Revista Axxón » «Pintura de mundos», Fernando José Cots - página principal

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Ilustración: Tapa del libro de Bellamy

Edward Bellamy

 

 

Edward Bellamy fue un autor norteamericano que pergeñó, basándose en el mito de Rip Van Winkle, una novela titulada «El Año 2000». La escribió a finales del siglo XIX, para que puedan referenciar sus contenidos.

En esta novela, Julian West, el protagonista, es un joven de la clase alta norteamericana, con un futuro brillante y una prometida hermosa, que tiene problemas para conciliar el sueño. Entonces se hace aplicar por su sirviente negro «magnetismo animal» o «mesmerismo», que le permite dormir. El mismo criado se encarga de despertarlo a la mañana siguiente.

Para dormir mejor, este hombre ha adaptado el sótano de su casa como si fuese una habitación de lujo y allí pasa las noches previas al matrimonio que le espera.

Pero una noche, tras haber entrado en trance, la casa se incendia y el sirviente muere en el siniestro. Y como nadie más conoce la existencia de ese sótano, todos creen que Julian West quedó reducido a cenizas mientras él permanece en «animación suspendida», ajeno a todo.

Sobre el terreno, con el tiempo, se edifica otra casa que deja al sótano secreto en el jardín. Así llega el año 2000 cuando unas obras descubren la existencia del sótano y su habitante en animación suspendida. El dueño de casa, un médico, comprende la situación del durmiente y procede a despertarlo.

 

 

 

Una «novela» que no es novela

 

 

Lo que sigue en esa historia es la descripción del mundo nuevo al que Julian West ha despertado. No hay una evolución dramática, salvo hacia el final cuando West se pregunta qué lugar tiene ese mundo para él, a lo que su anfitrión le responde que será integrado como asesor histórico. Asimismo, le revela que él es el bisnieto de su antigua prometida quien, creyéndolo muerto, se casó con otro hombre y toda su descendencia creció con la leyenda familiar del novio incinerado de la bisabuela.

Para completar, el médico tiene una hija muy parecida a su antigua novia con la cual West termina casándose. Cosas de la época.

Pero en toda la novela no hay momentos críticos notables; es el fluir de los acontecimientos donde el protagonista va descubriendo y aprendiendo las características de ese futuro, sin más emoción que la culpa, para West, de haber venido de un pasado socialmente tan injusto.

 

 

 

El «2000» que nunca fue

 

 

Según la visión de Bellamy, quien, recuerden, escribió a finales del siglo XIX, el mundo del 2000 es un paraíso social. No existen clases privilegiadas ni marginales. No hay delito ni guerra. Como un anticipo del mundo concebido por Gene Roddenberry para su «Star Trek», todos tienen sus necesidades cubiertas al tiempo que una férrea educación moral los obliga a contribuir con su trabajo al sostenimiento de la sociedad, sin que eso signifique que carezcan de placeres austeros.

Cómo se llega a eso, Bellamy no lo explica. Sólo insinúa, en forma muy difusa, una evolución del Capitalismo (¡!). Nada habla de momentos críticos ni de cómo se podrían haber resuelto.

Tampoco es muy imaginativo en lo que se refiere a la evolución tecnológica. Únicamente menciona cabinas de sonido (cada casa tiene una) donde se reciben noticias y música en vivo por sistemas telefónicos. Nada de máquinas voladoras, nada de registro de imagen y sonido, apenas un leve avance de lo que ya existía en su momento. Como una especie de contribución socialista de la tecnología, no existen los paraguas sino que cada vez que llueve todas las calles son cubiertas por toldos.

La misma ciudad es apenas un poco más grande y poblada que aquella que Julian West dejó, pero con un criterio urbanista más sano y menos ostentoso.

Tal vez Bellamy confiaba demasiado en la evolución pareja de la sociedad y del ser humano. La realidad ha demostrado que mientras la tecnología ha evolucionado de forma asombrosa, el hombre y su visión social permanecen en un estado apenas más sofisticado que el cavernario. Codicia, Soberbia y Estupidez siguen rigiendo a los que rigen al mundo, sólo que el garrote ha sido reemplazado por el misil.

Pero el valor documental que tiene la novela de Bellamy, en tanto revela los sueños utópicos de una época, no se ha perdido.

 

 

 

Otras visiones

 

 

A despecho de Jules Verne y otros que más allá de pensar una evolución de la tecnología vigente no evaluaron el impacto social de tales artilugios, a la novela de Bellamy le corresponde ser pionera en presentar una hipotética sociedad futura diferente de la contemporánea.

Los años posteriores, ya con la Ciencia Ficción como género consolidado, trajeron autores que imaginaron otros porvenires nada dulces, siempre tomando las situaciones del presente y proyectándolas al futuro.

Es así que proliferaron obras que imaginaron mundos destruidos por las guerras o las bombas atómicas, mundos sometidos por la ciencia en manos de tiranos, mundos desquiciados por la anomia, mundos oscurantistas, etc.

 

 

 

Los Paradigmas

 

 

Emblemáticas de estas visiones son las novelas «Brave New World» de Aldous Huxley y «1984» de George Orwell. Erich Fromm consideró a la primera como una paráfrasis del mundo capitalista y a la segunda como una paráfrasis del mundo comunista, aunque correspondería mejor decir «estalinista» (cuando Orwell escribió su novela, Jozif Stalin regía la Unión Soviética a hierro y sangre).

Si en «1984» el Estado controla hasta los aspectos más íntimos de sus habitantes a través de la «Policía del Pensamiento», en «Brave New World» ese «control» no está en manos del Estado, sino de la Sociedad. Es el mismo cuerpo social el que «castiga» al diferente con la marginación; quien no se ajusta al estándar pasa a ser el «bicho raro» que, por más pintoresco que sea, debe adaptarse o retirarse.

Y, por supuesto, estas novelas no son las únicas. Son sólo las más notables.

 

 

 

Historias y Anécdotas

 

 

Si bien dentro de las obras literarias de Ciencia Ficción hay narraciones que cuentan una historia como pretexto para describir un mundo, otras obras literarias no cuentan historias, sino que apenas describen situaciones rutinarias para los personajes, pero que sirven para mostrarle al lector cómo es el mundo donde esos personajes viven y hasta qué punto lo han internalizado como normal.

Claro que este tipo de narración sólo tiene validez cuando muestra un mundo diferente del que vive el lector. Vale para mostrar mundos exóticos pero reales, así como para mostrar un probable mundo derivado de las situaciones actuales. No sería admisible que un relato contase cómo es el día de un oficinista, por dar un ejemplo, por muy bien narrado que esté.

En «El Vuelo del Hipopótamo», de Gabriel Pinto, se describe un mundo donde la droga se ha legalizado y ese mundo muestra un mercado muy variado de estupefacientes, tanto en presentaciones como en efectos. El autor toma el actual problema de las adicciones en la gente joven y proyecta sus consecuencias al futuro, a través de un relato que expone sólo un contratiempo del protagonista.

En realidad, toda narración de Ciencia Ficción tiene una historia, sólo que a veces el conflicto de esa historia es banal; más que un hecho trascendente para el protagonista, este conflicto no pasa de ser un contratiempo menor en su rutina que, de una u otra manera, se supera, y el protagonista continúa con su vida de siempre.

Los méritos de este tipo de narración residen en la descripción de un mundo y en la forma que este mundo es aceptado como normal por los personajes del relato, pero que de alguna manera choca con el lector porque sus parámetros son distintos.

 

 

 

Los mundos posibles

 

 

¿Cómo sería un mundo donde no existiese el tabú del canibalismo? De hecho, hay constancia en el planeta Tierra de tribus primitivas que no sepultan a sus fallecidos, sino que se los comen, así como comen a sus enemigos vencidos. Lo mismo sucedía con los cuerpos de los sacrificados por los sacerdotes aztecas, quienes de primitivos no tenían nada.

¿Cómo sería un mundo donde no existiese el tabú del incesto? Las restricciones del Pentateuco en relación a la consanguinidad son más estrictas que las actuales, al punto que prohíben la relación entre primos. Pero otras sociedades reales de nuestro mundo carecen de esos tabúes y se acepta la relación entre hermanos o entre padres e hijos de distinto sexo, sin que tal circunstancia signifique condena social. Así procedían los egipcios y los incas.

¿Hasta dónde una persona está indefensa o contenida? Sería difícil que una mujer musulmana, criada en un ambiente donde el chador o el burka son habituales, se sintiese cómoda vistiendo como una mujer occidental y asumiendo sus rutinas. Tampoco una mujer de Occidente, acostumbrada a tener presencia y peso social, se sentiría cómoda con las restricciones que la sociedad musulmana les impone a sus mujeres.

Nosotros vivimos en una cultura casi unificada, donde existen las figuras del Tótem (lo sagrado) y el Tabú (lo prohibido) tal cual lo señaló Sigmund Freud. Esos parámetros se han impuesto total o parcialmente en el mundo que llamamos «Civilización Occidental». En su gran mayoría los hemos aceptado, los consideramos «naturales» y nos sería difícil concebir un mundo sin los mismos.

En los relatos de Ciencia Ficción que son el eje de este trabajo, los protagonistas aceptan como normales situaciones y condiciones que al lector contemporáneo lo desconciertan, le causan rechazo y/o escandalizan. Y más completo es el relato cuando se hace una semblanza, aunque sea difusa, de cómo se llegó a tal estado de cosas, poniendo en evidencia el enlace de esos «futuros» tótems y tabúes con los tótems y tabúes actuales.

 

 

 

Bien, una rutina extraordinaria. ¿Y qué?

 

 

Tal vez muchas de esas historias, como ya se dijo, no tengan un conflicto fuerte ni generen grandes cambios en los protagonistas; pero el objetivo de las mismas es que el lector vea y comprenda cómo es ese mundo, como se ha llegado a él… y que lo conmueva lo suficiente para mirar su actualidad con otros ojos.

Y tal vez hasta promover un cambio de rumbo, que evite llegar a semejante situación.

Pues, al fin de cuentas, ése es uno de los objetivos más antiguos de la Ciencia Ficción.

 

 

Fernando José Cots Liébanes, escritor, guionista de teatro y cine, cineasta, docente nacido en Córdoba, Argentina, el 1º de Junio de 1950. Es Licenciado en Cinematografía, 1989, recibido en el Departamento de Cine y TV, Escuela de Artes, Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba.

De sus ficciones, hemos publicado en Axxón: QUILINO, CARACOLES, LA NOCHE DE LA RATA, RECHAZO, OBERTURA PARA DIOSES LOCOS, PROCÓNSUL, LA TRAMPA, SI MARTE FALLA, LOS INVASORES DEL SÁBADO, MADUREZ, RADIO MALDITA, LOS APESTADOS DE TANIT, DONACIANO, CONVOY, CLOTILDE, FACTOR ‘T’ / FACTOR ‘R’, EL HISTORIADOR y ROBOT ETERNO.

También publicamos sus ensayos y artículos LAS MALAS COPIAS, ECOS Y SILENCIOS, EL GRAN HERMANO Y SUS MODELOS REALES, EL TRISTE OFICIO DE WINSTON SMITH, LAS GRANDES DUDAS DEL PLANETA ROJO y ADIÓS A LA TIERRA.


Axxón 253 – abril de 2014

Artículo de autor latinoamericano (Artículo : Literatura : Ucronías : Argentina : Argentino).

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