Revista Axxón » «Liposa indigestión», Marcelo Motta - página principal

¡ME GUSTA
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ARGENTINA

Ayer decidí llevar a mi liposo al Hospital Genérico Universal. Es un centro de salud que trata y cura toda clase de mascotas, desde las existentes y densas, hasta las espirituales y utópicas. El liposo está comiendo viejitas voladoras en exceso. Como ustedes saben, no son tóxicas pero engullidas en gran cantidad son terriblemente indigestas debido al veneno que segregan por su apéndice retráctil. Mi lipo no siente dolor en ninguno de sus cuatro estómagos, ni siquiera el menor malestar a causa de esta glotonería. Soy yo quien está preocupado y es así que para evitar una indigestión grado uno lo llevé allí.

La sala de espera central es un bonito y gigantesco recinto circular con capacidad para cuatrocientas mascotas sentadas con sus respectivos dueños. A este famoso lugar suelen venir animales de todos los universos paralelos y dimensionales. Cierta vez supo venir Conzo con una de sus boas de Antíopa, tan famosas por su piel y sus disertaciones filosóficas. Parece ser que la boa había perdido su voz y necesitaba un implante de cuerdas.

Al entrar en la sala de espera el liposo y yo descubrimos que muy pocos pacientes aguardaban al médico. Habría allí unos cuarenta entes, entre ellos cinco crísticos, un Genus, varios seres utópicos y un obrero de las montañas andromedianas con su mascota, un zenogabio de Andrómeda, quien no parecía hallarse en buen estado de salud a juzgar por su color lívido. Tal vez era provocado por la diferencia de presión.

A mi derecha dos gemelos antarianos parloteaban ruidosamente y al unísono guturalidades extremas. Tenía cada uno en sus brazos un criónico de Antar, un animalito extremadamente frío y de piel resbaladiza. Los gemelos discutían acaloradamente, sin ponerse de acuerdo, quién de los dos debía entrar primero. Ésa es la característica principal de los gemelos antarianos: discutir histéricamente sobre cualquier cosa y no llegar a nada.

Frente al liposo, una colosal bestia de las Pléyades nos inspeccionaba con ojos amenazantes. Los tres metros de altura de su enorme cuerpo multiforme y peludo rozaban los mil doscientos kilos de peso en nuestra atmósfera. Su dueño, un hacedor musical de Titán —no menos alto y pesado que su mascota— nos miraba con sus tres ojos, sin dejar de emitir un dulce canto con sus diez cuerdas vocales expuestas. Su amarronamiento en la epidermis me permitió intuir que en ese momento se manifestaba su faz poética. Y ni que hablar cuando su cuerpo se vuelve azul.

Una puerta se deslizó hacia arriba y una voz apabullante, terrorífica, de ultratumba, tronó:

—¡Que pase el siguiente!

El liposo se acurrucó lo más que pudo en su lugar. No era su turno aún. Entraron los gemelos antarianos, parloteando tan espantosamente como antes, con su único cuerpo y sus tres pares de rojas extremidades. La puerta de acero templado se cerró detrás de ellos.

Nuevos pacientes llegaron a la sala de espera. Un hombre de Terra traía cincuenta gatos con cuernos. Dijo que en realidad se trataba de un solo gato, pero que su hijo manipuló un soñador sensorial y lo multiplicó en esa cantidad. Como si esto no fuera suficiente, el gato con cuernos tiene la extrema habilidad de reproducirse con facilidad.

Luego llegó un droide de la categoría Científicos. Venía con su nueva creación, una rata devoradora de perros verdes. Los perros verdes representan una real plaga para las cosechas y sembradíos de galubias. Atisbé que esta clase de rata sería de gran ayuda para contrarestar esta plaga. El droide explicó que no todo resultó tan fácil como pensaba. Un pequeño detalle empañaba su creación: la rata únicamente comía madera. Por error genético había creado una rata termita en lugar de una rata devoradora de perros verdes.

La preocupación del droide era lógica, pero se dijo a sí mismo que no todo estaba perdido. Después de todo, el médico podría inyectarle a su mascotaalgún tipo de gen que le cambiara sus hábitos alimentarios.

Mientras yo hablaba con el droide, el liposo escudriñaba con curiosidad el ambiente que lo rodeaba. A nuestras espaldas, suspendido de la pared magnética, se hallaba un valioso cuadro de Vincent Petronni. La obra en cuestión, titulada » Niño azul mirando una botella» tiene (tenía, sabiendo lo que ocurrió luego) dos siglos de vida.


Ilustración: Valeria Uccelli

Frente a nosotros, en la pared opuesta, una pantalla apagada esperaba a que algún paciente se decidiese a ver un tridifilm. Pero nadie movió un dedo o seudópodo para encender el viejo artefacto. Encima nuestro, en el techo de piedra plómica, flotaba un centenar de esferas musicales. Por si no las conocen, les diré que dichas esferas son una novedad en nuestro planeta. Fueron descubiertas hace sólo doce años en una de las treinta y tres lunas de Ergamastron, en la constelación Druida. Con el paso del tiempo se verificó que esta variedad de organismo viviente coexiste en forma de colonia o comunidad. Las esferas tienen la exclusiva particularidad de formar melodías y escalas musicales cuando una de ellas colisiona con otra.

Nuestros científicos descubrieron en un principio cincuenta y dos esferas musicales, pero luego llegaron a un sector de la luna donde descubrieron una colonia. En aquel lugar subterráneo y cavernoso contaron ochocientas cincuenta y cuatro mil quinientas ochenta y tres esferas. Se exportó a nuestro planeta el veinte por ciento de esa cantidad, por lo que son muy costosas y únicamente las personas de gran nivel económico pueden tener acceso a ellas.

Hábiles comerciantes encontraron el modo de crearlas con facilidad gracias a la intervención del soñador sensorial. La cantidad que existe ahora en nuestro planeta es ilimitada, pero la mayoría de ellas es falsa.

Es sencillo descubrir si una esfera musical es falsa o no. Las esferas creadas por medio del soñador sensorial, transcurrido un tiempo, desafinan al colisionar entre ellas. En cambio, las auténticas no. Las que flotaban sobre mi cabeza seguro que fueron creadas con un soñador sensorial, ya que sonaban espantosamente.

En el preciso momento en que un andrógino fosforescente —con un león solar en sus brazos— me pedía un cigarro, la puerta de acero templado se deslizó nuevamente. Le dije al andrógino que no fumaba cuando la voz de ultratumba exclamó:

—¡Quepase el que sigue!

Era nuestro turno.

Preferiría no contarles lo que sucedió a continuación, pero no tengo por qué ocultarles nada, a pesar del terrible momento que tuvimos que pasar.

El lipo se puso muy mal cuando vio salir del consultorio a un sólo gemelo antariano, el cual llevaba una bolsa de polietinol detrás, tapando a su símil. Ese panorama asustó a mi mascota, quien comenzó a gemir entre nerviosos temblequeos. No comprendía que el médico le iba a hacer nada más que un chequeo de rutina, pero sucede que cuando un liposo está muy asustado no sabe lo que hace. Comenzó a saltar de aquí para allá con guturales chillidos de terror. En dos de los tantos saltos llegó hasta el techo y engulló cuatro esferas musicales. Los cincuenta gatos con cuernos se asustaron y empezaron a corretear en varias direcciones. Uno de ellos se enfrentó con el león solar del andrógino fosforescente y llevó las de perder; el león solar lo devoró de inmediato. Dos gatos más destrozaron la colección de prismas refractantes que engalanaban la sala de espera. La colosal bestia de las Pléyades engulló tres gatos en un segundo, sin dejar de observar el espontáneo caos con sus enormes ojos. El hacedor musical de Titán estampó cuatro gatos cornudos contra la pared. Auscultó mi cerebro en busca de una explicación para tanto alboroto. No le pude suministrar demasiada información ya que su rostro se tornó dubitativo.

Ocho esferas más fueron engullidas por mi liposo.

El médico intentó calmar a mi mascota. Alargó una de sus extremidades, en la cual sostenía un bastón eléctrico. El lipo se asustó al ver el bastón y voló hacia la pared donde colgaba el cuadro de Vincent Petronni. Lo devoró en cinco segundos y medio. El bastón eléctrico se aproximó al oído del liposo.

Fue entonces que decidí actuar.

Extraje de mi bolsillo izquierdo un sonorizador y le apunté al médico. Le envíe una sonoonda de doble intensidad, como para aturdirlo un poco.

Mi liposo aprovechó la ocasión para deglutirse al zenogabio de Andrómeda ante la increíble sorpresa de su dueño.

El hacedor musical sonrió de extraña manera al contemplar tal batahola. Produjo extravagantes melodías mientras mi mascota y yo nos íbamos de allí rápidamente. Ambos estábamos ansiosos por llegar a nuestro bien amado y bendito hogar.

En cuanto a lo ocurrido, en realidad no es muy grave, ahora que lo pienso. Estoy completamente seguro de que el dueño de los gatos cornudos quería deshacerse de la mayor cantidad de ellos.

Las esferas musicales no eran costosas pues no eran auténticas. El cuadro de Vincent Petronni no quedaba bien en aquella pared ni en ningún otro lado. Lo había realizado en una de las peores etapas de su vida, al borde de la locura, dos meses antes de su trágica muerte en una de las lunas de Ergamastron.

El médico recuperaría la conciencia dos días despues, y en lo que respecta al zenogabio de Andrómeda, el lipo le hizo un favor al engullirlo de esa forma. Creo que estaba más muerto que vivo.

 

 

Marcelo Norberto Motta nació el 4 de enero de 1964. Es miembro de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores) de Capital Federal, y ha obtenido premios y menciones en numerosos concursos.

Entre sus ponencias menciona: “Heavy Metal: Punto de contacto con la literatura”, presentada en las Jornadas Populares sobre Rock Nacional. IES Nº1 Dra. Alicia Moreau de Justo, Septiembre 2005. “Literatura en la escuela: el fuego inicial”, presentada en las Terceras Jornadas sobre Didáctica de la Literatura: Raros y Malditos: Géneros difíciles en la escuela. Septiembre 2006. IES Nº1 Dra. Alicia Moreau de Justo. La Orestíada de Esquilo y las relaciones sistémicas entre sus personajes. Terceras Jornadas de Estudio sobre el mundo clásico. Universidad de Morón. Septiembre 2006.

Tiene dos libros en su haber: «13 Cuentos Oscuros», publicado por Ediciones El Escriba, y «Liposo, una épica fragmentaria», publicado por Ediciones El Escriba. El cuento que aquí publicamos forma parte de este último.

Del mismo libro ya hemos publicado LIPOSO CUMPLEAÑOS, como ficción breve.


Este cuento se vincula temáticamente con EL MIFPS, de Ana María Shua; EL SEÑOR ROBÉLIO EXHORTA AL JUEZ, de Miguel Carqueija y DECLARAN EXTINTO AL HOMO SAPIENS, de Bruce Sterling.

Axxón 213 – diciembre de 2010

Cuento de autor latinoamericano (Cuentos : Fantástico : Ciencia Ficción : Humor : Animales fantásticos : Argentina : Argentino).


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