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Por Silvia Angiola


Navigator (The Navigator: A Medieval Odyssey)

Comentario por:
Silvia Angiola

Dirección:
Vincent Ward

País:
Nueva Zelanda, Australia

Año: 1988

Duración: 90 minutos

Género
Fantasía

Intérpretes
Hamish McFarlane, Bruce Lyons, Chris Haywood, Marshall Napier, Noel Appleby, Paul Livingston

Guión
Vincent Ward, Geoff Chapple, Kely Lyons

Producción
John Maynard, Gary Hannam

Estreno en VHS
1 de agosto de 1990


Navigator (The Navigator: A Medieval Odyssey)

A fines de 1347 algunos mercaderes que habían estado comerciando en la zona del Mar Negro regresaron a sus ciudades de origen en el sur de Italia. Ellos no lo sabían, sus familiares y amigos tampoco, pero traían una plaga que no se había visto en el Mediterráneo durante los últimos nueve siglos: la Peste Negra, una epidemia que por la rapidez de su propagación y su alta tasa de mortalidad hizo pensar a los hombres de la época que había llegado el fin del mundo.

La enfermedad fue uno de los acontecimientos más importantes de la Edad Media. En pocos años acabó con la tercera parte de la población de Europa y tuvo profundas consecuencias políticas, económicas y sociales: recesión agrícola y comercial, hambrunas, suba generalizada de impuestos, revueltas cívicas y violentos brotes de antisemitismo. Durante la epidemia las leyes, normativas y códigos de conducta se derrumbaron: los curas y los médicos se negaban a visitar a los enfermos, el pueblo no respetaba ni los recintos ni las ceremonias sagradas, la moral, las buenas costumbres e incluso los lazos familiares fueron dejados de lado.

El Séptimo Sello, una película de 1957 dirigida por Ingmar Bergman, narra la historia del caballero Antonius Block (Max von Sydow) que regresa de Tierra Santa después de diez años de ausencia sólo para encontrar a su pueblo diezmado por la peste. Cuando la Muerte viene a buscarlo, la desafía a jugar una partida de ajedrez. El Séptimo Sello es el mejor film que se ha hecho sobre la Peste Negra y una de las obras maestras de la cinematografía universal.

Existen al menos otras dos películas que tomaron a la epidemia del siglo XIV como eje de su narración: la producción neozelandesa Navigator de Vincent Ward, y la más experimental Book of Days, escrita y dirigida por la artista neoyorquina Meredith Monk. Curiosamente ambas se estrenaron el mismo año, 1988.

Navigator fue la primera coproducción entre Australia y Nueva Zelanda, aunque se la describe más a menudo como una película australiana. Su compleja narrativa (una mezcla de ensueño y acción en tiempo presente construida con imágenes de gran virtuosismo) empieza en el siglo XIV en Cumbria, Inglaterra, cuando una pequeña aldea minera se ve amenazada por la peste. Para salvarse, los habitantes deciden confiar en el sueño profético de un niño de nueve años, Griffin (Hamish McFarlane): la plaga dejará al pueblo indemne si logran colocar una cruz en la cúspide de la Gran Catedral que queda al otro lado del mundo. El chico también soñó que uno de los peregrinos va a morir durante el viaje pero no sabe de quién se trata. Cinco mineros, incluyendo al hermano mayor de Griffin, Connor (Bruce Lyons), se ponen bajo las órdenes del niño y excavan un túnel que los conduce no sólo a otro punto del planeta (la ciudad de Auckland en Nueva Zelanda), sino también a otra época: los últimos años del siglo XX. Los viajeros del tiempo, entre el terror y el asombro, tendrán que enfrentarse con toda la parafernalia tecnológica de la ciudad (luz eléctrica, televisores, autopistas, trenes, incluso un submarino) para poder cumplir con su misión.

Vincent Ward tardó dos años en escribir el guión y dos años más en conseguir apoyo financiero y en seleccionar a los intérpretes. Trabajó con actores profesionales y no profesionales, de entre seis y ochenta años de edad, procedentes de Australia, Nueva Zelanda y América. En contra de la opinión del productor, del editor y del director de marketing, insistió en filmar los segmentos de la película ambientados en el siglo XIV en blanco y negro y los que transcurren en el siglo XX en color, una combinación que resultó muy eficaz desde el punto de vista dramático.

Navigator es una fantasía épica que coloca a sus héroes en un lugar insólito: nuestro mundo cotidiano. Está estructurada alrededor del sueño premonitorio de un niño, un sueño cuyo verdadero significado se irá revelando con el avance del film. Griffin, el navegante del título, emprende una jornada que lo llevará de Europa a Oceanía, del pasado al futuro y de la inocencia a la iluminación. La fábula escapa a cualquier lectura racional y requiere del espectador ese acto de fe que es inherente a todas las obras de ciencia-ficción y fantasía.

En el plano internacional, la película consolidó la posición de Vincent Ward como autor. Después de su estreno, algunos estudios de Hollywood le ofrecieron trabajos de corte fantástico, entre ellos, la Twentieth Century Fox, que en 1990 lo invitó a escribir y a dirigir un nuevo episodio de la saga Alien. Para esa época Alien 3 era un proyecto tormentoso en el que habían intervenido varios guionistas y directores. El primer escritor contactado, William Gibson, se retiró alegando otros compromisos cuando los productores Walter Hill y David Giler rechazaron su guión.

La historia que Ward imaginó era una mezcla de La Profecía y El Bebé de Rosemary con toques de Navigator. Transcurría en una nave-monasterio habitada por una congregación de religiosos que vivían como si estuvieran en la Edad Media. Al ver una luz que se acercaba desde el este los monjes pensaban que había llegado el momento de la redención. Lo que realmente llegaba era la nave semidestruida de Ripley con el Alien adentro. Ward quería oponer la imagen del predador biológico a la de una criatura demoníaca surgida de las antiguas leyendas. Más adelante Ripley descubría que era la portadora de un Alien en gestación y que ese ser estaba tratando de tomar posesión de ella.

Al principio las ideas de Ward fueron recibidas con entusiasmo e incluso se construyeron algunos sets destinados a la filmación en un estudio de Londres. Con el tiempo el trasfondo religioso de la obra empezó a inquietar a la compañía productora. En lugar de sacerdotes orbitando en el espacio preferían un grupo de mineros o de presidiarios plantados firmemente sobre la superficie de algún planeta. La lucha con inversores y productores no armonizaba con el carácter de Ward que abandonó la película en la etapa de preproducción. David Fincher (Pecados Capitales, El Club de la Pelea, Zodíaco) se hizo cargo de la dirección y ordenó introducir algunas modificaciones en el guión del neozelandés, aunque en los créditos finales se le reconoce la paternidad de la historia.

La siguiente colaboración de Vincent Ward con Hollywood fue Más Allá de los Sueños (What Dreams May Come, 1998), un film de gran presupuesto protagonizado por Robin Williams y basado en una novela homónima de Richard Matheson. Es la historia de un hombre que recorre el Cielo y el Infierno para reunirse con el alma de su esposa. El neozelandés quiso que Max von Sydow estuviera en la película y hasta el director alemán Werner Herzog se reservó un pequeño papel. Por desgracia, a pesar de la belleza de sus imágenes (Ward tenía el control absoluto de los aspectos visuales del film), Más Allá de los Sueños resultó sensiblera y narrativamente chata.

El viaje en su forma física o simbólica es el tema central de la cinematografía de Vincent Ward. Sus protagonistas recorren escenarios donde se mezcla lo espiritual con lo mundano, lo racional con lo místico, lo extraño con lo familiar. En el fondo se trata de personas abocadas a la experiencia de descubrirse a sí mismas y de un artista que, relatando sus historias, intenta "averiguar algo acerca de este negocio que llamamos vivir".

Silvia Angiola

                       
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