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¡ME GUSTA
AXXÓN!
  
 

Archivo de la Categoría “252”

URUGUAY

 

 

…»era sólo infeliz, me equivocaba al creer que tenía miedo, o mejor,

también esto es un modo de tener miedo, porque la infelicidad es una forma de miedo.»

 

«Voces traídas por algo, imposible decir qué», Antonio Tabucchi

 

 

 

Esto es el testimonio de una espina que llevé clavada durante más de treinta meses; creo habérmela sacado, pero siento el resquemor de volver a clavármela otra vez.

 

 

 

Confesión I

 

 

Ángeles Caínes fue la mejor flor de mi vida uraniana. Ella derretía suelos con su paso de fémina nocturna. Ángeles Caínes llamó al viento y lo embolsó en una copa que bebimos desnudos. Sangró mi pecho y lamió la herida, desmayado, acaricié su pelo, sus senos y antenas. Antes que el sol alumbrara las tinieblas, Ángeles Caínes se derritió como un vómito a mi lado.

 

 

 

Confesión II

 

 

La tarde era un cadáver gris. Solo sentado miraba el cielo enfermo y callé escuchando el rumor de las cosas. Una brisa pringosa se instaló en mi habitación. La noche prometía otra visita; la dejé entrar. Vino Ángeles Caínes vestida de sedas celestes, y perfumada de mirra oriental. Su ojo verde me guiñó y me largó un beso rubí. La esperé sentado y ella se subió a mis piernas y abrazó mi cuello.

 

 

 

Confesión III

 

 

Me arrodillé aquella mañana de invierno y recé jaculatorias y entoné letanías paganas. Tomé un cirio y volqué la cera en mi antebrazo. Lloré y reí. Me eché al suelo y refregué mi sexo en el piso, mientras Ángeles Caínes pasaba su mano por mi nuca, diciéndome «Te adoro desde el fondo del tiempo; he vuelto a encontrarte, mi amor». Se evaporó como bruma de puerto y quedé transido, llorando más que antes por ella, por mi confusión.

 

 

 

Confesión IV

 

 

Me abandonaron los amigos.

Mi familia me eructó.

La gente me miraba mal.

Las plantas se secaron en mi casa.

Apareció la humedad en las paredes en lamparones con formas grotescas.

Se murió la cucaracha que tenía en el frasco.

Estoy solo.

Únicamente Ángeles Caínes me visitaba al atardecer, traía flores muertas y bebíamos té.

Nos acostábamos sobre cojines roídos y, acariciándonos, nos prometíamos felicidad.

 

 

 

Confesión V

 

 

No puedo dejar de pensar en ella. Apenas como y ni duermo si no está a mi lado perfumando el cuarto. Renuncié al trabajo antes de que me echaran. Consuelo mis horas afiladas pensando en su perfil. Me consumo. Soy una vela en la oscura terraza de la vida. Hay un umbral del cual Ángeles Caínes me habló. Me invitó a cruzarlo con ella. «Allí es de donde venimos, donde pertenecemos», me dijo, abanicándose los cabellos violetas. Hoy no vino y pienso en ella violentamente.

 

 

 

Confesión VI

 

 

Las ideas no tienen dueño. La persona las recibe y las trasmite, pero no le pertenecen. Flotan como duendes y a veces bajan a libar en los cerebros humanos. Son inasibles a pesar de la praxis. Son etéreas como Ángeles Caínes. Fue ella quien me lo contó: porque ella misma pertenece a ese mundo, su naturaleza guarda ese origen y esa correspondencia, y cuando viene a mí, seductora y amiga, trata de convencerme de que yo soy otra idea más de un cerebro infinito y eterno, y me insinúa escapatorias con el fin de volver hacia aquellas vastas regiones.

 

 

 

Confesión VII

 

 


Ilustración: Valeria Uccelli

Un poeta sin lapicera no es un poeta sino una garrapata, dijo Ángeles Caínes mientras escuchábamos el Presto del Verano de Vivaldi (es una tormenta de estío anunciando el otoño). Me di cuenta de que soy inmortal y que la lluvia pegada a los días durante setenta y dos horas no es más que el latido constante de los corazones grises. Ella continuó haciendo una poética dominical y húmeda: la poesía te eleva y te hunde a la vez, es un ascensor, subes o bajas, esa es su función para los ánimos. El poeta con lapicera y hoja escribe igual a un manco con su muñón sobre la arena, y el frío del sur le azota la cara y él es pérfido y resentido. En ocasiones, Ángeles Caínes me causa un poco de temor y vértigo, sobre todo cuando habla de estos temas; yo la escucho porque soy un confeso de ella. Después de las charlas vespertinas repta por la pared sinuosamente en tanto que yo la observo desde mi sillón. Se deja caer sobre mí, es una araña que destila fragancias y me absorbe, me elimina un poco más cada noche, un poco más hasta el desmayo…

 

 

 

Confesión VIII

 

 

Pensé en construir un cenotafio para depositar los traumas que me abruman. Esbocé un bosquejo de bosques rectilíneos y proyecciones pálidas en un plano que me visita, o que yo visito, mejor dicho, durante las pesadillas de la siesta. Ángeles Caínes me trajo el Mechanical Animals de Mar1lyn Man5on y en omegas minutos bailamos repletos de androginia mientras las sombras nuestras lamían los candelabros. Nunca me había sentido tan excitado y tan muerto a la vez.

 

 

 

Confesión IX

 

 

Aquella madrugada, Ángeles Caínes estaba más furiosa que nunca y su desequilibrio destilaba sudor bermejo y añejo en la alcoba de ventanales abiertos; me lastimó las manos con sus uñas metálicas, me elogió hasta el hastío: «Eres lo más hermoso que he conocido desde hace 1.066 años» y, pasando su pelvis por mi pierna, me cantó una canción. Había momentos en que se ponía transparente o adquiría una piel espejada en la que me reflejaba en la oscuridad. Nacieron doce esferas de su espalda y flotaron como pompas hasta desaparecer por las celosías. Sucedió que aquella madrugada ella se durmió entre mis manos ensangrentadas, y la dejé dormir más de lo necesario. Esperé a que el sol saliera; cuando ella se percató de mi intención trató de devorarme a besos pero la aferré con mis ojos encendidos mientras un rayo de sol surcó la habitación y se estrelló sobre los pechos de Ángeles Caínes; me miró entre sorprendida y arrogante; se disolvió en el aire absorbida por los fotones del amanecer.

 

 


Federico Rivero Scarani, 1969, docente de Literatura egresado del Instituto de Profesores Artigas. Obras: La Lira el Cobre y el Sur (1993), Ecos de la Estigia (1998), Atmósferas (Mención Honorífica del concurso de la Intendencia Municipal de Montevideo, 1999), Synteresis perdida (2005), Cuentos Completos (2007), El agua de las estrellas (2013). Colaboró en diversos medios del país como El Diario de la noche, Relaciones, Graffiti, y también en Verbo 21. com y Banda Hispânica.com. Publicó un ensayo sobre el poeta uruguayo Julio Inverso (“El lado gótico de la poesía de Julio Inverso”) editado por los Anales de la Literatura Hispanoamericana de la Universidad Complutense, España. Participó en antologías de poetas uruguayos y colombianos (“El amplio jardín”) y cubanos (“El manto de mi virtud”). Fue docente de la cátedra de “Lenguaje y Comunicación” en el I.P.A. También escribió el ensayo “El simbolismo en la obra de Julio Inverso”, escritores.org,/ Babab.com.

Aquí hace su aparición en Axxón.


Este cuento se vincula temáticamente con ATAUN, de Guillermo Echeverría; QUEMAR A MADRE, de Ricardo Giorno y CARNAVALES EN VENECIA, de Mariláu Sánchez.


Axxón 252 – marzo de 2014

Cuento de autor latinoamericano (Cuentos : Fantástico : Ciencia Ficción : Contacto con extraterrestres : Uruguay : Uruguayo).