Editorial - Axxón 196


¿Cómo nace una afición?

Eduardo J. Carletti, director de Axxón

Muchas veces me preguntan cómo empecé a leer y gustar de la ciencia ficción. Por una serie de hechos recientes que me hicieron rememorar tiempos antiguos, recordé algunas cosas reveladoras.

Imagínense un EJC de pocos años. Digamos ocho. Estoy con mi tío Ángel, mi primo Jorge y mi padre en el balcón de un departamento en Caballito, noveno piso. Allí viven mis tíos. Se ve muy bien el cielo repleto de estrellas, la noche está oscura y cálida. Mi primo les cuenta a mi padre y a su padre unas noticias de ciencia, entre ellas que han desarrollado un embrión en un tubo de laboratorio (lo que llamamos hoy fertilización in vitro) y que, un tiempo después de fertilizar ese óvulo y comenzar a crecer el embrión, los científicos decidieron destruirlo, porque lo que estaba creciendo allí era un monstruo. Sé que mi primo cuenta otras cosas, pero esa historia me queda marcada en el estómago, con un fuerte nudo fruto de la sensación de miedo, excitación y fascinación al mismo tiempo.

Ahora tengo diez. No había mucha televisión en aquella época, y nosotros vivíamos prácticamente en el campo. Si llovía, si hacía mucho frío, había que estar adentro. Mi hermana mayor, Susana, escribía una lista de títulos, títulos evocadores, que algunas veces podían ser indicativos, pero que muchas veces no eran demasiado explícitos. A esos títulos le ponía un número, o los escribía en tiras de papel.

Nosotros —mi hermano menor y yo, y también ella— elegíamos un número, o escogíamos una tira de papel al azar. Y de ese título debíamos hacer un dibujo.

Imagínense un título así: "La oscura amenaza".

Resulta que con estos títulos evocadores pero no muy definitorios mi hermano menor dibujaba tumbas, esqueletos y cadáveres; mi hermana hadas, magos, castillos dragones y princesas; y yo dibujaba naves, robots y extraterrestres.

Ya había en cada uno una tendencia muy clara.

Y volvamos a otra noche oscura y cálida, esta vez con un grupo de chicos de esos barrios de campo, con noches olorosas, llenas de excitación. Estamos jugando, y en un descanso, uno de los chicos mayores comienza a contar historias de OVNIs y seres extraños que han aparecido en las rutas y han entrado en algunas casas. Otra vez, con la misma fuerza, la sensación de fascinación y el nudo en el estómago.

¿Por qué me gustaba tanto la ciencia ficción?

Yo construía controles de naves espaciales con latas de galletitas (en esa época había grandes latas de galletitas). Y jugaba con eso durante horas. Debo haber recorrido media galaxia, a veces solo, a veces con mis hermanos, primos y vecinos amigos.

¿Por qué me gustaba eso y a mis vecinitos les gustaba jugar al fútbol y a la guerra?

No sé.

Y en casa leíamos las historietas de Oesterheld. Yo tenía 10 años en 1961, y para esa época, calculo, comenzaba a aparecer la revista El Eternauta y en mi casa la compraban. Ahí conocí las historias de este genio, HGO, incluyendo el magnífico trabajo que le daba nombre a la revista. Muchas cosas me quedaron muy grabadas.

¿Y cuándo fue que empecé a escribir?

Cuando tenía doce años ya escribía en un cuaderno una historia que continuaba, en capítulos, y la leía a mis compañeros, con total complacencia de mi maestra de primaria. Sé que generaba interés, ya que todos estaban inquietos por saber lo que venía en el próximo capítulo. Sé, también, que no la terminé nunca.

Y cuando por el canal 7 pasaban Disneylandia, ¿qué me gustaba? Por supuesto: "El Mundo del Mañana".

Ahora bien, no he respondido la pregunta que siempre me hacen. ¿Cuándo comencé a interesarme y gustar de la ciencia ficción?

La verdad que no sé.

¿Naceremos así?

Eduardo J. Carletti, abril de 2009
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