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Por Silvia Angiola


THE HOST

Dirección:
Bong Joon-ho

País:
Corea del Sur

Año: 2006

Duración: 119 minutos

Género
Fantasía, horror, acción.

Intérpretes
Kang-ho Song, Hie-bong Byeon, Hae-il Park, Du-na Bae, Ah-sung Ko

Guión
Baek Chul-hyun, Bong Joon-ho, Won-jun Ha

Producción
Yong-bae Choi

Estreno en cine
31 de mayo de 2007


THE HOST

Mientras que las manifestaciones artísticas de Corea del Norte permanecen veladas a los ojos del mundo, la cinematografía de Corea del Sur ha llamado la atención de la crítica internacional y ha ganado un número creciente de adeptos en los últimos diez años. En contraste con los Nuevos Cines que se “descubren” y se ponen de moda periódicamente, construidos alrededor de un pequeño número de directores aventajados, el cine de Corea del Sur se destaca no sólo por la creatividad de sus autores sino también por la magnitud de su éxito comercial: en su país de origen las películas coreanas desplazan sistemáticamente a los blockbusters de Hollywood de los primeros puestos de la taquilla.

Para hacer un análisis significativo de la filmografía de Corea del Sur hay que tener en cuenta las características de su producción dentro de un contexto sociopolítico muy particular y, hasta hace poco tiempo, muy inestable. En menos de un siglo este pueblo fue víctima de la ocupación japonesa, tuvo que enfrentar a sus ex-compatriotas del norte en una guerra sangrienta, admitió la presencia militar de EEUU en su territorio, peleó durante largo tiempo para restaurar la democracia, y sufrió los efectos económicos de la crisis asiática de 1997-1998. El desarrollo industrial y comercial que experimentó Corea en los últimos años trajo consecuencias importantes para la sociedad: la forma de vivir y de trabajar, la estructura de la familia, la ideología y las costumbres sufrieron grandes transformaciones mientras acompañaban a este crecimiento económico.

El director Bong Joon-ho, graduado en Sociología, forma parte de la generación que pasó por la universidad en los ’80, y que, después de participar activamente en la lucha contra la dictadura, tuvo que enfrentar el paulatino desencanto que siguió al restablecimiento del gobierno constitucional. Su tercer largometraje parte de un hecho verídico: en el año 2000, en una base estadounidense del centro de Seúl, un civil norteamericano llamado Albert McFarland ordenó arrojar más de cien litros de formaldehído al sistema de alcantarillado de la ciudad que conduce directamente al río Han. En la historia de ficción concebida por el director este acto de negligencia que quedó sin castigo engendra un monstruo mutante que sale del río para trastornar a toda la comunidad.

En las películas de monstruos de los años ‘50 se podía contar con un gobierno expeditivo, un grupo de militares de élite y uno o varios científicos de bata blanca dispuestos a suprimir la anomalía y a recomponer los límites entre el orden social y aquello que amenazaba su estabilidad. A la criatura coreana del siglo XXI la combaten los Park, un clan de desorientados perdedores que, muy lejos de los arquetipos heroicos, sólo cuentan con su ingenio y su fuerza de voluntad para hacerle frente a la situación. Cuando la bestia se apodera de la pequeña Hyun-seo, el abuelo Hie-bong (Hie-bong Byeon), propietario de un bar a orillas del río, el padre Gang-du (Kang-ho Song), afectado por una ridícula hipersomnia, el tío Nam-il (Hae-il Park), un graduado universitario desempleado y alcohólico, y la tía Nam-joo (Du-na Bae), una arquera que no llega a los primeros puestos porque tarda demasiado en disparar, se lanzan a explorar los desagües próximos al río Han con la esperanza de descubrir la madriguera del animal y rescatar a la niña. El monstruo no es el único enemigo de la familia Park. En su cruzada tendrán que esquivar a funcionarios corruptos, vecinos codiciosos y científicos inhumanos, soportar la presión de los medios y padecer en carne propia las mentiras del ejército americano.

Etiquetada como película “de monstruos”, The Host es, en realidad, un objeto en permanente cambio que se resiste a una clasificación apresurada: en el prólogo instala la denuncia política y la crítica social, el final bordea la épica, y durante su desarrollo no se priva de la sátira, del terror o del drama. Es un exponente de la libertad creativa que ha alcanzado el cine de Corea del Sur, superados los largos períodos de censura y la necesidad de revisar el pasado que caracterizó a los primeros años de la democracia. Hoy, los directores cinéfilos como Bong Joon-ho reelaboran los géneros clásicos sin abandonarlos, y parecen capaces de unir la aprobación del público con el reconocimiento artístico internacional.

                       
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