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¡ME GUSTA
AXXÓN!
  
 

ESPAÑA

 

Oa Gardula de la Oclíada Saru:

 

Creo que el xmiofonte sabe algo pero no quiere decirlo. Sospecho que en verdad sólo le preocupa lo que pueda ocurrirle si pasa a ser el nuevo prisionero de nuestros enemigos, y si de algún modo tendrá entonces un trato diferente al que tiene aquí, bajo nuestras propias reglas. Acaso alberga la esperanza de que los uuns perdonen a todas las razas y especies que nosotros hemos recopilado en el Baulario. Pero en el fondo es una ilusión inútil que sólo va a traerle más angustias a su órgano pensante y a sus nulódulos de discursión.

Ahora miro por el anochecer las torres armadas y grises de Prsecuo con la sensación de verlas a una distancia imposible. Miro la Cúpula del Krioxifis, donde guardamos los Uttns del Conocimiento Simultáneo, y me digo si no será eso lo primero en arder bajo el plasma sónico de los uuns. A veces, como hoy, intentamos creer que en el fondo uunia no puede dar con nuestro Enjambre entre tantos mundos del Óvalo Oruh, pero también sabemos que ésta es una idea engañosa que sólo arrastra más sufrimiento, por lo que enseguida me doy cuenta de que, aunque no lo desee, el xmiofonte y yo nos estamos empezando a parecernos demasiado.

Nadie en Prsecuo sabe cuándo comenzó esta amenaza ya antigua para nosotros. Lo que sabemos es lo que nos han contado, desde los depósitos de crías hasta nuestras edades de podredumbre. Estamos tan lejos de volver a elevarnos sobre esta tierra en nuestras naves ya anticuadas, que lo único que hemos aprendido de nuestra desgracia es que, sea como sea, los uuns son nuestra destrucción absoluta, y que vendrán tarde o temprano. Es lo que siempre se dice, lo que siempre se cuenta. Y debemos ser fieles a lo que siempre se cuenta. Esto afecta a nuestro Issoke, incluso a los ritos pormeleanos, o al crecimiento inducido de nuestras crías. Hace ya tantas Gardulas que no se reciben mensajes de los últimos exploradores que no nos queda más que esperar lo inevitable.

Pero si vamos a desaparecer de ese modo, antes debería recopilar nuestra información en los depósitos bajo tierra, donde hemos estado trabajando sin apenas descanso desde el principio. Son demasiadas uraias de información para dejarlas arder en el plasma uunio. No debemos dejar arder lo valioso, eso dicen los Sagaces. Aquí reposa el trabajo de muchas Gardulas, y el conocimiento de incontables hermanos de rango. Desde mi aquila, hay varios uttns de conocimiento configurados por mis predecesores. La mayoría cuenta el origen de nuestro Óvalo Oruh, y los viajes que se hicieron para ir explorando mundos y mundos. También tendré que llevarlos a la cámara primaria, reducirlos a la dimensión de crahis con la esperanza de que en algún futuro distante vengan a recomponerlos y descifrarlos. Hay que recoger nuestro pasado y esconderlo donde los uuns no puedan encontrarlo nunca.

Hoy, en nuestra Gardula, es cuando percibo por mi órgano sensor los cambios que se han derramado sobre nuestras percepciones. Prsecuo ha cambiado tanto desde que me asignaron como baularii para estudiar las especies recogidas, que ya casi cuesta reconocerlo tal como era. Supongo que la Plaga y el miedo a los uuns han desfigurado su rostro de piedra y srmita. Mi predecesor ya me lo había advertido en su momento, cuando le sucedí en sus responsabilidades:

—Hace muchas Gardulas que las cosas cambiaron, Tllecrago. La falta de chacnans e información de Uraacs fue el origen de nuestra decadencia. Pero nunca debes olvidar que fuimos nosotros los primeros en traspasar los arxiles solares, y quizá los que más especies hemos capturado para su estudio. Por eso te consignamos el deber y la honra de seguir los pasos de nuestros maestros.

—Prsecuo no será destruida, maestro —le dije con la firmeza ingenua de la edad de aparearse.

—Ya ha sido destruida, Tllecrago. De alguna forma, ahora sólo nos queda conformarnos con lo que nos sobrevive y esperar nuestra hora. Cuando llegue, daremos honra a los Sagaces.

Antes no creía que Prsecuo hubiera sido más grande y mejor que cuando era joven. Como apenas percibimos los detalles de nuestro entorno en cada Gardula, nunca supe que en realidad hemos vivido en la última Quiloxxe de nuestra Era, y que desde entonces no hemos hecho más que caer en un largo abismo sin nombre. Hace cinco mil xiles, éramos inconcebiblemente grandes, incluso nuestras glándulas eran mayores que ahora. Más altos, más fuertes, ocupábamos un espacio doce aers mayor que lo que ninguna otra especie había logrado hasta ese momento. Así se lo he contado alguna vez a unos pocos huéspedes del Baulario, los únicos a los que parece interesarles nuestra gaugama, nuestra historia.

Hoy el xmiofonte sano me ha transmitido algo nuevo, pero aún no puedo analizarlo bien con nuestros esquemas. A diferencia de otros, no desea morir cuando los tanques de su nivel se apaguen, como ya ha pasado en otras doscientas plantas inferiores.

—Sube el tanque hasta un nivel superior —me ha dicho. Tllecrago sospecha que desea salvar al otro xmiofonte, el que está recluido enfermo en su colmena y ya apenas sale.

—No posible —le digo en su lengua, un artificio básico de sonidos que me resultan más fáciles de dominar que el de muchas otras lenguas—. Tanque no trasladar aunque desee. Fuentes de energía en restauración.

El xmiofonte se ha puesto a caminar cerca de su pequeño refugio, como si pensara a fondo la forma de huir en secreto de su hydox. Para su especie es joven, muy joven, en edad de aparearse, pero la situación del otro xmiofonte le ha convertido en un huésped más osado que nunca, como un rhigu.

—¿Habéis dejado morir a muchos otros, en este sitio? —me dice, y me observa con sus dos órganos de recepción fotolaica. Entonces se detiene a mirarme mientras le explico lo que ocurre. La falta de medios y el abandono de nuestro núcleo del Enjambre provocaron que el Baulario no pudiese soportar la carga del mantenimiento y su administración. Le he contado que eran especies muy básicas las que se extinguieron al cerrarse las corrientes cídricas de aire, y que los seres más discursivos son los que aún se mantienen con vida, en niveles superiores. Este proceso lento pero irreparable nos ha llevado a nuevas preguntas sobre su origen. Le cuento lo que desea, y de alguna forma es él quien estudia a Tllecrago y no Tllecrago quien estudia al xmiofonte. Casi resulta como un suero ácido en las glándulas instintivas, pero no sé cómo callarlas. De esa forma revelo con el silencio de lo que no digo las cosas que he querido mantener en secreto a tantos huéspedes del Baulario.

—Habéis perdido alguna guerra, o bien vienen a por vosotros —me dice al fin, y me mira desde abajo proyectando sus órganos de visión sobre mí.

De esa forma, le dije lo que nos han dicho desde siempre, a Tllecrago y todos los demás. Que hace muchos xiles ningún orgánulo seculativo podría habernos hecho sombra. Íbamos por las cortinas solares, y recogíamos muestras de las especies que conquistábamos o las reducíamos a grupos insignificantes. La mayoría perecieron. Tllecrago no debe mentir en eso. Pero sólo una pequeña parte fue a parar a los registros del viejo Baulario; los demás seres desaparecieron en el traslado en las naves de carga.

—Últimos del Baulario —le digo, para que comprenda la importancia de mis tareas.

—Pero eso ya no le importa a nadie de tu ciudad, ni de los gobiernos a los que sirves. Estamos solos, y tú más que ninguno.

No tengo nada que responderle. Hago que los croobitas le suministren el suero y me marcho fingiendo no haber escuchado. Tllecrago no quiere reconocerlo, pero creo que cada vez tenemos más cosas en común.

Al anochecer quizá vaya al Baulario de nuevo, necesito seguir con el estudio de algunas muestras. Sí, necesito analizar tejidos, seguir mi trabajo y no mirar tanto a las estrellas.

 

 

Dae Gardula de la Oclíada Saru:

 

Si alguien lee estas chriages es muy posible, e incluso seguro, que ya todos estemos muertos. Quizá hayan pasado tantos xilemas que Prsecuo no sea nada más que un campo sin vida poblado de ruinas y vegetales. Y si eres tú, enemigo nuestro, quien finalmente has descifrado la clave de encriptación, nada tengo que decirte salvo que hemos vivido y honrado a nuestra gaugama desde el principio con la certeza de que fuimos y aún somos mejores que vosotros.

Pero si todo conocimiento tiene su propio precio, el mío ha sido el de servir al Óvalo Oruh con la sospecha de sentirme cada Gardula algo más alejado de mi propia especie. No es algo en lo que Tllecrago haya tomado decisión alguna, si eso es posible, sino que ha ido ocurriendo poco a poco mientras me recluyo en los depósitos del Baulario que forman mis obligaciones. Como último baularii, he pasado tantas Gardulas estudiando especies casi extinguidas, y a las que he dedicado mis esfuerzos desde la edad de apareamiento hasta su podredumbre, que quizá he perdido la sensación de ser uno con el Óvalo. Hablo casi seiscientas lenguas de razas que han habitado en cuerpos nucleares tan alejados unos de otros que, por sus propios medios, jamás habrían llegado a conocerse de ninguna forma. Ahora me digo si eso les importa de verdad. Tllcrago lo duda. Lo que sí sé es que en las últimas Gardulas he notado que la corriente lídrica ya no fluye por el espacio como antes, y que pronto entraré en el ghha, nuestra fase dolorosa.

Como siempre, me han llevado en un stara volador al Baulario. El babuc que controla los mandos es servicial y silencioso, y nunca se atreve a mirarme en mi presencia. El color de mi piel ha empezado a mudar, e incluso la piel misma, pero lo peor son las vibraciones de dolor en ondas que llegan hasta las glándulas. Desde la ventanilla miro el mismo paisaje de siempre, con los cañones de las torres incrustadas en las rocas, la gran cúpula brillando con suavidad a lo lejos, y el gran mar de Ooa en la distancia, con sus reflejos verdosos. Me apena que los uuns puedan llegar cuando esté bajo el ghha, pero es una situación que no puede evitarse, como no se evita la muerte cuando llega, ni la luz de los cuerpos solares, ni la composición de la materia.

Cuando el stara alcanza la terraza del Baulario bajo una nube de humo azul, el babuc se despide usando las cifras del Oropénculo, y me deja solo con mis datos y mis cavilares. Entonces me doy cuenta de que hoy he decidido avanzar más en mi trabajo, adelantarme a los uttns adquiridos. No hay tiempo, no hay Gardulas que perder, ni glándulas que malgastar. Estoy dispuesto a dejarme mi tiempo con los huéspedes, porque de alguna forma ellos representan esa parte orgánica de mi existencia que ya no puedo separar de las otras, y que es la culpable de que, siendo el baularii que queda, me aleje sin saberlo o quererlo de los míos. Con nuestra desaparición, vendrá también el fin de los huéspedes del Baulario, y de ese modo una buena parte del Óvalo conocido también se extinguirá como se extinguen las estrellas.

Ahora podemos decir que, entre las novecientas cuarenta y tres plantas subterráneas del edificio que quedan, hay cuatrocientas más o menos dedicadas a especies de una capacidad discursiva limitada, muchas de ellas de origen vegetal. Con estas últimas los datos fluyen de un modo lento pero sin pausa, como la savia del tronco a las hojas. Apenas hay intercambio de esquemas lógicos, y nuestras glándulas les producen rechazo, cuando no la muerte. No niego que haya seres enigmáticos, pero ocuparían demasiados xilemas la tarea exclusiva de estudiarlos a solas. Y está claro que hace mucho que el Baulario dejó de ser lo que era. Hoy faltan medios, y muchos de nuestros hermanos no tienen capacidad para seguirme en las investigaciones. El personal estable es de origen croobbita, y no criobitta, pero lleva tantas Gardulas bajo la plataforma de metal, que se han convertido en autómatas medio ciegos que registran datos sin apenas contrastarlos.

Tllecrago no desea hablar mucho de los niveles que se apagaron, y que sumieron en la extinción absoluta a las criaturas vivas que conservábamos como tesoros del Óvalo. Creo que el acercamiento irrevocable de los uuns ha provocado estas graves deficiencias, pero como hemos vivido en esa situación demasiadas Gardulas, nadie o casi nadie se ha percatado del cambio. Porque, en honor a Söo, hubo una edad en la que había varios baulariis juntos, cada uno con la misión de estudiar sus propios pabellones.

El gran especiólogo Ylligo Cmane dibujó una gran red de especies por líneas derivativas del irtexx y de la materia del uma, pero sus estudios quedaron inconclusos por su enfermedad de podredumbre. Sobre su conclusión, las especies del irtexx guardan una cierta semejanza entre sí, y respecto a ellas es posible describir algunos vínculos. Son ellas las que ocupan las quinientas plantas superiores, y a las que he dedicado más Gardulas de mi ser. Orgánulos vivos y semivivos de doscientos cuarenta y seis cuerpos nucleares y que aislados en las cámaras han acabado por asumir su propia posición en el Baulario.

Sería inútil hablar del modo en que los sucesivos baulariis nos hemos quedado solos en nuestra labor, y la forma en que el Óvalo ha decidido ignorar u olvidarse de los depósitos y las cámaras. Tal vez existan algunos hermanos que hayan decidido que las especies aquí recluidas son los restos de un pasado muerto que ya no supone ninguna amenaza o interés para el Enjambre. Han centrado tanto sus glándulas en los uuns, en su posible tamaño, morfolosis y tautemacs, que los huéspedes del Baulario, vegetales o de carne, no son más importantes que los archivos del Omniox líquido. Piezas evaluables pero carentes de importancia propia ante la realidad que nos atenaza. No ofreceremos a los uuns estas reliquias de conquistas que ya son parte de nuestro pasado antiguo, sobre todo porque ellos mismos no sabrían apreciarlo ni valorarlo, y no podemos poner en peligro nuestro Uttn supremo.

Hoy bajo al nivel donde están los carbujinnotjas. Les hablo en su idioma sin códigos ni vínculos de lengua, pero no me responden como antes. Los croobitas han estabilizado el tanque en cuyo interior flotan, quizá soñando con esa era en la que su sol aún existía y su cuerpo terrestre era ancho y estaba cubierto de gases invisibles. De todos los niveles superiores, los carbujinnotjas son de los más astutos y curiosos, y creo que en nuestro rango podrían adquirir la posición de ulotes. Debemos reconocer que hoy no podríamos contra ellos en proporción de igualdad numérica, pero ya no son una amenaza. Hacen preguntas, una tras otra, y ninguna parece satisfacerles. Quieren saber cuándo se los subirá a niveles donde la luz sea más intensa, lo que revitaliza sus membranas, pero sólo tengo que mentirles para que se sientan conformes.

—Mentiras-morir-todos-ingoformo —dice de pronto uno de los cinco líderes de la manada que ha sobrevivido en los últimos xilemas.

—Mentiras-largas-verdad —respondo, usando la concatenación lógica de su lengua—. Morir-todos-no-algunos-Subir-luego-nueva-Gardula.

El que hablaba me miró con uno de los ochenta órganos de visión de su cuello, y mientras circulaba por el tanque, me dijo:

—Conocerte-entrar-en-ti-morir-todos.

Aunque ya me había ocupado de tomar precauciones, hoy han leído mis propias glándulas receptoras. No suele ocurrir muchas veces, pero creo que, después de todo, era inevitable. Esta especie, como muchas otras, ha sentido el olor que desprende mi piel a los cambios, y las más astutas saben que intento engañarles de alguna forma. O no decirles la verdad, que no siempre es lo mismo. Su voluntad es tan grande que resulta imposible controlarla o reducirla a un estado más oportuno sin recurrir a la destrucción de sus cuerpos. Los carbujinnotjas podrían morir si lo desearan, sin mover un solo tentáculo. Sólo tienen que proponérselo, nada más.

Poco después, subo varios niveles y me encuentro con el xmiofonte sano. La razón por la que lo he estado estudiando en las últimas Gardulas con mayor dedicación es porque se encuentra casi solo en su tanque de idrialisi, y no me habla como un huésped sino como alguien que desea aprender los secretos del Óvalo. Sus últimos cinco congéneres murieron a causa de una enfermedad para la que no pudimos hacer nada, quizá desbordados por tantos problemas internos. Tllecrago presiente que su hermano de fluidos correrá el mismo fin. Demasiado trabajo para uno solo. Muchas Gardulas antes, el xmiofonte había decidido arrancarse la vida, pero como quizá no pudo lograrlo con el pensamiento, lo intentó con sus propios apéndices. Tuve que introducir en su cuerpo varias dosis de armsa para neutralizar su propósito. Desde entonces se ha vuelto cauto y receptor y parece haber comprendido algo que no desea decirme abiertamente.

—Orden y Estructura —le digo usando su lengua básica, o al menos el reducto que hemos aprendido en nuestras fuentes.

—Estás cambiando —me dice.

—Los tuyos cambiar también —digo notando que mi piel arde bajo la luz artificial.

—No todos están muertos, lo sé. Sé que han escapado, y que hay decenas de colonias en lo que queda de mi mundo y en sus satélites.

Ésa es su esperanza, me digo. Lo que lo mantiene atado a su firmeza, y lo que hace que desee saber tanto de nuestros logros.

—Ser posible —respondo—, no indudable. Tú y tu hermano de fluido, ser único de especie que queda aquí.

—¿Qué vais a hacer cuando lleguen esos seres?

—No saber qué dices —le digo tras un irlec meditando, para que no olvide con quién habla. Me sorprendieron tanto estas palabras que apenas pude moverme.

—Sí que lo sabes —responde, y por un momento tengo ganas de apagar el tanque y dejar que se ahogue en su espacio. Pero es apenas un impulso que Tllecrago domina, sobre todo cuando descubro que, aunque irrita mis glándulas de agresión, el xmiofonte no se equivoca en lo que dice. Pero, ¿cómo lo ha averiguado? ¿Quizá lo sabía desde mucho tiempo antes de mi llegada al Baulario? Deseo preguntarle cómo sabe eso, pero sería colocarme a un nivel de volarii inferior al suyo, una gran deshonra para los nuestros.

—Hablas demasiado, xmiofonte —le digo, y sus órganos sensores estudian mi piel y mi morfolasis.

—¿Sabes lo que sé? Que lo que hacéis es inútil. Estás retrasando lo que no puede retrasarse. Nos matarán a todos, pero a vosotros los primeros.

—Silencio.

De algún modo, el xmiofonte no parece asustado. Luego, mira a los tanques de la sala, algunos grandes como casas, y a los seres que viven dentro de ellos.

—¿Sabes algo? Los de allí no hacen más que producir energía con sus escamas. Creo que es un lenguaje o algo parecido. Y al final puedo entenderles.

—¿Poder? —digo.

Entonces se acerca al tanque y pone los apéndices húmedos superiores sobre la superficie.

—Escucha, esos seres de ahí se han metido en mi cabeza, no sé cómo pero lo han hecho. Me han enseñado su mundo en visiones, y también he podido salir de algún modo fuera de esta cúpula. He visto esa cosa monstruosa a la que llamas Prsecuo. Ellos me dijeron lo que les habían contado unos seres vegetales de una planta inferior, antes de que les llegase la oscuridad a ellos. Me han contado lo que saben, y dicen que estáis condenados por unos seres a los que no habéis visto aquí nunca. Dicen que el objeto de este Baulario es tu obsesión, y que ya a nadie le importa lo que pueda ocurrirnos.

Así supe que la inteligencia del xmiofonte había sido derivada de otros seres más silenciosos con los que no habíamos contado. El abandono y el exceso de niveles nos habían hecho olvidar a criaturas que merecían una atención adecuada. Pero cuando se apagaron los doscientos niveles más profundos, ninguno pudo hacer nada, Tllecrago el primero. Y de alguna forma, con el paso de las Gardulas incontables, ciertas criaturas habían logrado averiguar la forma de comunicarse con otras más receptivas. Estamos seguros de que este proceso no ha sido satisfactorio en todos los niveles, y que de hecho ha significado una porción ínfima entre todas las especies. Pero una porción ínfima es suficiente para extender los rumores, como se filtra el agua por una grieta.

—¿Qué necesitar? —le digo con la intención de irme, como tantas veces me voy.

—Tú puedes buscar a los míos, organizar un viaje a mi mundo. Llevarme con ellos. Así podré sanar a Hhhâ. Tú puedes liberar los tanques.

No voy a decirle lo que le ha pasado a su mundo, y por extensión, a casi todos los mundos de los seres del Baulario. Dirían que somos como los uuns, pero no lo somos, ni nunca lo hemos sido.

—No posible, no fondos, no medios.

El xmiofonte baja su cráneo espongiforme.

—No de momento —le digo.

Entonces me mira de nuevo y señala a los draidacas con su apéndice.

—Ellos saben cuándo llegarán en verdad.

—¿Quiénes?

—Lo sabes muy bien. Ellos nos lo han dicho.

 

 

Crne Gardula de la Oclíada Saru:

 

Han decidido mandar al Óvalo Oruh un millón de semillas de ccrooxcacs para que podamos saber cuándo llegarán los uuns a Prsecuo. Los mutoye hablan desde hace diez mil xiles sobre uuns, pero cuando intento conocer cómo eran o cómo son, no dicen más que lo que siempre se ha dicho: llegarán en cualquier instante. En la isla de Brmac, los sacerdotes han tratado muchas veces de representarlos, tal como piensan que fueron o son, pero sus formas varían, y nunca es posible distinguir un rasgo común entre las muchas versiones posibles. Cuando deseo que me informen sobre el destino de los mundos de los que partimos para llegar a Prsecuo, hablan sin dudas sobre un fin abominable para los nuestros. Hace ya tantos xiles que perdimos contacto con los mundos germinales, que nuestra vida se ha convertido en una larga espera de la destrucción.

Creo que el problema es el drinai, la materia gaseosa que propulsaba nuestras naves hacia distancias oportunas, y sin la cual ahora estamos recluidos en nuestra burbuja, escuchando el silencio que se propaga en el Óvalo. No es la primera vez que se lanzan semillas de ccrooxcacs, ni espero que sea la última, pero Tllecrago no cree en la eficacia de esos mensajeros mudos. No he revelado a ninguno de los enjambres la confesión del xmiofonte, sobre todo porque creemos que nadie la tomará en serio. Eso puede dañar a Tllecrago, que vive para el Baulario. Si pensaran que me he vuelto débil, que mis glándulas se han envenenado, abrirían mi trikai y esparcirían mis fluidos por el Onumeno. No es la primera vez que ocurre: quizá no sea la última.

Tllecrago piensa que el Baulario se ha vuelto demasiado espacioso para un solo criobitta del Enjambre, y que el abandono ha provocado estas grandes deficiencias. Se siguen mandando algunos fondos para evitar que la estructura se derrumbe sobre sus cimientos, pero ya no es suficiente. El Baulario es mi mundo, lo que conozco desde que mis glándulas eran de color amarillo, es el destino que hunde raíces en mi existencia, pero debo admitir que estoy contemplando su muerte progresiva de la misma forma que vemos desaparecer un cometa con su estela de fuego blanco.

Y sin embargo, aunque unas doscientas zonas ya no sirvan para nuestros propósitos, ahora convertidas en las tumbas profundas de tantas especies del gran Óvalo, hay muchas aún, las más importantes según nuestro criterio, que siguen su propia vida encapsulada sin temores ni inquietudes. Muchos, la mayoría de nuestros huéspedes, ya no podrían concebir en el fondo otra existencia que no sea la que conocen en el Baulario, y si bien desean vivir fuera de Prsecuo, saben en el fondo que se engañan a sí mismos.

Ni mi antecesor, ni tantos y tantos antecesores al mío, hablaron en sus informes de este raro fenómeno que aún estudio en la soledad de mi aquila. Descifro códigos viejos de otras Oclíadas, y en ninguno encuentro lo que busco, lo que hace que mi registro croobita se haya transformado en una serie de visiones comunes en las que los uuns llegan como sombras sin rostro, preparadas para destruirnos. Nuestros líderes mandan semillas, y estudian la formación de otros compuestos que nos permitan llegar al mundo cercano de Eenae, al menos para refugiarnos allí de los uuns, pero a pocos les importa lo que tengan que decir unas especies de las que ya se han olvidado desde hace muchos xiles, y a las que consideran como el vestigio glorioso de lo que fuimos en una Oclíada tan antigua que ya casi nadie la recuerda. Eso tampoco les gusta: en el fondo, les avergüenza mirar las zonas y los tanques, saber que los centenares de especies inteligentes que habitan en el Baulario siguen viviendo como ellos viven, aunque encerrados bajo los cristales y el urnic de la cúpula.

No es nada sabio, como dicen los antiguos, atender en exceso los pensamientos de esos seres. Para nosotros ya no son nada más que lo que significan sobre nuestro pasado, pero no tienen presente ni futuro, ni un poder externo que les ayude. Viven porque nosotros se lo permitimos. Sería tan fácil cerrar los grandes tanques y dejarlos en la inexistencia, que eso les ha hecho perder todo su vortai, su honor. ¿Por qué prestarles atención más allá de las tradiciones? Siempre se ha conservado el mismo rigor para mantener el reflejo de nuestra gloria, y aunque hayamos perdido a muchas especies a lo largo de los xiles, aún mantenemos a las más grandes e importantes, aquéllas que nos miran con sus orgánulos receptores con una cierta comprensión hacia lo que ocurre. Por eso, de algún modo, Tllecrago es el único del Enjambre que las conoce y las acepta, pero también el único que entiende más o menos sus lenguajes perceptivos.

Nos llevaría demasiado tiempo comprender todos los detalles de cada especie, sus ritos y costumbres, pero tampoco eso interesa a nadie. Los uuns lo han desplazado todo, y el Baulario es sólo una pequeña parte de lo que perdemos poco a poco, sin remedio. Así que a nadie le importa lo que puedan decir los huéspedes, salvo quizá a Tllecrago, que ha vivido en torno a ellos para cuidar de sus recintos y analizar sus lenguajes. ¿Cómo podría decir al Enjambre lo que el xmiofonte me ha revelado? De algún modo que desconocemos, a través de incontables xiles, las especies del Baulario han formado un sistema estable, una estructura propia como una fórmula exacta cuyos elementos se han ido formando poco a poco, no en una Gardula ni en dos, sino en millones de Gardulas silenciosas, como el criot corroe la piedra con una lentitud casi invisible.

No dispongo de medios ni archivos donde se observe este fenómeno de interrelaciones, salvo un documento de un Antiguo donde se transcribe con exactitud la relación de lenguajes que existen entre las especies de Curoas (ya extinguidas) y la de los Omatoes. Pero esa breve anotación del baularii de aquella Oclíada podría significar algo más importante que la descripción de un simple fenómeno. Que existan tantas especies de mundos alejados entre sí por distancias xileraii, cuyas vidas corporales y ciclos son casi opuestos, y cuyas pieles o escamas deberían calentarse en un origen por las luces de soles muy diferentes, en gases eternos, o bajo las profundidades de aguas oscuras y ciegas, no ha impedido la comunicación entre algunas criaturas, o algo semejante a la comunicación.

Tllecrago debe creer en la realidad de ese posible sistema empático. Un sistema que quizá sólo funcione para algunos seres, mientras otros permanecen como siempre incomunicados, aislados en sus grandes o pequeños tanques, creyendo que la existencia del Óvalo es la de las cápsulas donde habitan, y bajo las cuales han formado sus pequeñas comunidades representativas. Siempre se ha sido muy riguroso en controlar los duplicados de huéspedes, y cuando llegan a cierto límite los destruimos, manteniendo el nivel adecuado. Es necesaria esta tarea, ya que si no los huéspedes crecerían sin remedio hasta romper los tanques con su número, y todo acabaría en desastre. Pero de alguna forma, algunos de los pocos seres de cada zona han logrado entablar contactos con los de otras, y eso es algo que hasta esta Gardula no se sabía ni se sospechaba. Creo que este contacto y estas relaciones no son recientes, ni se han visto alimentadas por el deseo de conocer su futuro cuando lleguen los uuns a Prsecuo.

La pasada Gardula he hablado con el Prsecuota en el Palacio de las Sies Yyabes. En plena fase de hgga, el Prsecuota ha cambiado su color y su forma, y ahora habla como todos nosotros en ese estado: piensa de forma oscura, y apenas pronuncia palabras compasivas. Me hubiera gustado hablarle del xmiofonte sano y de lo que dice saber a través de otras criaturas del Baulario, pero no sería oportuno hacerlo. En cambio, le hablo de la necesidad de que reparen las zonas perimétricas del Oeste, donde algunos tanques subterráneos requieren más aire y una mejor ventilación. Por otra parte, las vegetaciones y luces ilusorias que recrean estados de sus mundos de origen se han ido pudriendo hasta transformarse en lo que son en esta Gardula: especies vegetales que apenas guardan similitud con aquéllas en las que se inspiraron. Le hablo de la necesidad de mandar más operarios, de que hay riesgo de que al menos doce salas mueran antes de la próxima Oclíada. Su respuesta no admite dudas:

—Los fondos son los que son. Hay otras necesidades. Tendrás que usar los que tienes. El trimanee analiza las semillas que caen sobre la llanura de cyrnoa, y en cualquier momento podremos lanzar alguna nave telescópica para saber cómo llegarán los uuns y en qué número y formación.

Y entonces me atrevo a decir algo que no suele decir un baularii:

—Maestro Prsecuota, ¿cómo puede saberse que Trimanoo y XcCi fueron destruidos por los uuns hace incontables Oclíadas? Conocemos la tradición, y lo que nos han contado, pero ¿cómo saber que eso fue así y no de otro modo? Nunca recibimos señales.

El Prsecuota cambia el color de sus apéndices y me mira con sus ojos lobulados como si quisiera arrancarme las glándulas por esa infamia:

—El Baulario está afectando tu órgano directriz, baularii. La tradición lo es todo y a ella nos sujetamos. Estamos solos en el Óvalo Oruh, y los uuns ya nos masacraron aunque no lo sepas. Decir lo contrario es querer morir desfigurado, con las glándulas fuera. Las señales no se recibieron porque todos murieron en el acto, por medio de algún arma uun. Es sacrilegio pensar otra cosa. Prsecuo está sola pero se mantiene por la fuerza de su vitrax. Somos un mundo demasiado pequeño, pero no lo suficiente como para escondernos en el propio Óvalo. Los uuns han ido apagando los otros mundos como se apaga una llama. Ellos son la fuerza inmemorial de unos seres concebidos para acabar con nosotros, incluso antes de que ellos mismos lo intuyeran.

—Tiene razón, Maestro Prsecuota, mis palabras merecerían un justo castigo. Quizá sólo sea el cansancio.

—El Baulario es un problema demasiado insignificante para nosotros. Hay guerras con los aalari del ormec, hay carencias de metaloquita, y por encima de todo esperamos la llegada de nuestra propia desaparición. Las especies tendrán que sufrir nuestro mismo destino cuando llegue la Gardula final. Ahora vete y no vuelvas.

 

 

Smne Gardula de la Oclíada Saru:

 

Llevo varias Gardulas interrogando al xmiofonte. Lo hago en soledad, fuera de la vista de los operarios croobittas y de cualquier otro, pero aunque Tllecrago pueda parecerse cada vez más a ellos, lo cierto es que ahora voy comprendiendo que, en realidad, esta apariencia es sólo eso: una apariencia. El Baulario me ha desplazado poco a poco de los míos, del Enjambre, y hubo una Gardula en la que creía estar más cerca de los huéspedes, y en concreto del xmiofonte sano, que de mi especie, pero observo que el xmiofonte no desea colaborar de ningún modo si no es obteniendo algo a cambio. Ya le he dicho lo que el Prsecuota me ha transmitido, pero no atiende a mis razones. Deseo saber cuál es la cadena transitiva para ir descendiendo por ella hasta la fuente de origen. Le digo que sospecho de los carbujinnotjas, y de sus avisos.

—¿Cuándo venir? —le digo a este huésped, casi el único espécimen de su raza extinguida, pero él me mira como si mi órgano directriz se hubiera deformado.

—Eso debes preguntarle a los draidacas.

El xmiofonte sabe que los draidacas no mantienen contacto alguno con los baularii. Creo que se burla de las capacidades de Tllecrago, y que no le importa morir asfixiado en su tanque. Su desesperación le ha vuelto intrépido, sobre todo desde que su hermano de fluido yace inmóvil dentro de la colmena.

—No poder abrir tanques —le digo—, ya digo morir tú. Baulario un sistema con presiones, calores, condiciones muy diferentes. Tanque recrea atmósfera compatible a cada huésped. Presión de Prsecuo matarte, tampoco resistir temperatura. Ahora decir cuándo llegar uuns, si draidacas saben.

Al fin, el xmiofonte se ha recluido en su colmena saturada de enfermedad, donde antes vivía una decena de seres de su misma especie, y donde ahora habita casi como un grunc en su caparazón rocoso. He tratado, inútilmente, de entablar alguna relación pasajera con los draidacas, pero ni siquiera parecen mirarme. Me pregunto qué ha podido ocurrir para que estos seres silenciosos se comunicaran con el xmiofonte, y entonces recuerdo de nuevo a los carbujinnotjas y sus palabras. Instalados en un nivel alejado de éste, puede que los carbujinnotjas supieran algo de lo que ocurre afuera y lograran transmitirlo a los draidacas. Al fin y al cabo, es ahora cuando Tllecrago se da cuenta de lo poco que sabemos de los huéspedes. Hemos anotado sus ciclos de vida, y algunos de sus ritos y ciclos, pero muchas de sus funciones y capacidades han quedado ocultas bajo los tanques y cápsulas del Baulario.

Pero también se me ocurre algo que antes no había contemplado: que algún operario croobitta haya dicho algo sobre los uuns en algún momento, delante de los carbujinnotjas, y que éstos asimilaran esa información involuntaria, y luego la transmitieran a otras especies. Por eso pronto pienso hacer un riguroso análisis de nuestros croobittas serviles. Destruiremos a los que sean sospechosos de revelar secretos de orden primario a los huéspedes. Si el Baulario es (según mi creencia) un sistema más o menos estable, la difusión de una noticia tan desastrosa podría producir una reacción en cadena. Como baularii mayor y único, no puedo permitirlo, y antes nos inclinamos a la posibilidad de una negligencia que ante poderes ocultos o inconcebibles.

Sea como sea, creo que lo mejor es no insistir más con el xmiofonte, ni con los carbujinnotjas, ni con los draidacas. He vuelto débiles mis glándulas, pero ahora debo reconocer lo que soy, lo que siempre he sido. Hablaré lo menos posible con los huéspedes, porque eso sólo me ha dado problemas. En la anterior Gardula he visitado las áreas del sur y algunos niveles más profundos. Casi prefiero analizar las funciones vitales de los seres silenciosos, criaturas a las que arrancamos de las vegetaciones de sus mundos para encapsularlas aquí. Hablé con un croobitta que almacena los datos de esta área, pero no me pareció digno de sospecha:

—¿Por qué crees que mantenemos esto? —le dije.

—Porque honra nuestro pasado y nuestra gloria, baularii.

—Exacto —le dije—. Espero que no lo olvides nunca. Ni cuando apenas nos queden fondos para mantenerlo. Mantente alerta, y cuida tu orgánulo transmisor, porque hay huéspedes receptivos que, aunque parezcan no estar escuchando, lo hacen en silencio. Eso nos causa problemas.

—Siempre me mantengo así, baularii.

He estado descifrando sin parar códigos inserc del registro mayor, como si en ellos pudiera distinguir la luz adecuada a este misterio. Ahora, en esta Gardula, es cuando Tllecrago se da cuenta de que el Baulario es más antiguo que la propia ciudad de Prsecuo. Que mucho antes de que pusieran las primeras piedras negras de las torres centinelas, excavaron en las rocas un primer modelo. Mi antecesor no me había hablado de eso, pero supongo que es un uttn al que cada baularii debe llegar por sus propios medios. Ignoro qué primeras especies encerraron bajo tierra, y sobre qué principios actuaron, pero siendo esto así, es claro suponer y pensar que muchos de los huéspedes del Baulario son los descendientes de antepasados que vivieron recluidos en cámaras de este mismo mundo antes de que se formara la ciudad y nuestras leyes locales. Quizá nuestros antecesores los colocaran aquí como un criobitta en edad primaria entierra lo que cree que es un tesoro. Imposible saberlo.

El sistema es entonces mayor y más antiguo que lo que ninguno de mis hermanos de Enjambre sospecharía nunca. Si la tradición es lo que marca nuestra existencia, el Baulario sería algo que no sólo forma parte de nuestro pasado sino también de nuestro futuro. Sé que estas sospechas me costarían la existencia, pero no puedo evitarlo. La labor de mis antecesores ha sido superficial, y ninguno ha llegado al fondo de la verdad reveladora. Lo que sí sé es que, acaso pequeño en su origen, el Baulario debió ir creciendo con las Oclíadas, y nuestros antepasados usaron la técnica máxima para adaptar los tanques y mantener vivas a las especies. A las criaturas de luz las sacaron a la superficie, mientras a las ciegas las fueron recluyendo bajo tierra. Horadaron la montaña, y formaron una red de túneles y salas tan grande que no existe mapa que las contenga a todas.

Este pensamiento me ha llevado a otra reflexión: tal vez haya otras salas de las que nosotros, los baularii, nos hayamos olvidado por la inercia de la tradición. Tanques y cápsulas antiguas que hayan quedado marginadas en algún lugar recóndito del Baulario. Tendré que ocuparme de ello cuando me encuentre menos débil. Mientras, ordenaré una revisión de los croobittas serviles.

 

 

Lrga Gardula de la Oclíada Saru:

 

Las semillas han vuelto a Prsecuo, inflamadas por el calor, pero no aportan información alguna. Si frente a estos códigos que ahora transcribo existe un ser que pueda comprendernos, quizá sepa más de lo que nosotros supimos nunca. Pero si eres tú, enemigo uun, quien ha logrado integrar el código y recomponerlo, sigo sin tener que decirte nada salvo que os esperamos desde siempre con nuestro volarii por encima. Las dudas me han vuelto incauto sin darme cuenta. Por eso debo olvidarme de las palabras del xmiofonte y de sus promesas, huir de los diminutos mundos encapsulados de nuestro Baulario y ejercer como baularii como ya lo han hecho mis antecesores: anotar ciclos, controlar flujos y asegurarme de que las especies sigan vivas con independencia de sus temores o esperanzas.

Sin embargo, enseguida Tllecrago se da cuenta de que la labor de regresar con los nuestros es tan difícil como la de desvincularse de los mensajes de los huéspedes. He pasado tantas Gardulas encerrado con seres de tantos mundos muertos, que gran parte del Enjambre me considera lo que acaso soy realmente: un oobcri, un solitario como lo es el xmiofonte sano o tantos otros. Por eso ambos nos parecemos, y por eso tal vez los draidacas lo eligieran para revelarle lo que saben, quizá también por medio de los carbujinnotjas: en general, domino su lenguaje mejor que el de muchos otros, cuyas formas de comunicación apenas hablo, o me son desconocidas, como los hálitos de silencio de los krrobas o las pulsaciones luminosas de los wu. Además, es el xmiofonte quien ha deseado siempre este diálogo. Acaso su condición de especie condenada le haya convertido en el portador de los otros. Da igual. Lo único que Tllecrago sospecha es que el Baulario lo ha alejado de los suyos, y que en realidad todos le toman como otra especie de los archivos de la gran montaña.

Como baularii, he sacrificado mis glándulas reproductoras y he alimentado mis flujos con el único propósito de servir a la comunidad. No soy como ellos, ni podría serlo. Con un fin muy concreto, recorrí en la Gardula anterior el barrio icrigt con su cauce de aguas fétidas, pero enseguida observé que muchos de mis hermanos me miraban a lo lejos como si fuera un uun encarnado. Iba junto a varios croobittas armados para mi seguridad y por respeto a mi rango. Mis vestimias y la gran cicatriz de mi oxxex delatan mi procedencia y mi destino. Por el Blauquotrón me deslicé viendo la gigantesca base circular de las torres centinelas, con sus cañones apuntando al cielo rojo. Un largo rato después, doy con la morada cónica que busco, al final de una calle larga poblada de pobres criaturas apestosas cuya similitud con nuestra especie es puramente casual. Mis croobittas llamaron a la gran puerta metálica, y tras un momento, apareció un espécimen decadente de color añil, cuyos apéndices parecían haberse vuelto viscosos con las Gardulas.

—Orden en el Óvalo —anunció uno de mis guardias—. Te encuentras ante el gran baularii del Baulario. ¿Eres tú, ese que llaman Observador del Óvalo, o bien Nacotra?

—Lo soy —dijo con una voz pedregosa, y tras disculparse por el precario estado de su morada, me invitó a pasar dentro. Me llevó hasta un pequeño estudio abovedado sobre el que colgaban esferas de mundos distantes. Le dije lo que me estaba pasando, lo que no he contado a nadie del Enjambre.

—Las visiones son producto de la armec de tus glándulas —me dijo tras examinarme de cerca: enseguida percibí el fuerte y acre olor de su piel de podredumbre—. No eres el primero que las padece. Puedo suministrarte dosis de carbunioxis para que tu letargo sea más profundo.

—He oído que eras el mejor criobita de Prsecuo, pero te desterraron a este sitio pobre, junto a croos y malamus. No conozco las causas ni deseo saberlas. Sólo puedo decir que si sanas a Tllecrago, Tllecrago te sacará de esta inmunda tierra, y te devolverá tu volarii.

Pronto retiró el apéndice que había acercado para examinarme.

—No deseo salir de aquí, baularii. Éste es mi sitio y mi condena. No sería un criobitta digno si no lo aceptara. Sé que tú sabes eso mejor que nadie.

Poco después de que me inyectara la dosis, me marché para dejarle en su morada, aunque luego cavilé sobre sus palabras orgullosas. Un criobitta acepta su condena como lo haría un aroobitta o un trimattita de segundo ciclo. Va con nuestro rango de especie. De esa forma, no tiene sentido mandar más semillas al Óvalo ni ocuparnos del número o formación precisa en que lleguen los uuns. Para muchos, los uuns ya llegaron de algún modo. A veces hemos pasado algunas Oclíadas pensando poco o casi nada en ellos, pero de alguna manera siempre han estado ahí, detrás de nuestros oxxexs, como un mensaje oscuro y permanente.

Creo que la existencia de uno solo de nuestro Enjambre no podría nunca asimilar la formación de estos cambios, que han sido tan suaves y paulatinos como los que se producen en las montañas a lo largo del tiempo. Y una Gardula miramos al pasado y observamos cuánto ha cambiado todo sin que nos diéramos cuenta de nada. El Prsecuota amenaza con arrancarme todas las glándulas si persisto en mis preocupaciones sobre el Baulario, porque en el fondo sus propias glándulas de supervivencia le avisan lo que sucede. Igual que el criobita sanador y desterrado que acepta su castigo, o los centinelas de las torres rocosas. Así, sin saberlo, hemos dirigido ciegamente nuestras costumbres, ritos, deseos y aspiraciones al vacío profundo del Óvalo. En el silencio que nos devuelve sobre nuestra llamada no encontramos más que nuevas razones para seguir aguardando.

Estas cavilaciones, que aquí transcribo desde la soledad de mi aquila, me costarían la existencia de inmediato. El Enjambre pondría entonces a otro baularii, alguien que no hiciera preguntas ni que se hubiese comunicado tanto con los huéspedes de otros mundos. Decir que el fruto de nuestra decadencia se sustenta en nuestro miedo a la llegada de los uuns, a los que nunca hemos visto y de los que sólo conocemos su nombre de especie, sería poco menos que transformarme en un traidor. Ya he sacrificado a dos croobittas sospechosos de haber mantenido alguna clase de comunicación con los draidacas, pero Tllecrago cree que ése no es el problema. Las dosis suministrada ya no hacen efecto, y las voces intraducibles siguen rondando en medio de mi sueño profundo, como un código que pudiera descifrarse de alguna forma.

 

 

Mrmu Gardula de la Oclíada Saru:

 

Hace varias Gardulas tuve la intención de descifrar los misterios transitivos que se producen en el ala sur, donde habitan los draidacas y el xmiofonte. Para ello, hice un plano con las líneas de comunicación y supe que si bien era posible algún tipo de contacto entre ambas clases de seres, la relación de éstos con las criaturas escamadas era más dudosa. Por eso he bajado al nivel en el que recluimos a los carbujinnotjas. Sabemos que a nuestros antecesores les costó muchas Gardulas descifrarlo en sus líneas básicas. He tenido que valerme del traductor ixomi para la transmisión necesaria en diálogos complejos.

—Verdad-necesito-vosotros-saber-uuns-cuando-llegar-decir-xmiofonte-arriba-también draidacas-seres-de-otros-lugares-Óvalo.

—No-saber-de-esos-mencionas-dar-igual-Morir-todos.

—¿Informar-quien-os ha? —dije, y por primera vez me di cuenta de que buscaba una respuesta definitiva.

—Saber-no-Voces-fluyen-abajo.

No he entendido nada de lo que me dijeron, y no sé si mienten o dicen la verdad. En el fondo, creo que he excedido mis límites como baularii, ya que nunca fui asignado para interrogar a los huéspedes, a los que ni siquiera se da un rango propio. Lo que digan o dejen de decir no debe importarnos, pero yo soy el único al que le afecta lo que revelan. Soy el único que lo sabe, es cierto, pero creo que si lo supieran otros muchos del Enjambre nada cambiaría. Sin volarii, ni rango, no son nada más que lo que siempre han sido.

 

 

Alra Gardula de la Oclíada Saru:

 


Ilustración: Claudio «Maléfico» Andaur

Dentro de sus trajes protectores, los croobitas han encontrado muerto al otro xmiofonte, pero lo peor es lo que le sucede al que sobrevive, recluido ahora en su colmena. Acaso al saber que no podía escapar antes de que lleguen los uuns, al fin ha decidido morir a solas, enterrando así sus secretos y sus palabras. He notado en mis glándulas algo raro al verle en el interior de su crapsidra, como ya lo estuvo el otro xmiofonte antes de que se pudriera finalmente. Entonces Tllecrago ha deseado destruir el tanque de los draidacas, sobre todo cuando se deslizan con sus escamas luminosas, en completo silencio. No más burlas, no más demoras. Sé que en el fondo no podré obtener ninguna información valiosa de sus mensajes, secretos que de todos modos tendría que guardar para mí mismo.

Es inútil. Creo que me he obsesionado demasiado con los huéspedes, y que de nuevo la sombra de los uuns lo ha alterado todo, mis percepciones y mis ideas. Pero en las últimas Gardulas he descubierto cosas que nunca hubiera imaginado, y que sólo poco antes había creído apenas. Primero sucedió con los mattuus, de cuya lengua apenas domino las primeras doscientas aec, como las llaman. Abrieron sus caparazones y movieron sus inmensas antenas para transmitirme ese lenguaje de sonidos que aún retumban en mi oxxex.

—Cada. Vez. Más. Cerca. Abre. Compuerta. Gayyama. Pronto.

Estas aec se repitieron una y otra vez, como si algo les hubiera enseñado a pronunciarlas de modo obsesivo. Cuando les hablé de los draidacas, exhalaron su yungis venenoso y golpearon con sus aguijones en la gran cápsula que los alberga. De nuevo volvieron a repetir lo mismo. Me entretuve tanto en cavilar sobre el hecho de que cada vez más huéspedes supieran de nuestro destino que apenas profundicé sobre las palabras. Para Tllecrago no tenían ningún significado: en el Baulario no existe ninguna compuerta gayyama.

Pero las confesiones de estas criaturas, junto a la decisión del xmiofonte de aislarse en su colmena, me han ayudado a comprender algo que ya estudiaba en la soledad de mi aquila, hace varias Gardulas. Si el Baulario es un sistema estable, lo es bajo unas directrices organuloides propias, como si poco a poco hubiera ido tomando conciencia de sus deseos, y alcanzara a ser una sola criatura compuesta de especies dispares. Así entendido, sería el Baulario algo que nunca soñaron mis antecesores: un solo ser vivo. Pero puede que sólo sean suposiciones infelices del baularii más inadecuado de todos. Quizá mi error fuera prestarle atención a sus lenguajes.

El mensaje de los mattuus es una pieza más en las confesiones de los otros huéspedes. Cada vez más cerca: los uuns están cada vez más cerca. Pero sobre la compuerta gayyama nada se sabe, ni por la tradición ni por los dibujos y formas de los planos. Ahora, en esta Gardula en la que espero que, de un igai a otro, los uuns aparezcan con sus naves, es cuando sé que el Baulario posee una vida real mayor y más profunda que la de la suma de los huéspedes que lo componen. Quizá decenas de especies, criaturas que no se conocen entre sí, albergan el mismo conocimiento que los draidacas o los mattuus. ¿Quién sabe desde cuándo saben lo que conocía el xmiofonte o algunos otros? Cada vez son más, agitan sus apéndices blandos, o sus escamas, o se lanzan líquidos corrosivos en sus danzas reproductoras, pero todos dicen algo semejante. Algo común, si eso es posible. O acaso siempre lo han sabido, y es ahora cuando Tllecrago se da cuenta de esa realidad. El murmullo incontable de sus lenguas, una amalgama de sonidos y vibraciones que late en mi oxxex como una pesadilla, es a veces demasiado doloroso para mis glándulas.

 

 

Qurba Gardula de la Oclíada Saru:

 

El Enjambre lleva viviendo muchos xiles bajo el miedo, y ese miedo lo ha ido transformando también, si bien de una forma distinta a mis cambios. Hace ya casi veinte imhs, Prsecuo era próspera y el gas abundaba en grandes cantidades; teníamos archivos incontables de documentos sobre el Óvalo Oruh, sobre su estructura y sus dimensiones, e incluso descubrimos su naturaleza eterna, un ser más allá de los límites del espacio y del tiempo, nunca reducibles.

Entonces alguien dijo algo sobre los uuns. Nadie sabe quién fue de verdad, o si tal vez fueron varios los que lo hicieron, navegantes de los mundos lejanos, viejos exploradores. Al principio nadie debió tomarlo en serio, pero poco a poco, la mención de sus nombres se fue extendiendo como el propio Óvalo, y en otra Gardula del pasado los matrkii levantaron las torres centinelas para defendernos. Aquella obra inmensa se construyó con el argumento de que era bueno que Prsecuo tuviera armas defensivas para un futuro de guerras con otra especie, igual de poderosa. Aunque era un ultraje, pues nadie creía que hubiera alguien o algo más poderoso que el Enjambre, las torres se levantaron, y con ellas dirigimos hacia arriba nuestros grandes cañones plásmicos.

El miedo a los uuns nos ha ido cambiando, dentro de una crisálida invisible que resiste las Gardulas o acaso se nutre de ellas. Ahora sospecho que nuestra espera haya sido la causa misma de lo que pretendíamos evitar a toda costa. En la Oclíada Chrakis, el prsecuota Babbca mandó destruir las reservas de gas drinai, convencido de que era la sustancia la que atraía la mirada de los uuns desde algún lugar muy lejano del Óvalo. A finales de esa misma Oclíada, el fin de los grandes viajes supuso la decadencia de nuestro Baulario, pero para entonces ya a nadie le importaba. Estaban tan satisfechos y orgullosos de lo que habían logrado que sentían que lo importante era mantener nuestro legado y pasar desapercibidos entre las estrellas. Sólo así los uuns acabarían por no vernos. En la Omne Gardula de la Oclíada Ctre, los maumii intentaron aumentar sus glándulas para devolvernos a nuestro tamaño pasado, pues era evidente que con los xiles nos habíamos vuelto más pequeños, pero nuestros orgánulos ya no crecían de ninguna forma. Era como si nosotros también quisiéramos hacernos invisibles, lejos de la presencia de nuestros enemigos.

Pero hoy, cuando Tllecrago siente que los cambios le están transformando en otro ser muy distinto, percibo de verdad algo que ningún baularii se hubiese atrevido a soñar nunca, ni a creer en la soledad de su aquila. Me he adentrado tanto en los archivos que creo haber llegado a un hallazgo insólito, algo que tal vez no le importe ya a nadie del Enjambre. Sospecho que en el fondo no hace tantos xiles desde que se habla de los uuns. Lo que está claro es que nuestra obsesión por una amenaza sin fin fue el origen de nuestra crisis, si bien pocos están dispuestos a reconocerlo. Y entre nuestras desgracias mayores está la pérdida lenta pero irreparable del Baulario. Hablan de nuestro legado, de nuestra gloria pasada, pero en el fondo, ¿a quién le importa? Esa gloria es polvo luminoso sobre la cúpula del Oextax: nada. E incluso hablar de la gloria no significa nada, aunque estoy seguro de que estas palabras podrían costarle la vida a Tllecrago.

Por eso, aunque no pertenezca del todo al Enjambre ni a los huéspedes del Baulario, he decidido buscar en las raíces más profundas, recordando ciertas palabras, pronunciadas en una lengua que no es la de mi especie. Quizá sea porque estoy cambiando, pero estudio sin sueño la estructura del Baulario, desde las plantas superiores hasta la red gigante de galerías que se extiende por la montaña. Nuestros antecesores debieron gastar muchos xiles para construir algo tan grande, que se extiende sobre y bajo la superficie de Prsecuo, pero en las últimas Gardulas he descubierto que gran parte de la tragedia de este lugar se esconde en sus dimensiones. Los casi doscientos niveles que se apagaron poco a poco significaron la inexistencia definitiva de especies que ya no volverán a surgir en el Óvalo, pero sospecho que este número es sólo aproximado, y que en realidad ha habido muchos otros niveles y plantas en otras Oclíadas lejanas cuya presencia no registran los documentos del Uttn. Centenares de miles de seres de otros mundos encerrados en pequeños y enormes tanques, consumiendo materias por la mayor gloria de nuestro imperio: era un gasto excesivo desde el principio.

Pienso que a muchos les dejaron morir silenciosamente. Quizá usaran algún criterio para cerrar unos niveles y mantener otros, lo desconozco. Lo que sí es claro como el sol de Mxtrioque, es que de ser así, las palabras de los mattuus cobran una vida propia, pues si ahora no existe ningún nivel gayyama quizá lo hubo en otra Gardula, cuando el Baulario era mayor, o de otras proporciones.

 

 

Cpsoe Gardula de la Oclíada Saru:

 

Si alguien lee estos códigos que reduciremos a las dimensiones mínimas, debe creer lo que digo o beneficiarse de más mentiras. Si el Óvalo es un sueño profundo, como las visiones que tanto dañan mi oxxex, entonces debo admitir que mis actos eran el resultado de ese mismo sueño, y que la visión que se repite en mi descanso es la de un fragmento de viejas pesadillas que quedan suspendidas en la eternidad, a la espera de quien las reciba o las comprenda.

Hoy, Cpsoe Gardula de la Oclíada Saru, he descubierto la planta gayyama, y con ella nuestro misterio. Ha sido una tarea que ha podido producir mi inexistencia, y que he acometido a las espaldas de los croobittas que me sirven y aún más de todos los rangos superiores del Enjambre. Armado con mis planos y el foco, descendí una planta tras otra en el transportador mecánico, pero la máquina se detuvo apenas había bajado treinta niveles. Demasiado viejo, así que tuve que usar las oscuras rampas laterales, que nadie ha usado en muchas Oclíadas, y sobre las que hay piedras y grietas antiguas. El foco de luz iluminaba bóvedas enormes reducidas a tierras de tinieblas, donde apenas se percibe el brillo opaco reflejado de cristales y paredes de tanques olvidados. Sólo al pensar en los viejos huéspedes que allí habían habitado, y que ahora son huesos o materia costrosa, me di cuenta de la importancia de mi viaje.

El descenso fue lento y difícil, y muchas veces parecía no acabar nunca. En cada nivel abandonado, en la oscuridad absoluta, he imaginado a esos seres esperando que les llegara de nuevo la luz de nuestros ghacs, o que alguien viniera a alimentarles como siempre lo habían hecho. Incluso las criaturas vegetales podrían haberse percatado de esa nueva situación. Iluminé con el foco los tanques agrietados, pero no quise acercarme a ninguno de ellos, de modo que seguí el descenso por las rampas eternas. Durante tantos xiles hemos mirado a las estrellas desde las torres aéreas de Prsecuo, pero en esa mirada hemos acabado olvidando quiénes fuimos. Éramos grandes, y sabios, y almacenábamos a nuestros huéspedes en el Gran Baulario, que debía ser doce o trece veces mayor que lo que ahora controlo. Y quizá, sólo quizá, usábamos a ciertas especies para que nos revelaran secretos de otras partes del Óvalo. Para ellos recreamos condiciones de existencia oportunas, y de alguna forma debieron ayudarnos en nuestro uttn del conocimiento.

Cuando llevaba veinte niveles ya bajados por la rampa, sentí que mis glándulas segregaban un olor propio que nunca antes he sentido. Entonces me di cuenta de que mi cambio no era ilusorio, y que ni la más poderosa de las drogas de Nacotra podría servir para restituirme del todo. La piel había cambiado, y mi giraca viscosa de locomoción se volvió más espesa, lo que dificultaba mi avance. Al cabo de muchos rlacs había perdido la orientación, y me sentía en un sitio distinto al Baulario. Pero poco a poco logré darme cuenta de que había llegado al nivel de los Oortnrcs, una amalgama de especies vegetales que debieron dejar de existir cuando se apagaron las primeras plantas. La rampa infinita se detuvo de pronto en una pared de piedras y cascotes: algún derrumbe de la montaña que debía haber sellado de manera natural lo que nosotros, el Enjambre, comenzamos a destruir en silencio. Pero entonces sentí ese murmullo profundo, el mismo que he percibido en mi soledad tantas veces, y supe que si había bajado tanto era porque seguía sin saberlo el rastro de esa voz.

Me llevó muchos, muchos rlacs abrirme paso entre las piedras, y hubo un momento en el que estuve a punto de perder el foco, lo que habría significado mi muerte definitiva. Los apéndices me lanzaban hilos de dolor que parecían chillar mientras iba levantando rocas como no creo que las hayan levantado muchos baularii de mi rango. Pero con cada piedra que retiraba, percibía un hueco de luz en mi propio oxxex, como una claridad básica a través de la cual era posible distinguir el murmullo de un modo mucho más claro. Pensé que debía tratarse de alguna grabación mecánica, elaborada por medio de algún sistema transmisor de ondas, y que podía haber lanzado sus códigos como el agua corroe la piedra. Pero luego pensé que no podía ocurrir algo semejante, y que la voz venía de mi propio oxxex, como siempre había venido. Cuando al fin pude atravesar el obstáculo, mi cuerpo estaba herido pero seguía descendiendo.

Bajar por los niveles del Baulario fue como descender por sucesivas escamas o edades del Óvalo. Escamas que, aunque conservasen aspectos comunes, no dejaban de emitir su propio significado, su propia huella. Más allá de lo que habían marcado los planos de los que se sirvieron los baularii más recientes, los niveles vegetales no eran de ningún modo el fin del propio edificio, que parecía hundirse en plantas cada vez más profundas, donde el aire se notaba cada vez menos y donde el calor era mucho más alto. Había signos en las paredes en una lengua Ymh, la vieja lengua madre de nuestra propia lengua, de donde deduje que estaba ya en zonas que habían construido los primeros antecesores, nuestros padres del tiempo. Allí las plantas eran cada vez más diferentes, y durante largo rato estuve demorando mi avance para contemplar con el foco lo que mis orgánulos receptivos no lograban distinguir: la totalidad de aquel espacio oscuro, rodeado de cámaras y tanques. En uno de los niveles antiguos había grandes y raras máquinas, en el interior de cuyos engranajes se distinguían esqueletos de especies que desconozco.

Ahora mi oxxes parecía dilatarse, y durante un momento estuve seguro de que nunca podría volver arriba, con los míos, con el Enjambre, porque cuanto más tiempo llevaba allí, más poderosa era la necesidad de seguir bajando. Daba igual que las torres centinelas apuntaran con sus cañones al infinito, o que el maestro Prsecuota decidiera destruir en secreto y para siempre el Baulario antes de que lo hicieran los propios uuns. Lo único que me importaba era acudir a esa voz profunda que hacía segregar mis glándulas, y que me había conducido tan lejos. Tllecrago estaba cansado, estaba débil, y el foco había empezado a parpadear, anunciando mi final inminente. Pero los niveles no acababan nunca, mucho más que lo que nadie del Enjambre imagina. En un momento, la rampa se detuvo de golpe, pero continuó a lo largo de un corredor ancho y muy alto desde cuyos techos se goteaba una sustancia viscosa y negra. Deduje que me había internado por una de las centenares de galerías que se habían extendido por la montaña, mucho más allá de nuestra propia ciudad. Quizá nuestros padres del tiempo trataban de concebir su propio Óvalo en miniatura, una representación de todos los seres inteligentes o no, pero sin duda más significativos, de cada uno de los mundos que habíamos conquistado.

El murmullo ya no era una hilera indescifrable de códigos, sino algo que cobraba vida en mi propio cuerpo, como las visiones que vienen a perturbarme en cada Gárdula. Y así, en un momento cualquiera, di con el nivel gayyama, escrito en la lengua madre de nuestros antecesores, una cámara robusta de acero que ya no poseía tanques sino compuertas cerradas en el suelo metálico. El foco parpadeaba cada vez más, de forma que lo que podía distinguir era muy poco, aunque pensé que debían ser cámaras secretas, más abajo. Exhausto, puse mi quinto apéndice sobre el nódulo del vórtice, y pronuncié unas palabras que nunca he escuchado. El nódulo se abrió como los pétalos de una flor, y el suelo descendió poco a poco emitiendo un sonido grave. Ahora iba por un túnel pero para entonces ya había apagado el foco, resignado a usar mis orgánulos transmisores y receptivos de ondas para guiarme.

Al fin el suelo se detuvo con un chasquido suave, y un olor a humedad me invadió de golpe. Casi me arrastraba por aquella tiniebla absoluta, conducido por la voz profunda que resonaba en mi oxxex. Los códigos sueltos eran ya mensajes muy certeros que me aconsejaban hacer tal o cual cosa para no caer en desgracia. Y fue al fin cuando di con la cámara que buscaba: una pared circular sellada con una sustancia desconocida, pero a través de la cual podía percibir una vibración permanente, una red de códigos que se expandía en todas direcciones en la penumbra profunda de aquel mundo bajo Prsecuo. Tal vez los códigos hubieran ido ascendiendo con lentitud, desde un nivel a otro, desde las plantas muertas hasta las vivas, ¿quién sabe?

Ciego en la oscuridad, puse mis glaunas sobre la fría cámara sellada, y sentí lo que acaso había esperado de alguna forma. Detrás de aquel muro, como si mis ojos pudieran percibir lo que había más allá de esa materia compacta, vi algo que mis orgánulos receptivos no habrían podido sospechar nunca: era una criatura amorfa, suspendida en el líquido espeso de un tanque enorme. Estaba inmóvil, como quizás lo haya estado desde hace miles de xiles, desde que nuestros padres del tiempo la pusieron en aquel depósito ahora abandonado. Pero a diferencia de tantos centenares de especies ahora extinguidas, de tantos cuerpos fosilizados en las colmenas subterráneas, olvidados para siempre por los herederos de aquel Enjambre que los dominó con su poder absoluto, sentí, con una claridad que nunca antes he sentido, que estaba vivo de algún modo. Aquel ser existía en un letargo aparente, quieto pero con una vida interior que vibraba en mi oxxex. Los mensajes eran ya claros como la luz de chO, pero no se dirigían exclusivamente a Tllecrago, sino que iban en muchas otras direcciones; eran como una red compleja de sonidos que subía poco a poco a la superficie, quizás desde un tiempo inconcebible.

Traté de comunicarme a través del muro, pero ignoraba su idioma o la raíz de su propia especie. Y entonces supe que, de alguna forma, la entidad me había conducido hasta allí por alguna razón concreta. Mis glaunas ya no podían separarse de la superficie de la cámara opaca, pero era como si no los controlara mi pensamiento ni mi voluntad. Aunque no tuviera ojos, o la oscuridad fuese absoluta, aquel ser podía verme, y me guió en silencio de vuelta al mundo exterior. Mi memoria desapareció entonces y apenas recuerdo el modo en que pude conseguirlo, pero cuando menos lo esperaba había vuelto al nivel superior del Baulario, herido y magullado, como me describieron los croobitas antes de conducirme hasta mi propio aquila para reponerme de la fatiga.

 

 

Tsu Gardula de la Oclíada Saru:

 

Sé que piensan que me he vuelto enfermo. Desde que me llevaron al aquila mis croobitas no se atreven a decirme que no puedo salir de la torre hasta que me encuentre mejor. En las últimas Gardulas me ha sido imposible digerir nutrientes, y mi estado es peor que durante la fase de ghha, de manera que muchos creen que soy víctima de alguna enfermedad contagiosa que procede del Baulario y de la que soy responsable por estar siempre tan cerca de nuestros huéspedes. Pero esto es distinto, no es enfermedad, al menos conocida. Me siento raro, y tengo sueños profundos en los que soy alguien que no es Tllecrago, ni tampoco un criobita de Psrecuo.

Me pasa cada vez más a menudo, me veo dentro de un Océano ciego, con una ciudad hecha con rocas de cristales marinos. Allí tengo otro nombre, otra historia. He crecido escuchando las leyendas glaoguis, pero de todas las historias siempre me quedo con una que, según dicen, nos recuerda lo que una vez fuimos. Luego crecemos con los otros hermanos del Cordón, y navegamos por las corrientes construyendo ciudades y puntos en los que estudiar la luz de las dos estrellas verdes que iluminan nuestro mundo. Cxrmar me ayuda a sentir el poder de nuestras llamadas sensoriales, lanzando nexos que recorren cientos y cientos de dalagos absolutos. Hemos conseguido que otras criaturas de Océano Ciego tengan en sus sueños nuestras propias historias, y de esa forma ellos se convierten también en nuestros receptores involuntarios. En algunos lugares, hay irdalikos que podrían narrar nuestros Cantos Supremos sin darse cuenta de lo que hacen. En otros, como en Ilana, conocen el registro de nuestros viajes, y así con todos los demás. Soy feliz con Cxrmar y los otros hermanos del Cordón, pero luego todo cambia, y unas luces enormes atraviesan la superficie del Océano Ciego.

Ésa fue la hora en que los saulas llegaron para destruir lo que habíamos sido. Me llevaron junto a otros varios en tanques sellados dentro de sus naves, y durante muchas ihas fue imposible saber qué había pasado con nosotros. Luego todo se nubla, y escucho la voz en la oscuridad de Cxrmar, y la de Hlaoc, y otros hermanos del Cordón. Dicen que los saulas nos han llevado hasta otro mundo, y que nos mantienen encerrados en cámaras ciegas, donde nos confunden con una especie básica a la que llaman con un nombre desconocido para nuestra lengua. El tiempo se deforma, y Cxrmar me dice que recubra mi cuerpo con una capa de adrilasis corrosiva, que ralentice mis funciones hasta mantenerlas estacionarias. Los saulas parece que se han olvidado de nosotros, porque llega un momento en que nadie aparece por la cámara. Para no sumergirnos en nuestro propio dolor sin fin, Hlaoc ha pensado en contar historias hasta que los conductos de aire se cierren. Ninguno quiere hablar de lo que ha ocurrido con Océano Ciego, pero nos gusta oír las leyendas que escuchábamos en el Cordón.

Con lentitud, las voces se van apagando en la tiniebla, y ya no se escucha a Hlaoc, que recordaba los viajes de nuestros primeros exploradores. Luego será Glamatx quien deje de comunicarse por nuestras gileas receptoras, y luego mi hermano Cxrmar, que antes de sumergirse en el silencio de su cámara, me recomienda que piense en algo valioso y que luego lo recuerde en soledad. Ya no hay nadie de mi Cordón que responda a mi llamada, de manera que recubro mi cuerpo con su capa protectora, y me dispongo a estacionar mi órgano primario. Debo tener miedo, pero lo único que me alivia del silencio que hay detrás de mi tumba futura es el recuerdo de una historia que me contaban mucho antes de que llegaran los saulas. Es una vieja leyenda que sueño una vez tras otra, y que poco a poco iré expandiendo con mis llamadas sensoriales. Así descubro que no estaba tan solo como creía, y que por encima de nuestra cámara hay otros niveles donde algunos seres desconocidos escuchan mi historia. Sé que la están escuchando, pero pasan las ihas y al fin son los saulas quienes la escuchan mientras sueñan.

Y así mi recuerdo comienza a convertirse en el suyo. Es un canto antiguo que relata parte de lo que fuimos antes de que Océano Ciego se secara para siempre: los uuns, nuestros enemigos imaginarios, nos vigilaban desde el núcleo de una estrella oculta para controlarnos en nuestros sueños. Luego supe que Uunia era el nombre primordial de nuestro Océano, y que lo que se contaba no era sino el símbolo de nuestros poderes: los uuns eran el reflejo de lo que nunca fuimos por no salir de Océano. Ahora puedo distinguir al fin la luz de fuera con ojos que no son los míos, y que obedecen a mis gileas receptoras sin resistencia. El saula que escribe estos códigos xcoc sin saberlo es el único que me ha buscado hasta encontrarme, el único que ha podido liberar parte de mí antes de que mi cuerpo se pudra en la cámara sellada, y el único por el que puedo al fin evocar algo que no sea sólo mi leyenda. Ahora sé que el miedo de mi edad primaria, cuando crecía en el Cordón con los otros hermanos, es el mismo que comparten nuestros propios verdugos.

He latido en los sueños de saulas que nacieron para luego morir sin conocerme, pero pronto mi capa de adrilasis ya no resistirá al curso del tiempo y me secaré como se secaron mis hermanos del Cordón. Por eso, no deseo el fin que tanto temen los saulas al mirar sus cielos rojos, porque se han convertido sin intuirlo en los guardianes de nuestra gloria perdida. Ellos solos se han encargado de contar nuestra historia, y ya no hago falta para proseguirla. Los uuns deben seguir viviendo mientras ellos vivan, porque sólo así existe nuestra memoria más allá de mi propia existencia, y un recuerdo no es sino el principio y el fin de todo legado.

 

 

Carlos Pérez Jara nació en 1977 en la ciudad de Sevilla (España). Ha estudiado la licenciatura de Economía en la Universidad pública sevillana, y actualmente trabaja en el sector financiero.

Ha publicado los siguientes trabajos en diferenctes medios: «El ciclo» (cuento seleccionado para «Calabazas en el trastero: bosques«, editorial sacodehuesos); «La ofrenda» (revista Bem On Line); «Al otro lado de la llanura» (revista Ngc3660).

Nosotros hemos publicado su cuento TEMPUS FUGIT.


Este cuento se vincula temáticamente con MUÑECAS RUSAS, de Sergio Gaut vel Hartman; EL MIFPS, de Ana María Shua y ENTORNOS, de Javier Fernández Bilbao.


Axxón 220 – julio de 2011

Cuento de autor europeo (Cuentos : Fantástico : Ciencia Ficción : Exobiología : Guerra interestelar : España : Español).

Una Respuesta a “«Legado», Carlos Pérez Jara”
  1. Juan Pablo dice:

    «y nunca se atreve a mirarme en mi presencia.»
    Eso es extrañamiento…

  2.  
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