuestra inutilidad. Es como si nuestras mentes se hubieran endurecido hasta hacernos creer que no podemos hacer nada. Pero no recuerdo en ningún momento la sensación del fracaso, el fracaso real, algo que pueda llamarse "fracaso". Y no lo recuerdo porque sé que nunca nos esforzamos mucho por nada, por una meta, por algo que nos importara y que implicara algún tipo de sacrificio.

Es así como llegamos a estar metidos en el departamento, apelmazados como animales, comiendo porquerías y tratando de conseguir lo último de los juegos, sólo para sobresalir en las reuniones con los otros chicos, con los chicos que no viven con nosotros, aunque vivan como nosotros, los chicos del otro lado del complejo F, los que tienen otra vista y otros edificios, igualmente desgastados, pero tal vez con una mano más de pintura; claro, es la zona más cara del complejo...

Estoy confundida, pero sobre todo estoy sorprendida. ¿Qué me ayudó a darme cuenta de lo aburrida que estoy? ¿Por qué los otros chicos no perciben lo mismo, si después de todo nos criamos juntos? Me gusta ser distinta, aunque al mismo tiempo eso me hace sentir muy sola, una soledad diferente a la que me envuelve cuando voy a comprar cigarrillos, o cuando tengo que tomar decisiones para pasar de nivel en algún juego. Es una sensación distinta, pero bastante parecida. Los chicos dejaron de entenderme, y sé que ahora opinan que me estoy perdiendo en alguna nebulosa de confusión, y sólo esperan que vuelva a ser la de siempre, a decir los mismos chistes estúpidos que nos encantan, a demostrar mi debilidad en los juegos de decisiones complicadas, y mi habilidad para encontrar las fallas de otros... Pero esta vez no creo que todo vuelva a la normalidad, y me da tristeza y en algún punto también algo de esperanza.


Pasaron varios días. Yo seguí yendo a comprar cigarrillos, (los violetas, los que traían monedas como premio), llegaba hasta el mirador, y buscaba siempre la misma navecita con la luz que titilaba. A veces estaba, y cuando no podía encontrarla empecé a preguntarme cómo hacer para ponerme en contacto con los que estuvieran viviendo allí. Mucha gente vivía flotando en las naves, aunque también éramos muchos en los complejos. De hecho, los tipos que nos mandaban los juegos eran dueños de un complejo más grande que el nuestro, y ahí desarrollaban todos los productos. No sé cuántos tipos vivían ahí, pero sé que era imponente. Una de las más grandes: "una empresa muy especializada y poderosa en el rubro". Ese lema resonaba en mi cabeza cada vez que recordaba el logo.

De repente, y casi sin entender cómo, quise saber qué significaba vivir en una nave, flotando en el espacio... Había conocido a muy poca gente que sabía lo que era, algunos conocidos de los chicos del otro lado del complejo habían venido una vez al bar donde nos juntábamos, y estuvieron alardeando de su maravillosa vida flotando en el espacio. Así empecé a ordenar todo lo que sabía de las naves. Recordando personas, comentarios, rumores... También me contacté con unos chicos de la Zona de Juegos que nos compraban los juegos piratas. En la Zona de Juegos tenían contratos especiales con las empresas, y era seguro que eso les permitía acceder a los preestrenos que nosotros mismos alistábamos. Pero no era el caso de los chicos que vendían las entradas. A ellos les canjeábamos juegos por entradas. Como ellos no podían jugar gratis en la Zona de Juegos, se preparaban por su cuenta, para ganar dinero en las apuestas contra los novatos que llegaban hasta ahí.

Era un buen negocio, y un buen contacto. De hecho, ellos fueron los que me entusiasmaron con la idea que ya se estaba formando en mi mente, cada vez con más fuerza y decisión: quería vivir durante un tiempo en una nave. Los chicos de la boletería de la Zona nunca vivieron en un complejo como el nuestro, por lo que intercambiamos información de cada una de nuestras experiencias, como si fuéramos unos expertos empresarios que comparan dos proyectos para obtener los máximos beneficios.

Sorpresivamente, la empresa para la que trabajábamos nos encargó un juego muy importante que querían de inmediato, y de repente tuvimos mucho trabajo. Las ganancias no iban a ser proporcionales al tiempo que nos llevaría, y a esa altura yo estaba seriamente interesada en dedicarme a planear mi "aventura" de vivir en una nave. Tuvimos largas charlas, y les conté mis intenciones. Ellos quedaron apenados, y en ese momento me di cuenta de lo importantes que eran para mí. Vivir separados sería un gran desafío para todos. La idea no era irme "para siempre". De hecho, eso casi no existía para ninguna cosa. Quería que esa experiencia fuera una especie de largo recreo, aunque trabajando en algo, porque eso no lo iba a poder evitar.

El trabajo que nos habían encargado fue bastante duro. Sabía que no podía irme en ese momento, y que los días siguientes serían de mucha tensión, y más concentración que nunca. No era oportuno que me fuera, y tampoco pensaba dejarlos clavados. Así que me comprometí a hacer ese trabajo, y después me iría. Estuvimos muchos días totalmente abocados a la tarea. Era un juego realmente emocionante, bastante distinto a lo que veníamos viendo, y logramos organizarnos muy bien como para que todo estuviera perfecto. La sensación de que era el último trabajo que haríamos juntos parecía una exageración, pero de algún modo la sensación fue tomando cuerpoy empezó a flotar en la atmósfera como un estimulante elemento de presión.

Nos asignamos turnos y tareas. Cada uno de nosotros tuvo que esforzarse más de lo habitual, porque era un juego nuevo que requería mayores habilidades, y porque tampoco teníamos demasiado tiempo. Seguí yendo a comprar cigarrillos y a hacer las compras, pero dejé de ir al mirador. Cuando me tocaba dormir, siempre pensaba en la luz violeta que parpadeaba en el gran vidrio del mirador, y me imaginaba cómo se vería el complejo F desde la distancia...

Me gustó hacerme cargo de los exigentes requerimientos del juego nuevo, partes en donde tenía que probar el rendimiento de varias decisiones, y fue muy bueno. Todos se sorprendían de que en ese momento no me costara tanto como otras veces, y yo sentía que era un buen augurio para el viaje que me esperaba después de los días de vértigo que estábamos viviendo. Cuando entregamos todas las correcciones, algunas sugerencias y especiales felicitaciones por la calidad del juego, supimos que la empresa estaba muy orgullosa de nosotros y que nos iban a encargar otros trabajos grandes. Eso significaba que pasábamos de categoría, y que nos darían más dinero por nuestros servicios. Todos estábamos contentos... aunque yo no había abandonado mi idea...

Volvimos a hablar de cómo nos organizaríamos, y fui más terminante. Finalmente, comprendieron que no cambiaría de idea. Quise dejar en claro otras cosas, como la obvia continuidad de nuestros contactos, y fundamentalmente el proyecto del juego que siempre postergábamos. Ya casi se habían olvidado de eso, con tantas ocupaciones... Les dije que quería que hiciéramos algo con al respecto,pero no parecieron muy entusiasmados. De hecho, como vieron que a mí realmente me importaba, decidieron obsequiármelo como amuleto, o algo por el estilo. Para mí fue la mejor despedida posible.

Todo estuvo arreglado unos días después.Las charlas con los chicos de la Zona de Juegos habían sido muy provechosas, y empecé mi viaje por donde debía,apelando a la gente conocida que tenía información. Así fue como llegué hasta allá, después de la despedida formal con los chicos del departamento, con los chicos que eran mi vida, llorando en la estación del complejo, donde los pasajerosnos miraban por los ventanales como estúpidos, haciéndonos sentir unos tontos sentimentales. El viaje me pareció extraño: la tarifa era alta, aunque la nave estaba bastante desvencijada.La gente dormía, pero yo no podía dejar de pensar en todo lo que vendría de allí en más.

Cuando llegamos a la terminal de la Zona de Juegos los chicos de la entrada estaban esperándome. Nos abrazamos como si fuéramos amigos de toda la vida. Fue agradable sentirme bienvenida, y creo que a ellos les gustó tenerme ahí. Enseguida me llevaron adonde vivían. El lugar tenía un dormitorio y otra habitación, pocos muebles y una decoración pasada de moda intencionadamente. Podía respirar bastante mejor que en el departamento, todo olía un poco más fresco y no había pantallas encendidas iluminándolo todo con esos colores intensos a los que me había acostumbrado. Ellos vivían ahí desde hacía muy poco tiempo, y estaban muy entusiasmados. Ella trabajaba en otra área del lugar, y un día lo conoció cuando se organizó una cena para celebrar un premio que habían recibido por ser el complejo de entretenimientos que más público había recibido. Me lo contaron mientras tomábamos el té con una torta que ellamisma había preparado. Él parecía tan orgulloso...

Me sentí muy cómoda, y durante un par de días actué como si realmente estuviera de vacaciones. Pero finalmente conversamos sobre mis intenciones de trabajar en alguna nave.Ellos sólo conocían el funcionamientode la Zona de Juegos, su hábitat natural. Fueron tan generosos que averiguaron entre sus jefes si necesitaban a alguien para trabajar. Y me consiguieron un trabajo.

La Zona de Juegos es una especie de complejo gigante, lleno de entretenimientos. Las viviendas del personal y de los distintos empleados eran naves que orbitaban alrededor del núcleo de la Zona, donde estaban los juegos y los lugares para comer, ver cine o hacer compras. Era un paraíso, de hecho. Muchos de los juegos que probábamos circulaban allí, y era un placer ver a miles de personas jugando y divirtiéndose así.

Mi tarea consistía en manejar un transporte. Si hubiera sido sólo eso, mi nuevo trabajo podría haber estado bastante bien, pero no se trataba únicamente de manejarlo, tenía que llevar en él a la gente que se indisponía en los juegos. Muchas veces hacían crisis en mi transporte, mientras yo pisaba a fondo el acelerador para llegar lo antes posible a enfermería. En algunas oportunidades era la propia velocidad la que provocaba que se desatara la catástrofe, pero esas cosas las fui aprendiendo con el tiempo.

Me la pasaba limpiando el transporte, llenándolo de desodorante antibacterias y antitodo, hasta que ese olor se metió en lo profundo de mis fosas nasales, y se instaló ahí como si mi destino fuera pasarme el resto de la vida llevando a gente descompuesta y limpiando sus deshechos. Pero durante un tiempo hasta fue divertido. Conocí a mucha gente, como los chicos de la enfermería, los que atendían los juegos clásicos y los más violentos y divertidos. A veces hasta tenía que ir a juegos tan estúpidos que me preguntaba cómo alguien podía marearse ahí.

También me hice muy amiga de los otros chicos y chicas que trabajaban como yo. Éramos un montón, todos al mando de estos simpáticos transportes blancos, con una cruz roja decorando el exterior, y capacidad para tres personas. Fueron días muy activos, y hasta conocí gente agradable entre mis pasajeros. Si veía que la charla podía ser interesante, trataba de tomar el camino más lejano hasta la próxima estación de enfermería, y así podía lograr algún contacto, una tarjeta, un número... Me sentía como una cazadora, como en uno de los juegos que había en el sector 4, tratando de conseguir una buena presa. No tenía nada de premio, como sí lo tenía el juego, ni fichas extras, ni almuerzos, ni créditos... pero sentía que algo se podía estar gestando entre los vómitos y los desinfectantes con olor a maderas exóticas, algo...

Durante un tiempo, hasta que logré adaptarme, todo me parecía muy respetable y entretenido. Trabajaba muchas horas por día y, a la noche, volvía a la casita que me habían asignado, cerca de los chicos de la boletería, por suerte. Muchas veces nos juntábamos a charlar, a contarnos las anécdotas más sobresalientes, lo que fuera. Yo seguía todos los días en contacto con los chicos del departamento. Nos quedábamos hablando, o jugando a algún juego, compartiendo un poco de tiempo. Ellos también estaban bien, con mucho trabajo, consiguiendo más todavía, al punto de que negociaban algún tipo de acuerdo con los chicos de la otra punta del complejo para trabajar todos juntos.Casi no me podía imaginar ese negocio, ni la cantidad de plata que me decían que había de por medio. Pero me gustaba saber que las cosas estaban moviéndose, tal vez hacia un rumbo no muy distinto del que llevaban desde hacía mucho tiempo, aunque por lo menos un poco más rápido. A veces hasta parecía que las cosas cambiaban... Supongo que eso me daba esperanzas.

Cuando empecé a entender la nueva rutina, logré hacerme de tiempo suficiente como para dedicarme a armar cada vez mejor el juego que me habían "regalado"los chicos. El hecho de de estar rodeada de miles de juegos hizo que se me ocurrieran muchas ideas nuevas.El lugar estaba abierto las veinticuatro horas, todos los días.Así que hacer las escapadas que nos imaginábamos, esas cenas eternas, era muy complicado. De todas maneras teníamos la posibilidad de usar las instalaciones en algunos momentos, de forma clandestina, claro. Era justamente en esos momentos cuando aprovechaba para llenarme de imágenes e ideas, que una vez que estaba frente al juego en preparación, se hacían difíciles de seguir y de recordar. Pero yo sabía que estaban en alguna parte,y que las iba a poder deformar convenientemente como para usarlas en mi proyecto...

Con el tiempo logré concretar un juego bastante extraño. No puedo decir que fuera muy original. Pocas cosas realmente lo eran. Pero era entretenido y no muy estúpido, y eso ya estaba bien para mí. Después de dudarlo mucho, se los envié a los chicos del departamento. No obtuve respuesta inmediata, como me hubiera gustado, pero cuando llegó fue gratificante. A los chicos les había parecido muy bueno, y lo habían estado arreglando, como si fuera un trabajo más, pero no cualquier trabajo más. Digamos que le pusieron un poco más de atención. Así que cuando estuvo arreglado, mis amigos me plantearon la posibilidad de presentarlo en la empresa, y ver qué pasaba.

Estuve un par de horas inquieta, pensando qué podía significar eso, qué tendría de bueno y qué de malo, y finalmente les dije que estaba bien,pero que sería un proyecto de todos los que habían estado participando. Yo no quería los créditos... No sé muy bien qué es lo que quería, pero era algo más que mi nombre en la primera pantalla del juego. Ni siquiera eso. Supongo que quería que la gente se entretuviera, que pudiera sumergirse en otro mundo,ser otra persona por un tiempo, decidir cosas que uno habitualmente no decidía, pensar en otras cosas... Hasta podría decir que era un objetivo maldito y evasivo.


El juego tuvo un éxito moderado. En la Zona de Juegos estuvo en la parte marginal, pero con el tiempo lo desplazaron hasta otro sector un poco más vistoso, y todo parecía indicar que hasta llegaría en unos meses más a la zona de "clásicos". Por suerte nunca tuve que transportar a nadie desde ese juego. La gente no se descomponía allí.Las ganancias fueron buenas, y después de un par de meses en los que se siguió acumulando dinero, nos ofrecieron un trabajo directamente en la empresa, viviendo en sus naves, con los otros chicos del departamento.

Era una decisión extraña. Parecía una especie de sueño, ni bueno ni malo, sólo poco creíble. ¿Cómo nos iban a contratar a nosotros? Yo no podía entenderlo. No dudaba de nuestra capacidad, pero de ahí a ser parte de la empresa "más poderosa"o de más renombre... bueno, después de todo no había un paso tan grande. Como fuera, los chicos decidieron venir a la Zona de Juegos y así aclararíamos el panorama para ver qué hacer. Aprovecharon para "distenderse"un poco, probando más y más juegos, hasta que se saciaron, y pudimos sentarnos a hablar.

Estábamos un poco apretados en la casita que me habían asignado, pero estuvo bien. Mucho mejor que pagar las caras habitaciones de los hoteles que flotan junto a la Zona. Hablamos hasta tarde, y todo parecía indicar que teníamos más miedo que entusiasmo. Las cosas iban a cambiar bastante, y no sabíamos muy bien de qué forma. Supongo que eso nos inquietaba. Pero logramos decidirnos. Seríamos parte del emporio, haciendo lo que hacíamos en el departamento, y seguramente más cosas también. Yo me preguntaba si tendríamos un kiosco, o un mirador, o algo que nos hiciera sentir un poco más cercanos a lo que ya conocíamos. Pero todo eso lo develaríamos cuando estuviéramos allá.

Hablé con los chicos de las entradas, y con mucha gente más. Decidieron hacerme una especie de despedida, y fue muy raro ver a tanta gente deseándome suerte y diciendo lo mucho que me iban a extrañar.

A los pocos días llegamos a las instalaciones de la empresa en una de las mejores naves. Nos recibió una chica simpática, con un traje violeta y amarillo, y nos llevó hasta la que sería nuestra morada. Después de despedirse y de dejarnos un mapa con indicaciones y la hora de la cita con las autoridades, nos acomodamos y nos pusimos a observarlo todo. Al principio nos pareció un poco extraño. Claro que no era comparable a nuestro departamento. Pero tampoco se parecía a la casita de la Zona. Estuvimos un buen rato dándole vueltas al lugar, y definitivamente eran cuatro departamentos pegados, cada uno con una pieza grande, un baño y un buen equipamiento. Compartíamos la cocina y el comedor, pero todos teníamos entradas separadas. Supongo que era lo más parecido a lo que yo imaginaba que podía ser un hotel.

Enseguida se hizo la hora de reunirnos con los que serían nuestros jefes, y llegamos tarde, después de bañarnos en esas duchas tan cómodas, sin necesidad de tener turnos ni nada, cada uno en su "casa". No les gustó mucho esperarnos, pero de todas maneras se los veía contentos con tenernos ahí. Estábamos nerviosos, y yo en particular tenía ganas de salir de esa habitación tan brillante para irme a recorrer todo el lugar. Pero esperé, y escuché con bastante atención todo lo que tenían para decirnos. Empezaron alabándonos, diciendo lo bien que trabajábamos, los juegos que probamos y que resultaron ser un éxito de ventas y de consumidores, y muchas cosas que nos hicieron sentir bastante importantes. Yo pensaba cuántas habitaciones como esas habría en el lugar, y cuántos chicos como nosotros se estarían sintiendo tan bien como me estaba sintiendo yo en ese momento.

Después de elegir algo para tomar, vino la parte de las obligaciones... Fue la parte más aburrida, y en verdad la más complicada de atender. Por lo que iba descifrando, se trataba de un contrato por un año ¡un año! (seguramente había entendido mal) durante el cual íbamos a vivir en el complejo donde nos habían instalado,trabajando en el ala no sé cuánto junto con otros grupos de trabajo, sin horas por día asignadas. Se trataba de terminar tareas en un lapso de tiempo determinado. Eso ya olía mal... Es decir que si hacíamos todo antes de lo previsto tendríamos varios días libres, junto con premios por eficiencia, y otras actividades que se proponían para los empleados. Ya me imaginaba al encargado de repartirnos las tareas, ansioso por evitar huecos.

El sueldo era bastante mejor que lo que recibíamos antes, pero ahora cada uno iba a ser controlado individualmente, y tendría su propio dinero.De alguna manera íbamos a tener que competir entre nosotros, y con otros chicos... todo por unos premios y unos vales para poder divertirnos... La reunión duró un par de horas, y ya estaba mareada de tantas palabras y risas de amistad fingida y, sobre todo, por ese brillo tan molesto que despedían las paredes del lugar. Cuando terminó el encuentro todavía tenía muchas ganas de conocer las instalaciones. Le pregunté a la chica que nos había recibido si podía perderme por ahí. Con una sonrisa me dijo que ella iba a habilitarme en el sistema para poder desplazarme a mi antojo. Fue hasta la máquina, marcó un par de cosas, me colgó una placa de seguridad, y me dijo que podía irme. Le devolví la sonrisa y me dirigí hacia los otros chicos que emprendían el regreso a nuestro nuevo hogar durante por lo menos un año. Parecían un rebaño extraviado, y se veían cansados. Quedamos en encontrarnos en un rato para hablar sobre la nueva situación,y nos despedimos aturdidos.

Yo tenía una especie de mapa del lugar, y estuve un buen rato deambulando por pasillos y compartimentos, hasta dar con el espacio que decía "mirador". Cuando llegué hasta ahí comprobé que la vista era realmente increíble. Había poca gente y no la saludé para poder disfrutar de ese momento en completa soledad. Sabía que, desde nuestra incorporación al emporio, el tiempo se iba a diluir entre obligaciones y gente desconocida.Estuve ahí un buen rato, y recordé la luz violeta que tintineaba en el mirador del complejo F y, claro, no la encontré. Sólo vi una luz bastante más lejana, de color verde, que latía lentamente. Esperaba poder encontrarla los próximos días, si realmente iba a tener tiempo libre para acercarme al mirador.

Recordé las cosas que habían pasado, me reconstruí a mí misma desde varios meses atrás, sentada mirando la luz violeta, y pensando qué significaría vivir en una nave, estar flotando, cambiar un poco. Bueno, había vivido un tiempo en la Zona de Juegos, cambiando bastante mi forma de vida, y después de todo volvía a estar sentada en un mirador, esperando ver qué era esa otra luz, pensando en los días que iban a seguir, más confundida que feliz de pertenecer, ahora sí, al equipo estable de una súper empresa dedicada a la industria del entretenimiento. Quise volver a ver a los chicos, aunque ya estaba bastante aburrida...



Roxana "Michi" Nakashima nació en abril de 1976 en Buenos Aires y vivió en esa ciudad hasta el 2003, año en que terminó su carrera de Profesora de Historia en la Universidad de Buenos Aires y emigró a Alemania con su novio, devenido marido, por culpa de un doctorado en Física que él estaba terminando. En Alemania, Michi dictó un seminario sobre Historia Argentina y actualmente da clases de español rioplatense. También lleva a cabo un par de investigaciones independientes acerca de la piratería inglesa en el siglo XVI y sobre un extraño cuadro llamado "La degollación de Don Juan Atahualpa en Cajamarca" que posee la biblioteca de la ciudad de Dresde, en donde vive actualmente... aunque su último e-mail nos llegó desde la India...


Axxón 171 - febrero de 2007
Cuento de autor latinoamericano (Cuentos: Fantástico: Ciencia Ficción: Juegos: Argentina: Argentino).