Las rayas y mantarrayas son uno de los grupos de peces más portentosos: por empezar no tienen huesos. Pertenecen a la clase de los Condroícteos, peces en los cuales la evolución ha reemplazado los huesos por tiras de cartílagos. Son, por tanto, parientes de los tiburones, quimeras y peces sierra.
Las rayas en particular forman la familia Dasyatidae. Poseen un diseño único, con dos grandes "alas" planas (mal llamadas "aletas") que baten el agua con un movimiento de "vuelo". Los ojos de las rayas están ubicados en la parte superior del pez y la boca en el inferior, lo que determina que la raya no pueda ver lo que come. En consecuencia, persigue y caza su alimento guiándose por el olfato y por un sofisticado sistema de sensores eléctricos similar al que utilizan sus parientes, los tiburones.
Las rayas habitan en todas las zonas tropicales costeras, e incluso existen algunas especies de agua dulce.
La raya, depredador ella misma, es a la vez presa de los tiburones, que la persiguen y matan aprovechando la casi indefensión de ella.
Como se sabe, la raya posee un aguijón venenoso ubicado en el tercio proximal de la cola, pero esta arma no le sirve para protegerse de los ataques por el hecho de que el predador suele atacarla lateralmente o desde el frente, dos posiciones en que la raya no puede utilizarlo.
Como, por añadidura, tiene los ojos en la cara superior de su cuerpo, la raya se ve obligada a pasar la mayor parte del tiempo apoyada en el fondo, por la simple razón de que no es capaz de ver a los depredadores que la atacan por la parte ventral.
El contacto de los seres humanos con las rayas suele ser pacífico, porque ellas son animales tímidos. Ante cualquier clase de amenaza, su primera reacción suele ser huir, utilizando su ineficiente aguijón sólo como último recurso. Por ese motivo, en los últimos 200 años sólo se han registrado un puñado de ataques contra personas, de los cuales solamente se habían documentado 17 casos fatales hasta 1996.
Una gran raya. Obsérvese el movimiento natatorio similar al "vuelo"
Los "ataques" de rayas a seres humanos son, con frecuencia, resultado de un error de estos últimos. La mayoría de ellos se originan cuando un nadador o buzo "tropieza" o pisa el aguijón del pez, que normalmente está tranquilamente asentado en el fondo arenoso. Por ello, nueve de cada diez heridas de aguijón se localizan en los pies.
Lo malo de ese aguijón es que en ciertas especies está recubierto con veneno, y que produce heridas bastante feas y muy, muy dolorosas. El peligro concreto del aguijón proviene de la herida en sí, del ingreso de agua salada en la misma, del dolor y la inflamación local por causa del veneno, y de que a menudo quedan trozos del aguijón dentro del corte, lo que lleva a graves infecciones.
Con una raya grande, como la manta, el mayor tamaño del aguijón puede producir problemas graves: se han visto casos de personas con hemorragias de la arteria femoral, que son mortales de necesidad si no se atienden de inmediato.
Lo que casi nunca se había visto es que una raya produjera una herida en el corazón...
Hasta ahora.
Todos conocíamos a Steve. El conservacionista, naturalista y estrella de la televisión Steve Irwin nació en un suburbio de Melbourne, Australia, en 1962. Trasladado a Queensland a los ocho años de edad con sus padres, desde entonces se vio involucrado con los reptiles y animales salvajes, ya que la familia poseía un parque zoológico. La especialidad del mismo, como es lógico, eran los reptiles.
Steve Irwin
A los 17 años de edad, ya Irwin se había convertido en un cazador de cocodrilos profesional. Este apodo (el "Cazador de cocodrilos") lo acompañaría para siempre. Steve capturaba ejemplares de cocodrilos que se adentraban en áreas pobladas y, con acuerdo del gobierno, los trasladaba al zoológico de sus padres donde los animales vivían en tranquilidad. La alternativa era la muerte a manos de pobladores que los consideraban —no sin razón— un grave peligro. Estamos hablando de los cocodrilos de agua salada (Crocodylus porosus), grandes bestias depredadoras de entre 6 y 8 metros de largo y algo más de 1.600 kilos de peso en los machos más grandes. El mayor ejemplar conocido fue capturado en 1957 y medía 8,64 metros.
La pasión de Steve Irwin: gigantesco cocodrilo australiano de agua salada
En 1991, Irwin heredó el zoo de su familia, se casó con la norteamericana Terri Raines, e hizo filmar su luna de miel (en la que mayormente los recién casados se dedicaron a cazar cocodrilos) en lo que se convertiría en el primer capítulo de la serie "El cazador de cocodrilos". La serie comenzó a emitirse en la televisión australiana en 1996, y pasó a las pantallas norteamericanas al año siguiente. Hoy se emite en 122 países, con una audiencia promedio de más de 200 millones de teleespectadores.
Irwin se convirtió en un favorito de todos los públicos apenas comenzada su carrera. Su estilo de conducción, exhuberante y lleno de entusiasmo, su modo de hablar batante infantil, y el obvio placer que le provocaba su trabajo, ayudó a millones de personas a entender los problemas de las especies en peligro, la destrucción de los hábitats naturales, la codicia de los traficantes de piele y otros numerosos conceptos conservacionistas que Irwin consideraba imperioso transmitir.
Steve alimentando a una de sus "pequeñas" mascotas
Así, el mismísimo gobierno australiano se comprometió con Irwin, apoyándolo en todo lo que hacía. El éxito de los proyectos conservacionistas del animador determinó que en 2001 se le otorgara la Medalla del Centenario, una de las máximas condecoraciones civiles de su país.
La solidaridad y honestidad de Irwin siempre fueron a prueba de balas. Los emolumentos ganados por sus intervenciones televisivas y campañas publicitarias iban a parar indefectiblemente a las dos fundaciones de bien público que había creado, y su preocupación por el bienestar de los demás nunca fue un mero parlamento promocional. Por dar un ejemplo, filmando uno de sus documentales en el Mar de Cortés, Steve recibió un mensaje radial que daba cuenta de que dos buzos habían sido dados por desaparecidos muy cerca de donde él se hallaba. Sin perder un minuto, el Cazador de Cocodrilos dio la orden de suspender el rodaje (una decisión que puede llegar a costar miles de dólares por día de demora) y condujo su barco, su avión y a todo su equipo de filmación, incluidos buzos con comunicaciones satelitales, a una búsqueda de dos días que permitió el rescate con vida de una de las víctimas y la recuperación del cadáver de la otra.
Observando los documentales de Irwin, su carácter expansivo e indudablemente arriesgado lo impulsaba a entrar en contacto cercano con muchos animales peligrosos. Los cocodrilos gigantes en especial, ponían los pelos de punta a los espectadores (incluido este escriba), ya que Irwin se aproximaba a ellos con una naturalidad y una aparente falta de temor que verdaderamente nos hacía preocuparnos por su seguridad. En uno de los episodios, un cocodrilo de agua salada atacó la máquina de cortar césped que operaba Irwin (una de esas grandes máquinas con motor a explosión), arrancándosela de las manos y hundiéndola en el fondo de la laguna con el motor aún en marcha.
Si Irwin debía morir, todos —incluído él mismo— pensaban que sería entre las fauces de un cocodrilo. Por eso nadie estaba preparado para lo que sucedió esta semana.
Steve estaba filmando una película documental en la Gran Barrera de Coral, en un sitio llamado Batt Reef, frente a la ciudad de Port Douglas en el estado nororiental australiano de Queensland.
El filme llevaba un título que, a la luz de lo que pasó después, se reveló como premonitorio: The Ocean´s Deadliest ("El más letal del océano"). EL mal tiempo impedía seguir filmando, por lo que Irwin pensó en hacer algunas tomas subacuáticas para el programa televisivo que conduce su hija Bindi.
Fotografía satelital del continente australiano. El punto rojo señala el sitio del ataque
En el agua había varias rayas (posiblemente Dasyatis brevicaudata, raya de cola corta), y el animador comenzó a nadar entre ellas acompañado de su camarógrafo. Hasta ese momento, nada hacía suponer el desenlace del episodio.
Accidentalmente, el australiano pasó por encima de una gran raya mientras el cámara la filmaba desde el frente. Es posible que el animal se haya asustado o se haya sentido acorralado al tener un gran animal encima (Steve) y un gran objeto negro (la cámara) a su frente. Casi con certeza, se disparó su acto reflejo de defensa: el mecanismo que controla el gran aguijón caudal funcionó, poniéndolo erecto en sus temibles 25 cm. de longitud, y un latigazo ascendente de la cola lo hizo clavarse en el cuerpo de Irwin, que en ese momento estaba exactamente sobre el pez.
Dasyatis brevicaudata, posible responsable de la muerte de Irwin. Obsérvese la temible espina de su aguijón
La afilada bayoneta de la raya penetró por debajo del esternón e hirió el corazón de Steve, que aún tuvo tiempo para accionar la alarma de emergencia. El filoso borde aserrado del aguijón destruyó el corazón de la estrella televisiva y, por lo que parece, debió seccionar también la arteria aorta.
A pesar de que la tripulación del buque de Irwin (el "Croc One") avisó de inmediato a los servicios de emergencia de la cercana ciudad de Cairns y rápidamente se dirigió a la costa para trasbordar a Irwin a un helicóptero de rescate, al llegar al hospital ya no tenía pulso ni respiraba. El médico de emergencias Ed O´Loughlin, que recibió a Irwin en la sala de guardia del hospital de Cairns, manifestó que "Irwin presentaba una profunda herida en el lado izquierdo del pecho; enseguida quedó claro que las lesiones eran fatales".
Así murió uno de los hombres que más han hecho por la conservación de la vida salvaje en los últimos tiempos. A su extensa carrera ecologista sumó un extraño récord: la muerte de Steve Irwin es el único ataque mortal de mantarraya que ha sido filmado en toda la historia. La cinta se encuentra actualmente, como es lógico, en manos de la policía australiana, pero cuando se la devuelvan a sus propietarios, su minucioso análisis seguramente echará luz sobre las circunstancias exactas del accidente, y puede ayudar a aclarar nuestras dudas acerca de las misteriosas conductas defensivas de estos animales. Tal vez Irwin la asustó inadvertidamente o acaso, como relatan los testigos, la hizo sentir acorralada obligándola a atacar.
Irwin fue, según el presidente de la Sociedad Protectora de Animales australiana, "un Noé moderno", y el naturalista inglés David Bellamy hizo notar su enorme talento como naturalista. Tanto así, que una especie desconocida de tortuga que Irwin descubrió fue bautizada con su nombre: Elseya irwini.
El Primer Ministro australiano declaró hallarse "shockeado y conmovido por la muerte de uno de los más maravillosos y pintorescos de los australianos", y el Premier de Queensland otorgó al funeral de Irwin honores de estadista. Se construirá un monumento a su memoria, y Animal Planet, la cadena que difundía sus series, puso al aire un especial de tres horas dedicado a la vida del ambientalista fallecido.
Sin embargo, todos estas honras fúnebres palidecen en comparación con el texto escrito en la corona de flores que llegó hasta la morgue australiana donde se encontraba el cuerpo: "Todas las criaturas de Dios te lo agradecemos. Descansa en paz". Sin dudas, el mejor epitafio posible, y, seguramente, el que a él más le hubiese gustado.
MÁS DATOS:
Animal Planet: The Crocodile Hunter
El Cazador de Cocodrilos (en castellano)
(Traducido, adaptado y ampliado por Marcelo Dos Santos de Animal Planet y de otros sitios de Internet)