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¡ME GUSTA
AXXÓN!
  
 

ESPAÑA

 

 


Ilustración: Guillermo Vidal

¿Preguntáis quién soy? Eso no importa en este momento. Digamos por ahora que mi linaje viene de muy antiguo y que mi hogar queda muy lejos de aquí. Demasiado, en mi opinión y quizás algún día deba poner remedio a eso. Quizás deba regresar al lugar del que partieron mis antepasados. Tal vez algún día, pero no ahora. Ni en el corto o medio plazo.

Pero me han citado ustedes para contar mi historia, y eso es lo que haré. Tal vez si lo estiman satisfactorio, se publicará este manuscrito y el mundo conocerá de primera mano la historia que se ha desarrollado de manera oculta y paralela a la historia de ustedes y de la que sólo han conocido pequeños destellos en forma de leyendas y cuentos para asustar a los niños. O tal vez decidan que todo es una vulgar fantasía de una mente enferma consumida por los años y estas líneas acabarán durmiendo en el fondo de un baúl en lo más profundo de un polvoriento y oscuro sótano. A esto, sólo ustedes tienen la respuesta.

Pero ya que me han pedido hablar y hacerles partícipes de mi historia, eso es lo que haré, aunque contar la historia de mi vida es contar la de mi pueblo. Y qué mejor manera que comenzar por el principio. Así que tomen asiento y pónganse cómodos, por favor, porque la narración será larga, aunque no por ello aburrida y falta de suspense. ¿Se encuentran preparados? Comencemos, pues.

 

***

 

Como ya he dicho, mi hogar queda muy lejos. Realmente muy, muy lejos. Tanto que no pertenece a este mundo que ustedes conocen como Tierra; ni siquiera pertenece a su Sistema Solar. Mi historia comienza en la estrella Sangar, que ustedes conocen como Tau Ceti. Usaré aquí este nombre, que les es más familiar.

Tau es una estrella muy similar al Sol de La Tierra. Es algo más pequeño y frío y bastante más antiguo. Algo más del doble. En esto se diferencia. Pero, en cambio, tiene en común que es un sol amarillo y apto para albergar planetas orbitando a su alrededor. De hecho, tres lo hacen. Dos rocosos, como La Tierra o Venus, situados en la zona habitable, y otro gigante, como Júpiter, mucho más alejado y con tres veces la masa de éste.

Teniendo Tau el doble de edad que este sol terrestre, también la vida comenzó allí mucho antes. En uno de los terrestres, Suhant, el más cercano a la estrella, surgieron los primeros seres microscópicos hace ocho mil millones de años. Hace ocho evos. Prosperaron, crecieron y se desarrollaron de forma similar a como evolucionó la vida en este planeta Tierra. Salieron del mar y colonizaron tierra firme y el cielo. Algunos desaparecieron por efecto de desastres naturales, ya saben, volcanes, cambios climáticos, meteoritos. Otros, más afortunados, sobrevivieron para mantener poblado el planeta y el ciclo de vida se mantuvo: nacimiento, crecimiento, madurez, declive y muerte en algunos casos, evolución y renacimiento en otros, y vuelta a empezar.

Pero un día, hace unos cuatro evos, en tiempos en los que el Sistema Solar se estaba formando, apareció algo nuevo. Algo tremendamente maravilloso y, a la vez, en extremo horrendo. Surgió la inteligencia. De repente, una especie predominó sobre las demás en el mundo de Suhant. Prosperó, modeló la superficie, aprendió a cultivar y mantener animales para su sustento, y construyó ciudades. Creó la civilización. Durante milenios, se extendieron por todo el planeta, lo estudiaron y aprendieron. Muy lentamente, con altibajos, llegaron a conocer los secretos de las ciencias, la tecnología, las artes y las letras. Y cuando por fin conocieron las leyes que regían el cosmos, llegó el momento de investigar de primera mano ese cielo que les había cautivado desde hacía tantos siglos. Y construyeron naves para explorarlo. Primero sus dos lunas, y luego el resto del Sistema, el planeta rocoso Aldarit, con su luna, y el gigante gaseoso Sitaas.

Poco a poco la presión demográfica en Suhant fue en aumento, y se vio claramente la necesidad de salir del planeta. Sitaas era por completo inhabitable, al igual que sus lunas, pero Aldart era diferente. Era un planeta gemelo en todo excepto por la atmósfera, que lo hacía igual de yermo que Sitaas. Pero eso no les amilanó y decidieron adaptar el planeta para devolverle la vida y hacerlo habitable, usando para ello los recursos del gigante.

Trabajaron con ardor durante siglos y el planeta cambió. Se fue pareciendo cada vez más a Suhant. Finalmente, se introdujeron los primeros seres vivos para poblarlo. Algas, peces, hierbas, insectos… Todo bien planificado para que, cien años más tarde, pudieran crearse las primeras ciudades.

No pudo ser. Algo inesperado sucedió. Nuevos desastres naturales se abatieron sobre el planeta provocando casi la extinción de la vida. Volcanes y varios impactos de meteoritos asolaron Suhant y casi la totalidad de los seres vivos desaparecieron, incluyendo a la especie inteligente. Sólo unos pocos que se alojan en el espacio lograron sobrevivir, pero eran tan pocos en número y tan escasas sus provisiones, que no tardaron en extinguirse.

Pasaron los siglos, corrieron los milenios y la vida volvió a florecer. Suhant fue de nuevo un planeta fértil. Mas en dos ocasiones volvieron a repetirse los cataclismos. Más volcanes, más glaciaciones, fluctuaciones de Tau Ceti que siguieron destrozando el planeta sin compasión. Dos veces se extinguió la vida casi por completo y dos veces volvió a resurgir, pero en ninguna de ellas se dieron las circunstancias favorables para la reaparición de la inteligencia. Hasta la llegada del tercer renacer. En ese momento, todo cambió.

Tras varios millones de años de evolución, volvió a resurgir la inteligencia en el planeta en la especie mamífera de los murciélagos hematófagos. Quienes comenzaron siendo pequeños animales alados chupadores de sangre fueron evolucionando y creciendo en tamaño gracias a la abundancia de alimentos, y los cambios climáticos que se sucedieron los dirigieron lentamente hacia el dominio de su mente y de sí mismos. Aprendieron a usar utensilios y a modificar su medio ambiente en provecho propio para sobrevivir. La segunda especie que lo conseguía en toda la dilatada historia de Suhant, y se denominaron a sí mismos Vam-Paar. ¡Oh, sí! Veo que el nombre les resulta familiar. Ustedes los conocen como Vampiros.

Sin embargo, hubo algo diferente. Algo distinto que, a la larga, llevó a mis ancestros a tener que dejar nuestro lugar de nacimiento. Algo lejano y, a la vez, cercano. Algo insospechado pues, por primera vez, no hubo una única especie inteligente, sino dos. La diferencia estaba en que esta segunda especie no compartía planeta con los Vam-Paar.

 

***

 

En el vecino planeta Aldarit la vida sembrada millones de años atrás por la primera civilización de Suhant enraizó y prosperó, evolucionando hacia formas más complejas. También aquí se dieron cambios climáticos y extinciones masivas, aunque en menor medida que en su planeta hermano.

Al ser un planeta más frío que Suhant, la vida en Aldarit fue evolucionando más lentamente, pero ello no impidió lo inevitable. Sólo unos siglos después del nacimiento de los Vam-Paar como especie inteligente, una especie aldarita adquirió también el milagro de la inteligencia. Aquí, una raza de lobos fue separándose evolutivamente del resto de sus congéneres, se levantaron sobre sus patas traseras y alcanzaron el bipedismo. Poco a poco, durante siglos, sus cerebros aumentaron de tamaño y sus mentes se afianzaron. Tomaron consciencia de sí mismos y se dieron el nombre de Likapos. ¡Ah!, veo que también les suena el nombre. Y tienen toda la razón. Ustedes les conocen como Licántropos.

También ellos, al igual que los vampiros, se asentaron y construyeron ciudades. Cada raza en su mundo, cada una diferente, con diferentes culturas. Pero similares en una cosa. Ambas especies, vampiros y licántropos eran predadores. Sólo era cuestión de tiempo que ambos pueblos tomasen contacto y ese momento no tardaría mucho en llegar.

 

***

 

En un principio, antes de alcanzar plenamente la inteligencia, los Vam-Paar y los Likapos pocos en número. Apenas unos cientos de miles. Sin embargo, una vez asentados en las primeras aldeas, unos y otros comenzaron a aumentar en número, y los cientos de miles pasaron a ser millones. Las aldeas pasaron a ser ciudades y, de tanto en tanto, cuando éstas se masificaban y el alimento escaseaba, miles de familias abandonaban sus hogares para fundar nuevas urbes que les hicieran prosperar.

A lo largo de los milenios, y a pesar de sus orígenes tan dispares, vampiros y licántropos habían ido cambiando según las leyes marcadas por la evolución convergente y habían ido adquiriendo una forma humanoide. Los vampiros mantuvieron sus alas, pero bastante atrofiadas y permitiéndoles únicamente un vuelo corto. En cambio, su velocidad en carrera aumentó. También mejoró el sentido de la vista, y su olfato y oído se mantuvieron extremadamente sensibles. Su edad media alcanzó los trescientos cincuenta años.

En cuanto a los licántropos, el pasar a andar a dos patas les restó velocidad, pero, en cambio, aumentó su resistencia, pudiendo pasar horas corriendo antes de sentir cansancio. También su olfato y oído, al igual que los vampiros, se mantuvieron muy agudos. Su edad se situó en los doscientos ochenta años.

Así, las primeras grandes migraciones fueron llevadas a cabo a pie o en caballo. Se fundaron nuevas ciudades y la civilización prosperó durante siglos en ambos planetas. Conforme se expandían, se hizo necesario buscar métodos para mantener el contacto entre los lugares más apartados en cada planeta, cada vez más lejanos e imposibles de cubrir a pie. Así surgió la tecnología, y se fabricaron medios de locomoción cada vez más rápidos y sofisticados. Los barcos surcaron los mares, los caminos y carreteras se expandieron por el interior de los continentes, y grandes artefactos surcaron los cielos a lo largo del planeta.

Al mismo tiempo, surgía el interés por la astronomía, y tanto los conocimientos como las técnicas aeroespaciales se incrementaron. Y mientras aumentaba la sofisticación de telescopios y sondas espaciales, resultó obvio para ambos mundos que el otro era apto para la vida, y desde el momento en que los primeros aparatos salieron al espacio, ambas razas supieron de la existencia de la otra y, poco después, comenzaban los primeros intercambios de información. A través de sondas primero, y con ondas electromagnéticas después. Finalmente, se logró el viaje espacial tripulado.

Fueron aquí los licántropos quienes tomaron la delantera, aunque sólo con unas pocas décadas de antelación. Flotas aldaritas de licántropos partieron hacia Suhant y tomaron tierra. Se estableció contacto y se firmaron tratados de amistad, y cuando los vampiros consiguieron al fin el viaje espacial tripulado, también surcaron el vacío estelar con destino a Aldarit.

Mas poco distaban las intenciones de ser pacíficas. El objetivo último de cada pueblo era la conquista y colonización del otro. Pero no se podía dar esa impresión desde el principio, así que los dos primeros siglos de contacto entre vampiros y licántropos fueron bastante pacíficos y fructíferos. Se intercambió ciencia y tecnología, se profundizó en el conocimiento del Universo y se descubrieron nuevas estrellas y planetas, algunos aptos para la vida, entre ellos el Sistema de Alfa Centauri y los dos planetas que orbitan las dos estrellas principales, y el propio Sistema Solar y la Tierra. En Centauri se fundaron algunas colonias, pero la Tierra sólo fue visitada brevemente y descartada por el severo y gélido clima de glaciación por el que atravesaba. Ocurrió hace doscientos mil años. No se detectó la existencia de la especie humana.

Pero la idílica convivencia tocaba a su fin. Pronto, el pueblo Likapo comenzó a ofrecer las primeras muestras de deslealtad. Industrias suhantianas sufrían inexplicables accidentes, naves espaciales que se averiaban y, lo más grave, cientos de Vam-Paar desaparecieron misteriosamente.

A tal punto llegó el descaro licántropo que la conjura fue descubierta y se desataron las hostilidades. Los invasores, como ahora se les conocía, fueron casi exterminados de Suhant, y los escasos supervivientes hubieron de abandonar el planeta. Durante cinco mil años la marea de la guerra fluyó de un planeta a otro y de regreso al primero sin señales de un vencedor claro. Las luchas interestelares dejaron el frío espacio de Tau Ceti cubierto de naves destrozadas y muertos de ambas especies.

Durante la larga y destructiva lucha se inventaron nuevas y más poderosas armas. A pesar de lo cruento de la situación, el odio entre ambos pueblos aumentaba en lugar de decrecer. A tal punto se llegó que, en un alarde de mutua desesperación, vampiros y licántropos usaron sus más mortíferos elementos de destrucción sobre el planeta rival y ambos quedaron volatilizados. Millones de fragmentos de roca y fuego se desperdigaron a través del espacio y acabaron con las escasas fuerzas que quedaban con vida. Algunas de las naves, poderosamente armadas, fueron arrastradas hacia el gigante gaseoso; lucharon hasta el último aliento. En un arranque de ira, los vampiros lanzaron sus armas contra el planeta y el gigante estalló.

La vida en el Sistema de Tau Ceti, también conocido como Sangar, había desaparecido.

 

***

 

Sin planetas o satélites en los que establecerse, las escasas y maltrechas naves que restaban se vieron obligadas a poner rumbo a las estrellas cercanas. Los tripulantes vampiros y licántropos entraron en estado de hibernación y esperaron a que llegase el momento de poder colonizar nuevos mundos. Si es que eso alguna vez ocurría.

Pero aún quedaba un lugar en el que la historia podía seguir construyéndose y escribiéndose. Un lugar en el que vampiros y licántropos seguían existiendo. Un lugar llamado Alfa Centauri.

Este sistema está formado por tres estrellas. Dos amarillas similares al Sol y una enana roja. En esta última no existe planeta alguno, ni el menor atisbo de vida. Pero en las dos amarillas la cosa cambia. Cada una de ellas posee un planeta que la orbita. Un planeta rocoso parecido a la Tierra.

Cuando se descubrió Centauri, a principios de la guerra, naves de ambas naciones se desplazaron al nuevo Sistema y ambos planetas fueron colonizados fácilmente, pues no existía vida avanzada en ninguno de ellos. Mas en lugar de compartir planeta, los escasos miembros de cada raza que habían llegado al lugar, se separaron. Los vampiros habitaron en Alfa Centauri A y los licántropos en Alfa Centauri B.

Ensimismados en la exploración de cada uno de sus respectivos mundos, ambos pueblos se dieron la espalda aun sabiendo de la incipiente aversión mutua en Tau Ceti.

Lentamente, la población aumentó, los planetas se exploraron y, de tanto en tanto, llegaban refugiados que huían de la destrucción en Tau Ceti. No obstante, la tradición espacial fue menguando hasta casi desaparecer y tanto vampiros como licántropos disminuyeron bastante sus tensiones, aunque tampoco éstas desaparecieron totalmente debido a las noticias que llegaban esporádicamente de los planetas natales.

Siglo a siglo, milenio tras milenio, la civilización prosperaba en Centauri mientras se hundía en Ceti. Y llegó el momento en que el instinto de sangre volvió a tomar su lugar, esta vez del lado vampiro.

Cuando se supo de la destrucción de Suhant, la sed de venganza se desató entre los Vam-Paar. Volvieron a fabricarse naves estelares y éstas surcaron de nuevo el frío espacio interestelar. Los Likapos, también conocedores de la desaparición de Aldarit y la masacre de su pueblo, se involucraron en una brutal carrera armamentística y se prepararon para recibir a sus enemigos.

La primera fase de la lucha se desarrolló en Centauri B, donde los licántropos se habían hecho fuertes al no poseer aún una poderosa flota de naves. A duras penas, tras una guerra que duró más de veinte años, los vampiros fueron derrotados y expulsados del planeta con enorme cantidad de bajas. Tras unos años de dolorosa recuperación y tras una rápida creación de naves, los Likapos se lanzaron a la ofensiva y se abalanzaron contra Centauri A.

Fueron ahora los vampiros quienes debieron defenderse y, tras una larga y agotadora lucha, lograron repeler a los licántropos quince años después del ataque a su planeta.

Durante los cuarenta siglos siguientes, la guerra continuó entre ambos pueblos, más lentamente que en Tau Ceti debido a la mayor separación entre ambos planetas, pero con mayor encarnizamiento cuando se daban los combates. Finalmente, en un inimaginable paroxismo de odio, se lanzó un último ataque masivo en el que las armas recientemente fabricadas por ambos pueblos arrasaron las superficies de sus respectivos planetas, aniquilando la mayor parte de la vida en ellos.

Una vez más, la civilización había quedado exterminada de un sistema solar.

 

***

 

Desde la segunda aparición de la inteligencia en Tau Ceti, en las personas de vampiros y licántropos, había transcurrido algo más de un millón de años. Un millón de años en los que ambos seres habían progresado, avanzado, dominado su medio ambiente y salido a las estrellas. Y lo que tanto trabajo había costado levantar tardó apenas nueve mil años en ser atacado, devastado y demolido hasta los cimientos. El sistema de Tau Ceti aniquilado sin posibilidad de reconstrucción. Y el sistema Centauri también destrozado aunque con esperanzas de recuperación en un futuro muy lejano. Y al final de cada cataclismo, exiguos restos de supervivientes abandonaron sus ya muertos mundos para intentar sobrevivir lejos, muy lejos. En alguna cercana estrella que les brindara algo a lo que llamar hogar.

Tras la destrucción de Centauri y el inevitable fin de las hostilidades, unos pocos miles de vampiros y licántropos abandonaron sus planetas rumbo a lo desconocido, pero con unas coordenadas en los cuadros de navegación de sus naves.

Cuando ambos pueblos establecieron el primer contacto allá en Tau Ceti casi diez milenios atrás y establecieron los primeros viajes a las estrellas, uno de los mundos visitado fue el de una pequeña estrella amarilla a apenas 4,5 años luz de Alfa Centauro.

Esta estrella era orbitada por nueve planetas y, de todos ellos, sólo uno era apto para la vida. Éste era el tercero desde el interior del Sistema, y no solamente era apto para albergar seres vivos, sino que, además, los albergaba en cantidades considerables. Espesos bosques que cubrían de verde grandes extensiones de terreno, grandes peces que pululaban por sus mares, aves que sobrevolaban los cielos y, correteando por todos los rincones de la superficie, millones de animales de todos los tamaños.

En el momento de la visita de los exploradores, gran parte del planeta se hallaba inmerso en una época de gélida glaciación, y una espesa capa de blanco hielo cubría casi todo el hemisferio boreal, haciéndolo escasamente habitable, así que se tomó nota de su existencia y el lugar quedó olvidado en los bancos de datos de las computadoras.

Pero los exploradores pasaron algo por alto en ese planeta. Algo que, a la larga, traería consecuencias. Aquellos primeros viajeros no se dieron cuenta de que una especie en concreto había evolucionado en el planeta y había adquirido la inteligencia. Una especie que, en aquel momento, estaba dispersa por una parte del planeta y que se había ramificado en dos especies diferentes, pero muy similares, de homínidos. Con el tiempo, una de las especies desapareció mientras que la otra prosperó. Y ésta llamó Sol a su estrella y al planeta que habitaba Tierra. La especie desaparecida fue denominada neandertales mientras que los supervivientes se denominaron sapiens y también humanos.

 

***

 

Nueve mil años habían pasado desde que el planeta Tierra había sido descubierto y ligeramente explorado hasta que la guerra de Alfa Centauri comenzó a llegar a su fin. La lucha entre vampiros y licántropos se volvía por momentos más encarnizada. Pero algo inesperado surgió de la infinita negrura de la locura. Varios grupos de vampiros y licántropos consideraron que aquella situación no debía continuar, que la destrucción había llegado demasiado lejos y todo aquello debía acabar y la paz era necesaria entre ambos pueblos. Sin embargo, el camino de la destrucción fue más poderoso y los intentos de negociación fueron acallados por ambas partes.

Aunque algunos fueron ajusticiados como traidores, otros muchos trabajaron en el anonimato y progresaban en proyectos secretos. Durante años de clandestinidad, fueron construidas naves arca en las que partirían con rumbo a un mundo mejor, ya que en aquel en el que vivían se había convertido en un infierno. Estas naves les trasladarían, en estado de hibernación, a donde vampiros y licántropos pudieran residir en paz, juntos si así era su voluntad, o como pueblos separados si así lo decidían.

Pocos meses antes de la partida, cuando aún se barajaban distintos destinos entre los que elegir, se descubrió por casualidad en las computadoras de Centauri A las coordenadas del planeta Tierra y numerosa información sobre él. Inmediatamente se dio por zanjada la búsqueda y se apresuraron en ambos planetas los preparativos para la huida. Poco después, aprovechando el entable de una batalla en el espacio y que las atmósferas planetarias estaban apenas defendidas y vigiladas, dos naves partieron en pos de la Tierra.

Nadie salió a interceptarles. Nadie les dio el alto bajo amenaza de hacerles estallar. Nadie se preocupó de la lenta y larga escapada de veinte mil vampiros y otros tantos licántropos hacia un destino inseguro. Pues nadie necesitaba detener aquella expedición ya conocida desde tiempo atrás por las partes beligerantes y que los rebeldes pacifistas tenían por secreta y completamente oculta.

Los servicios de espionaje se habían infiltrado en la organización y dado todos los detalles a sus superiores en el gobierno decidiéndose que un grupo de doscientos hombres se infiltrarían en las naves, no para impedir la marcha, sino para acompañarla en su travesía y, una vez alcanzado el destino y tras un prudencial periodo de tiempo, volver a desencadenar las hostilidades contra sus oponentes. Así, se forjó una conspiración dentro de la conspiración.

Y aunque no era un objetivo destruir a los desertores, se tomó la decisión de sabotearles para, en el futuro, restablecer el odio y la sed de venganza entre ambos pueblos. Así, el sistema de navegación por el hiperespacio quedó anulado tras la partida y las naves quedaron a la deriva rumbo a La Tierra. Ni la tripulación ni el pasaje, dormidos en las cámaras de hibernación, fueron conscientes del problema hasta mucho tiempo más tarde.

Cinco años después de la partida, la vida en Centauri dejaba de existir.

 

***

 

Durante un largo periodo de ochenta mil años, la expedición vagabundeó lentamente por el espacio. Cuando al fin aprestaban a alcanzar la órbita terrestre, vampiros y licántropos despertaron, y encontraron las naves heridas de muerte. La larga travesía había averiado muchos de los componentes, y otros estaban muy deteriorados. Incapaces de hallar una explicación clara y razonable en esos primeros instantes, decidieron centrarse en la difícil maniobra de aterrizaje que les aguardaba.

A duras penas, ambas naves lograron llegar a la superficie aunque sufriendo, desgraciadamente, más desperfectos. Muy subrepticiamente, los infiltrados fueron contaminando las mentes de los suyos sobre lo ocurrido, atribuyendo a la otra especie los problemas surgidos durante la travesía, con el catastrófico desenlace que todos conocían.

Aun cuando se recelaba de las explicaciones que se daban de lo sucedido, sobre todo debido a la trayectoria de ambos grupos en Alfa Centauri, poco a poco vampiros y licántropos acabaron por darse la espalda y ambos pueblos volvieron a ser enemigos, separándose a través de la superficie del planeta.

Mas esta tercera separación fue diferente en un aspecto completamente imprevisto. Algo que ni vampiros ni licántropos habían podido sospechar bajo ningún concepto. Algo que surgió del mismo planeta que los albergaba. Algo tan nuevo y tan antiguo como una nueva inteligencia.

 

***

 

Cuando vampiros y licántropos habían llegado al planeta Tierra en sus casi destrozadas naves, las circunstancias del aterrizaje les habían llevado muy al norte del planeta. Tal como ocurriera a sus antepasados en su primera llegada, esta segunda expedición había alcanzado su destino en un periodo de glaciación. Enormes masas de hielo cubrían la mayor parte del hemisferio norte. Y las naves habían tenido que aterrizar a escasos kilómetros de las ciclópeas moles blancas.

Apenas diez años después, cuando las disensiones entre ambos pueblos eran ya manifiestas, tomaron éstos conciencia de que las masas de hielo estaban en pleno avance y se acercaban desafiantes hacia el hogar en que habían convertido las decrépitas naves. Y por enormes que éstas fuesen, eran sólo minúsculas hojas de papel al lado de los bloques de tres kilómetros de altura que, cuando llegase el momento, destrozarían fácilmente toda aquella maravilla de la tecnología alienígena.

Y tanto vampiros como licántropos eran conscientes de ello. Así, tanto unos como otros tomaron la drástica y dolorosa decisión de alejarse de tan inhóspito paraje y buscar un mejor clima en el que residir, dejando atrás, con gran pesar, sus apreciadas naves. Naves que, efectivamente, fueron destruidas años más tarde y reducidas a polvo por el lento e implacable avance de los glaciares.

Y así, entre muestras de odio y desconfianza, los licántropos marcharon hacia el Este y los vampiros hacia el Sur y Oeste del continente que, muchos milenios más tarde, sería conocido como Europa.

Fue casi inmediatamente después del comienzo de esta gran diáspora cuando tomaron el primer contacto con la nueva inteligencia. Se trataba también de una especie humanoide, homínida se diría milenios más tarde, pues no se conocía abiertamente otra especie dotada de inteligencia. Eran más bien bajos de estatura, rondando el metro y sesenta y cinco centímetros de altura y sus cuerpos estaban cubiertos de un áspero pelaje que les protegía eficazmente del frío extremo de los hielos. Además, alcanzaban los cien kilos de peso, lo suficientemente corpulentos como para estar perfectamente adaptados a semejante clima. A esta especie inteligente ustedes la conocen como Hombre de Neanderthal.

A lo largo de los milenios y adaptación a los diferentes planetas en que habían habitado, tanto vampiros como licántropos habían evolucionado. Así, los primeros, al momento de desembarcar en La Tierra, medían un metro noventa de altura y su peso rondaba los noventa kilos, mientras que los segundos alcanzaban los dos metros diez de altura y ciento diez kilos de peso, con una longevidad para los vampiros de 450 años y 400 para los licántropos. Por su parte, los neandertales apenas alcanzaban los 50 años de vida, un metro sesenta de altura y unos cien kilos de peso, siendo también de movimientos más lentos.

No fue de extrañar, pues, que los alienígenas infravalorasen a sus oponentes terrestres. Aunque inteligentes, los neandertales aún se hallaban en un estado bastante primitivo de ésta, sirviéndose de útiles de piedra y madera para su supervivencia. Pero habían adquirido, por el contrario, el don de la palabra.

Como ni vampiros ni licántropos querían interferencias externas en la creciente animadversión mutua, comenzó una caza de destrucción hacia la incipiente inteligencia autóctona del planeta, con el resultado inicial de varios cientos de alienígenas muertos por los neandertales. Sorprendidos, ambos se dieron cuenta de que el instinto, la fuerza física y el trabajo en grupo para acabar con los enormes animales terrestres hacían de estos homínidos unos adversarios formidables; tomaron nota de que debían cambiar de táctica si querían eliminar esa molesta competencia.

Y los neandertales contaban, además, con otra ventaja respecto a los alienígenas: su número. Mientras vampiros y licántropos apenas alcanzaban los cuarenta mil, los homínidos terrestres eran alrededor de trescientos mil, con una tasa de natalidad superior a la de los visitantes.

Durante varios siglos se entabló una titánica lucha entre los tres pueblos. Pero no una lucha con ejércitos, ni sofisticadas máquinas de matar, sino una lucha de guerrillas, realizadas durante la noche y en la que los invasores atacaban y mataban a miembros aislados de los neandertales.

Durante las continuas hostilidades, todos fueron moviéndose hacia zonas más templadas del planeta, alejándose del gélido norte, y fue entonces cuando, abruptamente los Vam-Paar y los Likapos se vieron sorprendidos con la existencia de la segunda especie inteligencia del planeta.

 

***

 

Al contrario que en el Sistema Tau Ceti, donde vampiros y licántropos ya poseían una avanzada tecnología cuando consumaron el primer contacto, en el caso del planeta Tierra las dos especies nativas, aun siendo inteligentes, se hallaban en un estado tecnológico primitivo.

Esta segunda especie era más alta y estilizada que los neandertales, con una altura media de un metro y ochenta centímetros, y unos setenta kilos de peso. Su piel apenas estaba recubierta de pelo y la capacidad intelectual era prácticamente idéntica en ambas especies. También, por supuesto, se trataba de un homínido y, como ya dije en su momento, esta especie fue la conocida como Hombre de Cromañón.

Aunque también más numerosos que vampiros y licántropos, aún eran pocos en el sur de Europa y asentados en poblados muy dispersos entre sí, aunque en ocasiones llegaban a convivir con poblaciones neandertales durante largos periodos de tiempo. Por tanto, vampiros y licántropos tomaron nota del nuevo descubrimiento y esperaron mejores condiciones para sacar provecho de ello.

Y este fue un error que tendría consecuencias mucho más desastrosas para los alienígenas, pues otra gran diferencia entre neandertales y cromañones fue la alta tasa de reproducción de estos últimos que, milenios más tarde, les llevaría a la conquista del planeta.

Mientras tanto, el tiempo transcurría. Los licántropos habían alcanzado Asia y los vampiros el sur de Europa y el norte de África, y mientras ambos pueblos aumentaban en número, los neandertales disminuían lentamente. Todo parecía indicar que, en poco tiempo, los invasores volverían a dominar un nuevo planeta, pero éste no estaba dispuesto a poner las cosas fáciles, y un nuevo cataclismo se abatió sobre todos los seres vivos. En los confines del océano Índico, un volcán dormido que dominaba una de las islas allí situadas despertó y estalló con todo su poder. Éste no era en exceso grande, comparado con otros ocurridos millones de años atrás, pero sí tuvo la suficiente potencia como para casi eliminar la vida del planeta.

Neandertales y cromañones quedaron reducidos a unos pocos miles, al igual que vampiros y licántropos. Durante los milenios siguientes, todos fueron recuperándose gradualmente. Los vampiros, ya dueños de Europa al no tener que competir con los licántropos, volvieron a dedicarse a la caza de los neandertales y, pasado el tiempo, acabaron victoriosos. Por fin, consiguieron acabar con todos y cada uno de ellos. El Hombre de Neandertal había desaparecido de la faz de la Tierra.

Los licántropos, por su parte, habían ido eliminando de Asia los escasos restos de homínidos que quedaban en la zona en las personas del homo erectus y, en poco tiempo, también estos acabaron desapareciendo.

 

***

 

Había quedado abierto el campo para el enfrentamiento entre las tres especies que quedaban en el planeta.

Siglo tras siglo, milenio tras milenio, los cromañones fueron evolucionando. Dejaron el nomadismo y se asentaron formando aldeas primitivas y, luego, grandes ciudades. Había nacido la civilización, aunque con cierta ayuda exterior. Ayuda no muy abundante por parte de sus enemigos, pero sí lo suficiente como para que el enfrentamiento fuese más… emocionante.

Mas de nuevo volvieron a infravalorar a una especie autóctona, y el sedentarismo hizo más fuertes y poderosos a los humanos, haciendo, además, que aumentasen en número.

También licántropos y vampiros habían prosperado, pero a menor ritmo que los humanos. E igualmente la ancestral confrontación de ambos pueblos se había reactivado, y las esporádicas luchas entre ambos pueblos habían traído una gran paz y tranquilidad para los terrestres; periodos que aprovecharon para fortalecerse. Además, debido a la longevidad de sus benefactores y de los amplios conocimientos mostrados por ellos, y de los que habían recibido una parte, surgió entre los humanos la religión tal y como se conoce en la actualidad.

Al oír las historias de batallas y luchas y lugares lejanos donde vivían sus antepasados, más allá de las estrellas, los humanos llegaron a la conclusión de que ambos pueblos eran dioses llegados para civilizarlos y velar por ellos.

Pero pronto notaron que estos primeros dioses eran crueles y malvados, y sus creencias fueron evolucionando hacia otros seres sobrenaturales que les iluminarían y ayudarían a vencer a esos dioses oscuros que amenazaban su existencia.

Así, cuando vampiros y licántropos comenzaron su lucha contra los humanos, éstos ya se hallaban bien preparados y supieron explotar las diferencias entre ambos para vencer rotundamente en la primera gran batalla.

Vampiros y licántropos fueron conscientes del error cometido y no dieron a los humanos una segunda batalla en campo abierto. Además, y para empeorar la situación, los humanos habían descubierto un arma nueva que ahora sería muy útil en la lucha por la supervivencia como especie dominante. Habían descubierto los puntos débiles de sus enemigos.

Descubrieron que el ajo usado por ellos para cocinar era letal para los vampiros, ya que la anilina, componente principal de la planta, era un poderoso veneno para la alada raza. Y también encontraron que la celulosa de la madera era un potente desecante, con lo que cualquier herida provocada con esta arma, por leve que fuese, hacía que se deshidratase una considerable porción de la zona afectada, pudiendo ocasionar la muerte si se dañaba una zona sensible. Los humanos usaron esta arma contra los licántropos.

Por otro lado, los humanos hallaron que los hombres lobo eran afectados por las fases lunares, creciendo su poder con el cuarto creciente y disminuyendo con el menguante, y teniendo el máximo con la luna llena y el mínimo con la nueva. También se dieron cuenta de que la planta de ajo, aun en pequeñas cantidades, afectaba negativamente al sistema nervioso licántropo, haciéndole morir de manera horrible.

Peor aún, tanto unos como otros eran seres nocturnos que difícilmente soportaban la luz del día, mientras que los humanos eran seres diurnos que podían, también, llegar a actuar por las noches. Tanto Tau Ceti como Alfa Centauri eran estrellas menos brillantes que el Sol de La Tierra y, por tanto, sus planetas eran más fríos. Pero La Tierra, con el tiempo, se fue haciendo más cálida. Y eso perjudicó a los visitantes.

Por esto, vampiros y licántropos vieron desbaratados sus planes de acabar con rapidez con los humanos y cómo éstos tomaban el rumbo correcto hacia la victoria final. Poco a poco, fueron haciendo retroceder a los dos pueblos extraños y éstos, por vez primera en su historia, se vieron incapaces de crear una civilización.

Muy lentamente, se ocultaron a los ojos de los humanos y sólo les atacaban en ocasiones contadas, y nunca a grupos numerosos. Y, al fin, acabaron por convertirse en oscuros miembros de la mitología y el folclore.

Pero, si bien ya no podían hacer nada para eliminar a los humanos, al menos sí que estaban en condiciones de reanudar su ancestral lucha de mutuo exterminio y, tras siglos de moderada tregua, el odio entre licántropos y vampiros volvió a encenderse.

Y en la oscuridad de la noche, en lo más oculto de los bosques terrestres, en la más completa ignorancia por parte de la raza humana, sin grandes ejércitos enfrentados pero con una gran dosis de furor en cada choque, la inagotable sangre de lejanos mundos volvía a ser derramada sin piedad.

A lo largo de los siglos vimos a pueblos enteros vagabundear de un lado a otro del planeta, asentándose en una determinada plaza para luego levantar el sitio y ponerse de nuevo en marcha cuando el alimento no era suficiente para alimentarlos, y vimos surgir ciudades y civilizaciones sedentarias. Vimos nacer imperios y los vimos morir. Sumerios, babilonios, asirios, persas, egipcios, griegos, romanos. Todos surgieron y desaparecieron. En algunos casos con cierta ayuda. Pero sólo dos pueblos sobrevivían al paso del tiempo. Dos pueblos que habían conocido toda la historia de la humanidad a lo largo de cien milenios y de los que, sólo a través de oscuros y mal entendidos mitos y religiones, se conocía su poder. Dos pueblos llamados Vam-Paar y Likapos que, a pesar de tener una historia dilatada e impresionante, sólo vivían, desde tiempo inmemorial, para el mutuo exterminio.

Y al atravesar el largo fluir de los ríos de la historia, sin darse cuenta, tanto unos como otros fueron dejándose influir en ciertos aspectos por los humanos, y si en Ceti y en Centauri habían evolucionado con gobiernos planetarios únicos, como una sola nación, aquí en La Tierra, bajo en inconsciente e involuntario influjo de los pueblos humanos, tanto licántropos como vampiros fueron separándose en clanes, cada uno con su propio líder. Clanes vampiros rivales con clanes licántropos, clanes licántropos contra clanes vampiros. Y a veces, esporádicamente, vampiros contra vampiros y licántropos contra licántropos. Todos en perpetua lucha por el poder y el liderazgo. Por mantener a un clan en predominio sobre los otros.

Hasta que un día, en pleno siglo XVI, surgió entre los vampiros de Transilvania un líder único. Excepcional. Un líder que haría historia y alcanzaría una gloria apenas igualada entre sus antepasados. Un líder llamado Drau-kla. ¡Exacto! Ustedes le recuerdan como… Drácula.

Nacido a mediados del siglo XV, desde joven hizo destacar su gran talento para dirigir la lucha contra otros clanes vampíricos y licántropos. Con tan solo 70 años ya había unido a casi todos los clanes murciélagos europeos y derrotado en tres ocasiones a los lobos.

Con respecto a los humanos, inició un exitoso cambio de táctica. Si con anterioridad unos y otros se habían dedicado a matarles, ahora Drácula se propuso hacer de ellos sus servidores. Así, en lugar de morderles hasta la muerte, se les atacaba lo justo para inocularles el mal de la porfiria, enfermedad que hacía de hombres y mujeres seres pálidos y temerosos de la luz solar, y sedientos de sangre para evitar la anemia. Enfermedad que luego heredarían sus descendientes.

Por miles, los humanos fueron acercándose a los vampiros y haciéndose cada vez más poderosos, pareciendo que Drácula sería recordado como el vencedor en la lucha por la supremacía planetaria.

No pudiendo permitir esto, los licántropos comenzaron a reclutar otro ejército entre los humanos siguiendo los mismos métodos que sus rivales alados. Algunos humanos comenzaron a padecer hipertricosis, enfermedad también transmisible a la descendencia y que producía un desmesurado aumento de vello que casi llegaba a cubrir la totalidad del cuerpo de la víctima y haciéndoles aumentar sus instintos más animales. Pero era demasiado tarde y los vampiros tenían demasiada superioridad, así que, a finales del siglo XVII, ambos pueblos sellaron una alianza para derrotar a tan terrible enemigo. Por suerte, ambos contaban en ese momento con un líder fuerte. Los licántropos con Shurnag, general experimentado en muchas batallas, y los humanos con un joven e intrépido muchacho de veinte años llamado Adrian Van Helsing, antepasado de quien, a mediados del siglo XIX, sería la más feroz pesadilla de los hombres vampiro.

Ambos pueblos enfrentaron a las fuerzas de Drácula y éste fue vencido, escapando muy malherido y a duras penas. Tras recuperarse, tiempo después, Drácula intentó recuperar su pasada supremacía, pero ya su tiempo había pasado y, en el siglo XIX, fue acorralado y muerto por el descendiente de aquel Van Helsing que le había humillado dos siglos atrás.

Mientras todo esto ocurría, algo diferente estaba surgiendo. Algo nuevo y, a la vez, antiguo. Muy antiguo. A principios del siglo XVIII, en una de las batallas desarrollada en los alrededores de la ciudad hispana de Málaga, el líder vampiro tomó prisionera a la capitana de las fuerzas licántropas. Ésta era hija del jefe local de los hombres lobo. Durante años, ambos líderes habían desarrollado un comportamiento considerado heterodoxo por sus congéneres. Un comportamiento que, de ser conocido públicamente, hubiera traído consecuencias desastrosas para ambos clanes, pues resultó que ambos dirigentes habían comenzado a sentir respeto y admiración por los humanos y su cultura. Así, estudiaron la historia humana en general y la española en particular.

Tanto era el fervor que sentían por los hombres, que ambos tomaron para sí un nombre terrestre. El jefe vampiro asumió el nombre de Diego, y el licántropo se llamó a sí mismo Alonso, y a su hija, Inés.

Cuando Diego tomó prisionera a Inés, algo se removió profundamente en su interior. Al principio no supo definirlo. Fue simplemente admiración por tan brava guerrera. Pero luego, conforme ésta iba recuperándose de sus heridas, Diego se dio cuenta de que había algo más. Diego se había enamorado de una enemiga de su raza. Y más curioso fue para él descubrir que también la chica sentía idénticos sentimientos hacia él. Ambos amantes eran de la misma edad, así que el amor tenía que surgir entre ambos. Pero era un amor peligroso. Era casi imposible que dos razas que llevaban tanto tiempo enfrentadas llegasen a unirse así.

Ante el temor del rechazo de sus pueblos, Diego e Inés mantuvieron en secreto el idilio. Durante el tiempo que permanecieron juntos, ambos se veían durante horas cada día. Pero llegó el momento de las negociaciones e Inés tuvo que ser devuelta a los suyos. Ambos amantes se vieron separados y sufrieron por ello. La paz se había restablecido entre ambos clanes, pero a costa de la felicidad de sus dirigentes.

Pero el sentimiento entre los dos era tan fuerte que no tardó en ser conocido y repudiado por los suyos. Ambos seres fueron condenados al destierro y a la alienación por los de sus respectivas razas.

Durante dos años vagaron por las tierras de Europa sin rumbo fijo y sin saber qué hacer. En su viaje a través de los diversos clanes que aún desconocían su historia, tuvieron conocimiento de su ancestral llegada al planeta Tierra y decidieron investigar más sobre ello. Y mientras lo hacían, algo maravilloso les ocurrió. Inés tuvo un hijo. Alentados por tal acontecimiento, prosiguieron con más ahínco la búsqueda de sus orígenes, descubriendo al fin gran parte de su historia y el motivo por el que tanto vampiros como licántropos habían llegado a su actual hogar. Por tanto, decidieron intentar el volver a unir a ambos pueblos como ellos dos ya se habían unido entre sí.

Con su hallazgo por delante, pasaron los siguientes veinte años de sus vidas recorriendo clan tras clan explicando que la paz entre licántropos y vampiros era posible, pues ese fue el origen del viaje que les trasladó desde Centauri hasta La Tierra. En ese mundo casi consumido por el odio mutuo, fueron apartados con el más acérrimo desprecio y obligados a abandonar apresuradamente los clanes que visitaban. Apenas unos pocos de ambos linajes escucharon sus alegatos a favor del cese de la guerra y se unieron a la pareja. Dos escasos centenares de vampiros y hombres lobo dispuestos a olvidar y a comenzar a reescribir la historia de sus pueblos desde un pequeño clan en la ciudad de Málaga donde demostrarían a todos los suyos que el sueño de sus antepasados aún seguía vivo y más presente que nunca en el pequeño hijo de Diego e Inés.

A medida que transcurrían las décadas, Diego e Inés veían cómo su hijo crecía sano y fuerte. Pronto vieron que el chico adquiría las habilidades de cada raza y, al llegar a la adolescencia, ya era más ágil y poderoso que cualquier vampiro o licántropo por separado, y mucho más veloz.

El chico daba muestras, además, de una gran inteligencia, la cual le llevaba a frecuentar con bastante asiduidad las bibliotecas y centros de estudio e investigación a su alcance, llegando a adquirir un vasto conocimiento en prácticamente todos los ámbitos del saber. Por fortuna, las facultades psíquicas de sus ancestros, ampliadas por su doble procedencia, le permitían camuflarse entre los humanos sin levantar sospechas debido a su físico diferente, tal como sus antepasados ya habían hecho desde tiempo inmemorial.

Con el tiempo, el hijo de ambas naciones fue implicándose más tanto en el gobierno de su clan como en el mundo de los humanos. Se daba cuenta de que ya era imposible hacerles desaparecer, mientras que los suyos declinaban cada día un poco más. Así, decidió que la prosperidad de los humanos era la prosperidad suya e inició una serie de negocios económicos y políticos con los que amasó una considerable fortuna.

En determinados momentos de la historia, se unió a grandes científicos humanos y aprendió de sus técnicas y conocimientos. En otros, fue él mismo quien sugirió ideas que hicieron prosperar a la Humanidad. Ideas que, obviamente, ya eran conocidas por vampiros y licántropos desde milenios atrás. Y sus negocios se centraron finalmente en aquellos sectores que más futuro tenían a largo plazo: energía, transporte, tecnología, industria y medicina. Un próspero conglomerado de empresas ideal para los planes que tenía en mente.

En última instancia, a mediados del siglo XX, todas sus empresas quedaron englobadas en una sola, denominada Orbe Grupo de Empresas, la cual al día de hoy y tras casi cien años de existencia, en el primer tercio del siglo XXI, es considerada líder mundial en tecnología de punta.

Desafortunadamente, Diego e Inés no vivieron lo suficiente como para ver el éxito final de su hijo, pero éste siempre les mantendría en lo más profundo de su recuerdo. Habían fallecido a la edad de 600 años a finales del siglo XIX.

Mientras todo esto ocurría, la lucha entre vampiros y licántropos se mantenía más encarnizada que nunca. Lucha entre ellos y, cuando podían, contra los humanos. Y así, ambas razas se extinguían lenta y definitivamente a la vez que el clan malagueño en el que ambos pueblos vivían en paz seguía prosperando, y nacían cada vez más hijos fruto de la unión de ambos pueblos.

De tanto en tanto, aceptamos el ingreso de disidentes de unos y otros y estoy completamente seguro de que pronto seremos los únicos alienígenas que habiten este planeta y, por tercera vez, vampiros y licántropos se extinguirán en un sistema solar.

Ustedes los humanos suelen decir que a la tercera va la vencida, y tal vez piensen que con esta tercera extinción existirá al fin la paz en el Universo conocido. Tal vez sí, o tal vez no. Pero no es esa la meta que persigo. Como ya he dicho, existía una empresa de medicina, y una de sus vías de investigación es la genética. Aquí se guardan muestras de tejido de ambas especies para su futura clonación. Y yo personalmente me encargaré de que dirijan sus esfuerzos por el camino de la paz. Al fin y al cabo, pertenezco a ambos linajes.

Se preguntarán ahora por qué al final empecé a hablar en primera persona. ¡Tal vez ya lo sepan, o quizás lo sospechen! Y quizás también recuerden que al principio les hablé de regresar a mis orígenes algún día. Posiblemente ahora comprendan que el futuro está en el espacio y por qué Orbe está invirtiendo en esa línea.

 

***

 

Ahora, ¿preguntáis quién soy? Mi nombre es Diego López de la Villa, natural de Málaga y presidente de Orbe Grupo de Empresas. Tengo trescientos años de edad… y soy un híbrido.

 

 


Mi nombre es Sebastián José Molina Palacios y vivo en un pequeño pueblo de la provincia de Málaga (España) llamado Algarrobo. Mi correo electrónico es hariseldon_1@hotmail.com.

Desde pequeño me gusta la ciencia ficción y el terror, cuando veía en televisión series como Espacio 1999, Star Trek o Historias para no dormir. En dos ocasiones he enviado relatos a concursos pero sin éxito, aunque no pierdo la esperanza de poder publicar algo.

Esta es su primera publicación en Axxón.


Este cuento se vincula temáticamente con LOBO, de Carlos Almira Picazo, VIAJERO INCANDESCENTE, de Luis Saavedra, y EL BAILE DE LAS VÍCTIMAS, de Carlos Gardini.


Axxón 270

Cuento de autor europeo (Cuento : Fantástico : Fusión de géneros : Seres fantásticos : España : Español).

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