Revista Axxón » «Vuelvo en siete minutos», Saurio - página principal

¡ME GUSTA
AXXÓN!
  
 

Argentina

i

—Disculpe, ¿usted es Ignatz Niemand?

—Sí.

—¿El Capitán Ignatz Niemand?

—Sí, sí, el mismo.

—Entonces, esto es por los Trantorianos —acto seguido me da una trompada que me manda cuatro metros más atrás y allí quedo, adolorido y tirado en el piso del asqueroso baño del parador «La Estrella» (kilómetro 12.768.924.326.099 de la ruta G7 a Wa Un’dee 2), con la bragueta abierta y el pito afuera aún chorreando el meo que tranquilamente estaba haciendo cuando fui interpelado por este Sanglorian justiciero.

Y lo peor de todo no es el golpe, ni el orinarme encima ni el haber aterrizado encima del sorete de un Pftjschute que debería cambiar por una alimentación no tan rica en fibras. Lo peor de todo es ser castigado por algo que no hice. Porque, convengamos, en todos mis años en el espacio me mandé cosas por las que merecería ser enjaulado con sesenta Xiqimaqiqs hambrientos y en celo, pero juro que no tuve que ver con lo ocurrido en Trantor IV. Es más, dudo que exista un lugar llamado así o que haya pasado algo siquiera ligeramente similar a lo que dicen que pasó. Sin embargo, en los últimos tiempos se ha convertido, por decirlo de alguna manera, en mi aventura más famosa. Incluso, la cadena Izentxar de Né-na-vist’lét-o-pis hizo un telefilm al respecto, que se llamó «La amenaza de Mortíferor».

Que, más o menos, es así:

Mortíferor, Amo y Señor de la Quinta Dimensión, contraataca. Decidido a conquistar el Universo urde un macabro plan. Rapta al profesor Hans von Krauskopf y a su bella hija Betty y, utilizando el cañón de rayos Psi del profesor, convierte a todos los pobladores del planeta Trantor IV en subnormales con una edad mental de dos años. Luego se comunica con los Líderes Galácticos para darles su ultimátum: O le entregan todo el poder del Universo en 24 horas o los trantorianos seguirán babeándose por el resto de sus días.

Es entonces cuando los Líderes Galácticos llaman al único que puede vencer a Mortíferor: ¡El Capitán Ignatz Niemand!

Yo, que me encontraba paseando por el Cosmos en mi nave, el Alcaudón Galáctico, parto raudamente hacia el asteroide Perfidia, donde Mortíferor tiene su guarida, junto a mi fiel compañero, el robot Isaías 2-4.

Descendemos en un cráter poco vigilado, en la cara oscura de Perfidia. Sigilosamente avanzamos hasta el Cuartel General de Mortíferor. Su entrada está custodiada por seis feroces Klangores, armados hasta los dientes. Para distraerlos, Isaías 2-4 proyecta un holograma de una Klangor semidesnuda que se acerca desde uno de los cráteres más distantes. Esto me permite tomarlos por sorpresa y eliminar a los seis con mi pistola positrónica de rayos Mu.

Entramos. Vamos recorriendo los pasillos, tropezándonos de tanto en tanto con un Klangor que monta guardia y que es fácilmente eliminado. Así llegamos a las mazmorras de Mortíferor, donde encontramos al profesor y a su hija Betty encerrados en dos enormes jaulas. El profesor grita:

—¡No se acerque, Capitán! ¡Es una trampa!

Lamentablemente, ya es tarde. Al querer liberar a Betty se acciona un mecanismo y caemos Isaías y yo por un angosto túnel hasta la Sala Imperial de Mortíferor. Allí está él, el Abominable, el Repugnante, el Amo y Señor de la Quinta Dimensión, quien exclama:

—¡Pero, ¿qué tenemos acá?! Si es el Capitán Niemand y su robotito. Nos volvemos a encontrar, Capitán. Y esta vez yo venceré. ¡Ja ja ja jaa!

—No creas que podrás salirte con la tuya, Mortíferor. La Liga Intergaláctica no cederá a tus sucios planes.

—Ya lo veremos, Capitán, ya lo veremos. ¡Guardias, a él! ¡Ja ja ja jaa!

Ocho Klangores nos atrapan y nos atan en unas camillas de metal. Mortíferor dice:

—¿Ves este reloj, Capitán? Cuando sus manecillas giran, gira también este cañón del Rayo de la Muerte. Así que, querido Capitán, les queda un minuto y medio de vida antes de que tú y tu amigo metálico se transformen en barbacoa. ¡Que lo disfruten!

Se retira junto a los Klangores. El rayo avanza, asando todo lo que encuentra a su paso.

—¿Crees que podrás usar tu vista de rayos láser para liberarnos? —le digo a Isaías 2-4:

—Lo dudo, pues tengo mis baterías gastadas. Pero lo intentaré.

Isaías 2-4 se concentra. De sus ojos sale un tímido rayo de luz rojiza que impacta en el cañón. El reloj sigue avanzando.

—¡Ánimo, compañero, que lo estás haciendo muy bien! —le digo.

Comienza a salir un pequeño humito de la maquinaria mortal. El rayo sigue avanzando y ya siento su calor. Isaías se concentra más y… lo logra. El cañón explota en mil pedazos y el Cuartel General de Mortíferor es devorado por un voraz incendio.

Nos desatamos y corremos hacia las mazmorras. Los Klangores están aterrados y no nos prestan atención. Liberamos al profesor y a Betty y corremos hacia mi nave. En el camino aparece Mortíferor, apuntándonos con el cañón de rayos Psi.

—¡Los transformaré en idiotas y morirán! —grita.

—No podrás con nosotros, Mortíferor!

Dispara. Yo, con un rápido movimiento, cubro a todos mis compañeros y con un espejo de bolsillo desvío el rayo hacia Mortíferor.

—Bu bu du gududú fego fego —dice Mortíferor, mientras trata de atrapar las llamas con sus seis manazas.

Ya en el espacio vemos como el asteroide Perfidia explota en mil pedazos.

El profesor dice:

—Afortunadamente, este es el fin del rayo Psi. En buenas manos podría beneficiar a la Humanidad, pero en manos perversas sólo sirve para hacer el Mal.

—Es una pena que la obra de su vida se haya destruido, profesor, pero hay veces que uno debe sacrificarse por la paz del Universo Libre —digo.

Isaías 2-4 me comenta:

—Bueno, pero al menos nos deshicimos de Mortíferor.

—No lo sé, Isaías, no lo sé.

Y así nos vamos, lo más campantes, sin darnos cuenta de que los trantorianos siguen con una edad mental de dos años.

Eso es todo. Una ridícula historia que nadie en su sano juicio podría considerar ni siquiera un mal chiste. Y, sin embargo, medio Universo la cree a pies juntillas y el otro medio aún no la conoce, que si no también la creería. Lo único que sé es que si llego a agarrar al autor de este maldito rumor lo voy a dejar peor que a todos los trantorianos juntos.

Pero, bueno, fuera de esta calamidad, con la que ya me acostumbré a vivir, tenía un problema más inmediato que resolver. Y que era cómo iba a atravesar todo el parador «La Estrella» enchastrado de mierda y pis sin seguir fomentando la mala fama que tengo en este lado de la galaxia.

Así que hice lo que cualquier hijo de vecino haría1: Busqué un inodoro medianamente limpio, me arrodillé y comencé a lavar la ropa, como si de un piletón se tratara. En eso estaba cuando entró un Ubes-hra-per-em-jet-jet al baño.

—Disculpe, ¿usted es Capitán Ignatz Niemand?

—Mire, si viene por lo de los trantorianos aproveche y pegue, que estoy en oferta.

—¿Trantorianos? ¿Qué pasó con ellos?

—Nada, nada, estaba pensando en otra cosa.

—Ah, bueno. Mire, quería pedirle un favor…

—Favores no hago, a menos que sean pagos, por lo que dejan de ser favores.

—¿Dos mil Moolbylloms están bien?

—Depende de lo que usted pida, pero en principio me parece una cantidad aceptable.

—Entonces lo discutiremos con unas copas.

—En cuanto termine de lavar y secar la ropa estoy con usted.

—¿Necesita ropa limpia? ¿Por qué no lo dijo? Tome —y chasqueando sus dedos hace aparecer un auténtico Gino Parafernaglia color lavanda, atuendo ideal para ir a casamientos ajenos y funerales propios. Pero era eso o salir enmerdado, así que me lo puse sin pensar.

Ya en la mesa, el Ubes-hra-per-em-jet-jet me dice:

—Disculpe que no me presenté antes, soy el profesor Baaq Arethikasathika, del Instituto Tecnológico de Maa-em-kerh-an-nef-em-heru.

—Mucho gusto.

—El gusto es mío. Lo que tengo que pedirle es un asunto de la más absoluta confidencialidad. Me tiene que prometer que de esto no le dirá ni una palabra a nadie.

—Le juro que de mi boca nadie va a oír nada2.

—Bueno. Mañana, a las 12:35, necesito salir con rumbo al planeta Idradog Te Idradem y descender a las 18:48 en punto en un pueblo llamado Snauqniporpda, en la República Tsemissidneresim. Más no le puedo contar porque uno nunca sabe si estamos siendo escuchados o no.

—Mire que yo en asuntos de política no me meto, eh.

—Noooo, noooo, mi interés en ir allá es puramente científico.

—Bueno, si es así, acepto.

¡Dos mil Moolbylloms por hacer de remise! Una persona sensata hubiera sospechado que había algo que el profesor ocultaba. Pero yo no soy una persona sensata, qué se le va a hacer.

 

ii

Así que al día siguiente salimos con rumbo al planeta Idradog Te Idradem, a las 12:35 exactamente, ni un segundo más, ni un segundo menos. Y no sólo en este punto el profesor fue muy estricto, también insistió durante todo el viaje en que debíamos llegar a Snauqniporpda a las 18:48 en punto, por lo que tuve que hacer tiempo aquí y allá, exponiéndome a la piedad de las otras naves que no cesaban de preguntar~»¿Le pasa algo, maestro? ¿Necesita ayuda?». Aún así, llegamos antes de tiempo y los de la aduana justo habían decidido trabajar eficientemente así que el trámite duró lo que se dice nada, por lo que el profesor me obligó a dar vueltas alrededor del planeta hasta que fuera la hora.

Tanta exigencia con la puntualidad, además de enervarme, casi me cuesta la vida, porque las autoridades idradogs empezaron a ponerse paranoicas al ver una nave sospechosa girando en su espacio planetario. A cada rato hacían contacto radial conmigo:

—Por favor, descienda o abriremos fuego.

—Descienda o abriremos fuego.

—Repito: descienda o abriremos fuego.

—Repito~nuevamente: descienda inmediatamente o abriremos fuego.

—Insisto: descienda de una buena vez o abriremos fuego.

—Último aviso: deje de circunvalar el planeta y diríjase a su destino o abriremos fuego.

—Último aviso y este es en serio: deje de dar vueltas alrededor del planeta y diríjase a su destino o abriremos fuego.

—¡La puta, ¿sos sordo o qué?! ¡O dejás de dar vueltitas ya mismo o te hacemos boleta, pelotudo!

Según el profesor los policías idradogs jamás cumplen con sus amenazas, por lo que no me tenía que preocupar, aunque, con lo que pasó cuando bajamos al planeta, realmente lamenté que no hubieran abierto fuego.

Porque ni bien puse un pie en la superficie, dos bestiales Sllorrcawelllls entrenados en incontables artes marciales me inmovilizaron, maniataron, amordazaron y arrojaron dentro de una camioneta que partió presurosa hacia una dependencia del Instituto Tecnológico de Maa-em-kerh-an-nef-em-heru en Idradog Te Idradem.

—Disculpe la rudeza, Capitán —me dijo el profesor Baaq Arethikasathika ni bien dejé de patalear —pero mi colega terrícola, el profesor Geschwür am Zwölffingerdarm, me advirtió que usted no iba a colaborar voluntariamente con mi experimento, así que tuve que pedirle ayuda a estos buenos muchachos.

—¡Mmggbbm, pgghhmmblg ggzwlmmggrdrm, mmztó!

—Sí, también me advirtió que usted iba a decir eso. Pero entienda, es por el bien de la Ciencia. Piénselo, Capitán, usted va a ser Protagonista de un Hecho Histórico.

—¡¿Grmppf ggzwlmmggdrm mmblp m kmblo?!

—Bueno, le cedí los derechos de patente de mi Poliadjuntor Isodecapolar en todo el sistema solar y le permití que se adjudicará el crédito por mi solución al Teorema de Fermat.

—¡Hhjjj dpt! ¿Mm kg kggrmgm dm mmg?

—Le explico. Supongo que usted estará familiarizado con el concepto de continuo espacio-tiempo…

—¡Ppzpzto!

—Mi teoría es que junto a éste continuo existe otro equivalente pero invertido, es decir, con tres dimensiones temporales y una espacial. Ambos continuos no son paralelos sino que, en muy contadas ocasiones, tienen contacto entre sí. Un ligero contacto, por supuesto, pero que permitiría explicar muchos fenómenos paranormales como fantasmas o vírgenes que lloran…

—Skmllmrn pprzr bmggnnmz!

—Ja, ja, ja, muy bueno, Capitán, ¡»Es que lloran por ser vírgenes»! Buenísimo. Me alegro que conserve su sentido del humor, pese a todo.

—Mmno hjzg blkgpppdg…

—Sí, claro. Bueno, le decía, en contadas ocasiones ambos continuos se cruzan y una de esas contadas ocasiones ocurrirá dentro de trece minutos y cuarenta y dos segundos y el punto neural de este encuentro está justo justo aquí.


Ilustración: Carlos Daniel J. Vázquez

Dicho esto, con una exactitud que da asco, la camioneta se detiene frente a la improvisada dependencia del Instituto Tecnológico de Maa-em-kerh-an-nef-em-heru, dentro de la cual prestamente me llevan los dos bestiales Sllorrcawelllls. Allí una estrambótica maquinaria, llena de relojes y pistones, se alza imponente.

—Contemple mi Obra Cumbre, Capitán: ¡El Amplificador de Inversiones Espaciotemporales Metaestables! Con él podré establecer una ventana al continuo témporo-espacial y demostrar mi teoría. ¡Imagínese lo que esto representa para la Ciencia! ¡Nuevas e infinitas posibilidades se abren ante nuestros ojos!

—¿Mmggrntppdrgmdjcgr kjkmrmjo tkxómztó?

—Es que el principal componente del Amplificador de Inversiones Espaciotemporales Metaestables es una matriz tecnobiológica que requiere de una glándula pineal y un páncreas vivos para funcionar. Dado que sólo los humanos tienen ambos órganos y que usted era el único humano cerca, bueno, usted comprenderá… Además, piénselo como una nueva misión científica de las tantas que usted ha realizado para el profesor Zwölffingerdarm… Imagínese el buen informe que usted podrá entregar si sale vivo de esta.

—¡¿Kkk~mMmmPPt?!

—Uy, se me escapó… Pero usted sabía que la vida de astronauta está plagada de riesgos. Y basta de charlas, que se nos hace tarde.

El profesor y sus ayudantes conectan todo tipo de electrodos y sondas a mi cuerpo, transformándome en uno con la infernal maquinaria. Mientras realizan los ajustes finales sé que mi muerte se acerca. Bueno, quizás técnicamente lo que me pase no sea «muerte», pero estoy seguro que jamás podré volver a mi cuerpo, porque de la misma manera en que acá el tiempo pasa y se va sin que podamos hacer nada al respecto, allá el que se va a ir es el espacio y con él mi tridimensional humanidad. Debería de haberle hecho caso al horóscopo que me advertía para todos los de mi signo «Nada de viajes espaciales durante esta semana, quédese en casa, vea una buena película, si puede échese unos polvitos y pásela bien, ¿quiere?».

Arethikasathika mira su reloj y comienza la cuenta regresiva, diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno cerotro y ser uno y ver círculos, versículos, sí, ver culos, o, mejor, cená culos para ver anos, summer, y os gustan veranos caldeados en Caldea, baby, lo niego, no estoy babeando quelonios como paisajes de un lago entreflorecido en una explosión milcolora y arcoírica de puras formas geométricas, geománticas, geográficas, el cura Román nos daba geografía y le encantaba decir Kanchenjunjan, creo que es un monte o algo así, métrico, polimorfo, es hora ya, debería pensar en afeitarme, que si no después sangro, cero, patrono de los bestias y malhablados, ora en esta hora por nosotros, pecadores sin red y con un tremendo olor a patas, entumecidos en un tendal de torbellinos que no podemos o no queremos organizar, ¿fuiste yo o fui vos quien dijo que en todas partes se cuecen habas, pero mientras unos las comen otros las miran comer?, no, no puede haber ocurrido así, no en mi propia casa, entonces habrá que tratar de observar mejor y poner orden, definir actos y circunstancias, terceridades de la Tercera Edad, que el tiempo es ancho y ajeno, como cerdos en bandeja de humo, ver las formas que van tomando los días cuando no pasan, caminar unos minutos, no más de cinco, nómades sin corazón, hablen, razonable duda del viajero incipiente, ¿es el lenguaje la espina dorsal donde se apoya la musculatura de este monstruo que los sueños de la razón cría?, ¿o se trata simplemente de un ave rapaz que me mira y me dice «Vuélvete aún, verás abominaciones mayores que hacen éstos»?, quién sabe, uno no debe de hacer caso a estas cosas ni acercarse a los cosacos ni aceptar sacos ni sacar la harina mezclada con la sacarina, por más que la zarina lo pida, lo implore, lo ruegue, lo riegue, y crezca, alto, uniendo cielo, tierra e infierno, con siete o nueve ramas que deberé ascender para morir desmembrado y volver a nacer, redivivo, trascendido, llegar y permanecer, porque éste es el árbol de la vida y éste es el ombligo del mundo, o al menos así lo afirma el cuervo, omphalos, un falo, el falo del fin del mundo, azotado por las tormentas que de todos los confines del tiempo llegan a éste agujero sin bordes y se asumen como milagrosos bosques alzados en el entrecruzamiento de los tres niveles cósmicos, y bien sabés que el cielo de otro es el infierno de uno, ser o sin codos, es decir, yo tendría que haber reconocido los vórtices en ciernes y sin embargo me trepé, o debería hacerlo, mientras pienso en huir, porque quien escapa no es jubón, a lo sumo, sacerdote, portavoz universal de la palabra divina, adivina la palabra y ganarás un auto cero kilómetro, acto vano ya que los kilómetros pasan y pasan y siguen pasando, sin final, arrastrándote hacia el futuro, y el florista dice «El lirio blanco», aunque no, el futuro es eso que está allá, adelante, el pasado quedó atrás, y aquí es el momento presente, ¿cómo llamar a lo que está a mi derecha?, ¿o a mi izquierda?, ¿o a 37 grados en diagonal desde~la punta de mi nariz?, «Mucho pensar y poco hacer» dice el águila, pero si quien mucho abarca poco aprieta, entonces quien mucho aprieta poco abarca, y aprieta pero no ahorca, por lo que se cree Dios y amanece más temprano, y por eso se embarca en una endeble barca durante un mes y quince días, navegando, y al cabo de tres días más mirar y advertir que se ha llegado a las aguas de la muerte, y tú dirás: «Soy el collar de arena alrededor del cofre oculto, apartando el brazo de la llama resplandeciente del monte lúgubre» y entonces el buitre repetirá «Mucho pensar y poco hacer» y te parecerá sincero, como europeo antes del siglo XII, como aquel que es la suma de sus antecesores, como aquel que repite el gesto primordial que el héroe arquetípico realizase in illo tempore, o tempora, o mores, que uno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias, ¿o era prometieron a sus anchas?, ¿a sus ancas?, a Susana Anka ¿quién se la banca?, tranca la palabra, habla pavadas, pregunta el por qué del olvido cuando es un hecho que es porque uno sabe que la lucha es cruel y es mucha y que la alpargata se despelucha si se la mete bajo la ducha y que no por mucho desayunar se almuerza más temprano y que en casa de carpintero, sacacorchos de goma, cantares de Gestalt, materiales de descartes, renegociar las pasiones del alma, oír al chimango decir «Es hora de que subas al árbol» y yo sé que no soy yo quien hace este viaje sino que es este viaje quien me hace a mí, y yo sólo soy la contracorriente de otro viajero, el reflujo de un movimiento del caos al orden, de las infinitas probabilidades del vacío a las concretas certezas de la materia, soy quien vuelve por territorios anómalos, el que cerrará un círculo para abrir espirales, y el mal se hará presente, persiguiendo un paisaje que huye hacia atrás pues no le queda opción, torbellino de mil direcciones que empuja sin remedio a crucifixiones primaverales, a terceridades, a las flores joaquinitas, y allí encontrar a los guardianes del sol naciente y del sol poniente, sus cabezas rozan la base de los cielos, sus pechos tocan los Infiernos, son los hombres-escorpiones, guardianes de las puertas del Sol; suscitan gran terror y quien los contempla muere, y saber que la verdad entró pía y salió infiel porque a veces uno está tan adentro que se queda afuera, diluyéndose, así que trepo a la primer rama y el carancho dice «Bienvenido seas, este es el árbol de la vida, este es el árbol del querer, no tiene ni fin ni principio, ni quién, cómo ni porqué», luego me arranca de un picotazo el ojo derecho y lo deja como ofrenda en la fuente milagrosa a la que constantemente he de regresar para refrescar y aumentar mi sabiduría, volviendo, viendo el volumen de peces acumulados, uh, no, sin coca, torceré la segunda rama al pisarla y dirá el zopilote «Bienvenido seas, esta es la escalera al Cielo, al suelo, quien por ella sube, sufre y se desmembra, quien por ella sube nace de nuevo», luego me arranca de un picotazo el ojo izquierdo, blando mandobles hablando al bandolero, le robaron al párroco de San Javier Tadeo, culta va Gina a penetrar en el santuario y reza sator arepo tenet opera rotas, al fin negás, buey que está solo y bien se lame con la más bella lengua y habla, notar bien la diferencia entre el uso y la costumbre, entre el acto y la convención, llegar así a la tercer rama y oír al gavilán decir «Bienvenido seas a este árbol sabiamente edificado que se hunde hasta el seno de la tierra, custodiado por serpientes, por dragones, por monstruos, y en el que encontrarás la Sabiduría y la Vida», luego me arranca el hígado, se ve interesante la procesión con una docena, con dos decenas de orantes, antes de orar, arrodíllate o quedarás como un pedante, y no ores como un orate, como un primate te trepas a la cuarta rama y dice el halcón «Bienvenido seas, a este magnífico árbol, sostén del Cosmos. Sus ramas son el éter, el aire, el fuego, el agua, la tierra, sus frutos son el sol y las estrellas», de un certero picotazo extirpa mi corazón, o sin ella, que es la razón la causa de todos los males de este mundo, mejor hubiera sido no decir ego sum cogito, que es una chanchada y no una declaración de principios ni una confesión de pretendida homosexualidad, simplemente se dijo si dos más dos son cuatro entonces no podrás conocer si no es por tu intelecto, cuando el mundo de allá afuera es independiente de lo que pienses de él, y en la quinta rama el alcaudón exclama «Bienvenido seas a esta portentosa cuerda que surge de las entrañas de la Madre Tierra y se extiende infinita hasta el mismísimo ojo derecho de Dios, a esta divina cuerda por donde ascendían y descendían los mismísimos dioses antes de que el hombre los ofendiese», tras lo cual arranca mis pulmones y los clava en las espinas de un cactus para devorarlos, con fruición finisecular, llegué al fin y sé culear, per secula seculearon, amen, asado por los cuatro costados, sí, en tos sin cuenta, muchos no ven su joroba y le cuentan los nudos al palo de la escoba, untando con atropina un palo de escoba volaban las brujas al aquelarre, aquel arreglo floral de belladona, mandrágora y beleño, uno cree que ve el leño y sin embargo tropieza y llega a la sexta rama, el cóndor pasa y dice «Bienvenido seas al árbol cuyas raíces se hunden en el cielo y se nutren de la esencia misma de la Gran Diosa Madre, bienvenido seas al árbol de la vida, que da doce cosechas, produciendo sus frutos cada mes, y las hojas de este árbol son para la curación de las naciones», toma mi páncreas y vuela al este, a la puerta del sol naciente, donde cada día el monstruo de las tinieblas es vencido en mortal combate por el sol victorioso, oso que no ve, tiburón que no siente, tanto va el cátaro a la fuente que al final se vuelve albigense, o vandois, o valdense, en ese balde guardarás mis vísceras pero no mis viseras, y colocarás mis lápices ordenados por color y no por tamaño, el ritual aconseja un baño con agua, con leche, con vino, con miel, manita toca piano con el plofesol Pilulo y cada vez que se agachaba le metía un dedo en el cu… entan los que saben que al tercer día aconteció gran prodigio, las tumbas se abrieron y los muertos cobraron vida, alabado sea el gran Poder del Señor, Tuya es la Gloria, y la Carmen, y la Karina, la sacarina, la zarina que saca harina, la posibilidad de volver al principio, al círculo que retornará y retornará siempre, y sólo tienes que subir a la séptima rama, quizás la última, y entre azahares azarosos escuchar al azor declamar «Bienvenido seas pues de una vez y para siempre al árbol que actúa como eje del mundo y columna vertebral del cielo, al árbol que crece desde del ombligo de Brahma y que sostiene todo su sueño. Has llegado a lo más alto y deberás caer para que tu ascenso sea completo», con su pico extrae mi glándula pineal y se la entrega al multiforme dios de los infinitos rostros como ofrenda final, mente desmembrada en mil pedazos, caen mis piernas, mis brazos, mi cabeza, mi cuerpo significante, arde la sangre en la tierra herida, como espumas del mismísimo cielo, del mismísimo suelo, en un revoltijo que si no me fijo el culo me lijo porque me trajo viruta el hijo de puta de Manuel cuando pedile papel, papel, papel, ya que en el fondo del mar, del mar, del mar, me puse a cagar, cagar, cagar, aunque antes había recogido la planta semejante al licio espinoso y que pincha como el rosal y te hiere las manos pero que si mis dedos la toman, ¡poseeré la inmortalidad!, claro que en mi descuido la abandonaré por unos instantes al beber agua fresca de una fuente, una serpiente percibirá el olor de la planta, saldrá de su agujero y se la llevará y yo lloraré y no notaré cuando el cernícalo regrese con todos los pedazos que me fuera arrancando ni notaré cuando los una nuevamente ni lo escucharé decir «Has hecho el viaje y tus huesos han sido purificados, tus órganos han sido purificados, tus músculos han sido purificados. Siempre volverás aquí, siempre estarás aquí, subiendo el árbol, detenido en cada rama, cayendo desmembrado, y siempre y cuantas veces quieras podrás entrar y salir de una puta vez de órbita!!!

—¿Uh?

—¡Claro! ¡Hágase el idiota ahora!

—N..n… no entiendo —digo y miento, pues algo entiendo, pero confusamente, como enmascarado en un torrente de aguavivas masacradas, mientras veo al policía idradog que me increpa al borde de la apoplejía y al pobre del profesor Baaq Arethikasathika presa de un ataque de nervios retenido por otros dos canas y al reloj de mi nave que marca las a las 18:46 y empiezo a recordar algo sobre Snauqniporpda, la República Tsemissidneresim, los Klangores, un tal Mortíferor y la posibilidad de levantarme a la hermana de Pandion Accipítrida, que está muy fuerte y me parece que tiene onda conmigo.

—¿Está burlándose de mí? ¿Está burlándose de mí? ¡Se la pasa dando vueltas alrededor del planeta, no nos da ni cinco de pelota cuando le advertimos por radio y ni siquiera cuando lo detenemos se molesta en contestar, se queda sonriendo embobado mirándonos mientras su amigo le agarra el raye y casi nos parte la cabeza con un caño! —efectivamente es así, un pedazo de tubo yace en el piso, algo manchado de sangre y pelos y hay un policía idradog con un bruto chichón y medio inconsciente tirado en un rincón— ¿Sabe qué? ¡Minga los dejamos entrar a nuestro planeta ahora, se nos van inmediatamente de acá,~antes de que me caliente y los meta en cafúa!

—¡Nooo! ¡Mi experimento! ¡Mi experimento! —grita histérico y al borde del llanto el profesor, forcejeando con los guardias— ¡Toda mi vida esperando este momento y ahora se ha perdido para siempre! ¡Para siempre! ¡Para siempre!

Un certero cachiporrazo lo calla por un buen rato. Mientras tanto yo empiezo a tomar conciencia de lo que pasa aunque no estoy muy seguro sobre por qué pasa. Trato de explicarle al idradog que estábamos haciendo tiempo porque el profesor me había pedido, vaya uno a saber por qué, que debíamos llegar exactamente a las 18:48, y que no contestábamos porque mi cliente expresamente me había indicado que no. Obviamente no le interesa y somos obligados a salir de la órbita de Idradog Te Idradem.

Después de cuarenta y dos respuestas fallidas a «¿qué me pasó durante los siete minutos en que mi mente estuvo en blanco?» Baaq Arethikasathika despierta y continúa quejándose por no haber podido realizar su experimento.

—Mire —le digo—. No sé por qué pero creo que el experimento fue llevado a cabo y que estemos acá es una de sus consecuencias.

—¡Bah! ¡Usted qué sabe, ignorante!

—Me lo contó un pajarito —contesto y, por alguna inexplicable razón, siento que no estoy diciendo una frase hecha ni burlándome de él.

 

 

NOTA 1: Salvo que se trate del hijo de mi vecino don Camilo, ya que el Bubi Amaya es un vago que nunca hace nada, se pasa todo el día panza arriba en la catrera, fumando y escuchando el Glostora Tango Club mientras su viejo se desloma cargando bolsas en el puerto, su santa madre doña Eulogia cose para afuera y su pobre hermanita Clotilde cubre lo poco que gana como dependienta de un almacén entregando su virginidad, por unas miserables monedas, a viejos carcamanes y marineros homosexuales y drogadictos. VOLVER

NOTA 2: Conste que no juré no escribir sobre el asunto. Digo, para que después no salga un imbécil denunciando que Ignatz Niemand falta a sus promesas. VOLVER

 

 

Saurio nació en Buenos Aires en 1965. Dice estar preocupado por su futura muerte, lo que estimula en él la necesidad de aprovechar el poco tiempo que le queda dedicándose a cuanta arte, ciencia o religián se le cruza en el camino. Ha escrito dos novelas, El vacío del bostezo y La indiferencia de los peces, dos libros de poemas y uno de humor, Un libro al pedo y sostiene sitios de Internet: La Idea Fija (donde entre otras muchas cosas desarrolla su historieta Los cartoneros del espacio) y El Maravilloso Mundo de Saurio. Hemos publicado en Axxón sus ficciones: NO ME PIDAS UN MILAGRO (147), LAS FRONTERAS SE HAN HECHO PARA SER CRUZADAS (149), BACH HA MUERTO (151), ¿QUÉ ES EL «SECRETARIADO CUÁNTICO»? (152), ¿QUÉ ES EL DOLFISMO ORTODOXO? (155), EL CAMINO DE WEESCOSA (155), LA PSICOSTASIA ENTRE LOS GRIEGOS (155), ¿DÓNDE QUEDARON LOS BUENOS MODALES? (157), ¿QUÉ ES LO QUE ESTÁ CONSTRUYENDO? (157), SER DE LUCES (158), (NO ALIMENTEN A LA) OSTRA, en co-autoría con Inmaculada Rumbau (162), PULPIFIXIÓN (168), NO ES PALABRAS (171), PELIGROS DE LOS REFRANES II (174), PELIGROS DE LOS REFRANES I (180), VAMOS AL BOSQUE, NENA (181). Hemos publicado en Axxón sus artículos: ¿DÓNDE NADIE HA IDO ANTES? (157), NO ES LO MISMO SER OSCURO QUE ESTAR PINTADO DE NEGRO (159). Hemos publicado en Axxón sus traducciones: LA INTELECTUALIDAD LIBERAL, de Luke Jackson (Estados Unidos) (168)

 


Este cuento se vincula temáticamente con LA CADENA DE LA FELICIDAD, de Saurio, PIG BANG, de Saurio, CONVIDADOS DEL FUTURO, de José Altamirano, DISMNESIA TEMPORAL, de José Vicente Ortuño, EL GUIÓN, de Diego E. Gualda

 

Axxón 207 – mayo de 2010
Cuento de autor latinoamericano (Cuento : Fantástico : Ciencia ficción : Mundos paralelos : Experimentos : Humor : Argentina : Argentino).