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Avatar

 

 

AxxónCINE

Por Silvia Angiola


Avatar

Comentario por:
Adrián Paredes

Dirección:
James Cameron

País:
Estados Unidos

Año: 2009

Duración: 162 minutos

Género
Acción, Aventura, Ciencia-Ficción

Intérpretes
Sam Worthington, Zoe Saldana, Sigourney Weaver, Stephen Lang, Michelle Rodriguez

Guión
James Cameron

Música
James Horner

Estreno en cine:
1 de enero de 2010

 


 

 

I. El sueño de Sully

Sólo cerrar los ojos y volver a correr; salvaje, libre. Atravesar la selva con zancadas desmesuradas, deslizarse por la cascada, sentir el cuerpo inmenso que se sumerge en las corrientes de agua, saltar al abismo para caer sobre un Toruk de veinticinco metros de largo y conquistar los cielos diáfanos de Pandora. Gracias al azar, Jake tiene una oportunidad única: descubrir un mundo nuevo, con un cuerpo nuevo, de la mano de una Na’vi hermosa llamada Neytiri.

Pero después hay que despertar. Cuando el día de los Na’vi termina, la noche de los humanos comienza. Jake regresa a su mundo de máquinas e interfaces tecnológicas. Su cuerpo de hombre es considerablemente más pequeño. Sus piernas son raquíticas, débiles, inútiles. Su único medio de locomoción es una burda silla de ruedas. Al principio, distinguir el día de la noche era simple. Durante el día dormía y soñaba que era un alienígena azul recorriendo las selvas de Pandora. Ahora es un Na’vi que por las noches es condenado a sufrir las miserias de la Gente del Cielo.

El sueño de Jake Sully (Sam Worthington) es una de las visiones de Avatar. A simple vista parece la principal: un ex-marine condenado a vivir en silla de ruedas que a través del proyecto Avatar vuelve a ser libre, descubre el amor y se conecta con la espiritualidad de un pueblo. Sonámbulo en un mundo, noctámbulo en el otro, encuentra por fin su destino como héroe y salvador a través del amor hacia Neytiri (Zoe Saldana) y Pandora.

Otra de las visiones de Avatar puede ser la de Grace (Sigourney Weaver), la xenobotánica a cargo del proyecto Avatar, cuyo sueño más preciado es lograr lo que Jake ha logrado: internarse en los lugares más sagrados de Pandora para investigar sus maravillas. A pesar de que el proyecto Avatar fue realizado por científicos para científicos, no es uno de ellos quien consigue alcanzar la epifanía. Esta ironía reafirma dos grandes verdades narrativas: nadie es profeta en su tierra y no son los creadores los que disfrutan de sus creaciones.

También tenemos la visión del pueblo de los Na’vi. Ya mucho se ha hablado de este hilo argumental que responde al patrón Danza con Lobos, El último Samurai, Pocahontas. Es que, como bien escribió Ramiro Sanchiz en su crítica sobre Outlander para AxxónCine (Axxón 196): las historias contadas por la humanidad incluyen un número reducido de patrones, enmascarados en cientos o miles de variaciones. La trama de Avatar puede reducirse a extranjero se infiltra en pueblo y, tras comprender y hacerse parte de su cultura (amor interracial mediante), se une para pelear con ellos contra los que antes eran su gente.

 

 

II. El sueño de la humanidad

El patrón Danza con Lobos es una consecuencia previsible de un choque de culturas. Claramente la visión más valiosa de Avatar es la guerra entre los humanos y los Na’vi. Los humanos son la especie invasora (vaya sorpresa), los Na’vi son los nativos que defienden sus tierras. Ya se advierte esta guerra desde los primeros minutos de película, cuando Jake desembarca en Pandora y se observan vehículos humanos al estilo de topadoras con sus neumáticos atiborrados de flechas. Es un simbolismo claro, directo, que cualquier espectador entiende y puede asociar con variados momentos de la historia. La fuerza de Avatar justamente radica en los simbolismos casi explícitos, en los mensajes universales. Apunta a las grandes masas, a todos los intelectos.

Pero aparte de la espectacularidad de las batallas y de las referencias obvias, este enfrentamiento de especies desnuda un conflicto mucho más trascendente, donde radica el miedo más grande del mundo occidental de hoy. A simple vista parece una guerra entre humanos y nativos; sin embargo, la guerra es entre tecnología y naturaleza. Llama la atención lo poco seductora que es la tecnología de los humanos en el siglo XXII, lo gris y opresiva; las naves, las armas, los vehículos, las computadoras, tienen la misma estética de Aliens y Terminator, un poco aggiornada. La Gente del Cielo viene de un planeta moribundo, donde se adivina que ese frío tecnológico es el único hábitat que les queda.

Pandora es el sueño de la humanidad de hoy. La Tierra del siglo XXII es la pesadilla. Como Jake, deambulamos sonámbulos entre ambos mundos, inmersos en el 3D de la pantalla de cine, preguntándonos por qué en lugar de intentar conectarnos con la naturaleza la seguimos destruyendo. Corremos en dirección a la pesadilla porque creemos que el sueño no es posible.

La conexión de los habitantes de Pandora con la fuerza natural de su hábitat es directa, explícita. Los Na’vi se interconectan al equilibrio del ecosistema de forma orgánica, sin tecnología de por medio. Tienen un único Dios al que llaman Eywa, que es la energía de todo lo que hay en Pandora. En cambio, los humanos ya no tienen Dios, ni alma, ni espiritualidad. Los humanos tienen cigarrillos, cerveza, café y muchas, muchas armas. La energía de todas las cosas es la que mueve los vehículos de guerra, las bombas, las ametralladoras.

Claro que los únicos seres humanos que vemos en toda la película son científicos, militares y empresarios, pero James Cameron quiere que generalicemos. Cuando las terribles bombas explotan en el corazón de la selva, se acabaron los matices. El espectador, subyugado por la inmensidad de las escenas y la fuerza demoledora del sonido, ha dejado de pensar y ahora siente profundamente el estrépito arrasador del Apocalypse Now llevado a otro planeta. Es un horror mil veces repetido, un horror que se manifiesta donde se hace presente el hombre, con sus sistemas económicos absurdos y su inagotable potencial de destrucción.

Al final, esta batalla entre tecnología y naturaleza se hace casi explícita. En el fondo comprendemos que ambos bandos son irreconciliables. No hay forma de llegar a un acuerdo. La Gente del Cielo no tiene nada que ofrecer a los Na’vi, los Na’vi tampoco a los humanos, y en el fondo esto se da porque ninguna de las dos especies puede vivir sin sus respectivos hábitats.

 

 

III. El sueño de Cameron

Hacía doce años que James Cameron no dirigía una película. Entre ese bodrio infumable que fue Titanic y su nuevo film, estuvo envuelto en otros proyectos menores entre los que se incluyen dos documentales, uno sobre el Titanic y otro sobre especies exóticas bajo el mar, y la serie Dark Angel, con Jessica Alba. Según cuenta la historia, en el medio siempre estuvo rondando la idea, desde 1994. Después de Titanic, la presión del «rey del mundo» era muy grande; Titanic podrá ser un bodrio infumable pero es la cinta más taquillera de la historia (o por lo menos lo era hasta el estreno de Avatar). Si llevaba una nueva película al cine estaba obligado a reventar todas las boleterías. Para eso necesitaba una novedad, una nueva dimensión, y si alguna tecnología no existía había que inventarla. Ambos documentales debajo del mar fueron filmados en formato IMAX 3D, lo que le sirvió como experimentación para lo que estaba por venir.

Pero, ¿es el cine todo técnica? Sí el cine que hace James Cameron. Aliens, Terminator, El Abismo, siempre deslumbraron por su ritmo vertiginoso, su acción y sus efectos especiales. Avatar también. Los planos majestuosos de la selva con su extraña flora y su asombrosa fauna son tan reales que nos olvidamos de que estamos viendo paisajes diseñados por computadora. El objetivo principal de la película es mostrar ese asombroso mundo, hacernos parte de él, para que cuando se largue la batalla final clavemos los dedos en la butaca y sintamos la fuerza de cada explosión. Por eso Avatar se detiene muy poco en lo que ocurre antes de la llegada de Jake a Pandora. El comienzo es una sucesión de flashbacks atropellados que nos muestran lo que ya contaban los tráilers. Al poco tiempo, Jake entra en su Avatar y comienza la excursión por Pandora.

Desde el punto de vista técnico, Avatar es revolucionaria, como lo fue Star Wars en su momento, o Matriz dos décadas después. También es contracultural, si tenemos en cuenta que la tendencia de hoy en día es filmar con cámara en mano o producir cortos de bajo presupuesto para distribuir por Internet. Cameron vuelve a poner al cine en su lugar, obligándonos a ver su obra en una sala y no en el televisor o en la PC de nuestra casa. Ver Avatar en otro lugar que no sea un cine de buena calidad es una pérdida de tiempo.

Desde el punto de vista narrativo, Avatar no es innovadora ni experimental. El argumento es simple y el guión está lleno de lugares comunes. Si definimos al cine como un arte para contar historias, no es correcto afirmar que es experimental una película que relata lo que ya relataron muchas otras. Es el mismo caso de la consola Wii de Nintendo: la innovación está en los controles, pero los juegos siguen siendo los mismos.

 

Adrián Paredes