Ibáñez Menta, Narciso
De Enciclopedia de la Ciencia Ficcion y Fantasia argentina
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El terror en la televisión argentina tiene un nombre y dos apellidos: [[Narciso Ibáñez Menta]]. Su voz inconfundible fue, en muchos casos, el único indicio de que, debajo de increíbles caracterizaciones, se hallaba él. Horribles rostros carcomidos por ácidos, rostros afectados por deformidades varias o celosamente encubiertos, hicieron del maquillaje su aliado inseparable hasta elevarlo a una categoría artística y artesanal nunca alcanzada por producción televisiva alguna. Sus estudiados golpes de escena, su acabado manejo de los resortes del misterio, su magnetismo personal, hecho de inflexiones de voz y miradas inigualables, y su probado talento dramático, lo elevaron a la categoría indiscutida de maestro del terror, un género que, en la televisión argentina, lo ha tenido como más importante cultor. Los motivos de tal singularidad reconocen dos razones en el mismo Ibáñez: su personal afición por el terror y su capacidad para provocarlo. Pero tal vez haya pesado también cierta incompatibilidad entre el medio y el género. Un género que depende, como ningún otro, de sugestión, climas, convenciones y tiempos, todo esto difícilmente asimilable a un medio como la televisión, compuesto de brillos, fragmentación, artificialidad y un corte comercial cada doce minutos. Tampoco resulta casual, en tal sentido, que Narciso haya "reinado" cuando la televisión, todavía primitiva, conservaba cierta cuota de misterio. | El terror en la televisión argentina tiene un nombre y dos apellidos: [[Narciso Ibáñez Menta]]. Su voz inconfundible fue, en muchos casos, el único indicio de que, debajo de increíbles caracterizaciones, se hallaba él. Horribles rostros carcomidos por ácidos, rostros afectados por deformidades varias o celosamente encubiertos, hicieron del maquillaje su aliado inseparable hasta elevarlo a una categoría artística y artesanal nunca alcanzada por producción televisiva alguna. Sus estudiados golpes de escena, su acabado manejo de los resortes del misterio, su magnetismo personal, hecho de inflexiones de voz y miradas inigualables, y su probado talento dramático, lo elevaron a la categoría indiscutida de maestro del terror, un género que, en la televisión argentina, lo ha tenido como más importante cultor. Los motivos de tal singularidad reconocen dos razones en el mismo Ibáñez: su personal afición por el terror y su capacidad para provocarlo. Pero tal vez haya pesado también cierta incompatibilidad entre el medio y el género. Un género que depende, como ningún otro, de sugestión, climas, convenciones y tiempos, todo esto difícilmente asimilable a un medio como la televisión, compuesto de brillos, fragmentación, artificialidad y un corte comercial cada doce minutos. Tampoco resulta casual, en tal sentido, que Narciso haya "reinado" cuando la televisión, todavía primitiva, conservaba cierta cuota de misterio. | ||
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El terror en la televisión argentina tiene un nombre y dos apellidos: Narciso Ibáñez Menta. Su voz inconfundible fue, en muchos casos, el único indicio de que, debajo de increíbles caracterizaciones, se hallaba él. Horribles rostros carcomidos por ácidos, rostros afectados por deformidades varias o celosamente encubiertos, hicieron del maquillaje su aliado inseparable hasta elevarlo a una categoría artística y artesanal nunca alcanzada por producción televisiva alguna. Sus estudiados golpes de escena, su acabado manejo de los resortes del misterio, su magnetismo personal, hecho de inflexiones de voz y miradas inigualables, y su probado talento dramático, lo elevaron a la categoría indiscutida de maestro del terror, un género que, en la televisión argentina, lo ha tenido como más importante cultor. Los motivos de tal singularidad reconocen dos razones en el mismo Ibáñez: su personal afición por el terror y su capacidad para provocarlo. Pero tal vez haya pesado también cierta incompatibilidad entre el medio y el género. Un género que depende, como ningún otro, de sugestión, climas, convenciones y tiempos, todo esto difícilmente asimilable a un medio como la televisión, compuesto de brillos, fragmentación, artificialidad y un corte comercial cada doce minutos. Tampoco resulta casual, en tal sentido, que Narciso haya "reinado" cuando la televisión, todavía primitiva, conservaba cierta cuota de misterio.