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AxxónCINE

Por Silvia Angiola


IMPERIO

Dirección:
David Lynch

País:
Francia, Polonia, EEUU

Año: 2006

Duración: 180 minutos

Género
Drama. Misterio

Intérpretes
Laura Dern, Justin Theroux, Jeremy Irons, Harry Dean Stanton, Julia Ormond

Guión
David Lynch

Producción
David Lynch, Mary Sweeney

Estreno en cine
13 de septiembre de 2007


IMPERIO

La división de los filmes en cine-arte y cine de entretenimiento es un mero artefacto comercial: un aficionado con cierta experiencia nunca pensará que estas categorías son mutuamente excluyentes. Pero es indudable que en los ciento doce años de vida que tiene el cine hay espectadores y directores que han mostrado más interés en las virtudes estéticas de una obra que en aquellas narrativas, filosóficas o técnicas. Como ocurre con otras expresiones artísticas las películas nos afectan y nos movilizan. Para enfrentar algunas prácticas cinematográficas que se salen de lo habitual hace falta un ejercicio consciente de la voluntad; para llegar a valorarlas, entrenamiento y paciencia. Sin embargo, adentrarse en la cinefilia es una forma eficaz de aumentar nuestra sensibilidad y de estimular nuestro potencial creativo.

El director norteamericano David Lynch hizo sus primeros cortos a mediados de los '60, mientras estudiaba Bellas Artes, sólo porque quería ver sus pinturas en movimiento. Desde entonces ha desarrollado una obra muy personal, estética y emocionalmente poderosa, pero inclasificable y totalmente al margen de las tendencias del cine contemporáneo. A diferencia de otros directores de su generación como Brian de Palma, Martin Scorcese o Steven Spielberg, Lynch ha cosechado más éxitos en los ámbitos crítico y académico que en la taquilla: la modesta repercusión comercial de sus películas traduce una cierta inhabilidad o una completa falta de interés en atraer al gran público. No obstante, su trabajo cautiva a un respetable grupo de fanáticos en todo el mundo, algunos proclives al análisis intelectual y a la especulación hermenéutica, y otros capaces de renunciar a todo intento de decodificación para sumergirse en la riqueza audiovisual de sus obras.

Los temas y los personajes favoritos de Lynch se repiten película tras película, más allá de los condicionamientos del género. Las deformidades físicas que lo subyugaban en sus primeros films, Cabeza Borradora (1977) y El Hombre Elefante (1980), se convierten en monstruosidades psicológicas invisibles pero igualmente perturbadoras a partir de Duna (1984). De manera similar los pueblos de Terciopelo Azul (1986) y de Twin Peaks (1990-1991) esconden un universo maligno y repulsivo bajo su apariencia idílica. La ruta sólo lleva a buen puerto al esforzado anciano de Una Historia Sencilla (1999): para los protagonistas de Corazón Salvaje (1990), Carretera Perdida (1997) y El Camino de los Sueños (2001) el viaje está asociado al fracaso, al crimen y a la locura. Al héroe masculino lyncheano (siempre un alter ego del director), receptivo, sensible e incapaz de controlar sus impulsos se le opone un súper-villano despótico, obsceno y lleno de energía. El barón Harkonnen (Kenneth McMillan), Frank Booth (Dennis Hooper), Bobby Perú (Willem Dafoe) y el Sr. Eddy (Robert Loggia) son personajes excesivos, a veces ridículos, pero siempre temibles y peligrosos.

En la cinematografía de Lynch se nota un intento cada vez más pronunciado de eximirse de la prolijidad y la congruencia que prescribe la narrativa formal, fácilmente asimilada por el espectador pero capaz de aprisionar a la propuesta artística entre clichés y convencionalismos. Esta voluntad de llevar su obra hacia posturas más radicales y abiertas, de hacer arte #con# y no #dentro# del cine, alcanza su máxima expresión en Imperio, su último film.

Nikki Grace (Laura Dern) es una actriz de Hollywood con una carrera en declive y un marido poderoso, que consigue el papel protagónico en la nueva película del realizador Kingsley Stewart (Jeremy Irons) y se involucra en un affaire con su co-estrella, Devon Berk (Justin Theroux). La película que están filmando también es la historia de un romance prohibido, el que mantienen Susan Blue y Billy Side hasta que sus respectivas parejas lo descubren. Y, al mismo tiempo, es la remake de una obra polaca maldita, ambientada en los años '30, que quedó inconclusa porque los dos actores principales fueron asesinados. Las barreras entre la realidad y la ficción se desdibujan y Nikki Grace o, mejor, Laura Dern (porque en algún punto tanto el personaje como el espectador dejan de estar seguros sobre su identidad) entra al mundo de Susan Blue, que a su vez se conecta con otros mundos y otros planos temporales, todos ellos atravesados por el acto de adulterio y la consiguiente maldición.

La película exige mucho del espectador: es larga, fragmentada, difícil de articular y, por momentos, inquietante. Admite múltiples abordajes e innumerables recorridos: en Imperio, como en el cine, todas las historias se convierten en realidad. Cualquier intento de hacer una interpretación definitiva y clausurar su significado está destinado al fracaso. Imperio fue diseñada para ser libre e inagotable.

Más allá de los reveses y de las críticas, la carrera cinematográfica de David Lynch ha evolucionado lenta e independientemente al ritmo de sus propias obsesiones. Como resultado, cada vez se vuelve más difícil separar su obra de su personalidad.

                       
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