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¿Qué tienen en común un extranjero estafado en Barranquilla y diecisiete personas, entre ellas catorce sabios y tres mujeres, excluidos del mayor evento de toda la historia universal? Este será el hilo conductor de una de las primeras novelas de Ciencia Ficción en escribirse en Colombia, Una triste aventura de 14 sabios (1928) de José Félix Fuenmayor.

En el libro José Félix Fuenmayor, entre la tradición y la vanguardia del historiador Albio Martínez Simanca se recogen algunas impresiones que suscitó la novela, entre los críticos de su época y los que actualmente se acercaron a ella por el interés hacia la Ciencia Ficción. Estas críticas si bien no fueron totalmente destructivas contra la novela, sí la sitúan como una obra menor, inacabada, poco interesante, que aunque pájaro raro en la fauna colombiana, no necesariamente tiene un valor literario ni mucho menos un valor dentro del género de Ciencia Ficción en Colombia.

Como todas estas críticas me parecen erradas pretendo, al igual que Albio Martínez, defender la importancia de esta novela tanto por sí misma como por su pertenencia en el génesis de la Ciencia Ficción en Colombia.

Entre los comentarios que salieron recién publicada la novela está el de Ramón Vinyes, en 1931 recogido en «Notas y apuntes»:

Wells y Anatole France. Confuso. Imaginación pero no clara, porque no tiene una finalidad ni se sabe bien, precisamente lo que se quiere decir. El comienzo es interesante.

Otro de los comentarios sobre la novela, que encontró Albio Martínez, fue el de Ramón Illán Bacca, en el texto Escribir en Barranquilla.

 Hasta allí hay acción, porque el resto de la novela transcurre en una especie de disquisición metafísica por boca de Aldebrán, que dice pensamientos –sublimes, en su mayoría–, pero que matan la novela.

Y, por último está el comentario del escritor de Ciencia Ficción, Campo Ricardo Burgos:

El libro es apenas ciencia ficción toscamente manejada que abandona al lector con la sensación de un buen tema desperdiciado.

Todos estos comentarios, que pretenden ser condescendientes con una obra que consideran menor, y por ello estos críticos se deben refugiar antes en citar grandes nombres de escritores, en el caso de Vynes traer a colación a Wells y Anatole France, en el de Campo Ricardo Burgos a Swift y Voltaire, me parece que son fruto tanto de un sentimiento de inferioridad nacional, movido por la subliminal idea de que acá, en Colombia, no se pudo haber hecho buena Ciencia Ficción como, también, por un desconocimiento del género o una visión restringida de él.

El título de Una triste aventura de 14 sabios es realmente el nombre de un escrito de uno de los personajes de la historia de la novela; es decir, se trata de una historia dentro de otra historia, a la manera de las 1001 noches. Es pues el texto de un habitual asistente a un café de Barranquilla, al que se le conoce como el señor Currés y que aprovecha una discusión propiciada por una nota de un periódico que hace debatir a un grupo dispar de clientes del café sobre cómo un ingeniero alemán, del que se sospecharía la máxima de las sabidurías, se deja estafar por dos pícaros en Barranquilla. Este tema sacará a relucir la visión del mundo, de la ciencia y la economía de cada uno de los implicados en la discusión. El carácter social y político de los clientes del café lo reconstruye Martínez:

Conociendo a sus contertulios, José Félix se esmera en mostrar, a través de ellos, el panorama social, colocando como pretexto los caballeros que hacen la lectura de la prensa barranquillera de la época: El caballero gordo que lee La Nación, el caballero endeble que ojea El Liberal, el caballero robusto que mira La Prensa, acompañados por otros caballeros quienes conforman el público que escucha.

Este ambiente es el lugar preciso que encuentra José Félix para burlarse de los discursos hegemónicos de la sociedad civil que, incluso, en la actualidad persisten. El discurso del industrial está tan velado como el del proletario. El discurso del médico es tan ridículo como el del literato que pide a gritos los datos precisos de los personajes para que los pueda tomar en serio. El discurso del aficionado que se aburre pronto cuando el relato no le da lo que desea es igual al del periodista que sopesa las posibilidades comerciales del texto.

Ajeno a este mundillo, está el escritor de la historia de los 14 sabios, el señor Currés que, aunque nunca se le describe, se le puede imaginar como un venerable anciano, algo robusto y con problemas de visión que le impiden una lectura corrida de su propio escrito lo que se presta para que constantemente su audiencia lo interrumpa e interpele en el texto.

La historia con la que irrumpe el señor Currés para tratar de apaciguar los ánimos que ha generado la noticia del sabio alemán, es realmente la de diecisiete personas, tres de las cuales son mujeres, cada una en una etapa distinta de la vida, y catorce sabios. Sobre el trato excluyente que se le da a las mujeres en el relato, Albio Martínez escribe:

Es fácil deducir que el autor reprodujo las costumbres sociales de la época, en las cuales, como ya se ha mencionado, la mujer estaba excluida de la ciencia, es decir, sin acceso al conocimiento y a la sabiduría.

Y realmente, la historia es triste, sí, pero solo para dieciséis personas. Para el sabio principal del cohorte de científicos, Aldebrán, se trató quizás de la mayor y más feliz aventura de su vida. Entonces el título no es del todo justo con la historia, pero eso no significa nada realmente a la hora de apreciar la belleza del texto; es más, le da un toque irónico a la narrativa.

El cuento que lee el señor Currés de La aventura de 14 sabios se trata de un grupo de diecisiete personas que emprenden una importante expedición científica y en un momento de maniobra aérea ocurre un accidente que no pueden explicar muy bien, y en el que por fortuna sobreviven. Al principio parece tratarse de un «accidente humano», pero el jefe de la expedición, el sabio Aldebrán, aventura una mejor hipótesis para explicar lo sucedido. A partir de unas pocas observaciones llega a la extraordinaria conclusión de que fueron alcanzados por un rayo galáctico que generó una inflación global sobre el planeta —al hacer influir leyes de otros mundos en éste— fenómeno que ellos, al encontrarse en una situación irregular —dentro de una nave— fueron excluidos, por lo cual ahora están en una dimensión microcósmica respecto el resto de la humanidad.

La primera decisión, para asegurar su propia existencia, reside en cavar una cueva; allí dentro, el sabio Aldebrán exige ser apartado de los demás, en compañía de un telescopio, mientras piensa en la forma de comunicarse inalámbricamente con el resto de la humanidad, a la que ahora denominarán «los hombres ultramétricos». Al ver que no obtiene resultados rápidos, Aldebrán comprende que esta tarea será de larga duración, por lo que ordena al resto de la tripulación a asegurar la nueva especie que ellos ahora conforman. Deben tratar de reproducirse entre ellos. La única mujer en edad para hacerlo es Leila pero es seducida por el único sabio que conserva juventud, el cuarentón piloto Cabrillitas. Temiendo que esto no sea suficiente, los otros sabios intentan hacer más pruebas pero solo quedan dos mujeres; una es Zitita, nieta del geólogo Geophón, que sabiendo lo que otros traman con la niña la protege y no la suelta de su regazo; la otra es la anciana Doña Dalilia, que aprovecha la situación para dar rienda a su deseo, pero que les causa a los demás repudio por su avanzada edad.

Esta es la historia base y la acción principal del relato que cuenta el señor Currés. No cuento lo siguiente, y ya he contado bastante, para no hacer lo que se conoce como spoilers y para invitar a la lectura del texto.

Paralelo a la aventura encontramos que, como en el café de Barranquilla, los sabios debaten sus ideas, exponen sus puntos de vista motivados por sus profesiones, y otros sencillamente se dan al lujo de perderse en digresiones, como es el caso del filósofo Dormón, ajeno incluso a las circunstancias que está viviendo.

Esta característica estilística es la que tal vez lleva a Ramón Vinyes a la afirmación de que el texto era: «Confuso. Imaginación pero no clara, porque no tiene una finalidad ni se sabe bien, precisamente lo que se quiere decir.» Y lo que Ramón Illán Bacca calificaría como «facundia incontenible«.  Yo considero que este estilo, en lugar de restarle importancia a la obra, le suma en cuanto complejidad tanto de forma como de contenido. Acerca la obra de Fuenmayor a la narrativa contemporánea y lo ubica al lado de grandes maestros como J.G. Ballard o Philip K. Dick en cuanto comprende a la Ciencia Ficción como una Literatura de Ideas. Es lo que Albio Martínez ha llamado «La digresión» y este es un género que, por no ser mainstream, valdría la pena revisar así como estudiar su propia tradición contracorriente.

Esa condición propuesta por el autor es la digresión o desviación del hilo conductor de un relato, o la inclusión dentro de él de cosas que en apariencia no tienen conexión o íntimo enlace con el tema principal que se está tratando; se considera como un elemento literario que recurrente y válido y que para la época propiciaba la búsqueda de nuevos rumbos en la narrativa de los años veinte en nuestro país.

¿Por qué, entonces, no se valora, ni siquiera en los círculos de Ciencia Ficción, lo suficiente, la novela de Fuenmayor? El carácter de una obra paródica y cínica siempre le costará un buen tajo de reconocimiento. Si nos remontamos a uno de los primeros comentadores de la novela, Ramón Vinyes, vemos que seguramente encontraba molesta esta obra, por más que fuera de su amigo Fuenmayor, al ver que él mismo estaba retratado en ella. Y no estaba personificado ni en el atractivo piloto de 40 años, ni en el sabio enloquecido Adelbrán, como tampoco el fuerte biólogo. Era un personaje que aunque sabio era bastante ridículo: el filósofo Dormón, que parloteaba sin cesar y vivía en su propio mundo indiferente a las necesidades más urgentes que les apremiaban; además Dormón se puede asociar a dormilón y muchas veces el trabajo del filósofo puede ser indistinguible al del hombre entregado a sus idilios. Sobre este respecto Martínez escribe:

Es probable que este nombre —Dormón— sea un homenaje a Ramón Vinyes, quien era conocido y nombrado como Don Ramón, para quien el autor elabora una síncopa muy genérica: Dormón. Este personaje es la consagración de un educador líder en el campo de la literatura, regido por el signo Leo.

Pero tampoco gusta Una triste aventura de 14 sabios a la crítica literaria, ni a los nuevos cultores de la Ciencia Ficción en el país, como es el caso de Campo Ricardo Burgos.  ¿Por qué? Aventuro que por la misma razón de Don Ramón Vinyes, porque se ven reflejados de una forma grotesca en la parodia que hace de ellos Fuenmayor. El caballero literato que escucha al señor Currés solo está interesado en ver en qué momento se va a romper la estructura del relato para atacarlo, le acusa de no darle datos importantes a sus personajes —como la nacionalidad o fecha de nacimiento— y solo está preocupado por el momento en que el narrador acabe su historia, y aquí es cuando el viejo contador de historia se burla de él, haciendo lo que en Cine se llama como un «Final Falso», dándole la impresión al literato de que la historia había cerrado bien, pero sin sospechar que más adelante el autor lo sorprendería con mayor astucia, mayor belleza y elegancia. Es cuando el viejo decide terminar, por fin, su relato y no quedarse a escuchar los comentarios sino salir, afanado, al encuentro de su señora esposa.

Sobre la crítica que le hace el caballero literato al narrador sobre los pocos datos que daba de los personajes no dejé de recordar, nuevamente, a Ballard  cuando criticaba esta noción tan arraigada,  en academias y talleres, de «creación de personajes»:

La creación de personajes, siempre nos han dicho, es la clave del drama, pero se trata de una noción de la literatura que sirve a los intereses de novelistas faltos de imaginación. En cualquier caso, no es fiel a la vida, donde podemos trabajar con gente en la misma oficina por años, o incluso compartir la misma cama en un matrimonio tolerable, y saber casi nada sobre sus verdaderos temperamentos hasta que ocurre una crisis repentina.

Esto ya lo sabía Fuenmayor, mucho antes que Ballard, pero como nuestra triste historia de vanguardias nos enseña, hay que esperar que lo digan otros, más reconocidos internacionalmente, para escuchar nuestras propias propuestas.

No obstante, siempre he emparentado Una triste aventura de 14 sabios con otra historia, que ningún crítico dudaría en calificarla como Ciencia Ficción: Súper Neutrón de Isaac Asimov. Este es un cuento que transcurre, igual que el de Fuenmayor, en un lugar público, en un café en donde se reúnen a almorzar, una vez al mes,  un grupo llamado La Honorable Sociedad de Ananias. El propósito de cada reunión es pedirle a uno de los miembros contar una historia, pero no cualquiera, sino una que sea deliberadamente una gran mentira pero justificada hasta tal punto que sea imposible dudar de su veracidad. Un día, un invitado llega y pide que le permitan contar la historia. En esta él compara un planeta con un súper-neutrón y dice que se está dirigiendo hacia el Sol y que chocará con él en una sola hora, destruyendo el Sol de la misma manera que un neutrón genera fisión en el núcleo de uranio. La historia es tan verosímil, tan irrebatible,  que todos los comensales llegan a creer que realmente el planeta se acabará en un instante cuando el Sol estalle.

Yo le concedo a José Félix Fuenmayor un puesto en la Honorable Sociedad de Ananias.

Fuentes bibliográficas:

José Félix Fuenmayor. Una triste aventura de 14 sabios. Ed. Laguna Libros. 2011.

Albio Martínez Simanca. José Félix Fuenmayor, entre la tradición y la vanguardia. Observatorio del Caribe Colombiano. 2011.

Ramón Vinyes. Selección 2. Colcultura, Bogotá, 1982.

Campo Ricardo Burgos López. “La narrativa de ciencia ficción en Colombia”, en Literatura y cultura. Narrativa colombiana del siglo XX. Vol. I. La nación moderna. María Mercedes Jaramillo, Betty Osorio, Ángela I. Robledo. Bogotá, Mincultura, 2000.

Ramón I. Bacca, Escribir en Barranquilla, Ediciones uninorte 2005.

J.G. Ballard. A sangre fía: el fenómeno de CSI.

 

 

Luis Cermeño nació en Saravena (Colombia) en 1981, es escritor de fantasía y ciencia-ficción. Estudió Comunicación Social y Periodismo. En la actualidad está terminando la maestría en Comunicación. Obtuvo una beca (09/10) en el programa de residencias para el desarrollo de proyectos avanzados en tecnologías en Escuelab, Lima. En esta residencia creó la Plataforma Experimental Futurista Con-textos Alternos y el primer Concurso Escolar de Cuento Yo Soy el Robot, Lima 2010. Ha publicado los libros «Noches de Oriente» (Ed.Norma. Bogotá, 2009); «Álgebra Pyhare», Cermeño, Escovar (Felicita Cartonera. Asunción, 2010); «Tríptico de Verano y una mirla», Cermeño,Escovar, Marsella (Ed. EL Zahir. Bogotá, 2011 – Cinosargo Ediciones. Arica, Chile 2012). Primer lugar, en el concurso Game Over con el cuento “Té Vespertino”, escrito junto a Felipe Escovar (publicado en Antología del videojuego Game Over. Cinosargo Ediciones, Chile 2012). Es co-editor del Portal Mil Inviernos.

Ha publicado en Axxón: CIENCIA-FICCIÓN: UN GÉNERO DE LIBERTAD QUE ADMITE TODAS LAS TENDENCIAS (Entrevista con el escritor Antonio Mora Vélez, junto a Camilo Arias), el ensayo CUANDO EL MAÑANA LLAMA A TU CASA, y la ficción LA FILA.


Axxón 232 – julio de 2012

Artículo de autor latinoamericano (Artículo : Literatura : Ciencia Ficción, Novela, Autores, Creación : Colombia : Colombiano).