Gaut vel Hartman, Sergio - Apuntes Biográficos
De Enciclopedia de la Ciencia Ficcion y Fantasia argentina
Nací en 1947, en Buenos Aires, muy cerca del Parque Centenario. Me crié en Floresta, donde viví hasta los 10 años. Durante mi infancia vi tanto cine y escuché tantos programas de radio que he terminado por suponer que esos fueron los disparadores de mis gustos literarios, aún por delante de la lectura misma. Claro, también leí muchísimo: Salgari, Verne, Stevenson, Siri, London, Wells, Swift, Raymond Jones, Wollheim... Leí "novelitas de a duro" hasta que descubrí Más Allá en 1960, cuando ya había dejado de salir y empecé a conseguir ejemplares en las librerías de usados. Después llegaron la colección Nebulae y más tarde la primera Minotauro y Planeta de Pawels y Bergier desde el mismo momento en que aparecieron en los kioscos. Esas publicaciones y un profesor de física de tercer año del Nacional Mariano Moreno, llamado Federico Golzio, fueron los mayores incentivos para hacerme comprender que mi interés por la literatura era un asunto serio. Por entonces, con 15 años sobre las espaldas, me encontré con Anatole France, Herman Hesse, Ramain Rolland, Krishnamurti, el budismo zen, algo de literatura política y social. Fue una variante imprescindible antes de la "especialización" en cf y fantasía.
Llegaron los primeros grandes libros del género, leídos a la luz de una formación incompleta y entusiasta. El Fin de la Infancia, Mercaderes del Espacio, Hacedor de Estrellas, La Tierra Permanece, Más que Humano. Terminé el Secundario, elegí una carrera inadecuada para mis gustos e intereses (Derecho), y la abandoné tras un año y medio de desencuentros. Quizá el detonante fue "La noche de los bastones largos", en el 66, pero ya sabía que no me convertiría en Abogado y suponía (tal vez erróneamente) que para ser escritor no había que pasar por Letras. Hacia fines de la década del sesenta había escrito media docena de relatos, los mismos que, corregidos y vueltos a corregir terminaron pareciéndome legibles y se fueron publicando en los años siguientes. Por entonces conocí a Graciela [Graciela Parini] y el horizonte pareció ensancharse: tenía a mi lado una presencia estimulante, alguien con quien compartir, además, la pasión por la literatura. Empezamos a escribir a dúo y prueba de ello es "Ardilla", el primer relato, publicado en 1970 en Nueva Dimensión.
Conseguí un trabajo un poco mejor del que había tenido y hacia fines del mismo año nos casamos. Por entonces, gobiernos militares mediante, el interés por la cultura se mantenía a ras del suelo y resultaba impensable contar con una publicación local de cf en la que ubicar las cosas que estábamos escribiendo. Hace 25 años no existían los medios y recursos de estos días (o los que teníamos a comienzos de los ochenta) para crear un espacio alternativo en el que publicar, aunque más no fuera para ir probando puntería. Pero los setenta no fueron fáciles. Nueva Dimensión, por problemas de distribución, dejó de conseguirse en Argentina y ni siquiera sabía si aún se editaba en España. En lo personal, del mismo modo que había sentido una poderosa pulsión a principios de la década, casi dejé de escribir. Cajoneé unos pocos cuentos, casi sin convicción ni interés; en 1976 no escribí una sola línea y únicamente la recuperación de Nueva Dimensión gracias a una azafata de Aerolíneas Argentinas me impulsó a volver a la literatura. En 1979 nació Ezequiel, nuestro hijo, a quien muchos de los que lean estos apuntes han conocido correteando por entre las mesas del bar de San José 5... y hoy, por supuesto no reconocerían. Lo que sigue es historia reciente. El Péndulo, el CACyF, Sinergia, Cuerpos Descartables, Fase Uno, Latinoamérica Fantástica, La ciencia ficción en la Argentina, una pausa desde fines de 1988 hasta mediados de 1994, mi ¿vuelta?
Releyendo lo escrito lo encuentro poco satisfactorio, aunque, ¿por qué no aplicarme la misma fórmula que utilizo cuando hablo de otros? El autor es su obra, ni más ni menos. Revelar intimidades podrá incrementar el cholulismo, pero nunca arrojará una nueva luz sobre las zonas oscuras de una carrera, del tamaño que sea. Por eso, y aunque no parece muy elegante terminar tan abruptamente unos apuntes biográficos, habida cuenta de que todavía se pueden agregar hechos y realizaciones: ¿por qué no dejar abierta la cosa con unos ambiguos puntos suspensivos?...
Aparecido en Axxón, 1995