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¡ME GUSTA
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ESPAÑA

 

La mujer se asomó a la ventana y vio deslizarse la lluvia a través de los cristales empapados. No era habitual que hubiera una tormenta tan fuerte en esa época del año, y por un instante pensó si el mundo no estaría llorando por ella en ese momento.

No es que no hubiera derramado lágrimas a menudo, todo lo contrario. Acababa de salir de una severa depresión fruto de la pérdida de su trabajo como profesora. Había intentado suplir el hueco encargándose de las tareas de la casa en lo que su marido trabajaba por ambos, llenando su horario de interminables horas extra.

O eso era lo que al menos él decía, pensó mientras veía a una mosca apoyada contra el tibio cristal, luchando contra los elementos. Así se sentía ella en ese instante. Minúscula, infinitesimal, un grano de arena en un desierto de eterna desolación interior.

Tenía que haber supuesto algo así. En aquella urbanización apartada, sin amigos cercanos, tarde o temprano acabaría teniendo que conocer a otra persona, a alguien que no tuviera que necesitar su hombro cada cinco minutos. Ya hacía tiempo que lo sospechaba. Pero hasta que no le vio a la salida de aquel colegio, charlando con ella, con esa otra intrusa en su vida, no lo tuvo del todo claro.

Luego le analizó y los indicios se mostraron claros. Contento, romántico y evasivo al mismo tiempo. Los cambios nunca presagiaban nada bueno en un matrimonio rutinario como el suyo. Empezó a comprender por qué siempre trataba de no hablar del asunto de tener hijos.

Su peor pesadilla, hecha realidad. Su mejor mitad, la persona que llenaba sus interminables horas muertas, le había traicionado. Peor aún, repudiado a sus espaldas, sin que siquiera tuviera el valor de confesarlo.

La mujer estaba serena, pero en lo más profundo y recóndito de su ser germinaba la semilla del odio y la venganza. No iba a matarle, ni nada similar. Pero le conocía bien y sabía cómo podía atemorizarle. Siempre había sido un supersticioso de los pies a la cabeza, él, el racional, el cuerdo, el razonable y científico. Muy bien, pues. Le metería el miedo en el cuerpo, para empezar.

Recordaba las historias de viejas que le contaba su abuela sobre qué hacer cuando un marido era infiel. No se sabía de memoria las palabras a recitar, pero seguro que en Internet las encontraría si buscaba con paciencia. Fue así como se metió en sessenkrad.com y allí halló lo que había estado buscando, el conjuro para castigar al esposo pecador y mandarlo al infierno. Sólo era necesario esparcir azúcar por lugares señalados y pronunciar las palabras indicadas, y entonces Muzak, el espíritu encarcelado, ejecutaría la sentencia por medio de su ejército de seres diminutos y cobraría el precio del alma de la invocadora.

«Tonterías sin sentido», pensó la mujer. Pero pondrían los pelos de punta a su marido, sin duda. Por otro lado, no pudo evitar impresionarse pensando que las esposas despechadas que creían en ello y lo pusieron en práctica estaban tan furiosas que eran capaces de sacrificar su propia existencia inmortal con tal de enviar un tormento divino a sus cónyuges adúlteros.

Repartió el azúcar por los sitios indicados, sólo un poco, para que el marido pudiera ver que realmente había hecho lo que el ritual indicaba. Pronunció las palabras en voz alta, y después de eso simplemente se sentó a esperar su llegada. Durante horas, sin hacer apenas nada, sólo mirando, perenne, por la ventana.

La mosca seguía al otro lado, pugnando por sobrevivir en aquel diluvio de proporciones colosales para su ínfimo tamaño.

Al cabo de unas horas el marido entró por la puerta y la mujer se preparó para recibirle, pero descubrió que no venía solo, sino que con él iba la otra, con quien le había pillado conversando sin que él se diera cuenta, además de un niño de unos ocho años que portaba una pesada mochila. El marido explicó que aquella señora buscaba un profesor para que diera clases particulares a su hijo, y él había pensado inmediatamente en ella para impartirlas.

La mujer no pudo sentirse más arrepentida de su actitud en ese momento. Pensó que lo mejor sería no decir nada respecto de lo que había hecho, so pena de que su marido se enfureciera, y se limitó a hacer pasar al chico a la habitación para hablar con él sobre su nivel y sus carencias.

El marido y la madre dejaron los paraguas y se sentaron a hablar en el comedor en lo que ella se quedaba con el chaval. Cuando entró en la habitación vio que le daba la espalda y estaba mirando por la ventana, quieto, tranquilo.

Su comportamiento era, de hecho, de lo más callado y silencioso, tanto que la mujer no pudo evitar sentir un escalofrío.

Se acercó hacia él y, cuando le cogió del hombro, el muchacho se dio la vuelta y ella vio que llevaba puesta una máscara como de insecto, con sus antenas, ojos múltiples y boca trompetera. La mujer se asustó y se echó para atrás, cogida por sorpresa. Pensó en regañar al crío, pero no lo consideró adecuado en ese momento, con la madre al otro lado.

De repente se dio cuenta de que escuchaba ligeros golpes contra el cristal, más insistentes que los meramente producidos por gotas de lluvia. Miró por la ventana, pensando que tal vez se trataba de granizo, y de repente se quedó pálida por completo, al igual que el chico. Al otro lado de la ventana media docena de moscas trataban de huir de la lluvia, cruzando el umbral traslúcido que les llevaría a un hogar resguardado.

La mujer no pudo evitar ponerse ligeramente nerviosa, y por eso regresó con el crío al comedor y se excusó con la madre diciendo que ya llamaría ella para acordar el mejor momento para dar las clases y hablar de las tarifas.

El marido la miró preocupado y preguntó qué era lo que pasaba, pero la mujer no contestó, más que por otro motivo porque no sabía cómo responder. Histérica, alterada, se metió en el baño y cerró con pestillo.

Al otro lado el marido golpeó un par de veces la puerta y exigió que abriera, entre otras muchas frases menos razonables y más impulsivas. La mujer se negó a ello y se limitó a sentarse en el suelo, acurrucada y cogiéndose las rodillas con las manos.

No abrió ni siquiera cuando empezó a escuchar los primeros gritos provenientes del otro lado, ni cuando notó que una mosca estaba posada en su dedo y no se iba por más que agitara la mano. Lo único que hizo fue mirar a las baldosas de la pared y tratar de no pensar en nada, como si con eso fuera a pasar todo.

Unas horas después los vecinos llamaron a la casa alertados por un fuerte olor y, al ver que nadie contestaba, llamaron a los bomberos para que echaran la puerta abajo. Nada más entrar en la casa localizaron en el suelo del comedor un cuerpo irreconocible y en avanzado estado de descomposición, que dedujeron se trataba del marido debido a las ropas que llevaba puestas. Era extraño, sin embargo, que ninguna clase de insecto, gusano ni criatura similar fuera hallada sobre el cadáver, como luego el forense pudo corroborar.

Ilustración: Valeria Uccelli

Cuando comprobaron que el baño estaba cerrado por dentro echaron la puerta abajo y allí, aún encogida y sentada en el suelo, hallaron a la mujer, con los ojos muy abiertos y, aunque viva y sin heridas visibles, en un estado de completa catatonia.

Su cuerpo estaba completamente cubierto de moscas de los pies a la cabeza y en el momento en que la vieron notaron que dos de ellas estaban tranquilamente posadas sobre cada una de sus pupilas abiertas.

 

 

Magnus Dagon es un seudónimo de Miguel Ángel López Muñoz. Nacido en Madrid en 1981. En el año 2006 ganó el Premio UPC de novela corta, publicada después bajo el sello de Ediciones B. Ese año fue finalista también del Premio Andrómeda, al año siguiente del Premio Pablo Rido y en el 2009 ganador del IX Certamen de Narrativa Corta Villa de Torrecampo. Ha publicado relatos en numerosas publicaciones digitales y de papel. Es miembro de la asociación Nocte de escritores de terror. En abril de 2010 salió a la venta su primer libro, “Los Siete Secretos del Mundo Olvidado”, con la editorial Grupo Ajec. Es cantante y letrista del grupo musical Balamb Garden, que se puede escuchar AQUÍ.

Su cuento “Donde usted quiera llegar” obtuvo el primer lugar en el IX Certamen de Narrativa Corta Villa de Torrecampo.

Hemos publicado en Axxón: EL LÁNTURA, EL BRILLO DEL MAL, EL IMPERIO CAOS, NUEVO COMIENZO, COCHES AZULES, LOS NUEVOS DESCUBRIMIENTOS PERDIDOS: LOS HOLOGRAMAS, EL JUGADOR, BEYOND, SELOALV, RESET, DONDE USTED QUIERA LLEGAR, REWIND, DIE HÄNDE VOM ZESTRUN y J.


Este cuento se vincula temáticamente con LA ESCRITORA, de Víctor Conde; DE ESPALDAS LA OSCURIDAD, de Graciela Lorenzo Tillard y Fabio Ferreras; y FAIRLANE, de Sergio Bonomo.


Axxón 229 – Abril de 2012

Cuento de autor europeo (Cuentos : Fantástico : Terror : Pacto satánico : Culpa : España : Español).

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