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Taller Literario Gratuito de Axxón
Narrativa de CF, Fantasía, Terror
Organizado y Coordinado por el Taller de Narrativa de Axxón
para quienes deseen escribir mejor
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PASAR
Magnolia

Hubiera sido una historia de amor de aquellas que sólo se ven en las películas.
      Ambos tenían pasados similares, infancias sin tropiezos, adolescencia tímida. Lucía se llamaba prudente. Pedro se enorgullecía de ser cauto.
      Mientras tanto la vida transcurría.
      No tenían proyectos demasiado elaborados, su falta de osadía no se los hubiera permitido. Los dos pensaban: "¿Para qué?"{.}
      Y la vida seguía transcurriendo.
      Lucía tuvo un novio. Rodolfo se llamaba, era un buen chico.
      —Dale Luli, vamos de campamento a San Clemente —le insistía él.
      Pero a Lucía no le gustaban el riesgo y la aventura{,} (creo haber dicho que era prudente); ella prefería ir al cine continuado, pasear por la plaza, ir a tomar un helado... Y como la vida continuaba y Rodolfo se cansó de empujarla (en verdad creía estar enamorado) se dijeron adiós. Lucía le dijo:
      —Vos te lo perdés. No vas a encontrar a otra como yo.
      (La otra tarde me crucé con Rodolfo y todavía se estaba riendo.)
      Rodolfo fue feliz.
      Pedro estuvo a punto de casarse con María. Muchacha encantadora, eran vecinos de la cuadra, compartieron juegos infantiles. Pero la cautela de Pedro pudo más que su amor. Una noche, mientras comían pizza, le dijo:
      —María, me asusta que esto no sea para toda la vida, ¿y si no funciona? ¿Y si nos tenemos que divorciar?
      —Pero Pedro —dijo María—, si ya estamos pasando toda la vida juntos. Nos conocemos desde hace {25} veinticinco años.
      Y sin darse cuenta de que se estaba separando, Pedro le dijo:
      —No soportaría alejarme de vos, mejor que todo siga así.
      María fue feliz.
      Por supuesto, la vida siguió pasando.
      Una mañana de lluvia, Lucía y Pedro cruzaron sus miradas. Los dos sintieron cierta sensación desconocida, algo de inquietud. Lucía perdió el colectivo y a Pedro casi lo atropella un auto. Siguieron sus caminos. Recordaron esa sensación durante un tiempo.
      Con el pasar la fueron olvidando.
      Más de diez años después, una mañana en el 126, al cruzar Carabobo, no supieron si fue un sonido, un roce, un olor, volvieron a percibir esa sensación. Buscaron con los ojos, pero en el instante de cruzarse a Pedro se le cayó una moneda y a Lucía le preguntaron si faltaba mucho para Jujuy.
      Pedro se bajó en Boedo. Había visto unas ofertas de calefactores en el diario y con el reajuste de la jubilación, quería aprovechar. Lucía tenía turno con el médico, ya no veía bien con esos lentes.
      El corazón se les calentó un instante. Nunca más volvieron a cruzarse.
      Lástima, hubiera sido lindo.

Hay un solo problema con este cuento, que está bien escrito: los nombres de los personajes son tan comunes y están tan poco "pintados" que uno los confunde. Debí leer el cuento con mucha atención para que no se me mezclara Pedro con Rodolfo o Lucía con María. Hay tres opciones, diferenciarlos muy bien con los nombres, diferenciarlos mejor con las actitudes y sus formas de ser, y una combinación de ambas cosas. Posiblemente la mejor, para mantener los nombres, que pueden significar mucho para la escritora, es la segunda opción: ampliar sus descripciones. Con eso también ganaría en lo literario.

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