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ZAPPING 0251, 10-ene-2005
El patrono de la web
por Marcelo Dos Santos

Los procesos de beatificación y canonización son largos y complejos para la Iglesia Católica Romana.

Deben ajustarse a un procedimiento muy concreto contenido en el "Manual para instruir los procesos de canonización" y normalmente llevan siglos.

La canonización consiste en hacer santo a un ser humano, o, más correctamente, en hacer que todos los católicos del mundo reconozcan la santidad que había en él cuando vivía. Una vez muerto y santo, ya puede interceder ante los Poderes Superiores a favor de los fieles que se lo solicitan.

Y, por supuesto, hacer milagros. Si uno es santo, Dios opera libremente a través suyo.


Contrariamente a lo que suele creer el profano, no es solamente el Sumo Pontífice quien por voluntad propia decide quién será santo y quién no. El Papa debe recibir las supuestas pruebas de la santidad del candidato, y luego esperar dos cosas: primero, la iluminación del Espíritu Santo en el sentido de que la causa es justa y correcta (potius et divini judicii, quam humani) y, en segundo término, consultar en unión con sus otros Hermanos Obispos (nobis et fratibus nostris), atendiendo al parecer de éstos, ya que los Monseñores son los más inmediatos colaboradores del Pontifex Maximus.


Beato Santiago Alberione

Con las dos salvedades expresadas, tanto la beatificación de un hombre o de una mujer cuanto su posterior canonización constituyen un acto libre del Santo Padre. Esta libertad es mucho mayor que la del juez —que debe fallar de acuerdo con una ley preexistente y ya escrita—, porque los resultados positivos de la vida, martirio y muerte de un candidato determinado no obligan al Papa a canonizarlo o beatificarlo. Siempre la falta de iluminación por parte del Espíritu Santo o la oposición de sus frates obispos pueden disuadirlo de actuar en tal sentido.


El candidato a santo primero debe ser beato: esta condición es sine qua non y ha de cumplirse siempre. Y no es fácil llegar a beato: para ello, debe haberse podido demostrar que el aspirante ha hecho un milagro, el Espíritu Santo debe estar de acuerdo y los obispos aconsejar al Papa en tal sentido.

Previo a todo ello es menester pasar por una etapa procesal (que típicamente ha llevado entre 100 y 400 años, excepto con el Papa actual, que beatifica y canoniza en tiempos récord, desconocidos en la historia eclesiástica), donde las virtudes morales y humanas del candidato son analizadas como si de un juicio penal se tratara. Está el abogado que intenta demostrar que el aspirante merece ser santo (o beato) y el abogado que pretende lo contrario. Al fin, si cumple ciertas otras condiciones, se aconseja al Papa confirmar —o desestimar— la petición.

Pero queda un "pequeño" impedimento, a saber: el asunto del milagro. El aspirante a santo, tiene que haber obrado al menos dos (uno antes de la beatificación y por lo menos uno más entre ésta y la canonización).

Parece fácil, hasta que la Iglesia nos da la definición de "milagro": se trata de un hecho, operado por Dios, que supera las fuerzas de la naturaleza en cuanto a su sujeto, su sustancia o su modo. En otras palabras, un hecho que sólo puede ocurrir por medios sobrenaturales. Parece fácil. Parece.



Casi cada una de las actividades humanas tiene su santo patrono (o su beato) que cumple la función de proteger a los fieles y de interceder por ellos ante los poderes superiores. Así, encontramos a los patronos del trabajo (San Cayetano), de los animales domésticos (San Antonio abad), de los novelistas (San Francisco de Sales), de las universidades (Santo Tomás de Aquino), de los hospitales (San Juan de Dios), de los floristas (Santa Dorotea), de los cantantes (San Gregorio Magno), de los atletas (San Sebastián) y varios miles más. Cada uno tiene su fiesta de celebración específica en un día determinado.

Así fue que, durante el papado de Juan Pablo II, uno de los —mal que nos pese— más progresistas de los últimos pontífices, se planteó un proceso de beatificación para proponer al patrono de la Internet y "apóstol de las comunicaciones" —tal su título oficial hasta el momento—.

Es lógico: la tecnología cambia la vida y las costumbres del ser humano, y el avance de las comunicaciones en los últimos años ha tenido un impacto más que considerable sobre el público en general. Se han descubierto nuevas aplicaciones y utilidades, nuevos sistemas de comunicación, y entre ellos Internet es uno de los más sobresalientes. Cada avance conlleva nuevos peligros, y todos sabemos que los de la Red Mundial son muchos y serios. Hay allí desde pornografía infantil, apología del terrorismo, invitaciones al suicidio, fórmulas de explosivos, e incluso pululan por ella los denominados "depredadores de la web" , personas degeneradas que se citan con menores desprevenidos con cualquier excusa, abusan de ellos, los violan... o los matan. Todos los días tenemos un nuevo caso en los periódicos.

Deviene lógico, por tanto, que algún católico inteligente haya pensado en designar a un patrono para que protegiera a los navegantes de la web (especialmente los niños) y a todos los usuarios de las comunicaciones en general.

Como suele tradicionalmente ocurrir en estos casos, no hubo un postulante único: cada fiel tiene su corazoncito, y cada quien propone a quien más le gusta. En esta oportunidad los aspirantes al título de "Patrono de Internet" fueron nada menos que nueve, con más o menos relación con el tema y mayor o menor prestigio. San Isidoro de Sevilla, Santa Tecla, Santa Rita, Santa Clara, San Andrés, San Juan Bosco, San Pedro Regalado y San Maximiliano Kolbe midieron, pues, sus merecimientos y virtudes con un sacerdote italiano nacido en 1884 y muerto en 1971. Su nombre era Santiago Alberione.

La puja fue seria: en diversos sitios de Internet los fieles votaron por su candidato preferido, siendo favorito San Isidoro de Sevilla.

Sin embargo, los demás candidatos fueron defeccionando uno a uno. En la, por así llamarla, "recta final" de la postulación quedaron sólo Alberione e Isidoro. Contra todos los pronósticos, el casi ignoto —para el común de la gente— italiano se consagró ganador y fue propuesto al Papa, pues, por el Colegio Cardenalicio para ocupar el puesto celestial.

Sucedía sin embargo que Alberione no era santo ni siquiera beato, y correspondía por lo tanto tramitar el proceso de beatificación, requisito mínimo para poder ejercer un patronazgo.

El juicio fue breve y contundente, como se estila bajo el actual Pontificado: así, el 27 de abril de 2003, Santiago Alberione fue beatificado por Juan Pablo II y nombrado Patrono de las Comunicaciones y de la Internet por el Colegio de Cardenales de la Santa Sede.


Santiago Alberione nació el 4 de abril de 1884 en San Lorenzo di Fossana, el menor de cuatro hermanos. Sintió desde muy niño su vocación sacerdotal, e ingresó al seminario de sólo 16 años, para ser ordenado sacerdote en 1907.


El Beato en pleno rodaje

Fundador de sociedades y congregaciones, Alberione comprendió que en las comunicaciones estaba el futuro de la evangelización: fundó imprentas, publicó libros, filmó películas y propulsó las imprentas para llevar la Palabra de Dios a los pobres, que de otra forma no hubiesen tenido acceso a ella.

El 26 de noviembre de 1971 Alberione, de 87 años y ya muy enfermo, recibió la visita personal de Paulo VI, para fallecer poco tiempo después. Sus últimas palabras fueron: "Muero... Rezo por todos. ¡Paraíso!".


Juan Pablo II declaró en el proceso que Santiago Alberione, admirado y venerado por él y por Paulo VI, había "ejercitado en grado heroico las virtudes teologales, cardinales y afines", y lo nombró "Venerable Padre".

Sin embargo, es comprensible que la mayor curiosidad del lector se refiera al milagro operado por Alberione, que se convirtió en prueba definitiva para que el Papa y los obispos decidieran su beatificación.

El milagro se operó en la persona de la monja anunciatina mexicana María Librada González Rodríguez. Los hechos se desarrollaron como sigue:


Estampa del Beato Alberione: al fondo, una torre de microondas

El 4 de abril de 1989 María, de 57 años de edad, sufrió una caída que le valió la inmovilización del pie derecho mediante yeso. El 29 de abril, la hermana sufrió una grave tromboembolia pulmonar (un coágulo en la arteria pulmonar), que obligó a su internación durante doce días a causa de una disfunción respiratoria. Al día siguiente de ser dada de alta, una fibrilación cardíaca y una disnea (insuficiencia respiratoria) obligaron a internarla de nuevo. El 19 de mayo María Librada sufrió un accidente cerebrovascular mayor, que le provocó la parálisis total de medio cuerpo y del lado contrario del rostro (hemiplejia), así como la incapacidad de hablar (afasia). Al día siguiente, una nueva crisis repiratoria más grave que las anteriores obligó a intubarla y conectarla a un respirador.

Durante ese trance, María sintió que se moría —lo que es confirmado por los médicos— y se encomendó a Dios por intercesión del Venerable Santiago Alberione. Inexplicablemente y de forma inmediata, recuperó la capacidad de respirar por sí misma. Se le retiró el oxígeno y ya no volvió a necesitarlo.


La curación de González Rodríguez fue de inmediato considerada milagrosa, y expuesta ante la Curia de Guadalajara para su investigación diocesana. La junta médica que la examinó reconoció que cumplía con los preceptos que tipifican al milagro: fue rápida, completa, duradera e inexplicable de acuerdo con los conocimientos científicos. Por tanto, en 1995 fue declarada jurídicamente válida para el proceso de beatificación y sometida a la Congregación para las Causas de los Santos, organismo del Vaticano encargado de sustanciar este tipo de procesos.

En 2002 la causa fue reexaminada por el Congreso Peculiar de Consultores Teológicos y aprobada, como lo fue el 15 de octubre de ese mismo año por los obispos y cardenales.

Luego, como se ha dicho, el propio Papa Juan Pablo beatificó a Santiago.


Como todo santo o beato, Santiago Alberione tiene su propia oración, a través de la cual los fieles pueden solicitar su intermediación. Dice así:

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
en Cristo Maestro, camino, verdad y vida:
Te doy gracias con toda la Iglesia
por los tesoros de santidad, de luz y de gracia,
que has concedido a tu siervo fiel,
el Beato P. Santiago Alberione,
quien, a ejemplo del apóstol Pablo,
ha predicado el Evangelio en todo el mundo
con los instrumentos de la comunicación social.

Concédeme la gracia de seguir su ejemplo,
y dígnate glorificarlo en la tierra,
para que proteja a todos los que trabajan
con esos medios para instaurar el reino de Cristo.
Concédeme también, por su intercesión,
la gracia que ahora te pido...
María, madre y reina de los apóstoles,
dígnate apoyar mis súplicas
por tu maternal intercesión.

Gloria al Padre.

Su fiesta litúrgica se celebra el 26 de noviembre.


La figura de Santiago Alberione está difundiéndose entre los cristianos del mundo: ya hay un niño en la India que ha sido bautizado como James (Santiago en inglés) Alberione".

Si el ritmo del Papado sigue igual, no será sorpresa enterarnos pronto de la canonización de Santiago. Ello ya está en proyecto, y sólo falta para hacer la petición formal probar un segundo milagro operado por Dios a través del beato.

De esta manera, las comunicaciones y la Internet tendrán, por derecho propio, a su verdadero Santo Patrono.

Más datos:

(Traducido, adaptado y ampliado por Marcelo Dos Santos de alberione.org y otros sitios de Internet)


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